jueves, 31 de enero de 2008

miércoles, 30 de enero de 2008

Reseña de "El quinto hijo" (D. Lessing) por Fabia Magnanego

Cuando me enteré de que Susana Giménez había leído a Doris Lessing, y yo no...bueno, no pude permitirlo. La había visto en la tele en ocasión del Nobel 2007: parecía una viejita simpática y distraída que iba a buscar su premio casi en ojotas; este era un buen antecedente. El título del libro también era atractivo; ¿qué pasaría con este hijo en particular, por qué se apelaba a la serie para nominarlo?
Pues bien, Harriet y David, contra toda la parentela, y contra su propia economía doméstica, deciden tener muchos hijos, ser felices y comer perdices. Claro, cuando llegan al quinto embarazo, la cosa se complica y aparece Ben. Ben, ¿cómo les diría...? ¿Pequeño demonio, tal vez? Y ahí está Ben, creciendo, con sus hermanos, con los ¿amigos?, ¡en la escuela! .Y ahí está el lector, preguntándose todo el tiempo cómo se va a resolver esta presencia. No se los cuento, pero el final no decepciona.
No piensen que se trata de La Profecía, ni del El Exorcista (otro libro estupendo), porque el malestar no se inicia extramuros de la familia. En verdad, la trama está más cerca de La metamorfosis; recuerdan esta cuestión de abrir la puerta y encontrar que ése que conocías, que querías, que vivía en tu casa, ahora es un bicho, ¿no?. Ya Freud se había interesado en estas situaciones en Lo ominoso. Bueno, y como no, si son cuestiones universales. Los que estamos cerca del psicoanálisis, vamos encontrando que en esta historia de ficción, cualquier semejanza con la realidad, no es pura coincidencia.
Harriet aclara, explicando por qué cree que el nacimiento de Ben es un castigo: “_ Por engreídos. Por creer que podíamos ser felices porque nosotros lo habíamos decidido.”

No era tan distraída, la viejita...

Fabia Magnanego.

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Gracias Fabia por la reseña!!
PP

Eva Giberti. "¿Sin penetración?" (Página 12, 30-1).

Tiene doce años pero, cuando la atacaron, tenía diez. Ahora tiene un hijo engendrado por quien, según los jueces, no es violador sino un sujeto que cometió “abuso deshonesto con acceso carnal agravado”. Tuvo tiempo y comodidad para actuar porque –vecino pared lindante con la casa de la víctima– funcionaba de manera paterna, ya que la niña “se crió en su casa”, según relata la madre. Es un ex comisario de 73 años de edad. Merced al ADN del bebé no pudo negar el delito, pero aclaró que no había penetrado a la púber. Por su parte, ella dice no recordar. ¿Cómo? ¿Y la revisión ginecológica previa al parto? No se realizó para no revictimizar (¿?) a la púber en cuyo vientre ya se había diagnosticado un embarazo.

¿Es posible engendrar sin penetración?


El juez sostuvo: “Tampoco puede descartarse que haya habido penetración, pero lo que importa es que no puedo rechazar la posibilidad contraria, que es la más favorable al imputado”. Se trata de una interpretación jurídica que tiende a garantizar los derechos del inculpado.
La figura del falo es lo suficientemente fuerte como para orientar el pensamiento: según la ley, para que haya violación es preciso que exista penetración, ya sea mediante el pene u otro objeto. Sin embargo, internacionalmente, la descripción de una violación no se ciñe a la penetración. Por ejemplo, la Relatoría Especial sobre Prácticas Sistemáticas de Violación y Esclavitud Sexual (1995) afirma que “aunque este reporte mantenga la penetración en la definición de violación, es claro que el foco histórico en el acto de penetración proviene de la preocupación masculina en asegurar la castidad de la mujer y la seguridad sobre la paternidad de los hijos”, en relación con los contenidos del Reporte de Crímenes y Definiciones (Tribunal ad hoc de Yugoslavia) y las Propuestas del Caucus por una Justicia de Género donde se describe violación como “la invasión física de naturaleza sexual, incluida pero no limitada a la penetración, aunque leve, cometida en contra de una persona bajo circunstancias que son coercitivas, o sin consentimiento”.
Estos contenidos sólo ilustran una coincidencia internacional acerca de lo que se entiende por violación.
En el historial que menciono, la púber describe la emisión seminal sobre su pubis y “vagina” (vulva en realidad), “sin recordar” penetración.
Las opiniones de los profesionales que intervinieron como peritos también aluden a un coito interfemoral, entre los muslos, práctica que sin ser habitual no constituye una rareza, como tampoco es infrecuente un embarazo cuando la mujer tiene 12 años de edad. Menos aún abunda en rarezas como que el responsable sea un miembro de la familia o un amigo de la misma.


Efectos traumáticos


Podríamos pensar que una criatura que desde los 10 años es manoseada por quien posteriormente habrá de violentarla sexualmente generó el terreno para una patología traumática, la cual hizo crisis cuando la ecografía le mostró un bebé dentro de su cuerpo. De la causa se desprende que ella no sabía que estaba protagonizando un estilo de “relación sexual” con quien “era como un padre”.
Entonces, ¿es posible sostener que, como la víctima no describió penetración, ese silencio asociable con un esperable cuadro clínico postraumático (que genera omisiones, desconciertos y deficiencias en los recuerdos traumáticos, entre otras alteraciones) constituya un elemento significativo para eludir la responsabilidad violatoria del sujeto y transformar su acción en abuso deshonesto, limitando la sanción?
Si no se advierte que quien está siendo interrogada antes y después de parir es alguien que está sobrellevando un cuadro clínico con características propias, que no son reducibles a la idea de shock, los interrogatorios resultan inconducentes. Máxime cuando no se realizó el peritaje imprescindible para constatar la situación ginecológica de la víctima (presencia o ausencia y características del himen). De ese modo se omitieron datos que podían aportar elementos probatorios.


La penetración del espermatozoide


El espermatozoide, que es el representante biológico y legal en cuanto transmisor del ADN, se inscribe como protagonista de una violación dado que es la sustancia que penetró en el cuerpo de la víctima. Para identificar al violador en nuestro país no se recurre a falometrías sino al ADN, o sea, se le otorga el máximo de representación identificable como presencia intrusiva del sujeto en el cuerpo de la víctima. Los expertos en leyes podrían considerar esta tesis ajena a Derecho. Habrá que revisarlo cuando se legisle acerca de fertilización asistida y los bancos de esperma.
Para engendrar no es prioritario un pene en erección, ni tampoco para violar. Para violar, cuando sea posible enmendar el texto de la ley actual e inspirarse en el derecho a la libertad y dignidad de la persona, alcanzará con una emisión seminal coercitiva sobre el cuerpo de una mujer, en este caso una niña. Lo cual también reconocerá el estatuto identitario del espermatozoide capaz de reproducir la especie y las características genéticas de quien lo haya producido.
Si nos atenemos a la cuidadosa fundamentación de Su Señoría en defensa de los derechos del abusador –que circula en Internet–, sentenciándolo a cuatro años de arresto ya que no se pudo probar penetración, en uno de cuyos párrafos sostiene: “El acusado tocó, manoseó, desvistió parcialmente e incluso se acostó semidesnudo sobre el cuerpo también semidesnudo de la púber, de once años, llegando a eyacular sobre la vulva descubierta de la niña (de lo que resultó el embarazo de ésta y el alumbramiento de un niño), en varios momentos y en actitudes progresivas, en el transcurso del año 2005 y primeros meses del 2006, en su vivienda (del justiciable) de esta ciudad, aprovechándose de la gran confianza que ésta y su madre le tenían, con trato cuasi familiar, desde que aquélla era muy pequeña”, se comprenderá que dicho abuso deshonesto constituiría un recurso convivencial para el ex comisario.
El, cumpliendo con la tesis de los biólogos y psicólogos evolucionistas, al reproducirse a los 73 años habría asumido triunfalmente el horizonte propio de la evolución de la especie. El ex comisario, caracterizado por la madre de la víctima como una figura paterna digna de toda confianza, quizás ocupó en el psiquismo de la niña el lugar de una figura tutelar, lo cual, psicológicamente interpretado, configuraría incesto. Esta perspectiva tampoco responde a Derecho.


El corpus de la Ley y el discurso jurídico


Lo que ha demostrado responder a Derecho es que las características del hecho son gravemente ultrajantes. ¿Dónde estaba el fiscal de la causa ante la sentencia? ¿Por qué no apeló en lo que respecta a los graves daños sufridos por la víctima en distintos niveles, agravados por la familiaridad y la autoridad del inculpado? ¿Por qué desistió? Entre las características singulares de los procedimientos de esta causa, la actuación fiscal abre un interrogante mayor. También la de la defensa.
Sepamos que revisar los contenidos de las leyes y reclamar su modificación es responsabilidad ciudadana y no patrimonio exclusivo de jueces y abogados.
¿Y la víctima? ¿Cuál? ¿La púber o su hijo? Ambos.
Si mi país –que es el de ellos– aplica la Convención de los Derechos del Niño, surgirá una nueva tarea: a ambos les corresponden reparaciones concretas y otra visión de la justicia. Como a tantos otros niños y niñas que ya nos miran desde sus derrotas.

lunes, 28 de enero de 2008

Acerca de la Nueva Gramática Española

La Nueva Gramática que preparan las 22 Academias de la Lengua Española, que se publicará en 2009, será la más completa descripción del español que se haya hecho nunca y permitirá ver "cuánto comparten" los 400 millones de hispanohablantes y qué los diferencia. Así lo han manifestado hoy, en un encuentro con la prensa, los directores de las Academias de España, Víctor García de la Concha, y de México, José Moreno de Alba, y el ponente de la Gramática, Ignacio Bosque, que asisten a la séptima reunión de la Comisión Interacadémica que desde hace diez años elabora esta obra. La Gramática es "radicalmente nueva en sus planteamientos" porque -destacó García de la Concha- "por primera vez" será representativa "del español total", del de España y del de Hispanoamérica."Va a ser un hito en la historia del estudio de la lengua española", en palabras del nuevo director de la Academia Norteamericana, Gerardo Piña", que también participa en las sesiones de trabajo. A la reunión, que se prolongará hasta el 1 de febrero y que cuenta con la colaboración del Instituto Castellano y Leonés de la Lengua, asisten representantes de las ocho áreas lingüísticas en que se han dividido los trabajos: México y Centroamérica, Antillas, Caribe continental, área andina, Río de la Plata, Chile, Estados Unidos y España. Esta Gramática, que en su versión completa tendrá "más de 3.000 páginas" y "de 55 a 57 capítulos", ha entrado ya en su recta final.Tras la aprobación del texto básico de la misma por el Pleno de las 22 Academias, el 24 de marzo del año pasado en la ciudad colombiana de Medellín, los académicos perfilan ahora los últimos detalles y ordenan aspectos tan complejos como los índices y los ejemplos que se citan, extraídos de unas 2.600 obras de 1.190 escritores de todos los países hispanohablantes y de periódicos de cada uno de ellos.La Gramática no será sólo para especialistas, sino que podrá usarse también como obra de consulta. Por eso, además de la versión completa, habrá un compendio de unas 600 páginas y quizá podría haber también (los académicos "se lo están pensando") un epítome de unas 300 páginas, según expuso García de la Concha. Se podría pensar que diez años son muchos para preparar una nueva Gramática, pero el académico español Ignacio Bosque, uno de los mayores expertos en esta disciplina, no lo cree así, ni tampoco todos cuantos han participado en "el complejo y minucioso proceso" de elaboración de esta obra, cuyo anterior antecedente académico data de 1931. Dado que la Gramática que publicó entonces la Real Academia Española era casi una reedición de la de 1920, y que en 1973 vio la luz tan sólo un "Esbozo de una nueva gramática de la lengua española", han pasado en realidad "88 años", y eso, según Bosque, "es una buena razón" para no correr y para dejar claras todas las dudas que puedan suscitar la sintaxis, la fonética, la morfología y la fonología del español. Moreno de Alba explicó el proceso seguido para elaborar cada capítulo de la Gramática, desde que Bosque redactó el borrador de cada uno de ellos hasta que las veintidós Academias le dan el visto bueno final. No ha sido fácil pero "los resultados han sido excelentes". "Nunca se había hecho un esfuerzo semejante" por reflejar "las diferentes formas de hablar el español" en el mundo entero, aseguró el director de la Academia mexicana. Como puso de relieve Piña, la Gramática mostrará también el español que se habla "en Estados Unidos" y no "el español de Estados Unidos", ya que en este país se dan cita las más diversas formas dialectales de esta lengua. Fuente: EFE

domingo, 27 de enero de 2008

Jacques Lacan. "Conclusiones del IX Congreso de la Escuela Freudiana", 9 de julio de 1978

