martes, 14 de octubre de 2008

Jacques Lacan. "Reglamento y doctrina de la comisión de enseñanza" (1949)


Este es un texto muy temprano, de los considerados "textos institucionales" de Lacan. Corría el año '49 y se discutía la conformación de una comisión de enseñanza para la SPP. En ese contexto, Lacan hacía su propuesta. Todo salió mal y terminó en la escisión del '53.

En mis últimas intervenciones me he visto obligado a justificar cierta necesidad del estudio del psicoanálisis con niños. Y en tales ocasiones me preguntaba qué lugar le asignaba Lacan dentro de todo el corpus doctrinal. Sorprenden sus afirmaciones de esta época (¡estamos en 1949!). Entonces, más allá del valor histórico del documento, sugiero leer con suma atención el artículo V, punto 3. Allí, el psicoanálisis con niños es calificado como "la frontera móvil de la conquista psicoanalítica".

PP.

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Setiembre de 1949
REGLAMENTO Y DOCTRINA DE LA COMISIÓN DE ENSEÑANZA (propuesta a la SPP)


Artículo I
Sobre la formación del psicoanalista y sobre la regularidad de la transmisión
de esa formación por la Sociedad Psicoanalítica de Paris


1. El conocimiento y el ejercicio del psicoanálisis exigen una experiencia de su materia especifica, que son las resistencias y la transferencia; esa experiencia sólo se adquiere, en primer término, en la posición de psicoanalizado.
Por eso el psicoanálisis llamado didáctico es la puerta de entrada a una enseñanza en la que la formación técnica dirige la inteligencia teórica misma.
2. Experiencia didáctica, análisis bajo control y enseñanza teórica son sus tres grados, cuya responsabilidad y homologación asume la Sociedad Psicoanalítica.
Sin la experiencia que efectivamente la funda, toda puesta en juego de los determinismos psicoanalíticos es incierta y peligrosa y sólo puede garantizar que esta experiencia sea efectiva su trasmisión regular por sujetos expertos.
3. Esto sólo lo puede garantizar, en Francia, la Sociedad Psicoanalítica de Paris, cuyo reclutamiento se identifica con esta formación, tal como la forjó una tradición continua desde los descubrimientos constituyentes del psicoanálisis: es decir que se admite en ella como miembro adherente a quien satisfizo dicha formación, y como miembro titular a quien es capaz de trasmitirla en el psicoanálisis didáctico.
La Sociedad Psicoanalítica de París afirma pues su privilegio de intervenir en toda investidura que pueda interesar al psicoanálisis, sea por su titulo o por sus funciones.

Artículo II
Sobre las funciones delegadas a la Comisión de Enseñanza y sobre su modo de elección

1. La demanda social en Francia a la fecha del presente estatuto exige un plan para la formación de psicoanalistas, cuyo número creciente debe favorecer la calidad misma del trabajo científico.
Por eso el reclutamiento de candidatos no podría librarse a la voluntad de cada uno de los miembros de la Sociedad, requiere un órgano de selección.
2. Esta selección no puede ser decisiva en el momento de la entrada del alumno, y el mismo órgano debe cumplir las funciones de anamnesis y de sanción que necesitan una pluralidad de tutores, desde la experiencia personal del didáctico, pasando por las experiencias operativas de los controles, hasta la experiencia de defensa de tesis por la que se presenta no tanto a su aprobación como a su admisión en la Sociedad.
3. Finalmente, de las directivas que incumbirán naturalmente a este órgano emanará una función de vigilancia critica, puesto que la enseñanza teórica útil para los alumnos se extiende a un sector externo a la Sociedad misma y al Instituto que debe encarnar su doctrina.
4. Tales son las funciones que la Sociedad delega a la Comisión de Enseñanza, según formas que consagra una experiencia de ya más de una década, cuyas formas fija y cuyos principios indica el presente estatuto.
A estos fines la Comisión de Enseñanza se compone de siete miembros, a saber: el Presidente en ejercicio de la Sociedad y otros seis miembros que serán objeto de una elección especial.
5. Esta elección los renueva por tercios cada dos años en la misma sesión en que se procede dicho año a la elección del Comité. La Comisión designa por sí misma sus miembros salientes, por otra parte reelegibles, y puede proponer candidatos, sin que la elección se limite a éstos, para lo cual la Sociedad distingue a aquellos miembros que están habilitados por su experiencia didáctica y su rigor doctrinario.
Esta forma de renovación de la Comisión garantiza que haya en su seno una mayoría de miembros que hayan podido seguir enteramente el cursus de un candidato cualquiera, constituyendo así un organismo capaz de asegurar la continuidad y de corregir un programa acorde con el tiempo de formación de los candidatos, tiempo cuya duración mínima es de cuatro años.

