lunes, 21 de abril de 2008

Gabriel Lombardi. "La dificultad en percibir las innovaciones en psicoanálisis" (texto publicado en Imago-Agenda Nº118)

Hay un aspecto rutinario en la práctica analítica. Su método, que promueve la libertad asociativa, revela rápidamente el gusto por lo mismo, por la repetición. La finalidad del psicoanálisis no es sin embargo el imposible retorno a un estado anterior alterado por la neurosis, sino la innovación. Para intentar producirla, se apoya en el deseo de Otra cosa que, más o menos secretamente, habita en quienes lo inician. Más secretamente, bajo las máscaras del aburrimiento, el encierro y el pánico; más abiertamente bajo las formas de la súplica, la vigilia, la angustia, la rebelión y el deseo mismo.
Veo inicialmente dos problemas al considerar el tema de las innovaciones. Por una parte, el psicoanálisis es una práctica que puede ser innovadora para quien lo emprende, pero lo que allí sucede no necesariamente interesa más que a los dos implicados en el asunto, y tal vez no tenga mayores consecuencias para otros. Por otra parte, cuesta advertir qué hay de nuevo en psicoanálisis después de la vertiginosa renovación lacaniana, cuyas consecuencias miles de psicoanalistas estamos todavía intentando situar. Me recuerda los efectos de la obra de Aristóteles, que bajo la influencia de su alumno Alejandro se expandió (se diluyó) por todo el mundo helenístico, pero se necesitaron más de mil años para entender algo de ella en algunos puntos, y más de dos mil para que alguien pudiera decir algo verdaderamente nuevo en la ciencia más importante, la ciencia de lo real, la lógica, cosa que recién ocurrió con Cantor y Gödel.
No me referiré entonces a las innovaciones meramente intelectuales, a las tantas imposturas que más bien diluyen los lazos propiamente psicoanalíticos; tampoco me referiré a aquellas contribuciones que al mismo tiempo que difunden los temas del psicoanálisis lo alejan del núcleo que concierne a lo real de cada ser hablante que entra en esa modalidad de lazo social.
Me referiré sí a aquellas invenciones que han tenido consecuencias efectivas en la práctica del psicoanálisis. Porque creo que antes que nada el psicoanálisis es una práctica de transmisión de un deseo de saber que permite a alguna gente salir de una posición de sufrimiento y sacrificio vanos, de inhibición, de deseo insatisfecho, de goce sin realización social; cuando hablo de psicoanálisis me refiero a la oferta de otra opción, otra mirada, otra palabra, más entramada en los deseos que por suerte nos llegan desde el Otro. Una vida más interesante en suma, en la que la innovación no esté totalmente prohibida.
En el caso de Sigmund Freud, la innovación fue absoluta, sin antecedentes, sin parangón. Hasta donde sé, es el único caso en la historia en que una nueva forma de lazo social está ligada a un único nombre. No sabemos quién fue el primer religioso, podríamos discutir quién inventó la filosofía, quién fue el primer físico, quién fue el primer físico matemático (¿Galileo o antes Kepler?), etcétera. En el caso del psicoanálisis no, su inventor fue Freud, a pesar de los esfuerzos que hizo por compartir con Breuer y otros el peso y las consecuencias para sí y para terceros de lo que introdujo, y a pesar de haber sentido la exigencia ética, imposible de cumplir en su caso, de analizarse cuando aún no había analistas con quien hacerlo.
¿Cuál es el fundamento de su innovación? Nos puede gustar más o menos el modo en que Freud definió sus conceptos y argumentó sus hipótesis, pero introdujo un método nuevo, el de la regla fundamental, que otorgó estado civil a todo un campo de la vida del ser hablante no tenido en cuenta hasta ese momento por ninguna ciencia. La determinación inconsciente de los síntomas, de los sueños, de los actos, el papel de la sexualidad en la etiología de las neurosis, y también los fenómenos trasferenciales, pudieron desplegarse a partir del dispositivo de la cura freudiana. Para proponer ese dispositivo tuvo en cuenta la siguiente distribución de autoridad: el analista puede interpretar como desee, pero a condición de que se atenga a los efectos que tiene su intervención en el analizante, quien tiene la última palabra en la sesión actual, o la tendrá en otra ulterior. Dentro de esas asociaciones que responden a la interpretación, consideró necesario dar cabida a algunas producciones del analizante que conciernen a la situación misma del análisis, sean del orden del recuerdo o de la repetición de transferencia. Estas sesgan la estructura del vínculo analítico hacia una orientación de la cura cuya estructura no se parece en nada a ninguna otra propuesta terapéutica.