Debo cerrar este congreso. Es, por lo menos, lo que se tenía previsto.
Freud se preocupó profundamente por la transmisión del psicoanálisis. El comité al que le encargó velar por él se transformó en la institución psicoanalítica internacional, la I.P.A. Debo decir que la I.P.A., si le creemos a nuestro amigo Stuart Schneiderman, quien habló ayer, no está animosa por el momento. Es cierto que este Congreso representa, con esta sala llena, algo que equilibra a la I.P.A.
Freud, cuando nombró a lo que llamaba su (sa) "banda", sin que se sepa muy bien si "su (sa) banda" debe escribirse "eso" (ç-a) (1), Freud inventó esta historia, es necesario decirlo, bien chiflada, que se llama inconsciente, y el inconsciente es tal vez un delirio freudiano. El inconsciente lo explica todo, pero, como bien lo articuló alguien llamado Karl Popper, explica demasiado. Es una conjetura que no puede tener refutación.
Se nos ha hablado de sexo sin sujeto. ¿Eso quiere decir que habría una relación sexual que, sin embargo, no incluiría al sujeto? Sería llegar lejos: y la relación sexual, que dije que no había, explica supuestamente lo que llamamos neurosis. Por eso me he dispuesto a indagar qué es la neurosis. Intenté explicarlo en lo que llaman mi enseñanza. Debemos creer, a pesar de todo, que esta enseñanza tuvo cierto peso, puesto que he logrado reunir a toda esta asistencia.
Esta asistencia, debo decirlo, no me asiste. Me siento particularmente solo en medio de esta asistencia. Me siento particularmente solo para las personas con las que tengo que ver como analista, aquellos que se llaman mis analizantes tienen conmigo otra relación que esta asistencia. Intentan decirme lo que anda mal en ellos. Y los neuróticos, eso sí existe. Quiero decirles que no es muy seguro que la neurosis histérica exista siempre, pero sin duda hay una neurosis que sí existe, la que llamamos neurosis obsesiva.
A esas personas que vienen a verme para intentar decirme algo, tengo que decir que no siempre les respondo. Trato de que aquello pase; al menos lo deseo. Deseo que aquello pase, y es preciso decir que a muchos psicoanalistas no les queda otro remedio. Por eso he intentado obtener algún testimonio sobre la manera en que se deviene psicoanalista: ¿qué hace que después de haber sido analizante se devenga psicoanalista?
Debo decir que he averiguado sobre ese asunto. Por eso hice mi Proposición, la que instaura lo que llamamos el pase, al cual he confiado algo que se llamaría transmisión, si es que hay transmisión del psicoanálisis.
Tal como ahora lo pienso, el psicoanálisis es intransmisible. Es muy molesto. Es muy molesto que cada psicoanalista esté obligado —puesto que es necesario que esté obligado a ello— a reinventar el psicoanálisis.
Cuando dije en Lille que el pase me había decepcionado, fue por eso, por el hecho de que es necesario que cada psicoanalista reinvente, de acuerdo con lo que logró sacar del hecho de haber sido psicoanalizante por un tiempo, que cada psicoanalista reinvente la manera en que el psicoanálisis puede perdurar.
A pesar de todo, intenté darle un poco más de cuerpo, y para ello inventé cierta cantidad de letras, tales como la S tachando la A, es decir, aquello que llamo el gran Otro, porque es la S con la que designo el significante que tacha a ese gran Otro; quiero decir que lo que enuncié en su momento, a saber que el significante tiene como función la de representar al sujeto, pero solamente para otro significante —por lo menos es lo que dije, y es un hecho que lo dije—, ¿qué quiere decir? Quiere decir que en el gran Otro no hay otro significante. Como ya lo dije, sólo hay un monólogo.
Entonces, ¿cómo es que, por la operación del significante, hay gente que se cura? Porque de eso se trata. Es un hecho que hay gente que se cura. Freud claramente recalcó que el analista no tenía que estar dominado por el deseo de curar; pero es un hecho que hay personas que se curan, que se curan de su neurosis, hasta de su perversión.
¿Cómo es posible? A pesar de todo lo que dije en su momento, no sé nada de eso. Es una cuestión de trucaje. ¿Cómo le susurra uno al sujeto que se le aparece algo en el análisis que tiene como efecto curarlo? Es una cuestión de experiencia, en la que lo que he llamado el sujeto supuesto saber desempeña un rol. Un sujeto supuesto, es un redoblamiento. El sujeto supuesto saber es alguien que sabe. Sabe el truco, ya que he hablado de trucaje; Sabe el truco, la manera en que curamos la neurosis.
Debo decir que nada en el pase revela eso. Debo decir que nada en el pase demuestra que el sujeto sabe curar una neurosis. Siempre espero que algo me aclare este asunto. Me gustaría saber por alguien, que atestiguara sobre ello en el pase, que un sujeto —puesto que se trata de un sujeto— es capaz de hacer más que lo que yo lo llamaría el palabrerío común, porque de eso se trata. Si el analista no hace sino parlotear, se puede estar seguro de que falla el golpe, el golpe que es el de efectivamente producir el resultado, es decir, lo que se llama el síntoma.
He tratado de señalar un poco más claramente el síntoma. Incluso lo he escrito con su antigua ortografía. ¿Por qué la elegí? S-í-n-t-h-o-m-a, sería un poco largo explicarles esto. Elegí esta manera de escribirlo para sostener el nombre síntoma, que se pronuncia actualmente, no se sabe bien por qué, "simptoma", es decir, algo que evoca la caída de algo, pues "ptoma" quiere decir caída.
Lo que cae todo junto es algo que nada tiene que ver con el conjunto. Un sínthoma no es una caída, aunque lo parezca. Al punto que considero que ustedes, todos ustedes, tienen como sínthoma cada uno su cada una. Hay un sínthoma él y hay un sínthoma ella. Es todo lo que queda de lo que llamamos la relación sexual. La relación sexual es una relación intersinthomática. Por eso, el significante, que es también del orden del sínthoma, por eso, el significante opera. Por eso, tenemos la sospecha de la manera como puede operar; por mediación del sínthoma.
¿Cómo comunicar el virus de este sínthoma bajo la forma del significante? Eso es lo que me he esforzado por explicar a lo largo de mis seminarios. Creo que hoy ya no puedo decir más.

sábado, 26 de enero de 2008

Alberto Santiere. "Hay química"

Actuar emparchando la superficie y descuidando las raíces del problema que el hablar evidencia, es causa perdida. Sugerir un déficit orgánico implica ofrecer la sustancia equilibrante, y ya se sabe: "Tome is money" Los cambios de base que procura y genera nuestro trabajo, intervienen la química del psiquismo llegando a la química constitutiva de impulsos y pensamientos hasta en su más mínima expresión. No es la palabra, o el inconsciente estructurado como un lenguaje imperio de lo abstracto; posee tanta entidad como la química de un alimento, de un tejido o de una pastilla...

Para ver el texto completo, hacé click acá.

jueves, 24 de enero de 2008

George Steiner. "Niño del ajedrez"