Artículo III
Sobre el procedimiento de las relaciones de los candidatos con la Comisión de Enseñanza en los momentos de su selección previa, de su período de control y de su presentación a la Sociedad Psicoanalítica

1. Ningún psicoanálisis podrá ser reconocido válidamente como didáctico sin la aprobación de la Comisión.
Que esta aprobación debe antecederlo, se deriva de principios planteados en el artículo precedente. Estos imponen a todo miembro de la Sociedad Psicoanalítica no iniciar ningún psicoanálisis con ese fin sin que se haya obtenido esa aprobación, y justifican que la Comisión exhiba un extremo rigor en decisiones de carácter retroactivo.
2. Corresponde al candidato requerir la aprobación previa. Debe presentarse ante cada uno de los miembros de la Comisión, quienes le concederán una o varias entrevistas, en las que lo examinarán de la manera que les parezca adecuada.
Los resultados de este examen se discuten en las reuniones mensuales de la Comisión, ordinariamente en la primera sesión posterior al fin del recorrido del candidato.
La decisión sobre la candidatura se adopta en función de la mayoría de las opiniones formuladas y se comunica al candidato a través de una carta del Presidente de la Sociedad y bajo una forma que debe ser unívoca: en el sentido de que, aunque es posible aclarar al candidato que lo solicite los motivos de un rechazo, nada debe indicarle la distribución de las diferentes opiniones en el debate respectivo.
3. El candidato elegirá a su psicoanalista entre los miembros titulares de la Sociedad, e informará de esa elección al Presidente en forma oficial, después de haber recibido el aviso de que su candidatura fue aprobada. Elevará al mismo tiempo su compromiso firmado de no tomar pacientes psicoanalíticos sin el consentimiento de su psicoanalista y de no autocalificarse con el título de psicoanalista, antes de estar autorizado a ello por su admisión en la Sociedad Psicoanalítica.
La aprobación de la Comisión, además, sólo se acuerda bajo reserva, condicionada por las contraindicaciones que pueda revelar el psicoanálisis mismo: el Presidente se lo advertirá expresamente al candidato durante la entrevista de su presentación. Desde entonces el alumno quedará confiado enteramente a la tutela de su psicoanalista, quien en el momento oportuno le indicará que asista a los cursos teóricos y a los seminarios indicados por la Comisión, y quien sigue siendo el único juez del momento en que, autorizándolo a encargarse de un análisis bajo control, lo vuelve a poner en relación con esta última.
4. Antes de este momento, el psicoanalista sólo tiene que informar a la Comisión en caso de interrumpir el análisis:
- por haber reconocido en la persona de su paciente algo que lo descalifica para el ejercicio del psicoanálisis, veredicto que la Comisión sólo puede ratificar.
