lunes, 21 de enero de 2008

Librerías independientes, con la estantería floja (Silvina Friera, para Página 12)

El boom del mercado inmobiliario, con su estampida arrolladora de precios, se cobró a una de las primeras víctimas. Fue un amargo regalito de Melchor, Gaspar y Baltazar: el domingo 6 de enero el dueño de la librería Capítulo Dos tuvo que cerrar el local que alquilaba en Alto Palermo desde octubre de 2003. Además de la reducción de metros cuadrados para exhibir los libros –de 220 a 80–, el shopping le ofrecía un espacio en el tercer nivel, una zona marginal, y le pedía unos 50 mil pesos por mes. “El fenómeno ocurre en todo el mundo: suben los alquileres y las librerías independientes cierran”, escribió Ernesto Skidelsky en la Carta Abierta por las librerías independientes, que se puede leer completa en www.capitulo2.com . “Cuando quien gerencia los metros cuadrados de un shopping decide que el único ratio a tomar en consideración es el de venta por metro cuadrado, opta por condenar al público que asiste a su centro comercial a contar con librerías que ya no tendrán espacios suficientes para llevar adelante presentaciones de libros, lecturas, eventos... Para quienes además creemos que las librerías independientes cumplen el rol de fortalecer la bibliodiversidad, esta concentración en pocas cadenas, que se proyecta más robusta, no hace más que entristecernos.” La luz amarilla se encendió; los alquileres se triplican en los centros comerciales, hay que achicarse o cerrar –aunque, paradójicamente, el mercado editorial se expanda y publique unos 20 mil títulos al año–, y donde antes había una librería ahora funcionará un local de ropa para adolescentes.
Los libreros consultados por Página/12, Skidelsky, los hermanos Fernando y Alejandro Pérez Morales, de La Boutique del Libro, y Marcelo Berstein, de Librerías Paidós, coinciden en afirmar que la subida de precios de los locales, en centros comerciales o en las principales avenidas (Corrientes, Santa Fe, Las Heras), los afecta a todos. “Una librería vende entre 1300 y 2000 pesos por metro cuadrado”, calcula Skidelsky. “En Galerías Pacífico, donde estamos nosotros y Cúspide –que está hace ocho meses sin local por estas mismas prácticas: el que tenía antes se lo dieron a Etiqueta Negra, la casa de ropa que viste a Marcelo Tinelli–, pasé de vender de 1300 pesos a 2000, pero es una circunstancia muy particular en donde de un día para otro me convertí en la única librería”, explica el dueño de Capítulo Dos. “Si en 80 metros de librería voy a vender 1500 pesos, pero en un lugar que no es el mejor del shopping, estamos hablando de una venta de 120 mil pesos mensuales. Las librerías tienen un precio de venta al público, pero después hay que realizar los descuentos. Si vendo 120 mil pesos de promedio y me queda de margen bruto 50 mil, ¿cómo hago para pagar 50 mil de alquiler y después los sueldos, las cargas sociales, los impuestos? Es imposible”, responde Skidelsky.