Existen tres campos intelectuales; y por lo que sé, solamente tres donde los hombres realizaron importante hazañas antes de la pubertad. Estos campos son: la música, las matemáticas y el ajedrez. Mozart compuso música de indudable calidad y encanto antes de los ocho años. Se dice que a los tres años Karl Friedrich Gauss hacia cálculos de cierta complejidad, y antes de cumplir los diez demostró ser un aritmético prodigiosamente veloz y serio. A los doce años Paul Morphy venció a todos sus contrincantes en Nueva Orleans, proeza nada desdeñable en una ciudad que hace ya un siglo contaba con ajedrecistas de primer orden. ¿Se trata de elaborados reflejos miméticos, de proezas que puede lograr un autómata? ¿O acaso es verdad que estos maravillosos y diminutos seres verdaderamente pueden crear? Las Seis sonatas para violines, violoncelo y contrabajo compuestas por el niño Rossini en el verano de 1804 están evidentemente influidas por Haydn y Vivaldi, pero las principales líneas melódicas son de Rossini, y maravillosamente originales. A los doce años Pascal descubrió por su cuenta los axiomas y las proposiciones esenciales de la geometría euclidiana. Las primeras partidas de Capablanca con Alekhine de las que tenemos noticia, revelan un estilo personal. Ni la teoría de los reflejos condicionados de Pavlov ni la de la mimesis de los simios puede explicarlo. En estos tres campos se producen a menudo creaciones memorables a una edad increíblemente precoz.
¿Existe una explicación? Se ha intentado encontrar una relación entre esas tres actividades: ¿en qué se parecen la música, las matemáticas y el ajedrez? Es el tipo de pregunta que demanda una respuesta tajante, o mejor dicho clásica. (La idea de que en efecto existe una profunda afinidad entre las tres actividades no es nueva.) Pero casi todo lo que encontramos son metáforas o indicaciones vagas. La psicología de la creación musical como algo diferenciado del mero virtuosismo interpretativo, prácticamente no existe. A pesar de algunas orientaciones fascinantes de Henri Poincaré y Jacques Hadamard, no se sabe casi nada sobre los procesos intuitivos y racionales de los descubrimientos matemáticos. Fred Reinfeld y Gerald Abrahams escribieron notas interesantes sobre “la mentalidad del ajedrecista”, pero no han probado que tal cosa exista, y si existe en qué se basan sus extraños poderes. En cada uno de estos campos, la “psicología” es nada más que un anecdotario donde se destacan las destrezas de ejecución y creación de los niños prodigio.
Reflexionando, dos cosas resultan sorprendentes. Al parecer, la formidable energía mental y la capacidad combinatoria con fines determinados que posee el niño genio en música, matemáticas y ajedrez, están prácticamente aisladas de los rasgos normales de madurez cerebral y física. Un prodigio musical, un niño compositor o director de orquesta, puede seguir siendo niño en todos los otros aspectos; puede ser ignorante y caprichoso como cualquier otro niño de su edad. No existen pruebas para afirmar que la conducta de Gauss cuando era niño, su coherencia emocional o facilidad de expresión, hayan sobrepasado las de otros niños; era adulto –y mucho más adulto que un adulto normal– sólo en relación a los conocimientos numéricos y geométricos. Cualquiera que haya jugado al ajedrez con un muchacho muy joven y especialmente inteligente, habrá notado la diferencia casi escandalosa que existe entre la astucia y sofisticación analítica de sus movimientos sobre el tablero y su comportamiento infantil cuando las piezas ya han sido guardadas. He visto a un niño de seis años usar la defensa francesa con habilidad implacable, y convertirse segundos después de terminada la partida en un mocoso gritón e insoportable. Resumiendo, suceda lo que suceda en el cerebro y el sistema nervioso de un joven Mendelssohn, un Galois o un Bobby Fischer, el niño travieso que hay en cada uno de ellos parece vivir radicalmente aislado. Si bien las recientes teorías neurológicas sostienen una vez más la posibilidad de localizaciones específicas –la idea ya conocida por la frenología del siglo XVIII de que existen en el cerebro humano diferentes áreas para diferentes habilidades o potencialidades–, todavía no hay pruebas decisivas. Es cierto que hay centros sensoriales específicos; pero no sabemos de qué modo la corteza cerebral divide sus múltiples tareas, si es que las divide.
La música, las matemáticas y el ajedrez son esencialmente actos dinámicos de localización. Se colocan fichas simbólicas en casilleros significativos. Las soluciones –se trate de una disonancia, una ecuación algebraica o una impasse posicional– se logran mediante el reagrupamiento o reordenamiento secuencial de las unidades individuales y el conjunto de unidades (notas, número, torres o peones). El niño prodigio, como un adulto, puede visualizar de manera instantánea y al mismo tiempo extraordinariamente segura cómo estarán las cosas luego de varias jugadas. Anticipa la lógica, el desarrollo armónico y melódico necesario si se trata de una relación de clave inicial o de los preludios de un movimiento. Conoce el orden, la dimensión exacta de la suma o la figura geométrica antes de dar los pasos intermedios. Predice el jaque mate en seis jugadas porque la victoriosa posición inicial, la configuración más eficiente de sus piezas en el tablero, se encuentra “allí” de cierto modo, clara y precisamente enfocada por su mente. En cada caso, el mecanismo cerebral-nervioso da un auténtico salto hacia el “espacio subsiguiente”. Es muy probable que se trate de una habilidad neurológica (estamos tentados de decir neuroquímica) extremadamente especializada y aislada del resto de las facultades mentales y fisiológicas, y capaz de desarrollarse con increíble rapidez. Cualquier estímulo casual –una melodía o progresión armónica que suena en la habitación de al lado, una lista de números en la vidriera de un negocio, la visión de las jugadas iniciales de una partida de ajedrez en un café– provoca una reacción en cadena en determinada zona de la muerte. Y el resultado es una maravillosa monomanía.
La música y las matemáticas son dos milagros extraordinarios de la raza humana. Lévi-Strauss considera la invención de la melodía como “una clave para el misterio supremo” del hombre, una pista que nos podría conducir, si pudiéramos seguirla, a entender la estructura y el carácter diferencial de la especie. El poder de las matemáticas para generar acciones a partir de motivos tan sutiles, ingeniosos y complejos como cualquiera de los que ofrece la experiencia sensorial, y desarrollar un inagotable movimiento que se genera a sí mismo, es una de las marcas más extrañas y profundas que el hombre deja en este mundo. Por otra parte, el ajedrez es un juego en el que treinta y dos piezas de marfil, cuerno, madera, metal o (en los campos de concentración) aserrín pegado con betún son movidas en un espacio de sesenta y cuatro casillas de colores alternados. Para el aficionado, semejante descripción es una blasfemia. Los orígenes del ajedrez están rodeados de controversias, pero indudablemente este pasatiempo aparentemente trivial ha sido para muchas personas y a lo largo de los siglos, una realidad, un foco de emociones a veces más sustancial que la vida misma. Los naipes pueden llegar a significar la misma idea de absoluto. Pero su magnetismo es impuro. La pasión por el whist o el poker está relacionada con la magia universal y evidente del dinero. En el ajedrez, el estímulo monetario –si existe– siempre es mínimo o incidental.
Para un verdadero jugador de ajedrez, el acto de mover treinta y dos piezas en un espacio de 8 x 8 casillas es un fin en sí mismo, un mundo muy completo al lado del cual la vida biológica, política o social resulta desordenada, aburrida y contingente. Hasta el patzer, el pobre aficionado que sale corriendo con su caballo cuando el alfil de su contrincante se larga a D4, siente esa fascinación diabólica. Hay momentos mágicos en los que criaturas completamente normales dedicadas a otra cosa, hombres como Lenin o yo mismo, sienten la tentación de renunciar a todo –matrimonio, hipoteca, carrera o Revolución Rusa– para pasar días y noches moviendo pequeños objetos tallados arriba y abajo sobre un tablero cuadrado. Ante el tablero, aun cuando sea el más barato de los juegos portátiles de plástico, nuestros dedos se crispan y un leve escalofrío recorre la columna vertebral. Y no se trata de ganar dinero ni obtener conocimientos o renombre, sino de un encantamiento autista, tan puro como los cánones invertidos de Bach o la fórmula de los poliedros de Euler.
Allí radica indudablemente una de las verdaderas conexiones. A pesar de su riqueza de contenido, de toda la historia y las instituciones sociales relacionadas con ellas, la música, las matemáticas y el ajedrez son actividades maravillosamente inútiles (las matemáticas aplicadas son una especie de plomería sofisticada, o de música para ser interpretada por la banda de policía). Son metafísicamente triviales e irresponsables. Se resisten a conectarse con el mundo y aceptar la realidad como árbitro. Este es el secreto de su fascinación. Nos hablan –al igual que ese procedimiento más reciente llamado arte abstracto– de la capacidad del hombre para “crear cosas al margen el mundo”, de inventar formas alocadas, totalmente inútiles, austeramente frívolas. Dichas formas no toman en cuenta la realidad y, por lo tanto, son ajenas –como ninguna otra cosa– a la autoridad banal de la muerte.
Las asociaciones alegóricas de la muerte con el ajedrez son proverbiales: en los grabados medievales, en los frescos renacentistas y en las películas de Cocteau y Bergman. La muerte gana la partida, pero al hacerlo se somete –aunque sea momentáneamente– a leyes que están fuera de su dominio. Los amantes juegan al ajedrez para detener el tiempo y abolir el mundo. Eso ocurre en el poema de Yeats, Deirdre: “Sabían que nada podía salvarlos;/ así jugaron al ajedrez como lo habían hecho noche tras noche/ durante años, y esperaron el golpe de la espada./ Nunca oí hablar de una muerte tan distante/ de las almas vulgares, un final tan bello y tan altivo”.
Es ese ostracismo en relación a la muerte cotidiana, esa inmersión en una esfera diáfana y cerrada, lo que debe lograr el poeta o novelista que elige el ajedrez como tema. El escándalo o la paradoja de una trivialidad esencial, debe convertirse en algo psicológicamente verosímil. Por eso resulta difícil triunfar en este género. Master Prim (1968), de James Whirfield Ellison, no es una buena novela, pero tiene algunos momentos interesantes. Al narrador, Francis Rafael, le encargan hacer un reportaje a Julian Prim, estrella ascendente del ajedrez norteamericano. Al principio, el periodista (maduro, respetuoso de las convenciones y serio hasta la médula) y el ajedrecista de diecinueve años no se llevan bien. Prim es arrogante y mordaz, y se comporta como un cachorro de dientes afilados. Rafael, por su parte, soñó alguna vez con llegar a ser un ajedrecista famoso. En la escena más atrapante de la novela –una serie de partidas entre Julian y algunos miembros del Gotham Chess Club, donde cada jugada debe durar menos de diez segundos– se enfrentan el escritor y el joven imbatible. Rafael gana una partida, y a partir de allí surge entre ellos “una especie de masonería de respeto mutuo”. Al llegar a la última página, Prim ya ha ganado el campeonato de los Estados Unidos y está comprometido con la hija de Rafael. El libro de Ellison contiene todos los elementos de una novela á clef. La personalidad y la carrera de Julian parecen calcadas de las de Bobby Fisher y su antagonismo personal y profesional con Samuel Reshevsky –conflicto inusual por su vehemencia, incluso en el mundo extremadamente competitivo del ajedrez. Eugene Berlin, el Reshevsky de Ellison, es el campeón reinante. En la partida que constituye el clímax demasiado obvio, Julian le arranca la corona a su odiado contrincante. La partida misma, que comienza con un peón de la reina, carece de interés aunque esté basada en una partida real. El tratamiento de la defensa de Berlín no tiene el menor vuelo imaginativo, y el triunfo de Julian en la jugada veintidós no se merece la efusiva reacción del novelista y menos todavía el campeonato. Los incidentes menores y los personajes secundarios también están rigurosamente basados en la realidad. Ningún aficionado podría dejar de reconocer a los hermanos Sturdivant o engañarse sobre el Gotham Club. Pero lo que sí trasmite Ellison es la extraña y soterrada violencia que genera el ajedrez. Derrotar a un ajedrecista y soterrada violencia que genera el ajedrez. Derrotar a un ajedrecista es humillar las raíces de su inteligencia; derrotarlo con facilidad es desnudarlo. Durante una noche de fiesta en Manhattan, Julian se pone a jugar con Bryan Pleasant, estrella del cine británico, con un solo caballo a un dólar la partida. Julian gana una y otra vez “con su reina que aparece y destroza al enemigo com una encolerizada bestia salvaje”. En un despliegue de virtuosismo, Julian se permite cada vez menos tiempo; hasta que la violencia brutal de su talento de pronto lo espanta: “Es como una enfermedad... Te ataca como una fiebre y se pierde el sentido de las cosas... Quiero decir, ¿a quién se puede derrotar en quince segundos? Aunque seas Dios. Y yo no soy Dios. Es estúpido decir esto, pero a veces tengo que hacerlo”.
El hecho de que el ajedrez puede ser un íntimo aliado de la locura es el tema de Partida de ajedrez, la famosa novela de Stefan Zweig publicada en 1941. Mirko Czentovic, el campeón mundial, se encuentra a bordo de un lujoso transatlántico con rumbo a Buenos Aires. Por doscientos cincuenta dólares la partida, Mirko acepta jugar contra un grupo de pasajeros y los derrota con una facilidad despreciativa. Hasta que un misterioso jugador se une a los aficionados. Czentovic y su rival quedan en tablas. Su rival resulta ser un doctor vienés que había estado preso, incomunicado por la Gestapo. Durante su prisión, el único vínculo con la realidad fue un viejo tratado de ajedrez. El doctor B. ha memorizado las ciento cincuenta partidas del libro y las juega mentalmente infinidad de veces. Conociendo perfectamente cada partida, logra una velocidad enloquecedora en su juego mental; sabe cómo van a responder las negras antes de mover las blancas. El campeón mundial acepta jugar una segunda ronda. El sorprendente personaje gana la primera partida. Czentovic disminuye el ritmo del juego. Enloquecido por lo que resulta para él un tempo insoportable y por la sensación absoluta de déjá vu, el doctor B. siente que se vuelve esquizofrénico y abandona en mitad de la brillante partida. Esta fábula macabra done Zweig nos transmite la sensación de un verdadero juego entre maestros (sugiriendo cada partida en lugar de describir las jugadas) subraya los elementos esquizofrénicos del ajedrez. Estudiando las aperturas y jaques y repitiendo partidas famosas, el ajedrecista es negro y blanco al mismo tiempo. Al jugar, la mano apoyada del otro lado del tablero es en cierto sentido su propia mano. El ajedrecista está, por decirlo así, dentro del cerebro de su contrincante viéndose a sí mismo como el enemigo y tratando de contrarrestar sus propias jugadas, e inmediatamente después se vuelve a meter en su propia piel para buscar un golpe al contragolpe. En el juego de naipes las cartas del adversario permanecen ocultas; en el ajedrez sus piezas están expuestas, invitándonos a que observemos las cosas desde su punto de vista. Existe por lo tanto en todo jaquemate lo que se llama literalmente “suimate” –un problema de ajedrez donde el que lo resuelve tiene que mover sus piezas para darse jaque-mate a sí mismo–. En una partida entre jugadores de igual capacidad, si se nos derrota nos derrotamos al mismo tiempo a nosotros mismos. De allí el gusto a ceniza en la boca.

* Fragmento de “Muerte de reyes”, en Extraterritorial. Ensayos sobre literatura y la revolución del lenguaje (Ed. Adriana Hidalgo, trad. Edgardo Russo).
(Fuente: Página 12, suplemento psicología, 24-01-07).

Juan Manuel. "El conde Lucanor", cuento XXXII ("El rey está desnudo")

Esta es la versión completa y original del cuento que muchísimos autores reescribieron (incluso hasta que impresentable Jorge Bucay). Pensé que todo el mundo lo conocía, pero en estos días me ocurrió que un par de veces usé la expresión "el rey está desnudo" y mis interlocutores no sabían el cuento, así que decidí subirlo al blog para que todos puedan disfrutarlo y reflexionar con él.
Saludos para todos
PP.