- o en otros dos casos que se dejan librados a su discreción: por fuerza mayor que lo aleje de él, y cuando la conveniencia del análisis sea objetable por la forma de la transferencia, caso en el que se consulta a la Comisión sobre la reanudación de la experiencia analítica con otro psicoanalista.
5. Cuando el alumno esté en el momento de iniciar los análisis bajo control, se presentará nuevamente ante los miembros de la Comisión, quienes tienen que confirmar la autorización de su psicoanalista y ratificar su pasaje al rango de practicante.
Controlará sus primeros psicoanálisis con dos psicoanalistas elegidos por él, excluyendo a aquél con el cual normalmente prosigue por un tiempo su psicoanálisis didáctico.
En los psicoanalistas que controlan no se requiere más calificación que la de ser miembros titulares de la Sociedad, pero su vinculación con la Comisión de Enseñanza debe ser permanente.
En efecto, a ellos les corresponde juzgar la validez, tanto de la experiencia didáctica, como de las aptitudes manifestadas por el practicante para el ejercicio profesional.
Deben velar por que complete su instrucción teórica y rendir cuenta regularmente a la Comisión respecto de sus progresos.
Esta estudiará los casos de insuficiencia persistente y puede imponerles una reanudación del análisis didáctico o rehusarle al candidato el titulo de psicoanalista.
6. Cuando los psicoanalistas tutores del practicante declaran que su formación es satisfactoria, la Comisión lo autoriza a plantear su candidatura a la Sociedad de Psicoanálisis, para lo cual debe redactar un trabajo original, que presenta tradicionalmente en una de las reuniones científicas de la Sociedad y que la experiencia aconseja que se refiera a un tema clínico.
La Sociedad votará su admisión como miembro adherente en una sesión administrativa ulterior, después de haber escuchado la opinión favorable de los tres tutores del candidato. No obstante, puede expedirse negativamente sobre su presentación, manifestando el deseo de conocerlo mejor.
La Comisión también tiene el poder de admitir en la etapa de análisis bajo control a un candidato que quiere se le reconozca un psicoanálisis terminado con un miembro de la Sociedad con un fin primitivamente terapéutico, o bien un psicoanálisis didáctico emprendido bajo los auspicios de una Sociedad extranjera, afiliada también a la Asociación Internacional.
7. La Comisión examinará al candidato siguiendo el mismo procedimiento que en la aprobación previa, con la condición de que lo presente expresamente con este fin su psicoanalista o la Sociedad que responde por él, exponiendo las razones que justifican la irregularidad de su caso. El psicoanalista también tendrá que responder entonces por las calificaciones personales del candidato, sin verse obligado a una reserva que en el caso regular apunta a preservar las premisas del análisis.
En todos los casos la Comisión puede exigir un análisis complementario a titulo didáctico y nunca podrá dispensar al candidato de la experiencia de dos psicoanálisis al menos, controlados por ella en condiciones normales.

