miércoles, 5 de septiembre de 2007

Gabriela Haldemann. Prólogo a "¿Qué se espera del psicoanálisis y del psicoanalista?" de Colette Soler (Letra Viva-2007)



Este libro es el fruto de dos años de intenso trabajo de algunos miembros
del Foro analítico del Río de la Plata. En su origen se trató de tres
Seminarios y nueve Conferencias dictadas por Colette Soler en la Argentina
entre los años 1998 y 2004. A esta serie de textos decidimos sumarle
"Lacan antifilósofo", escrito que fue presentado en el Coloquio: Lacan en
el siglo, realizado en Cerisy en el año 2001.
Hemos optado por conservar el orden cronológico de las Conferencias,
a fin de mantener un tempo de lectura que reproduzca
la experiencia dequienes asistimos a las mismas.
Sin perder de vista en su decir la dimensión ética que entraña nuestra
práctica, Soler se pregunta por las particularidades de la época y acerca de
qué puede esperarse hoy del análisis y del psicoanalista. Interrogantes que
hacen resonar las tres preguntas presentes en la Grecia antigua que dejaron
sus marcan en la obra kantiana y que Lacan intenta responder en su texto
Televisión: ¿Qué puedo saber? ¿Qué debo hacer? ¿Qué puedo esperar?
La autora advierte que en el contexto actual "…en una sociedad en la
que suponemos que la muerte de Dios fue registrada, en un tiempo donde
no tenemos más el sentido de la tragedia antigua, en un tiempo en el
que no creemos más en el destino...
Tenemos, al contrario, el sentimiento de la contingencia".
Es a partir de la agudeza de la lectura de la época que Soler nos señala
los tropiezos posibles de nuestra práctica,
algunos modos de malograr el acto analítico.
El libro parte del callejón sin salida freudiano que conocemos como
"roca viva de la castración". En su experiencia Freud se topa, hacia el fi-
nal de los análisis, con dos modos de reinstalar fuertemente la demanda:
la envidia de pene y la protesta masculina. Ambas modalidades, en lugar
de verificar la inconsistencia del Otro, reinstalan fuertemente la demanda
de un Otro completo. La solución que Lacan presenta a esta impasse
supone al menos dos conceptualizaciones:
la teoría del objeto a y la destitución subjetiva.
Soler advierte acerca de las diversas pendientes por las que los analistas
pueden convertirse en "pos-lacanianos"; una forma característica
consiste en la eternización de los análisis por la vía de la infinitización
de las neurosis de transferencia. Algo que se encuentra en el inicio mismo
de muchos análisis interminables, donde el sujeto podría mantenerse
en su indeterminación dejando del lado del analista al ser.
Si bien Lacan piensa el deseo del psicoanalista como aquello que obstaculiza
la posibilidad de gozar de la transferencia, Soler señala que un analista
siempre puede volver al discurso del amo o al "narcisismo del apellido".
Otra de las vías de tropiezo consiste en el rechazo del inconsciente como
una forma de rechazar la elaboración en su aspecto conclusivo, dejando
para algunos sujetos la conclusión en un eterno suspenso.
El lector podrá encontrar que algunas de las puntualizaciones realizadas
por Lacan, son retomadas y desarrolladas por la autora en una lógica
inédita. Entre esas "novedades" encontramos la presentación de la angustia
como un modo salvaje de destitución subjetiva.
La angustia, según Soler, es el afecto que se produce cuando el sujeto
se percibe como reducido a un objeto enigmático para el Otro, por eso condensa
los elementos imprescindibles de la destitución subjetiva: el hecho
de saber que lo que se es se reduce a un objeto para el Otro.
Dirá que, por ende, nadie es ajeno a la experiencia salvaje de la destitución
subjetiva, donde el sujeto destituido no constituye un sujeto fluctuante,
sino todo lo contrario, un sujeto determinado en el doble sentido
de la palabra, es decir, "limitado" y "decidido" a la vez.
Otros conceptos presentes en el texto son los de "violencia propia del
dispositivo analítico", que puede ceñirse entre la intención de la palabra
del analizante y la intención de la interpretación y nos permite percibir
en ese contrapelo "el horror del acto". No el horror general, sino su "horror
propio", es decir, cómo para el analizante en su singularidad de ser hablante,
se presentan la castración y la exigencia indomable de goce, aquello
que Soler denomina "identidad de separación".
Finalmente, en la Addenda, propone que el psicoanálisis debe producir
sujetos capaces de pensar, no la división del sujeto, pues no hay metalenguaje,
sino en la división del sujeto.

Gabriela Haldemann