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Lo que sucedió a un rey con los burladores que hicieron el paño

Otra vez le dijo el Conde Lucanor a su consejero Patronio:
-Patronio, un hombre me ha propuesto un asunto muy importante, que será muy provechoso para mí; pero me pide que no lo sepa ninguna persona, por mucha confianza que yo tenga en ella, y tanto me encarece el secreto que afirma que puedo perder mi hacienda y mi vida, si se lo descubro a alguien. Como yo sé que por vuestro claro entendimiento ninguno os propondría algo que fuera engaño o burla, os ruego que me digáis vuestra opinión sobre este asunto.
-Señor Conde Lucanor -dijo Patronio-, para que sepáis lo que más os conviene hacer en este negocio, me gustaría contaros lo que sucedió a un rey moro con tres pícaros granujas que llegaron a palacio.
Y el conde le preguntó lo que había pasado.
-Señor conde -dijo Patronio-, tres pícaros fueron a palacio y dijeron al rey que eran excelentes tejedores, y le contaron cómo su mayor habilidad era hacer un paño que sólo podían ver aquellos que eran hijos de quienes todos creían su padre, pero que dicha tela nunca podría ser vista por quienes no fueran hijos de quien pasaba por padre suyo.
»Esto le pareció muy bien al rey, pues por aquel medio sabría quiénes eran hijos verdaderos de sus padres y quiénes no, para, de esta manera, quedarse él con sus bienes, porque los moros no heredan a sus padres si no son verdaderamente sus hijos. Con esta intención, les mandó dar una sala grande para que hiciesen aquella tela.
»Los pícaros pidieron al rey que les mandase encerrar en aquel salón hasta que terminaran su labor y, de esta manera, se vería que no había engaño en cuanto proponían. Esto también agradó mucho al rey, que les dio oro, y plata, y seda, y cuanto fue necesario para tejer la tela. Y después quedaron encerrados en aquel salón.
»Ellos montaron sus telares y simulaban estar muchas horas tejiendo. Pasados varios días, fue uno de ellos a decir al rey que ya habían empezado la tela y que era muy hermosa; también le explicó con qué figuras y labores la estaban haciendo, y le pidió que fuese a verla él solo, sin compañía de ningún consejero. Al rey le agradó mucho todo esto.
»El rey, para hacer la prueba antes en otra persona, envió a un criado suyo, sin pedirle que le dijera la verdad. Cuando el servidor vio a los tejedores y les oyó comentar entre ellos las virtudes de la tela, no se atrevió a decir que no la veía. Y así, cuando volvió a palacio, dijo al rey que la había visto. El rey mandó después a otro servidor, que afamó también haber visto la tela.
»Cuando todos los enviados del rey le aseguraron haber visto el paño, el rey fue a verlo. Entró en la sala y vio a los falsos tejedores hacer como si trabajasen, mientras le decían: «Mirad esta labor. ¿Os place esta historia? Mirad el dibujo y apreciad la variedad de los colores». Y aunque los tres se mostraban de acuerdo en lo que decían, la verdad es que no habían tejido tela alguna. Cuando el rey los vio tejer y decir cómo era la tela, que otros ya habían visto, se tuvo por muerto, pues pensó que él no la veía porque no era hijo del rey, su padre, y por eso no podía ver el paño, y temió que, si lo decía, perdería el reino. Obligado por ese temor, alabó mucho la tela y aprendió muy bien todos los detalles que los tejedores le habían mostrado. Cuando volvió a palacio, comentó a sus cortesanos las excelencias y primores de aquella tela y les explicó los dibujos e historias que había en ella, pero les ocultó todas sus sospechas.
»A los pocos días, y para que viera la tela, el rey envió a su gobernador, al que le había contado las excelencias y maravillas que tenía el paño. Llegó el gobernador y vio a los pícaros tejer y explicar las figuras y labores que tenía la tela, pero, como él no las veía, y recordaba que el rey las había visto, juzgó no ser hijo de quien creía su padre y pensó que, si alguien lo supiese, perdería honra y cargos. Con este temor, alabó mucho la tela, tanto o más que el propio rey.
»Cuando el gobernador le dijo al rey que había visto la tela y le alabó todos sus detalles y excelencias, el monarca se sintió muy desdichado, pues ya no le cabía duda de que no era hijo del rey a quien había sucedido en el trono. Por este motivo, comenzó a alabar la calidad y belleza de la tela y la destreza de aquellos que la habían tejido.
»Al día siguiente envió el rey a su valido, y le ocurrió lo mismo. ¿Qué más os diré? De esta manera, y por temor a la deshonra, fueron engañados el rey y todos sus vasallos, pues ninguno osaba decir que no veía la tela.
»Así siguió este asunto hasta que llegaron las fiestas mayores y pidieron al rey que vistiese aquellos paños para la ocasión. Los tres pícaros trajeron la tela envuelta en una sábana de lino, hicieron como si la desenvolviesen y, después, preguntaron al rey qué clase de vestidura deseaba. El rey les indicó el traje que quería. Ellos le tomaron medidas y, después, hicieron como si cortasen la tela y la estuvieran cosiendo.
»Cuando llegó el día de la fiesta, los tejedores le trajeron al rey la tela cortada y cosida, haciéndole creer que lo vestían y le alisaban los pliegues. Al terminar, el rey pensó que ya estaba vestido, sin atreverse a decir que él no veía la tela.
»Y vestido de esta forma, es decir, totalmente desnudo, montó a caballo para recorrer la ciudad; por suerte, era verano y el rey no padeció el frío.
»Todas las gentes lo vieron desnudo y, como sabían que el que no viera la tela era por no ser hijo de su padre, creyendo cada uno que, aunque él no la veía, los demás sí, por miedo a perder la honra, permanecieron callados y ninguno se atrevió a descubrir aquel secreto. Pero un negro, palafrenero del rey, que no tenía honra que perder, se acercó al rey y le dijo: «Señor, a mí me da lo mismo que me tengáis por hijo de mi padre o de otro cualquiera, y por eso os digo que o yo soy ciego, o vais desnudo».
»El rey comenzó a insultarlo, diciendo que, como él no era hijo de su padre, no podía ver la tela.
»Al decir esto el negro, otro que lo oyó dijo lo mismo, y así lo fueron diciendo hasta que el rey y todos los demás perdieron el miedo a reconocer que era la verdad; y así comprendieron el engaño que los pícaros les habían hecho. Y cuando fueron a buscarlos, no los encontraron, pues se habían ido con lo que habían estafado al rey gracias a este engaño.
»Así, vos, señor Conde Lucanor, como aquel hombre os pide que ninguna persona de vuestra confianza sepa lo que os propone, estad seguro de que piensa engañaros, pues debéis comprender que no tiene motivos para buscar vuestro provecho, ya que apenas os conoce, mientras que, quienes han vivido con vos, siempre procurarán serviros y favoreceros.
El conde pensó que era un buen consejo, lo siguió y le fue muy bien.
Viendo don Juan que este cuento era bueno, lo mandó escribir en este libro y compuso estos versos que dicen así:

A quien te aconseja encubrir de tus amigos
más le gusta engañarte que los higos.

FIN

miércoles, 23 de enero de 2008

Nueva colección en la editorial Katz.

Katz Editores tiene un proyecto que verá la luz a fines de febrero. Se trata de una nueva colección que se llamará Dixit, que coeditará con el Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona, y que estará integrada por libros breves de los más destacados intelectuales contemporáneos.
Son, a la vez, obras que permitirán, a los lectores jóvenes, iniciarse en la lectura de los grandes autores y de los grandes temas, y que serán últiles, por lo demás, para situar los grandes debates de la sociedad y el mundo actual.
Los primeros tres títulos anunciados son:

Jürgen Habermas
"El derecho internacional en la transición hacia un escenario posnacional" (incluye "Europa: en defensa de una política exterior común", en colaboración con Jacques Derrida)
traducción de: Daniel Samper Sachse

Roger Bartra
"Culturas líquidas en la tierra baldía"
(incluye "El salvaje europeo").

Michael Walzer
"Terrorismo y guerra justa"
(incluye "Me veo como un judío comunitario y como un americano liberal", entrevista de Daniel Gamper Sasche)

Más información en la página de la editorial http://www.katzeditores.com/home.asp

lunes, 21 de enero de 2008

Librerías independientes, con la estantería floja (Silvina Friera, para Página 12)

El boom del mercado inmobiliario, con su estampida arrolladora de precios, se cobró a una de las primeras víctimas. Fue un amargo regalito de Melchor, Gaspar y Baltazar: el domingo 6 de enero el dueño de la librería Capítulo Dos tuvo que cerrar el local que alquilaba en Alto Palermo desde octubre de 2003. Además de la reducción de metros cuadrados para exhibir los libros –de 220 a 80–, el shopping le ofrecía un espacio en el tercer nivel, una zona marginal, y le pedía unos 50 mil pesos por mes. “El fenómeno ocurre en todo el mundo: suben los alquileres y las librerías independientes cierran”, escribió Ernesto Skidelsky en la Carta Abierta por las librerías independientes, que se puede leer completa en www.capitulo2.com . “Cuando quien gerencia los metros cuadrados de un shopping decide que el único ratio a tomar en consideración es el de venta por metro cuadrado, opta por condenar al público que asiste a su centro comercial a contar con librerías que ya no tendrán espacios suficientes para llevar adelante presentaciones de libros, lecturas, eventos... Para quienes además creemos que las librerías independientes cumplen el rol de fortalecer la bibliodiversidad, esta concentración en pocas cadenas, que se proyecta más robusta, no hace más que entristecernos.” La luz amarilla se encendió; los alquileres se triplican en los centros comerciales, hay que achicarse o cerrar –aunque, paradójicamente, el mercado editorial se expanda y publique unos 20 mil títulos al año–, y donde antes había una librería ahora funcionará un local de ropa para adolescentes.
Los libreros consultados por Página/12, Skidelsky, los hermanos Fernando y Alejandro Pérez Morales, de La Boutique del Libro, y Marcelo Berstein, de Librerías Paidós, coinciden en afirmar que la subida de precios de los locales, en centros comerciales o en las principales avenidas (Corrientes, Santa Fe, Las Heras), los afecta a todos. “Una librería vende entre 1300 y 2000 pesos por metro cuadrado”, calcula Skidelsky. “En Galerías Pacífico, donde estamos nosotros y Cúspide –que está hace ocho meses sin local por estas mismas prácticas: el que tenía antes se lo dieron a Etiqueta Negra, la casa de ropa que viste a Marcelo Tinelli–, pasé de vender de 1300 pesos a 2000, pero es una circunstancia muy particular en donde de un día para otro me convertí en la única librería”, explica el dueño de Capítulo Dos. “Si en 80 metros de librería voy a vender 1500 pesos, pero en un lugar que no es el mejor del shopping, estamos hablando de una venta de 120 mil pesos mensuales. Las librerías tienen un precio de venta al público, pero después hay que realizar los descuentos. Si vendo 120 mil pesos de promedio y me queda de margen bruto 50 mil, ¿cómo hago para pagar 50 mil de alquiler y después los sueldos, las cargas sociales, los impuestos? Es imposible”, responde Skidelsky.