Artículo IV
Sobre las calificaciones personales, culturales y profesionales que debe reunir el candidato a la formación psicoanalítica y sobre las responsabilidades sociales de la Comisión.


1. No hay responsabilidad más difícil ni que merezca mayor atención que la que asume la Comisión en la selección, en la entrada, de los candidatos.
Competen al examen clínico las deficiencias que descalifican al candidato en su capacidad de memoria o de juicio (afecciones que plantean amenaza de debilitamiento intelectual, psicosis larvada, debilidad mental compensada) o como agente de dirección (problemas psíquicos en forma de crisis o de alternancias: epilepsias, e incluso ciclotimia).
Hay que situar aquí en principio los defectos que dan pie a la degradación del soporte imaginario que la persona del analista da a las identificaciones de transferencia por el homeomorfismo genérico de la imago del cuerpo: deformidades chocantes, mutilaciones visibles o disfunciones manifiestas.
2. Pero, en una técnica que opera sobre el destino mismo del paciente, la selección, incluso antes de atender a la cultura y los conocimientos del candidato a la entrada, debe tener en cuenta su personalidad.
Desde luego, la salvaguardia del público es garantizada por el psicoanálisis didáctico, del que sabemos que a veces revela una estructura inconsciente, redhibitoria para el ejercicio de esta técnica.
Esto sólo subraya aun mejor la necesidad, tanto para el bien del candidato como para la economía de la enseñanza, de una apreciación de la personalidad que debe examinar su mismo movimiento para medir su acuerdo con su oficio futuro.
Una benevolencia profunda y la concepción reverenciada de la verdad deben integrarse en el analista con una reserva natural de la conducta en el mundo y el sentimiento de limites inmanentes en toda acción sobre su semejante.
Estas virtudes de sabiduría tienen raíces en el carácter que no sólo hay que descifrar como un dato bajo los obstáculos neuróticos que pueden enmascararlas: se trata de pronosticarlas, más allá de las condiciones a menudo precarias que determinan el equilibrio del momento biográfico en que el sujeto se presenta.
Pues de este desarrollo moral depende que la ciencia de la que se dotará al practicante y la misma intuición que manifiesta de su objeto no lo alejen de la paciencia, del tacto, de la prudencia e incluso de la honestidad que requiere su ejercicio.
3. En segundo lugar, el examinador debe observar la formación cultural del candidato, tal como se expresa en esa apertura de la inteligencia dirigida a las significaciones y que anima el uso de la palabra.
En tales signos se podrían medir, por un lado, los dones de comunicación simpática y, por el otro, los de imaginación creadora, que son los más preciados para la invención analítica. En tanto lo mejor es darlo por supuesto, se recordará que el lenguaje es el material operatorio del analista y que el candidato debe dominar el sistema particular de la lengua en la cual se llevará a cabo para él lo que merece ser llamado el diálogo psicoanalítico, por más que éste avance a una sola voz.
Aparte de eso se buscará en el candidato no tanto una formación enciclopédica como ese núcleo fértil de saber que el término humanidades designa bien, comprendiendo en él todo ciclo de significaciones humanas, cuya organización se sostiene mediante una enseñanza tradicional, y cuya posesión consciente favorece el acceso del sujeto a una organización extraña, aunque sea inconsciente.
4. Las calificaciones profesionales, por último, valen en tanto testimonian la asimilación del sujeto a la realidad humana. El llamado espíritu clínico es una de sus formas eminentes, y la práctica hospitalaria, más aún la de la residencia, se evalúan como esenciales en este caso.
Se sabe además que el psicoanálisis es esencialmente una técnica médica en la que las neurosis sólo representan el dominio de eclosión, pero que extiende sus alcances cada vez más lejos, al mismo tiempo que el campo psicosomático.
Por eso las calificaciones médicas -títulos y práctica- y entre ellas la especialización psiquiátrica que el movimiento moderno orienta cada vez más en el sentido del análisis, son las más recomendables para la formación psicoanalítica: por esa razón, se debería insistir en que los candidatos se la proveyesen.
Pero el psicoanálisis, pieza clave de toda psicología concreta, interesa ahora a todas las técnicas que buscan formas modernas de asistencia social, desde la racionalización del trabajo hasta los confines de la antropología.
Su formación es necesaria para los no-médicos, y se considerará aquí como la más válida para calificar al candidato toda experiencia adquirida de trabajo de campo, ya se trate de la del descubrimiento etnológico o sociológico, así como la de la praxis institucional jurídica o pedagógica, incluso psicotécnica.
Títulos, diplomas y grandes escuelas* se apreciarán en su escala. No obstante, ninguna presentación, aunque fuese de naturaleza autodidáctica, si se revela preservada de toda estructura psicótica, debería incluso en el momento actual, descartarse por principio.
La formación psicoanalítica es correlativa de la capacidad de intervenir en la práctica y ningún grado de habilitación técnica estará vedado a los psicoanalistas no médicos o, como se dice en el extranjero, a los legos.
La Sociedad Psicoanalítica de Paris sólo puede adecuar la práctica de los legos a las leyes que rigen el ejercicio de la medicina, planteando que ninguno podría emprender la cura de un paciente sin que ésta le haya sido confiada por un médico psicoanalista.
Asimismo, con el título de auxiliares de psicoanálisis sólo ella puede regular su actividad en los organismos profesionales y sociales en los que se insertarán.

