viernes, 15 de agosto de 2008

Anne Oldenhove-Calberg. "Clínica de la vergüenza cotidiana" (comentario a la lección XIV del 17 de junio de 1970, del Seminario 17)

Me parece importante distinguir la culpabilidad de la vergüenza: en efecto, si la culpabilidad surge cuando el sujeto no estaría en orden con el ideal paterno, la vergüenza vendría más bien a testimoniar del momento en que algo del goce privado hace irrupción en el espacio público.
Entonces, considero a la vergüenza como más directamente ligada a la pulsión, ya sea de tipo sexual o desviada sobre algún otro objeto, y nuestra clínica actual tendría que vérselas más con la vergüenza que con la culpabilidad.
Por ejemplo, “pisar un rastrillo”[1], es decir haber sido rechazado como objeto del deseo (¿o de consumación?) por un otro, se ha vuelto hoy para nuestros jóvenes pacientes la mayor vergüenza. ¿Es esta una forma de rechazar que no hay relación entre los sexos y que no se puede, en este ambiente de “compañerismo” generalizado, gustarle a todo el mundo? La evitación de la vergüenza entonces daría cuenta de la inhibición de ciertos jóvenes ante todo encuentro, y de su repliegue at home sobre el teclado y la internet.
Otro ejemplo, si una bulímica puede quejarse de su síntoma, es cuando se la sorprende con la mano en la despensa que la invade la vergüenza; de igual manera, es la vergüenza la que viene a cubrir a quien resulta “visto” observando por el agujero de la cerradura.
Lacan parece asociar al discurso Universitario con la producción de la vergüenza, ya sea en el impudor o en la vanidad de un saber avergonzado.
En ese discurso, lo real, o sea, lo imposible de decir, resulta eludido en provecho de un saber puesto en posición de mando, mientras que el significante-amo está en posición de verdad. El sujeto que ese saber produce se refiere siempre a una tesis o a un nombre de autor, por lo que entonces no puede sostenerse de su propia enunciación.
El saber del discurso Universitario ha devenido entonces, según Lacan, un saber que se carga sobre un pequeño bastón de mando en unidades de valor, y que así se puede acumular hasta el infinito. Es entonces un saber no agujereado y sin límite, que deja la cuestión de lo real del lado de la impotencia.
En ese tipo de discurso, el sujeto es llamado a ser políticamente correcto respecto de los saberes que circulan en el mercado. Es un saber publi-citado, puesto que no tiene en cuenta al sujeto que lo enuncia.
Muy otra cosa sería el saber del psicoanalista ya que este concierne al saber –del sujeto del inconsciente– puesto en el lugar de la verdad.
La hiancia, causa del deseo (a), que es el agente del discurso del Analista engendra un sujeto (barrado) que produce “un otro estilo” de significante-amo (S1) que asegura el saber de la estructura (S2). Ese significante-amo no es, como en el discurso Universitario, un S1 “referencial”, en posición de verdad, sino un S1 que asegura simplemente el saber de la estructura, o sea un puro efecto de lenguaje. “Hay necesidad de que en el saber algo se produzca que haga función de significante-amo”, nos dice Lacan (p. 253), porque en todo discurso es el significante-amo el que asegura su legibilidad [la del discurso].
El discurso del Analista trata entonces a lo real como imposible, puesto que hace del saber inconsciente un saber que sólo “se agrega” a lo real, o sea la forma a partir de la cual el lenguaje está allí para ceñir el agujero de lo real, para poner sentido (es decir, del discurso) allí donde no lo hay.
Es entonces un discurso subversivo puesto que intima al sujeto a deber pasar por los significantes-amos y, a la vez, a no poder sostenerse sino de su saber inconsciente que es un saber faltante (no-todo), en contra del discurso Universitario, que promete un saber que, por sostenerse de un amo, produce un sujeto sin falla.
Así el “no se puede gustarle a todo el mundo” genera impotencia y vergüenza en el discurso Universitario, porque la pregunta por el deseo del sujeto está allí expulsada. Mientras que en el discurso Analítico donde esta pregunta por el deseo es tomada en cuenta, el sujeto debe hallar su lugar, probablemente, sin vergüenza ni falsos semblantes, a condición de pagar un cierto precio, ¡en vez de a-cumular!


Fuente del texto: AA.VV. Livre compagnon de « L’envers de la psychanalyse », séminaire 1969-1970 de Jacques Lacan, ALI, Paris, agosto de 2007.

Traducción: Pablo Peusner


NOTAS.
[1] [se prende un rateau. Expresión que hace alusión al acto de pisar un rastrillo acostado en el piso, lo que produce un golpe del mango en el rostro, tantas veces visto en cualquiera de los clásicos dibujos animados. NdT].