Sensibilidad cero
La política de achicar el espacio ha afectado también a Librerías Santa Fe, que en el shopping Alto Palermo ocupó 280 metros cuadrados, después 100 y ahora la redujeron a 80. La cadena Yenny, del grupo Ilhsa, dejará su local de 900 metros cuadrados en Alto Palermo para ocupar otro de 200, y también deberá reducir los metros cuadrados en Patio Bullrich. Página/12 intentó hablar con Adolfo De Vicenzi, CEO del grupo Ilhsa, única voz autorizada para opinar, pero, según informaron, está de viaje. Cuando el dueño de Capítulo Dos se sentó a discutir la renovación del contrato con Alto Palermo, le dijeron: “Acá hay un montón de locales de indumentaria que pierden plata, pero lo toman como si fuera presupuesto de marketing”. Skidelsky revela que poner un cartel en la avenida Lugones o una página de publicidad en la revista Gente puede trepar a los 40 mil pesos. “Muchos optan por poner un local en el shopping y además venden, pero el negocio de esas marcas está en otra parte de su gestión comercial, en ser mayoristas en el interior del país, en tener franquicias, en una cantidad de negocios que la librería no tiene porque no es distribuidora y revende lo que producen las editoriales. Entonces, o sos rentable en tu operación de librero o tenés que cerrar.”
Fernando Pérez Morales, uno de los dueños de La Boutique del Libro (que nació hace 36 años en Martínez, fundada por Horacio Battellini), tiene local propio en Palermo, desde hace cinco años, y sucursales que alquila junto con su hermano, Alejandro, en el Unicenter Shopping, Nordelta, Pilar y Adrogué. “Al nivel que vienen subiendo los precios de los alquileres va a ser muy difícil que las librerías queden en lugares principales, en la calle Santa Fe, Corrientes, Las Heras, en los shoppings importantes. Hoy el gran problema es el inmobiliario”, señala. Pérez Morales aclara que hace años que viene insistiendo en que hay que probar en los espacios alternativos. “Cuando me vine a Palermo, esto todavía no había explotado, y me encontré con mejores condiciones para comprar el espacio. Las librerías que van a sobrevivir serán las que tengan local propio”, pronostica. “Pedirle sensibilidad a un shopping es vivir en otro mundo, son sensibilidad cero. El shopping que pueda tener cien Garbarino los va a tener. Una librería necesita cinco días de ventas o más para pagar el alquiler en un shopping, Garbarino lo hace con dos horas de venta”, compara. “Pedirle a esa gente, suerte de Chicago Boys, sensibilidad, o que piense que es importante tener una librería, es absurdo.” Pérez Morales recuerda que Buenos Aires es la ciudad que tiene mayor cantidad de librerías por metros cuadrados, más que Madrid. “Esta es una ciudad que tiene básicamente librerías y psicoanalistas”, ironiza el librero. “Todo el que tiene el ahorro de una indemnización sueña con poner una librería, es un sueño de mucha gente; después, cuando se enfrentan con el hecho de que la librería es un negocio que hay que administrar con mucha mano dura y prudencia, ya no les parece tan hermoso.”


El salvavidas
Alejandro Pérez Morales, a cargo de La Boutique del Libro de Unicenter Shopping, en donde está hace veinte años en 200 metros cuadrados, traza un panorama sobre las dificultades que enfrenta el sector. “El libro no paga IVA, pero todo lo demás sí, y no tenemos ninguna posibilidad de desgravarlo. Si a mí el alquiler me sale 10 pesos más IVA, termino pagando 12,10, el 21 por ciento más”, ejemplifica. “Otro problema grave es el aumento de los costos laborales. No es lo mismo lo que puede pagar un librero que alguien que fabrica zapatillas o ropa, donde los márgenes de ganancia son enormes y pueden llegar a un 300 por ciento. La librería mejor administrada en este momento, si vendió 100 pesos en bruto, se queda con suerte en el bolsillo 5. No es nada, se han licuado las ganancias. El aumento de los alquileres en los centros comerciales es desmesurado y el no poder desgravar el IVA de ninguna manera ha hecho que muchas librerías estén retirándose de los centros comerciales o achicándose, pero el libro necesita muchos metros cuadrados para ser exhibido, por lo tanto tampoco van a sobrevivir las librerías que se achicaron. Hay un proyecto de creación del Instituto del Libro, en donde aportando un porcentaje de la venta al futuro Instituto los libreros podrán desgravar el IVA. Ese sería el único salvavidas del cual nos podríamos agarrar.” Hace cinco meses que La Boutique del Libro renovó contrato con Unicenter. Pérez Morales aclara que no puede decir la cifra para no entrar en conflicto con el shopping, pero confirma que le pidieron tres veces más por el alquiler del local.


Más libros,menos espacios
“Es cierto que se publican más libros, pero esos libros duran veinte o treinta días y después son reemplazados por otros. Muy pocos son los títulos que perduran”, sostiene Alejandro Pérez Morales. “Nosotros recibimos 300 novedades mensuales, y los libros que van a la estantería, que son los que más me interesa porque el fondo, lo que tenés en la estantería es lo que más vale, son cuatro o cinco. Los demás son devueltos y los editores los terminan liquidando a precios viles. Pueden editar, si quieren, cien mil títulos, pero el asunto es cuántos de esos libros perduran. Además, que se edite más no quiere decir que se lea más”, sugiere el librero. Skidelsky subraya que la barrera de edición bajó muchísimo. “Hoy cualquiera que quiera editar puede hacerlo, y me parece que las editoriales se están entrampando porque hay servicios de novedades hasta en enero, pero no hay mercado para eso”, plantea el dueño de Capítulo Dos. “Para tener este tipo de discusiones hay que correrse del bronce, porque si no parece que hay cosas que resultan antipáticas de decir. Si uno dice que se edita demasiado, alguien te puede replicar, pero ‘cómo, ¿vos no estás a favor de la bibliodiversidad?’. Que un libro se edite para estar veinte días en una librería y después terminar en un depósito no le sirve a nadie, menos al autor que quizá estuvo trabajando tres años en escribirlo. Un país que edita como mínimo veinte mil ejemplares por año, y va terminar teniendo menos librerías y de 80 metros cuadrados, que alguien me explique cómo harán los libreros para exhibir esos libros. No hay manera. Si estudiás el caso español, ocurre que hace años que se cierran librerías independientes o se achican. En España muchos editores te cuentan que los libreros les devuelven las cajas cerradas porque no tienen ni tiempo ni espacio para exhibir las novedades.”
Marcelo Berstein, dueño de la Librería Paidós, que fue creada por su padre Jaime junto con la editorial en 1957, tiene dos locales: uno propio, el de Las Heras y Scalabrini Ortiz (abierto desde 1972), de 36 metros cuadrados; el otro, que alquila, sobre Santa Fe y Rodríguez Peña, de 300 metros cuadrados. Dice que la situación es “preocupante” y que “se enciende una luz amarilla que tiende a enrojecerse. Lo que quisiera aclarar respecto del caso puntual de Capítulo Dos es que su cierre nos afecta a todos los libreros. Los que somos inquilinos sufrimos la misma situación. Los niveles de facturación generados por la venta de libros no cubren los costos de alquiler. Hay otros rubros, con amplios márgenes de rentabilidad y otros niveles de facturación, que pueden pagar alquileres que a las librerías les resultan prácticamente imposibles. Vendemos productos con precio fijo, donde nuestro margen de utilidad bruta puede variar entre 35 a 45 por ciento, cuando en otras actividades los márgenes son bien diferentes. Si existiese la exención del IVA para todos aquellos que vendemos productos exentos de IVA, en toda la cadena de distribución y comercialización, sería un descuento muy importante en nuestros costos de alquiler”. Aunque ya renovó contrato por el local de la avenida Santa Fe, donde está desde 1999 –y cuenta que al propietario le gusta que haya una librería, un caso que suele ser excepcional–, señala que “a los dueños de los locales en las calles o en los shoppings no les interesa tener librerías porque los números no cierran”.
Skidelsky recuerda que en noviembre del año pasado entre las tres librerías que había en Alto Palermo (Yenny, Librerías Santa Fe y Capítulo Dos) vendieron 1.200.000 pesos en 1200 metros cuadrados. “Ahora, en febrero o marzo, cuando haya terminado toda esta política de reducción y queden 300 metros cuadrados de librería, se van a vender más o menos 400 mil. Esos 800 mil pesos los pierde la industria del libro, desde la editorial hasta el autor. Hay autores que no van a cobrar derechos de autor porque no se van a producir ventas por 800 mil pesos por mes en un solo shopping”, dispara el librero. “El mercado cambió mucho en los últimos años. Antes las editoriales tenían sus depósitos en el mismo lugar donde estaban sus oficinas. Hoy la mayoría de las editoriales tienen tercerizada la operación de logística, y tienen que pagar por el metro cúbico de almacenaje. Cuando empiecen a recibir las devoluciones de todas las librerías que cierren o se achiquen y tengan que pagar por ese espacio, ¿qué va a pasar? Esto no es gratis para nadie. Si se imagina la cadena desde el escritor hasta el lector, es como cuando se cae una ficha de dominó y empieza a empujar a las demás.”
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Entrevista del sábado 19 de enero de 2008 concedida por Jacques-Alain Miller al Diario Libération, Paris.

Jacques-Alain Miller. Yerno de Jacques Lacan. Personalidad muy controvertida, director del departamento de psicoanálisis de la universidad Paris-VIII, Jacques-Alain Miller, 63 años, creó en 198 1la Escuela de la causa freudiana. En 1992, fundó la asociación mundial de psicoanálisis. Bajo su autoridad se publican los textos de los seminarios de Jacques Lacan, a cuenta gotas, se lamentan algunos. Es también alguien que polemiza. A la cabeza de la lucha contra la enmienda Accoyer, que quería legislar sobre la psicoterapia, retoma el combate contra los cognitivistas, obsesionados con la evaluación. Organiza en la Mutualité, el 9 y 10 de febrero, un "gran meeting para que viva el psicoanálisis", sobre el tema: ¿qué política de civilización?

Se habla nuevamente de la enmienda Accoyer, que busca enmarcar el uso del título de psicoterapeuta. Provocó la ira de todo el medio analítico. Vuelve pero bajo una forma atenuada. Y usted, vuelve a la guerra…


El asunto de la enmienda está cerrado. No hay ningún contencioso después que Bernard Accoyer renunció a su primer texto, que se arriesgaba a definir las diversas psicoterapias. Su preocupación por regular el uso del título de psicoterapeuta fue escuchado por el medio psi, que, desde hace pronto tres años, es parte interesada en la concertación sobre el decreto de aplicación. Por el contrario, sí, para mí el combate se ha vuelto permanente.


¿Pero qué combate?


Freud diagnosticó hace mucho tiempo un « malestar en la civilización". Estamos mucho más allá: todo el mundo siente que la civilización occidental tiende a volverse francamente invivible. Esto suscita revueltas, una guerra civil, pero que respeta las formas del debate democrático.


¿Ciertamente, pero qué guerra?


Hay una guerra ideológica que opone, por una parte, los cuantificadores, los cognitivistas, con su pretensión creciente de regentear la existencia humana en todos sus aspectos, y por otra parte, todos aquellos que no se inclinan ante la cuantificación en todas partes. El fanatismo de la cifra, no es la ciencia, es su mueca. No hace mucho, la administración, era aún burócratas a la Courteline. De ahora en más, la electrónica pone entre las manos de las burocracias occidentales un poder inmenso de almacenamiento y de tratamiento de la información. Se han embriagado con eso, perdieron el sentido común. Las más afectadas son las de la Unión europea, herederas de las monarquías. Van hacia la vigilancia generalizada, de la cuna a la tumba. Aspiran al control social total. Se prometen remodelar al hombre en lo que tiene de más profundo. No se trata ya solo de "gobernar los espíritus", como quería Guizot, ni incluso sugestionarlos con olas de propaganda masiva.Nuestros amos están tan confundidos por el progreso inusitado de las bio y nanotecnologías que sueñan con manipular en directo el cerebro con implantes y electrodos. Hasta tanto se pueda hacer eso, ¿por qué no poner a punto una humanidad higiénica, desembarazada de una buena vez de lo que Freud llamaba la pulsión de muerte, una especie humana mejorada, transhumana? Quedamos reducidos a decirnos: !por fortuna existe el papa! Pues cuando los débiles mentales tienen el poder, el progreso científico engendra utopías autoritarias que son verdaderos delirios megalomaníacos. Esto fracasará sin remedio, pero hasta tanto produce estragos. No hay que dejar hacer, incluso si los clivajes nuevos que suscita esta desmesura no obedecen ya a la lógica izquierda derecha


¿Pero, en qué concierne al psicoanálisis esos clivajes, que es del orden del dominio privado?


