miércoles, 23 de julio de 2008

Henri Cesbron Lavau. "La vergüenza que les permitiría decir" (comentario a la lección XIV del 17 de junio de 1970, del Seminario 17).

Hablar de la vergüenza no es fácil.
Desde la Carta 39 –aquella del cuento de Navidad– escrita a Fliess en 1896 acerca de las neurosis de defensa, Freud describe a la vergüenza como proviniendo del temor a lo que los otros podrían saber. ¿Saber qué? Que una estimulación sexual prematura habría tenido lugar realmente para un niño. En el límite del psicoanálisis, en el esquema displacer-placer-represión, aparece ya la dimensión de la vergüenza. Más tarde, Freud hará de esta un rasgo obsesivo. Hasta el punto en que el día en el que presentará un caso de paranoia con sentimiento de vergüenza, lo leerá como el desplazamiento de una ausencia de vergüenza. (Y de hecho, en el desenlace del caso aparece que la paciente había transformado en vergüenza precisamente la ausencia de vergüenza al desvestirse ante su hermano, a la edad de seis años).
En la lengua, la vergüenza viene a designar lo que se debe esconder: “Es por lo cual yo levanté tus faldas hasta tu rostro, y se ha visto tu vergüenza”, Jeremías XIII-26.
La vergüenza, es la desnudez mostrada.
Esta verdad, no se puede sino la mi-dire [decirla a medias]. No sé si Lacan la escribió así: je ne peux que là m’y dire [no puedo sino allí decírmela]. Es decir que no hay verdad sin sujeto –en todo caso, para el análisis–.
Y hacer Vincennes, como Lacan lo dice de quienes habían venido a sentarse ante él, era colocarse en la posición obscena de sostener que una verdad pudiera ser dicha por completo, y que sería en nombre de esa verdad que se colocaría en su lugar al saber analítico.
Como Lacan lo recuerda, lo real no está hecho necesariamente para ser sabido.
La vergüenza era también en aquella época ese muro que no se hubiera construido jamás si no debiera rodear a los sujetos deseantes de libertad. Ese muro al que se le ha dado el nombre de muro de la vergüenza.
Entonces, en esta lección, Lacan no reduce lo que nos anticipa a de un discurso de circunstancia. Si leyeron el intercambio –“intercambio” es probablemente una palabra muy grande: no sé exactamente cómo llamarlo; algunos hubieran querido una “conferencia”, otros un sit-in– mantenido entre Lacan y los estudiantes de Vincennes, el 3 de junio y que se encuentra en la página 215, y bueno... habrán visto allí el despliegue de lo obsceno.
La verdad, justamente, es tanto el móvil como aquello con lo cual tropieza el analizante en su cura. Como lo dice Lacan: “nada es incompatible con la verdad: uno mea, tose, escupe en ella; es un lugar de paso, o para decirlo mejor, de evacuación, tanto del saber como del resto”. Es decir que a la producción del discurso pueden verla como el lugar de la evacuación, la basura.
Si Lacan logró hacerse escuchar/entender –en todo caso, por algunos– él dice haberse impuesto el deber de no ir demasiado lejos, y de no parecer tocarlo. Porque al presentar el saber como verdad, se desconocería lo siguiente: que es un saber y que es algo completamente cerrado a la verdad.
Tomen el ejemplo de la lógica –hay referencias a ciertos saberes científicos en esta lección, aunque no a la lógica–, en la lógica están las llamadas tablas de verdad, que sólo son lugares marcados con 0 y 1. Ustedes pueden reescribirlos invirtiendo los 0 y los 1: las conclusiones permanecen igualmente válidas. Todo eso se burla perdidamente de la cuestión de la verdad. Porque lo que hay de extraordinario en la verdad, nos dice Lacan, es lo que ella pone en su lugar: ella, por el hecho de ser la verdad, pone en su lugar a un saber que tendría vocación de ser todopoderoso, de imponerse.
Es por lo cual la dimensión de la vergüenza es inherente a nuestro trabajo. Es al menos lo que puede hacer nacer, reconocer, un poco de subjetividad –en particular en esta generación que había hecho del objeto a su significante-amo. Es decir una perversión del discurso analítico. Lacan les dice: “les he hablado de la vergüenza de vivir [...] no demasiado, pero sí justo lo suficiente, llego a darles vergüenza”.
La vergüenza es signo del sujeto.


Fuente del texto: AA.VV. Livre compagnon de « L’envers de la psychanalyse », séminaire 1969-1970 de Jacques Lacan, ALI, Paris, agosto de 2007

Traducción: Pablo Peusner