Sensibilidad cero
La política de achicar el espacio ha afectado también a Librerías Santa Fe, que en el shopping Alto Palermo ocupó 280 metros cuadrados, después 100 y ahora la redujeron a 80. La cadena Yenny, del grupo Ilhsa, dejará su local de 900 metros cuadrados en Alto Palermo para ocupar otro de 200, y también deberá reducir los metros cuadrados en Patio Bullrich. Página/12 intentó hablar con Adolfo De Vicenzi, CEO del grupo Ilhsa, única voz autorizada para opinar, pero, según informaron, está de viaje. Cuando el dueño de Capítulo Dos se sentó a discutir la renovación del contrato con Alto Palermo, le dijeron: “Acá hay un montón de locales de indumentaria que pierden plata, pero lo toman como si fuera presupuesto de marketing”. Skidelsky revela que poner un cartel en la avenida Lugones o una página de publicidad en la revista Gente puede trepar a los 40 mil pesos. “Muchos optan por poner un local en el shopping y además venden, pero el negocio de esas marcas está en otra parte de su gestión comercial, en ser mayoristas en el interior del país, en tener franquicias, en una cantidad de negocios que la librería no tiene porque no es distribuidora y revende lo que producen las editoriales. Entonces, o sos rentable en tu operación de librero o tenés que cerrar.”
Fernando Pérez Morales, uno de los dueños de La Boutique del Libro (que nació hace 36 años en Martínez, fundada por Horacio Battellini), tiene local propio en Palermo, desde hace cinco años, y sucursales que alquila junto con su hermano, Alejandro, en el Unicenter Shopping, Nordelta, Pilar y Adrogué. “Al nivel que vienen subiendo los precios de los alquileres va a ser muy difícil que las librerías queden en lugares principales, en la calle Santa Fe, Corrientes, Las Heras, en los shoppings importantes. Hoy el gran problema es el inmobiliario”, señala. Pérez Morales aclara que hace años que viene insistiendo en que hay que probar en los espacios alternativos. “Cuando me vine a Palermo, esto todavía no había explotado, y me encontré con mejores condiciones para comprar el espacio. Las librerías que van a sobrevivir serán las que tengan local propio”, pronostica. “Pedirle sensibilidad a un shopping es vivir en otro mundo, son sensibilidad cero. El shopping que pueda tener cien Garbarino los va a tener. Una librería necesita cinco días de ventas o más para pagar el alquiler en un shopping, Garbarino lo hace con dos horas de venta”, compara. “Pedirle a esa gente, suerte de Chicago Boys, sensibilidad, o que piense que es importante tener una librería, es absurdo.” Pérez Morales recuerda que Buenos Aires es la ciudad que tiene mayor cantidad de librerías por metros cuadrados, más que Madrid. “Esta es una ciudad que tiene básicamente librerías y psicoanalistas”, ironiza el librero. “Todo el que tiene el ahorro de una indemnización sueña con poner una librería, es un sueño de mucha gente; después, cuando se enfrentan con el hecho de que la librería es un negocio que hay que administrar con mucha mano dura y prudencia, ya no les parece tan hermoso.”


El salvavidas
Alejandro Pérez Morales, a cargo de La Boutique del Libro de Unicenter Shopping, en donde está hace veinte años en 200 metros cuadrados, traza un panorama sobre las dificultades que enfrenta el sector. “El libro no paga IVA, pero todo lo demás sí, y no tenemos ninguna posibilidad de desgravarlo. Si a mí el alquiler me sale 10 pesos más IVA, termino pagando 12,10, el 21 por ciento más”, ejemplifica. “Otro problema grave es el aumento de los costos laborales. No es lo mismo lo que puede pagar un librero que alguien que fabrica zapatillas o ropa, donde los márgenes de ganancia son enormes y pueden llegar a un 300 por ciento. La librería mejor administrada en este momento, si vendió 100 pesos en bruto, se queda con suerte en el bolsillo 5. No es nada, se han licuado las ganancias. El aumento de los alquileres en los centros comerciales es desmesurado y el no poder desgravar el IVA de ninguna manera ha hecho que muchas librerías estén retirándose de los centros comerciales o achicándose, pero el libro necesita muchos metros cuadrados para ser exhibido, por lo tanto tampoco van a sobrevivir las librerías que se achicaron. Hay un proyecto de creación del Instituto del Libro, en donde aportando un porcentaje de la venta al futuro Instituto los libreros podrán desgravar el IVA. Ese sería el único salvavidas del cual nos podríamos agarrar.” Hace cinco meses que La Boutique del Libro renovó contrato con Unicenter. Pérez Morales aclara que no puede decir la cifra para no entrar en conflicto con el shopping, pero confirma que le pidieron tres veces más por el alquiler del local.