Desde comienzos del siglo XXI, la burocracia decidió que la salud mental de los pueblos formaba parte de sus atribuciones. Invadió los dominios de la escucha, de las terapias por la palabra, se ocupó de remodelarlas del principio al fin. En la práctica, esto quiere decir: atacar al psicoanálisis. Tratar de eliminarlo en provecho de la técnicas de persuasión, las terapias cognitivo comportamentales, que pretenden que sus efectos son cifrables, por lo tanto científicos. Es la impostura del cognitivismo. El cognitivismo, es decir la creencia que el hombre es análogo a una máquina que trata la información.En esta óptica, se trata de hacerle escupir cifras al alma. Se mide a cuanto más mejor, se cuenta todo y no importa qué; los comportamientos, las casillas marcadas de los cuestionarios, los movimientos del cuerpo, las secreciones, las neuronas, los colores de la resonancia magnética, etc. Sobre estos datos recogidos de este modo, se elucubra, se los homologa a otros tantos procesos mentales que son perfectamente fantasmáticos, se imaginan haber puesto la mano sobre el pensamiento. En resumen, se divaga, pero como está cifrado parece científico. Todo un cúmulo de metáforas infiltró de este modo el discurso corriente, a fuerza de producir y de manejar máquinas, al hombre contemporáneo le gusta imaginarse ser una de ellas.


¿Un ejemplo?


Nos explican que estar enamorado, ocurre cuando nuestra serotonina baja a menos del 40 %. Esto se midió en cobayos que aseguran piensa en el ser amado al menos cuatro horas por día. ¿El amor loco? Hace subir la dopamina. Por lo tanto si usted tiene propensión al amor loco, se trata sin duda de que tiene una pequeña falta de ese lado. Por el contrario, si usted permanece con la misma persona, es porque su tasa de ocitocina, llamada la hormona del amor…En resumen, se retranscriben sus emociones en términos cuantitativos, y el juego está hecho. Esta cuantificación enloquecida, que es un puro simulacro del discurso científico, se extiende por todas partes. Constituye la felicidad de la administración, la justifica, la alimenta, la incita a recubrir todos los aspectos de la vida.


¿Todo debe arrojarse en el cognitivismo?!


Oh sí ! Es una ideología que mimetiza las ciencias duras. Pero si se ha extendido tan ampliamente, es porque expresa algo muy profundo, una mutación ontológica, una transformación de nuestra relación con el ser. Hoy, no estamos seguros de que algo exista si ese algo no es cifrable. La cifra se ha vuelto la garantía del ser. El psicoanálisis también descasa sobre la cifra, pero en el sentido del mensaje cifrado. Explota las ambigüedades de la palabra. En este sentido está en el polo opuesto del cognitivismo, a este le es insoportable.


Usted señala igualmente que esta ideología de la cifra está en vías de imponerse en la universidad…


La evaluación hizo su entrada en la universidad hace veinte años, pero hay un salto cuantitativo con la Agencia de evaluación de la investigación y de la enseñanza superior (la AERES). Es muy reciente: fue creada por la ley del 18 de abril de 2006 e instalada el 21 de marzo. Desde 1985, los organismos encargados de la evaluación se han multiplicado, pero los universitarios e investigadores estaban representados en sus direcciones, y habían aprendido a vivir con ello. Se acabó. Todo ha desaparecido en provecho de una agencia única, "autoridad administrativa independiente" que cubre el territorio nacional. Actúa bajo la autoridad de un consejo bastante raro, el ministerio nombra a los miembros por decreto. Ningún miembro elegido. Del mismo modo, el "delegado" nacional, responsable de cada disciplina, no emana, de ningún modo, de la comunidad de los investigadores, es designado por el presidente de la agencia. El sistema fue concebido por el Pr Jean-Marc Monteil, eminente psicólogo social ognitivista. Está encargado de la misión del gabinete del Primer ministro, mientras que la Agencia es presidida por el Pr Jean François Dhainaut, especialista en biotecnología. Delegado nacional para la psicología: el Pr Michel Fayol, sucesor del Pr Monteil en la universidad de Clermont-Ferand, la única de esa talla donde la psicología clínica es rigurosamente amordazada desde hace años. El Pr. Monteil me explicó sin risa que era en razón de su incompetencia notoria en la materia. La Aeres es un monstruo burocrático hipercentralizado y particularmente opaco: nada que ver con América. Recuerda más bien a la difunta Unión Soviética.


¿Cuál es el objetivo ? ¿Expulsar al psicoanálisis de la universidad?


El objetivo es rentabilizar la investigación. El resultado será muy diferente. En nombre de la planificación total y de la objetividad perfecta, se ejerce el sadismo sobre los universitarios y los investigadores. Se expanden pasiones tristes – inquietud, pérdida de estima de sí, depresión -, al mismo tiempo que con una dulce voz dicen. "Por favor, no tengan miedo!" Y al mismo tiempo, Sarkozy promete hacer de las universidades lugares de efervescencia intelectual. Esta usina a gas se romperá la cara, por supuesto, pero será mejor que sea lo antes posible. Aparte de esto, no solo el psicoanálisis es insoportable para los cognitivistas, es el método clínico, porque apunta a lo singular, en tanto que ellos solo juran sobre la estadística. Tienen horror del sujeto, no conocen más que "al hombre sin cualidad", como decía Musil.


Pero siempre ha habido un combate entre los clínicos y los cognitivistas…


Desde siempre, los clínicos tenían a los estudiantes y los cognitivistas tenían los títulos unviersitario. Lo que cambió, es que hoy los cognitivistas, amparados en su posición administrativa, intentan erradicar a sus competidores. Y lo lograrán, salvo si la tutela política reconoce que la unidad de la psicología es de ahora en más un mito. Entonces, se pondrá de un lado al psicoanálisis, la psicología clínica y la psicopatología. Y del otro a la psicología experimental y cognitivista. Cada dominio con sus competencias propias. A falta de lo cual, el psicoanálisis desaparecerá muy rápido de la universidad. Es lo que le expliqué a Valérie Pécresse, invitado por ella, y es lo suficientemente inteligente como para no permanecer en la memoria como la Atila del psicoanálisis.


¿Está es psicoanálisis en estado de defenderse?


«Vivamos felices, vivamos escondidos », esta era la divisa de los psicoanalistas. Esto no se sostiene más. Replegarse en su terreno sería mortal para el psicoanálisis, pues ya no tiene terreno, simplemente. En resumen, los psicoanalistas no podrían dispensarse de tomar parte del debate público.Además existen las prácticas. Hay que innovar. Cada vez más practicantes analizados reciben a sus pacientes en las instituciones. El psicoanalista está en camino de reinventarse. Constatamos que pueden producirse efectos analíticos en otras partes y no solo en el consultorio privado. Hace cuatro años que la Escuela de la causa freudiana ha abierto un centro psicoanalítico de consulta y tratamientos, en el Xmo distrito de París, que recibe gratuitamente a todo el que llega. Esto se extendió como un reguero de pólvora: con iniciativas locales, otros diez centros se han abierto en Francia. Cuatro en España, y también en Italia. En vista de los resultados, los poderes públicos los sostienen cada vez más. Esto testimonia una sorprendente evolución de las mentalidades. Logra alcanzar lo que Freud quiso hacer, dispensarios gratuitosUsted no habla de la amenaza de la psiquiatría biológica y del peso preponderante de los medicamentos…El psicoanálisis no es la cientología. El recurso a los psicotrópicos no está proscrito por principio.


¿Que pensó usted de la campaña nacional sobre la depresión?


Es Knock a la milésima potencia. Un discurso masificante que trata de penetrar en lo más profundo de cada uno, para remodelar el sentido de sus emociones más íntimas. La ministra de Salud debió darse cuenta de que algo no andaba porque dio su auspicio a un coloquio que organizo sobre el tema.


Dejemos a los cognitivistas. ¿Puede haber miradas de evaluación sobre las prácticas analíticas??


La cultura de la evaluación es un señuelo. Se apela a ella para cumplir bajas necesidades bajo la cubierta de la objetividad. Se hace como si el saber absoluto posara su dedo sobre usted y le indicara lo que usted vale: usted solo tiene que decir amén. En la práctica, la evaluación está siempre en manos de una claque que hace sus cuentas. Es un procedimiento de tipo soviético. Es la última resistencia a la ley del mercado.


¿Usted prefiere las reglas del mercado?


Si hubiera que elegir entre la evaluación y el mercado, preferiría aún el mercado. Para evaluar el departamento de psicoanálisis de París VIII, que es el líder mundial para el psicoanálisis de orientación lacaniana, nos envían algunos desdichados cognitivistas que, ellos, van a remolque de la psicología americana: nos toman por chiflados. Nosotros los consideramos nulos.


El control o el pase,¿ no es sin embargo una forma de evaluación?


Una elucidación, no es una evaluación. No se trata de ubicar valores sobre una escala preestablecida, sino de volverse disponible para la sorpresa del acontecimiento singular. El psicoanálisis es algo a medida, no la confección en masa. Dicho esto, en psicoanálisis, se nos juzga todos los días por sus resultados, pero no por expertos: sino por los que lo utilizan, por el consumidor.


¿Como reaccionó usted a la grilla de evaluación de los ministros, sugerida por el presidente de la Republica?


Folklórica. Nadie lo toma en serio. Es para desembarazarse de los ministros perezosos o que dejaron de gustar. Siendo así, el sarlozysmo es un muy curioso voluntarismo, que oscila entre el estatismo y el liberalismo. Napoleón o Raymosn Aron, Sarkozy no eligió, y eso vira a la confusión. Los socialistas, eligieron. El PS fue fragmentado en bandas, todos sus expertos son hiper evaluacionistas. Se convirtió en el partido del "hombre sin cualidades", el portavoz de los altos funcionarios: "¿El interés general? Nos conoce, vamos a calculárselos" No es seguro que la izquierda pueda ahorrarse su disolución si quiere renacer un día.

domingo, 20 de enero de 2008

Entrevista a Juan Pundik. "Se ha aprobado la administración de Prozac en niños por razones de mercado"

Juan Pundik, psicoanalista con más de 40 años de experiencia, es fundador y director de la Escuela Española de Psicoterapia y Psicoanálisis (1976), fundador y presidente de FILIUM, Asociación para la Prevención del Maltrato al Niño (1977), y fundador y presidente del Comité Ejecutivo de la Comisión Nacional del Día del Niño. Es autor de varios libros, entre los que destacan "¿Qué es el psicoanalisis?", "El niño hiperactivo" o "Prozac ¿si o no?", entre otros. Actualmente dirige la Plataforma Internacional contra la Medicalización de la Infancia.

Juan Pundik denuncia que la Agencia Europea del Medicamento basa sus autorizaciones en investigaciones de los propios fabricantes del producto.La Agencia Europea del Medicamento ( EMEA, en sus siglas en inglés) autorizó, en junio del 2006, la administración de Prozac en niños y adolescentes menores de 18 años.
Desde entonces, la Plataforma Internacional contra la Medicalización de la Infancia, liderada por Juan Pundik, psicoanalista y presidente de Filium (Asociación para la Prevención del Maltrato del Niño), lucha para inhabilitar este dictamen. Consideran que las reacciones adversas que puede causar el medicamento en los menores son suficientemente graves como para cuestionar la validez científica de la autorización europea y denuncian que haya sido el mismo laboratorio que produce el Prozac quien haya hecho la investigación en la que se ha basado la EMEA para su dictamen.

¿Por qué nace la Plataforma Internacional contra la Medicalización de la Infancia?

-En los últimos años se han publicado muchos estudios que nos avisan que el enorme aumento del uso de antidepresivos que incrementan los niveles de serotonina constituyen una amenaza para la salud y la vida del paciente. Hace ya meses la EMEA aprobó la utilización del Prozac en niños sin tener en cuenta estos estudios y basándose en la solicitud del propio fabricante, que ha visto en los menores un inmenso nuevo mercado a explorar. Y aquí es cuando nació la Plataforma, para denunciar esta aberración.-

¿La Plataforma denuncia que se están administrando antidepresivos en niños por intereses económicos de la industria farmacéutica?

-Que se deje a los laboratorios ser jueces y partes en las autorizaciones de sus productos ya nos permite hacernos a la idea del peso que tiene la industria farmacéutica en todo eso. Y no digo nada nuevo si desvelo que, demasiado a menudo, al médico que receta tal medicamento se le invita a tal congreso o se le hace tal regalo... Hay miles de denuncias contra este tipo de corrupción.

- Entonces…¿creemos demasiado ciegamente en los médicos?