Artículo V
Sobre las condiciones ortodoxas de la enseñanza psicoanalítica y sobre las responsabilidades científicas de la Comisión
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1. La enseñanza psicoanalítica está organizada en todos sus aspectos por relaciones psicológicas concretas que constituyen su valor formativo.
a) Relación con el psicoanalista en el didáctico, cuyo movimiento - frecuencia, duración, incluso suspensión de las sesiones-está tan sometido como en el terapéutico a las peripecias del caso.
El uso universal, sin embargo, establece en principio que los fines del psicoanálisis didáctico exigen un ritmo de cuatro a cinco sesiones por semana, con un mínimo de tres y una duración total mínima de dos años.
Esta experiencia, efectivamente, más allá de su valor de iniciación en la materia psicoanalítica y de máxima dilucidación posible de su funcionamiento, tiene como fin una reducción de las formaciones reactivas que, en el futuro practicante, pueden interponer una pantalla en su comprensión terapéutica o desviar su conducta en las curas de acuerdo con sus afinidades pasionales.
b) Relación con los pacientes en el momento de los controles, cuyas necesidades reglarán la intervención del psicoanalista especializado en esta práctica. La costumbre se atiene a sesiones semanales en forma de seminarios.
Esta experiencia no puede asociarse de entrada a la primera, porque se producirían interferencias de resistencia y de transferencia que se registran con demasiada frecuencia cuando el sujeto debe realizar terapéuticas analíticas degradadas (narcoanálisis, psicodrama, etcétera), impuestas por sus funciones psiquiátricas.
Pero, cuando el sujeto es capaz de comenzar los controles, tanto el progreso de los mismos, como el de su propio análisis, se ven igualmente favorecidos por una coexistencia lo más prolongada posible.
c) Relación, por último, con el pensamiento de Freud, que, por mantenerse con un rigor perfecto en el nivel de los hechos que ha descubierto, aún sigue siendo la medida, tanto de los desarrollos legítimos que hicieron sus discípulos, como de los préstamos, bien o mal comprendidos, que se han tomado de él desde todos lados, de manera más o menos vergonzante.
Por eso, si bien no se deben prohibir las lecturas individuales, pese al pretexto que puedan encontrar en ellas ciertas resistencias previas al didáctico, y aunque los cursos teóricos deban frecuentarse en el orden de indicación establecido por la Comisión de Enseñanza, se debe introducir al alumno, previamente a los controles, en el seminario de textos.
Ese seminario se efectúa en forma de mesa redonda en torno de un psicoanalista calificado por sus conocimientos para utilizar los recursos que ofrece el comentario oral a los efectos del mantenimiento de una tradición viviente en la evolución de las ideas.
2. a) Se ve así el sentido que hay que dar al término, tan a menudo incomprendido, de ortodoxia freudiana, que en modo alguno es una teoría coagulada en dogmas, sino más bien su relación con una técnica pura, que respeta todo el registro de la personalidad sin eludir ninguna de sus antinomias.
b) La Comisión de Enseñanza interviene doctrinalmente como custodio de esta técnica.
A ella corresponde ordenar las indicaciones que dispensa a los candidatos sobre las profesiones magistrales de psicología freudiana que se les proponen en determinadas cátedras de la Facultad. c) La Comisión también refiere a ella sus apreciaciones sobre las técnicas derivadas que se multiplican, y que, por justificarse más o menos en la economía de la actividad del médico, sólo podrían ser empleadas sin peligro de desastre por aquellos a quienes la técnica ortodoxa permite comprender correctamente sus incidencias en la economía psíquica del paciente.
3. La técnica también es su guía en los problemas propios del psicoanálisis de niños.
a) Desde luego estamos lejos de la época en que esta práctica parecía exigir tan sólo una formación abreviada. Muy por el contrario, exige la más completa integración de los datos analíticos, tanto por la flexibilidad técnica que requiere, como por los problemas que plantean los modos de comunicación propios del niño.
b) El candidato a la especialización infantil del análisis no sólo debe dominar, para someterlas a su propósito analítico, toda clase de disciplinas psicológicas exógenas; se le solicitan sin cesar invenciones técnicas e instrumentales que hacen de los seminarios de control, así como de los grupos de estudio de psicoanálisis infantil, la frontera móvil de la conquista psicoanalítica.
c) Es deseable que la Comisión de Enseñanza participe en la coordinación de esos estudios.
Recordará allí de modo útil que en el adulto se descubrieron las relaciones significativas que conmovieron nuestra idea del niño, antes de ser verificadas por una nueva observación y por aplicaciones terapéuticas, incluso pedagógicas, de una extensión imprevista.
Para mantener en su justeza la vía fecunda del pensamiento freudiano, basta con modificar muy poco una frase de Aristóteles que dice (De anima 408 b.13) "que no hay que hacer la pregunta de cómo el alma del niño tiene piedad, aprende o piensa", sino formularse ese interrogante respecto del "hombre" con el alma del niño".



* Son las que pertenecen a la enseñanza superior, como por ejemplo la Escuela Normal Superior. [T.]