En la innovación en los dispositivos psicoanalíticos también cuenta eminentemente Melanie Klein, quien hizo posible extender la propuesta freudiana al psicoanálisis con niños pequeños. Ella propuso que, jugando, el niño asocia, y que el diálogo analítico entre la angustia del niño y la interpretación del analista puede ser iniciada incluso antes de que el niño hable efectivamente –teniendo en cuenta de todos modos el siguiente criterio que escribe claramente: que no da por concluido el análisis de un niño mientras éste no puede expresar sus asociaciones verbalmente, es decir, cumplir con la regla fundamental freudiana–.
Lacan por su parte, el gran renovador del psicoanálisis, no hizo otra cosa que intentar llevar hasta sus últimas consecuencias el decir de Freud, vale decir, su propuesta metodológica de liberar la palabra del paciente, transformarlo en analizante. Su innovación, aunque fue pacientemente desglosada en muchos años de enseñanza oral, no fue gradual, le fue dada cuando advirtió que el psicoanálisis, al extraer al analizante de la ilusión referencial, permite distribuir los datos clínicos en registros diversos, entre los cuales lo simbólico como material analítico (los elementos de lenguaje que en el dispositivo freudiano pueden ser liberados de toda semántica), lo imaginario como consistencia a cuestionar, y lo que permite conocer los límites reales de la estructura a través del síntoma (esas palabras imposibles de soportar para cada uno), o del acto (esas palabras que, una vez pronunciadas, no pueden desdecirse).
La investigación y profundización de las consecuencias del psicoanálisis freudiano llevó a Lacan a advertir que el psicoanálisis didáctico coincide con el psicoanálisis a secas, porque los efectos del análisis se concentran en su efecto didáctico, sea o no que el analizado decida luego ejercer como psicoanalista. Por eso propuso otro dispositivo psicoanalítico, el del pase, para dar lugar a la investigación y promover la realización del acceso a la posición de analista a partir de los resultados del propio análisis. Los problemas para comprender los resultados de este dispositivo responden profundamente a la dificultad en percibir lo que hay de innovación en psicoanálisis: lo que es novedoso para un sujeto, lo que él advirtió, lo que ganó, lo que cambió en su propio análisis, es grandioso para él; no sólo cambiaron sus síntomas, no sólo cambió él, cambió también el mundo porque cambió su perspectiva del mundo. Pero lo que es tan decisivo para el pasante, puede no resultar para nada interesante para otros. Además, el nuevo analista no tiene por qué ser un formador de doctrina, un analista famoso, un innovador para todos.
A veces tengo respecto del psicoanálisis esa impresión que le produce a los propios franceses la producción intelectual actual de la France: no hay nada comparable a los años ‘50, nada de nada. Sin embargo, no me parece que el psicoanálisis esté estancado; creo que está en una fase de elaboración y no de lecturas completamente renovadoras. Esta fase puede durar bastante, y posiblemente dure mientas no se sepa entender lo que tiene de renovador el dispositivo del pase, que a pesar de su aspecto de “fracaso” es sin embargo la llama gris que sostiene todavía la vigencia del psicoanálisis en el mundo.
Yo, por mi parte, innovo todos los días, porque sigo a mis analizantes, que me cuentan síntomas de rara sutileza y sueños inauditos, de una creatividad digna de dioses. Lo registro, pero eso es de una trascendencia, por así decir, privada. Me esfuerzo de todos modos en transmitirla en mi práctica como analista, como docente y como miembro activo de una escuela de psicoanálisis.