-El problema es que vivimos en una sociedad que corre y corre y no puede parar nunca; la ansiedad, el estrés y la depresión crecen y crecen, y la gente quiere drogarse para enfrentarse a todo eso. Es lo más fácil. Y esto es cuestionable en todos los casos, tanto en adultos como en menores... la diferencia está en que el adulto decide medicarse pero el niño no tiene ni ese poder de decisión.

- ¿Cuáles pueden ser las consecuencias de administrar medicamentos como el Prozac en niños?

-Los efectos secundarios del Prozac son muchos, ya lo indica el prospecto del propio fabricante. Actúa sobre la serotonina y hay que tener en cuenta que los niveles de serotonina en el organismo afectan a muchos funcionamientos, no sólo al neuronal… afectan a la frecuencia del latido cardiaco, regulan la secreción de hormonas por parte de la hipófisis, y en consecuencia afectan también al crecimiento, a los niveles de estrógenos y de testosterona… Nada se sabe realmente de los efectos adversos que puede provocar el Prozac … ¿estaremos creando gigantes?, ¿enanos? Nada se sabe y se administra alegremente."Descubrí que se podía patalear y pataleé"

- Su denuncia ha llegado hasta el Parlamento Europeo...

-Creé la Plataforma, reuní las firmas suficientes y presenté el alegato al presidente de la Comisión Europea. No recibí respuesta y reiteré el texto hasta cinco veces. Entonces me dijeron que la cuestión le había sido encomendada, no a los responsables de Salud Pública y Defensa del Consumidor sino, a la Unidad de Productos Farmacéuticos de la Dirección General de Empresa e Industria, lo cual me pareció el colmo de lo descarado. De todo esto di cuenta al entonces Presidente del Parlamento Europeo que dio curso oficial a mi queja y así fue cómo me citaron ante la Comisión.

- ¿Y qué respondió la Comisión Europea ante su alegato?

-Algunos de los europarlamentarios presentes cuestionaron la administración de antidepresivos en infancia y adolescencia, pero otros defendieron enconadamente las bondades del Prozac, la confianza en las investigaciones de los laboratorios, la responsabilidad de los médicos que debían administrarla..

-En conclusión...

-Yo volví a pedir la palabra y añadí que si bien la industria farmacéutica nos brindaba las sustancias que protegían nuestra salud, también habían sido los generadores de los monstruos producidos por la talidomida, de las muertes consecuencia de la administración del antiinflamatorio Vioxx, ahora prohibido, y de centenares de medicamentos cuya autorización es anualmente revocada debido a consecuencias que provocan en quienes los toman y que se descubren tardíamente. Aquí el Presidente me informó que me había excedido en el uso de mi palabra, que me agradecía mi presencia y que mantendría abierta la investigación y solicitaría información ampliatoria.

-En todo caso la lucha de la Plataforma continúa..

-Sí. Cuando empecé a patalear me di cuenta que existe el derecho al pataleo, así que pienso llegar hasta donde haga falta.

(Fuente: diario La Vanguardia, España, 15/1/08)

sábado, 19 de enero de 2008

Matías Serra Bradford. Una tormenta en una taza de té

A los quince años, pasó de darles de fumar a los murciélagos en el campanario de una iglesia en las afueras de Londres -en la que oficiaba de perplejo monaguillo- a trabajar en los ferrocarriles de un país del otro lado del Atlántico. Aquí, años más tarde, vendería máquinas de calcular y escribir, y fuera de horario fraccionaría té proveniente de Ceilán, bautizado Té Oso. Medio siglo después, por entregas, durante sucesivas visitas dominicales, les explicaría a sus bisnietos (el más grande orillaba los quince años) que lo que tomaba, en lugar de llamarlo por su nombre (Black & White o Glenfiddich), era "un poco de té con agua".

La primera imagen que tengo del té es inseparable de esos domingos, del antepasado más lejano que conocí, en cuya vida leo hoy el negativo de la mía. Guardo la imagen de tazas de té a la altura de los ojos -la altura de la mesa-, cuando mis hermanos y yo nos asomábamos a la mesa dominical de mis padres y abuelos, enardecidos como veníamos luego de vencer al jardín con una pelota de cuero y espadas de madera, batalla que el jardinero italiano -veterano de la Segunda Guerra- deconstruiría a la mañana siguiente. El té que la familia disfrutaba aparecía encapsulado en otro tiempo, otra dimensión, una estática general que a la vez implicaba una rara comunión con la temperatura que nosotros traíamos. Para los adultos, té era sinónimo de conversación; para quienes estábamos de pie alrededor de la mesa, fuera del círculo de voleas verbales, se trataba de un curso délfico de entre casa: aprendizaje de términos novísimos, réplicas repentinas, la ocurrencia como cortina de humo del tedio, la repartición del silencio.


El calor de la tetera se respetaba como a un tótem iracundo, no menos sacro por esa razón. Veíamos que todos los momentos -las fases- que habíamos ido quemando al aire libre, para los que estaban sentados alrededor de la mesa sorbiendo sus tazas había sido un solo instante sin fin, que había tenido su origen minutos antes del almuerzo, se había retardado durante la sobremesa y se dirigía sin distracción al punto cumbre (por ser el último) del té. Esa hora significaba otro umbral, el final del domingo, el recordatorio de que el día siguiente no sería otra cosa que un lunes de clases. (El crítico Desmond MacCarthy nunca produjo la gran obra que prometía, excepto, como lo sentenció Virginia Woolf, "en esa hora entre el té y la cena cuando tantas cosas se vuelven no sólo posibles sino alcanzables.") Paciencia era lo que más reclamaba el telón de fondo de la infancia y lo último en servírsele. Lo mismo exigía el té: espera. Taza y demora eran sinónimos, gemelos de distinto padre, mientras los alumnos que éramos se salían de sí por crecer, por dejar atrás la dilación como método de supervivencia, en la ilusoria creencia de que al llegar a grandes no habría horarios, deberes, pruebas .


Las horas del té


Durante los primeros veinte años, no menos, el té se asocia con la enfermedad, la tos, la gripe, la convalecencia. El té hace bien . Ese axioma no nos abandonará nunca, ni en medio de la peor catástrofe. (El doctor holandés Cornelis Bontekoe enumeró para siempre sus cualidades benéficas: purifica la sangre, ahuyenta el sueño pesado, cura el vértigo, la migraña y el catarro, mejora la vista, alivia la fatiga, vence el tedio y el temor, despabila la mente, fortalece la memoria y la energía sexual. No se ha demostrado lo contrario en ninguno de los ítems mencionados.) Será por sus bondades que el té supone una fragilidad suplementaria. Es más fácil trasladar, por su tamaño, una taza de café; una taza de té es una pócima incandescente siempre tentada de caer. "La tetera se desfonda de pronto, y siempre a la hora crítica de servir el té a los amigos", soltaba Alfonso Reyes.


Taza y plato tiemblan en el traslado de una mano a otra, en el trayecto de la mesa a los labios. Lo que más asombra es ver a alguien hacer un "autopase", la mano derecha que deposita la taza en la izquierda, traslado que sin querer repite y honra el viaje del té de Oriente a Occidente durante el siglo XVII.


Fue mucho después que absorbí el infinito fondo geográfico de la historia del té, los mitos de su origen -el emperador que descansa bajo un árbol y le cae una hoja en su cuenco de agua tibia-, la guerra del opio, el Boston Tea Party que dio pie a la independencia norteamericana, la leyenda del lapsang souchong , que nació cuando un cargamento de té era trasladado en una caravana y se impregnó de un fuerte aroma ahumado debido al fuego del campamento. (A propósito de traslados, el té no está exento de las fluorescencias de la industria turística. Basta pensar en las remodeladas casas de té en Asia, en los tea rooms de Glasgow diseñados por Charles Rennie Mackintosh o en las casas patagónicas de Gaiman y Trevelin para quienes se acercan con o sin Chatwin bajo el brazo.)


Modas y modales


Hace relativamente poco tiempo que empecé a tomar debida nota de ciertos elementos prácticos ineludibles. No sólo de los tipos de té (hay gustos que demoran en comprenderse: al té African Tunda lo entendí la quinta vez que lo probé), sino claves básicas como la temperatura del agua, la clase de agua, el tiempo de infusión. También de dilemas en apariencia insustanciales tales como: en hebras o saquitos, con o sin leche, con o sin azúcar. Otros puntos decisivos como el de servir una cucharada de té (en hebras) por persona y una "para la tetera".


Recordé, entonces, dos textos cuya gracia hace lo imposible para evitar que se los olvide. Ambos sobre modos de hacer té y/o de comportarse como invitado. Un artículo de John Updike, sembrado de instrucciones secas, cómicas: "Ambas manos deben dirigirse hacia la taza simultáneamente". Updike presta atención a la cuchara, con su "excéntrico centro de gravedad". A la pausa después de sentarse: "La clave para esta fase es la inmovilidad ". Y en la marcha el autor de Due Considerations desliza observaciones tan delirantes -"Deja que tu quietud sea plácida, vegetal, olímpica, más que rígida, eléctrica y bizantina"- como certeras: "La dignidad de la postura no sustituye el control muscular". Y, como es habitual, Updike no pierde detalle: "Sea consciente de que, a medida que consume el brebaje, el peso de la taza disminuye... Nunca se aferre a una taza vacía. Quítesela de encima".


El otro ensayo es de George Orwell, uno de los hombres que se tomaron más en serio el siglo XX. Un bellísimo artículo que tituló Una buena taza de té . Fiel a su estilo, Orwell va a lo concreto: "Antes que nada, uno debe utilizar té de la India o de Ceilán". Y a lo clásico: hay que entibiar la tetera de antemano. El té debe ser puro y duro: "A los verdaderos amantes del té no sólo les gusta el té fuerte sino que les gusta un poco más fuerte con cada año que pasa". Orwell sugiere sacudir un poco la tetera con saquitos o hebras dentro y luego dejarla reposar. En la taza se pone primero el té, no la leche. El té -y en esto coincide con los ideólogos del zen- debe tomarse sin azúcar . Orwell no omite los usos subsidiarios de las hojas de té: predecir el futuro y el arribo de visitas, alimentar a los conejos, curar quemaduras. Y un dato último, no menos grave: "Hay que acercar la tetera a la pava y no al revés". Lo mismo recomienda la novelista Muriel Spark, que también favorecía las teteras de porcelana. En su libro de memorias Curriculum Vitae , Spark cuenta que preparaba una tetera por día para su familia y que "como en Dostoievski, a cada uno que entraba a la casa se le ofrecía una taza de té".


La taza de al lado


Tiempo después cayó en mis manos un volumen minúsculo titulado Té y conversación , dedicado a "cuando las tardes parecían más largas". Un pequeño manual de instrucción para que las mujeres de mediana edad y desocupadas -por opción- consideren el té como medio de entretenimiento. El librito advierte sobre varias cuestiones, como la combinación de colores en manteles, servilletas, tetera, mesas de apoyo, y prodiga consejos: "Al hablar la voz debe ser baja y amable... Una voz alta es desagradable y vulgar, aun en un jardín". El autor anónimo especifica que el té de la tarde no está dirigido a alimentar a gente hambrienta y decide orientar a los hombres también: "Los jóvenes deben intentar entrar en conversación con aquellas mujeres que no son las mejores dotadas de belleza personal. Tales personas han cultivado sus modos y conversación más que aquellas otras que pueden descansar en sus virtudes naturales".


Indiscreciones que me hicieron caer en la cuenta de la conexión directa entre el té y los jardines: el jardín zen y el garden anglosajón. Japón, Inglaterra: dos islas. En una el té equivale a chisme, en la otra a meditación, y el té une los dos extremos porque "su espíritu de cortesía exige que se diga aquello que se espera oír y nada más".