Más libros,menos espacios
“Es cierto que se publican más libros, pero esos libros duran veinte o treinta días y después son reemplazados por otros. Muy pocos son los títulos que perduran”, sostiene Alejandro Pérez Morales. “Nosotros recibimos 300 novedades mensuales, y los libros que van a la estantería, que son los que más me interesa porque el fondo, lo que tenés en la estantería es lo que más vale, son cuatro o cinco. Los demás son devueltos y los editores los terminan liquidando a precios viles. Pueden editar, si quieren, cien mil títulos, pero el asunto es cuántos de esos libros perduran. Además, que se edite más no quiere decir que se lea más”, sugiere el librero. Skidelsky subraya que la barrera de edición bajó muchísimo. “Hoy cualquiera que quiera editar puede hacerlo, y me parece que las editoriales se están entrampando porque hay servicios de novedades hasta en enero, pero no hay mercado para eso”, plantea el dueño de Capítulo Dos. “Para tener este tipo de discusiones hay que correrse del bronce, porque si no parece que hay cosas que resultan antipáticas de decir. Si uno dice que se edita demasiado, alguien te puede replicar, pero ‘cómo, ¿vos no estás a favor de la bibliodiversidad?’. Que un libro se edite para estar veinte días en una librería y después terminar en un depósito no le sirve a nadie, menos al autor que quizá estuvo trabajando tres años en escribirlo. Un país que edita como mínimo veinte mil ejemplares por año, y va terminar teniendo menos librerías y de 80 metros cuadrados, que alguien me explique cómo harán los libreros para exhibir esos libros. No hay manera. Si estudiás el caso español, ocurre que hace años que se cierran librerías independientes o se achican. En España muchos editores te cuentan que los libreros les devuelven las cajas cerradas porque no tienen ni tiempo ni espacio para exhibir las novedades.”
Marcelo Berstein, dueño de la Librería Paidós, que fue creada por su padre Jaime junto con la editorial en 1957, tiene dos locales: uno propio, el de Las Heras y Scalabrini Ortiz (abierto desde 1972), de 36 metros cuadrados; el otro, que alquila, sobre Santa Fe y Rodríguez Peña, de 300 metros cuadrados. Dice que la situación es “preocupante” y que “se enciende una luz amarilla que tiende a enrojecerse. Lo que quisiera aclarar respecto del caso puntual de Capítulo Dos es que su cierre nos afecta a todos los libreros. Los que somos inquilinos sufrimos la misma situación. Los niveles de facturación generados por la venta de libros no cubren los costos de alquiler. Hay otros rubros, con amplios márgenes de rentabilidad y otros niveles de facturación, que pueden pagar alquileres que a las librerías les resultan prácticamente imposibles. Vendemos productos con precio fijo, donde nuestro margen de utilidad bruta puede variar entre 35 a 45 por ciento, cuando en otras actividades los márgenes son bien diferentes. Si existiese la exención del IVA para todos aquellos que vendemos productos exentos de IVA, en toda la cadena de distribución y comercialización, sería un descuento muy importante en nuestros costos de alquiler”. Aunque ya renovó contrato por el local de la avenida Santa Fe, donde está desde 1999 –y cuenta que al propietario le gusta que haya una librería, un caso que suele ser excepcional–, señala que “a los dueños de los locales en las calles o en los shoppings no les interesa tener librerías porque los números no cierran”.
Skidelsky recuerda que en noviembre del año pasado entre las tres librerías que había en Alto Palermo (Yenny, Librerías Santa Fe y Capítulo Dos) vendieron 1.200.000 pesos en 1200 metros cuadrados. “Ahora, en febrero o marzo, cuando haya terminado toda esta política de reducción y queden 300 metros cuadrados de librería, se van a vender más o menos 400 mil. Esos 800 mil pesos los pierde la industria del libro, desde la editorial hasta el autor. Hay autores que no van a cobrar derechos de autor porque no se van a producir ventas por 800 mil pesos por mes en un solo shopping”, dispara el librero. “El mercado cambió mucho en los últimos años. Antes las editoriales tenían sus depósitos en el mismo lugar donde estaban sus oficinas. Hoy la mayoría de las editoriales tienen tercerizada la operación de logística, y tienen que pagar por el metro cúbico de almacenaje. Cuando empiecen a recibir las devoluciones de todas las librerías que cierren o se achiquen y tengan que pagar por ese espacio, ¿qué va a pasar? Esto no es gratis para nadie. Si se imagina la cadena desde el escritor hasta el lector, es como cuando se cae una ficha de dominó y empieza a empujar a las demás.”
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