miércoles, 15 de agosto de 2007

JACQUES LACAN. "El sueño de Aristóteles" (1978)

Muchas veces he citado y trabajado esta pequeña intervención de Lacan. Se trata de una conferencia pronunciada en el serivicio del profesor Deniker en el Hospital Sainte-Anne de París en 1978. Es breve pero muy interesante. Llegué a apoyar cierta concepción discursiva del Yo en la crítica del triple principio aristotélico que Lacan esboza en esta conferencia. Como está publicada en una revista de "Estudios Psicoanalíticos" que hoy es inhallable en nuestro país, aquí va.
Ojalá les resulte de utilidad.
PP.

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JACQUES LACAN
"El sueño de Aristóteles"

Establecemos una diferencia entre el objeto y la representación con el fin de representárnoslo mentalmente. Bastan algunas palabras que, por así decir, “evocan”, o bien “apelan” la representación.
¿Cómo concebía Aristóteles la representación? Sólo lo sabemos por lo que se conservó en algunos de sus discípulos de aquella época. Los discípulos repiten lo que dice el maestro. Pero a condición de que el maestro sepa lo que dice. ¿Quién juzga esto sino sus propios discípulos? Por tanto son ellos los que saben. Desafortunadamente, y es aquí donde debo atestiguar como psicoanalista, ellos también sueñan.
Aristóteles soñaba, como todo el mundo. ¿Es él quién se creyó obligado a interpretar el sueño de Alejandro sitiando a Tiro? Sátyros-Tiro te pertenece. Típica interpretación -juego(1).
El silogismo –y en esto Aristóteles se ejercitó- el silogismo: ¿Procede del sueño? Hay que aclarar que el silogismo cojea siempre, en triple principio pero sobre todo en su aplicación de lo universal a lo particular. “Todos los hombres son mortales”, por tanto uno de entre ellos también lo es. Freud llega hasta esto, y dice que el hombre lo desea.
La prueba está en el sueño. No hay nada más espantoso que soñarse condenado a vivir repetidamente. De ahí la idea de la pulsión de muerte. Los freudoaristotélicos poniendo al frente la pulsión de muerte suponen a Aristóteles articulando lo universal y lo particular, es decir, lo transforman en algo así como un psicoanalista.
El analizante también silogiza si se da el caso, es decir: aristoteliza. Perpetúa así, Aristóteles, su dominio. Lo que no significa que esté vivo, sino que sobrevive en sus sueños. En todo analizante hay un alumno de Aristóteles. Pero hay que reconocer que de vez en cuando lo universal toma lugar en el farfullar.
Es verdad que el hombre farfulla. Y es ahí complaciente. Como podemos comprobarlos en el hecho de que el analizante vuelva a la hora acordada a la consulta de su psicoanalista. No se sabe por qué él cree en lo universal, porque es como individuo particular que él se entrega a los cuidados de aquello que se denomina un psicoanalista.
En tanto el analizante sueña, el psicoanalista debe intervenir. ¿Se trataría entonces de despertar al analizante? En ningún caso es lo que éste desea –al soñar, preserva la particularidad de su síntoma-.
La peri psychés no tiene la menor sospecha de esta verdad que constituye la resistencia al psicoanálisis. Por eso Freud contradice a Aristóteles, quien, en este asunto del alma no dice nada bueno –aun cuando lo que queda escrito sea un decir fiel.

La discriminación del to ti esti y del to ti en einai que se traduce por esencia y por sustancia en tanto que limitada –to horismon- refleja una distinción en lo real, aquello que de lo verbal y de lo real ha sido afectado. Lo que ya he distinguido como simbólico y como real.
Si es cierto, como ya he dicho, que no existe relación sexual, es decir, que en la especie humana no hay universal femenino, que no hay “todas las mujeres”, resulta que entre psicoanalista y analizante hay siempre alguien más. Hay aquello que yo enunciaría no como representación sino como presentación del objeto. Esta presentación es lo que yo llamo, en su momento, el objeto a. Es extremadamente complejo.
Aristóteles no le da importancia a esto, porque cree que hay representación y esto conduce a Freud a escribirlo. Aristóteles piensa –y sin embargo no concluye que por tanto él sea-, él piensa al mundo en lo que él sueña como aquello que se da en llamar todo el mundo, es decir la gente. El mundo que él piensa, lo sueña, como todos aquellos que hablan. De esto resulta que –como ya dije- es el mundo que piensa. La primera esfera es aquello que él nombra el nous.
No imaginamos hasta qué punto el filósofo siempre delira. Por supuesto también delira Freud. Delira pero dándose cuenta que habla de números y superficies. Aristóteles pudo haber supuesto la topología, pero de ello no han quedado rastros.
He hablado del despertar. Justamente hace poco soñé que el despertador sonaba. Freud dice que se sueña con el despertador cuando uno no quiere de ningún modo despertarse.
De vez en cuando el analizante cita a Aristóteles. Esto forma parte de su material. Hay siempre por tanto cuatro personas entre el psicoanalista y el analizante. A veces el analizante trae a colación a Aristóteles. Pero el psicoanalista tiene detrás de sí a su propio inconsciente del cual oportunamente se vale para dar una interpretación.
Es todo lo que puedo decir. Que alucine en mi sueño que el despertador suena, lo considero como una buena señal, ya que, contrariamente se vale para dar una interpretación.
Es todo lo que puedo decir. Que alucine en mi sueño que el despertador suena, lo considero como una buena señal, ya que, contrariamente a lo que dice Freud, en mi caso yo me despierto. Al menos eso fue lo que me sucedió.


NOTA

(1) Freud cita en La interpretación de los sueños precisamente el sueño de A. Magno. La referencia se remonta a Artemidoro de Dalcis (s. II), que relata cómo Aristandro (que pertenece al séquito de Alejandro durante el sitio a la resistente Tyro), interpreta un sueño de A. Magno habido durante los días del sitio. Alejandro sueña con un sátiro bailando sobre su escudo.
Aristandro, probablemente para animar a Alejandro en su empresa, interpreta el sueño haciendo una lectura en la palabra Satyros que en griego quedaría como: Sa Tyros, lo que significa: Tuya es Tiro. (Nota del Editor)