Temporadas más tarde estudié -sin subrayar- el clásico Libro del Té, de Okakuro Kakuzo. Este alumno de Ernest Fenollosa cuenta que el sendero del jardín es la primera etapa de la meditación y que todos los jardines célebres del Japón fueron diseñados por maestros del té. Precisa, asimismo, que el ideal zen de desposesión marca la austeridad de las cabañas de té, y su ideal de asimetría determina el diseño de jardines y cabañas. El té en el zen es parte de la "adoración de la belleza en los actos cotidianos": por caso, el sonido del agua que hierve. El té implica"higiene, porque impone la limpieza; es economía porque enseña bienestar en la simplicidad antes que en la variedad y el lujo". Ni una partícula de tierra: "Uno de los primeros requisitos para ser maestro de té es saber barrer, limpiar y lavar, porque hay un arte para la limpieza y el barrido". El culto al té se sostiene sobre lo fugaz, lo evanescente, el culto de lo imperfecto, la "refinada pobreza", "la sutil necesidad de lo innecesario": "El pabellón de té no pretende ser más que una simple cabaña. Por eso se la llama ´morada del vacío ". El té les brindó a chinos y japoneses la posibilidad de desarrollar su gusto por la ritualización de los actos: gestos medidos y serena manipulación de los objetos. El "teísmo" es taoísmo disfrazado y en Japón se clasificaba a las personas como "carentes de té" (insensibles) o "con demasiado té" (demasiado dramáticas).


Hebras en la lengua


Las referencias al té en la literatura y en el lenguaje popular (al menos en el idioma universal del té, el inglés) son infinitas. Se dice, por ejemplo, "no es mi taza de té" para referirse a una cosa que no es de nuestra predilección, o que algo es "de otra tetera" como en castellano se dice "es harina de otro costal". Se dice "una tormenta en una taza de té" para alguien incapaz de resolver problemas insignificantes, como quien "se ahoga en un vaso de agua". (Lo mismo podría decirse de una persona que a partir de algo tan trivial como el té redacta otra versión de la historia o funda una filosofía de vida.)


Lo cierto es que rastrillando las referencias al té que abundan en la literatura -Balzac, Bowles, Bramah, Saki, Conan Doyle, Joyce- cualquier universitario crónico podría presentar una tesis para amortiguar su promedio general.Samuel Johnson podía tomar veinticinco tazas de una sentada. Se confesaba "bebedor de té un empedernido y desvergonzado, quien durante veinte años ha diluido sus comidas únicamente con la infusión de esa planta fascinante; quien con té pasaba la tarde, con té animaba la medianoche y con té daba la bienvenida a la mañana". Thomas de Quincey proclamaba: "A mí retrátenme con una tetera eterna, porque habitualmente tomo té de ocho de la noche a cuatro de la mañana". En la mesa del té hay un lugar reservado para la Alicia de Lewis Carroll, que no llegó a tomarlo una tarde a las seis, rodeada del Sombrero Loco, La Liebre de Marzo y el Lirón. En ese capítulo imborrable, la liebre hunde su reloj en una taza de té, reloj que da el día del mes pero no la hora, y alguien pregunta: "¿Por qué un cuervo es como un pupitre?" El tiempo sigue detenido: nadie pudo responder todavía a eso que, imprevistamente, parece un acertijo zen.


Años después de descubrir a todos ellos encontré al azar la novela de Yasushi Inoué, El maestro del té, superior aun a Mil grullas de Kawabata. Lo leí a la edad en que empecé a entender que la lectura iba en serio: "Practicar el té, tanto de día como de noche, durante el invierno o la primavera, imaginando la nieve en el corazón". (No creo haberme recuperado de frases tan simples como ésa, claras y enigmáticas al infinito.) El de la transmisión de conocimiento, de sabiduría, es una tema constante en los relatos de Inoué: "De los quince a los treinta años, seguir a ciegas todas las instrucciones del maestro. De los treinta a los cuarenta conviene, más bien, reflexionar y arribar uno mismo a las decisiones correctas. De los cuarenta a los cincuenta se debe tomar el camino contrario al del maestro, a fin de hallar el estilo propio y de ser digno de ser llamado maestro en el momento oportuno: renovar la vía del té. De los cincuenta a los sesenta, rehacer en cada detalle lo que el maestro hizo (hasta el simple gesto de trasvasar el agua de un recipiente a otro). A los setenta, intentar alcanzar la maestría en la ceremonia y un estilo que nadie sabrá imitar". Ciertas cosas, en Oriente, suelen transmitirse sólo oralmente: igual que en una familia.


En busca de locación


Tiempo después, como una película que consistiera sólo de diapositivas, volví a revivir esas escenas familiares de tardes dominicales cuando en un viaje de invierno por Inglaterra decidí emprender una suerte de tour de casas de té por el sur de esa isla. Parte del trayecto incluyó un cruce a la isla de Wight, tras los pasos de los poetas Tennyson y David Gascoyne, de sus respectivas residencias. Grabé con particular precisión un día -recuerdo la tarde y a su vez la tarde a la que me remitió- sentado en The Bat s Wing Tea Room, en Godshill, cerca del balneario de Ventnor en la isla de Wight. (Anoté el nombre del local en una libreta moleskine que hizo hasta lo más inverosímil para que no me pareciera a Chatwin.)


Era el único ocupante de mesa en esa casa ubicada sobre la curva de una ruta provincial, sobre la calle, de techos bajos, un flanco cubierto de enredaderas. Los únicos dos que entraron lo hicieron como al almacén de la zona: un jubilado, una jubilada. (Hay pueblos en Inglaterra que hacen creer que es allí donde van a pasar sus últimos años los socios vitalicios de los cinco continentes.) La taza que me sirvieron no estaba del todo bien lavada, o, mejor dicho, no podía estar mejor lavada: es casi imposible quitar la marca de rouge de una taza mimada durante años por cientos de viudas. Inmediatamente volví a ver la taza de la que tomaba mi madre cada vez que volvíamos del colegio. Y recordé enseguida que ella había enseñado (gramática inglesa) en un colegio japonés del barrio de Belgrano, en la calle Sucre, y sin paréntesis lo que apareció fueron pares de zapatos en fila en un pasillo fuera del aula, y en una repisa una hilera de cuencos pequeños, y de pronto lo que entreví en esa secuencia fue algo que se parecía a un libro (si esa tarde hubiera sabido lo que un libro era; si esa tarde me lo hubiera revelado para siempre).


Aunque pudo haber sido en The Old Thatch Tea Shop, ubicado en Shanklin, también en la isla de Wight, con su jardín trasero, que no me permitía olvidar que nací a las cinco de la tarde. O en Mortons House, junto al castillo de Corfe, una casa isabelina, de piedra, del siglo XVI, mientras repasaba otras proyecciones, ajenas, en compañía de tres suizos: The Bitter Tea of General Yen de Frank Capra, The Teahouse of the August Moon , con Brando -no más de una escena de cada película-, las teteras rojas de las películas de Yasujiro Ozu -fanático del té verde-, la pupila de la cámara a la altura de los ojos de un niño de cuatro años. O fue en St. Tudno, en el balneario victoriano de Llandudno, que visité sólo porque durante cierto tiempo lo frecuentó Lewis Carroll. Todos sitios prolijamente registrados, prolijamente perdidos. Hasta ayer. Fue allí, casi sin duda, en esa casa de té al norte de Gales, donde una mujer me explicó: "¿Sabes cuántos estudiantes ingleses desayunaron con la taza caliente en la frente para que les subiera la temperatura y así poder faltar a clases?" A cambio, le conté que en el comedor de un colegio bilingüe de las afueras de Buenos Aires alguien muy parecido a mí quedaba absorto mirando a los profesores de inglés estrujar saquitos de té contra la cuchara, como si ese acto cifrara una revelación que no podría traducir ni en sueños. Aunque lo que más llamaba la atención era que hablaran castellano, un castellano por demás peculiar que se vieron forzados a perfeccionar durante abril y junio de 1982, meses en los que un bisabuelo extranjero de más de noventa años se cansó de acusar de ebrios a un general y a una "dama de hierro" que atormentaron a dos naciones por carecer, ellos, de bastante más que té.


(fuente: suplemento adncultura de La Nación)

jueves, 17 de enero de 2008

Elisabeth Roudinesco. "Teoría lacaniana del amor" (Diario Le Monde, 18/1/08)

Pronunciado en 1970-1971, el seminario de Jacques Lacan acerca del semblante se presenta como la segunda etapa de una interrogación iniciada por él en 1958 acerca de las relaciones entre el hombre y la mujer en la sociedad moderna. A través de una correcta transcripción y con el agregado de un índice y un aparato crítico, Jacques-Alain Miller se ha esforzado en esta catorceava entrega de ese seminario de largo aliento –de los que quedan por establecer aun once volúmenes– por simplificar el estilo de su suegro con buenos resultados.
Se descubre aquí a un Lacan preocupado por oponer el discurso del inconsciente –aquel del goce y de la repetición en estado bruto, no apto para toda forma de semblante– con un discurso de la parada, del amor y entonces del semblante, necesario a toda relación entre el hombre y la mujer.
Contrariamente a una tradición del psicoanálisis consistente en ubicar al padre en el centro de la teoría, Lacan, influenciado aquí por Jacques Derrida, intenta demostrar que en el amor y el sexo, los dos partenaires no son complementarios en forma alguna.
El hombre sería el esclavo del semblante, obligado, para existir, a exhibir sin cesar una virilidad que no controla, mientras que la mujer estaría más próxima a una prueba de verdad, de una suerte de escritura o de archi-écriture, que le permitiría escapar al semblante. Así es que la mujer resulta no-toda, allí donde el hombre tiene necesidad de ser un al menos uno, es decir un todo, o, a falta de eso, un semblante del Todo. De donde surge el aforismo: no hay proporción sexual, lo que quiere decir, más simplemente, que la relación amorosa no es una proporción, sino más bien una lucha entre dos contrarios, cada uno en posición disimétrica ante el otro.
En esta perspectiva, la mujer nunca es la encarnación de una esencia femenina. Ella no existe como una totalidad invariante, idéntica a sí misma por toda la eternidad, como tampoco el hombre es un amo que lograría dominarla dándose la ilusión de su total potencia. Lacan comienza así, sin decirlo, a responder en forma diferida a Simone De Beauvoir oponiéndole implícitamente su fórmula –La mujer no existe– a la anticipada por ella en 1949 en El Segundo Sexo: “No se nace, sino que se deviene mujer”.
Esta teoría del amor, que será desarrollada más extensamente en el seminario Aun, en 1972-1973 (Seuil, 1975), permite a Lacan deconstruir exitosamente los mitos de la dominación masculina en los que se había concentrado, por una psicologización excesiva del complejo de Edipo, una buena parte de la comunidad psicoanalítica. Así es como responde también a las críticas anti-edípicas que comenzaban a ser formuladas por Gilles Deleuze y Félix Guattari (El Anti-Edipo, Minuit, 1972), contra los herederos familiaristas de Freud.


Diferencia de los sexos

No obstante, esta teoría no lo ayuda a captar la importancia de la nueva interrogación acerca de la identidad de género (gender), contemporánea sin embargo de su propia enseñanza, y que ponía en cuestión, como lo había hecho Beauvoir, la misma tradición esencialista de la diferencia de los sexos. Lo testimonia necesariamente su recusación de los trabajos del gran psicoanalista Robert Stoller acerca del transexualismo, del que viene de tomar conocimiento.
¿Acaso entonces Lacan necesita esquivar las innovaciones de la escuela americana para construir una lógica de la sexuación que, por brillante que sea, terminará por transformarse en una matematización dogmática de la diferencia sexual?

El mito individual del neurótico (Seuil, 116 p. 12 €) reúne tres conferencias dictadas por Lacan entre 1953 y 1956. Dos de ellas son una respuesta a Claude Lévi-Strauss, quien había comparado la cura psicoanalítica con la cura chamánica, y la tercera es una intervención, inédita hasta el momento, acerca de la función religiosa del símbolo en la cual Lacan, por invitación del reverendo Padre Bruno, dialoga con Mircea Eliade a propósito de Juan de la Cruz. Refutando el arquetipo jungiano, intenta hacerle comprender a su asombrado interlocutor que ninguna cultura humana puede ser pensada como “más primitiva” que otra puesto que “un perro celeste es tan perro como un perro terrestre”, siendo uno y otro nombrados por el lenguaje. ¡Desopilante!

(Traducción: Pablo Peusner)