jueves, 31 de diciembre de 2009

Breve mensaje de fin de año 2009

Llegamos al final del 2009, con la energía de siempre.
Gracias a todos los compañeros de ruta, a los que se han agregado como "seguidores" del blog, a los curiosos, a los que simplemente pasaron alguna vez (desde muy distintos lugares del mundo).
Gracias a mis amigos, los de siempre, que alientan y apoyan los pequeños hallazgos del blog.
Gracias a quienes se han animado a saltar el vínculo virtual para conocernos.
Gracias a la gente de otras ciudades, quienes me han invitado tan gentilmente a compartir jornadas de trabajo.
Es grato saber que uno no está solo, y que el trabajo puede hacerse juntos.
Les deseo a todos un próspero 2010 y renuevo el compromiso de continuar divulgando textos, libros, autores y todo aquello que pueda resultarnos de interés a quienes estudiamos y practicamos el psicoanálisis y los saberes que son referencias.
Hasta el año próximo
PP.

miércoles, 30 de diciembre de 2009

LACAN BILINGÜE. "Discurso de clausura de las Jornadas de la EFP" (Lille, 25/9/77)

La página de la École Lacanienne, ha puesto on-line una nueva versión bilingüe del texto que recoge la intervención de cierre de las Jornadas de l EFP en 1977.
Podés descargar el archivo en formato *pdf. desde la página citada, o haciendo clic aquí.

martes, 29 de diciembre de 2009

lunes, 28 de diciembre de 2009

Georges Canguilhem. "Estudios de historia y de filosofía de las ciencias" (Amorrortu)

Cuenta Didier Eribon que a comienzos de los años ’60, cuando Michel Foucault presentó su enorme trabajo sobre la Historia de la locura como tesis principal junto a su tesis complementaria (que acaba de ser editada en Siglo XXI bajo el título Una lectura de Kant) eligió a Jean Hyppolite para que lo apadrinase. Hyppolite aceptó, pero sólo respecto de la obra sobre Kant; en cuanto al texto sobre la locura, envió a Foucault a ver a un profesor de Historia de las Ciencias en la Sorbona, Georges Canguilhem, que describe la lectura de las novecientas cuarenta y tres páginas de Foucault como “un auténtico mazazo”. Más adelante, Foucault dirá que toda su obra lleva la “marca” de Canguilhem. En este contexto, es difícil no leer estos Estudios de historia y de filosofía de las ciencias como la reunión de una serie de artículos de un genial precursor de Michel Foucault. Sin embargo, el mismo Canguilhem nos obliga a considerar las cosas de otro modo: “El precursor es el hombre ilustrado de quien sólo mucho después se sabe que corrió por delante de todos sus contemporáneos y superó a aquel a quien se tiene por triunfador en la carrera. No tomar conciencia de que es una criatura de cierta historia de las ciencias, y no un agente del progreso de la ciencia, es aceptar como real su condición de posibilidad, la simultaneidad imaginaria del antes y el después en una suerte de espacio lógico”. Por eso, como escribió Alexandre Koyré (citado por Canguilhem): “La noción de precursor es para el historiador una noción muy peligrosa”. En todo caso, la idea de precursor nos pone ante un “falso objeto histórico”, escribe Canguilhem en el primero de los artículos, El objeto de la historia de las ciencias (conferencia de octubre de 1966), donde –dicho sea de paso– cita Las palabras y las cosas de Michel Foucault, que acababa de publicarse.
El libro se divide en una primera parte (Conmemoraciones), con textos sobre Vesalio (fundador de la anatomía moderna), Galileo y Fontenelle; una segunda parte (Interpretaciones), con tres textos sobre Auguste Comte, dos sobre Charles Darwin, cuatro sobre Claude Bernard y tres sobre Gaston Bachelard; la tercera parte (Investigaciones) contiene varios artículos sobre biología, psicología y medicina, siempre desde una perspectiva de historiador de las ciencias. En Los conceptos de lucha por la vida y selección natural en 1858: Charles Darwin y Alfred Russel Wallace, Canguilhem recuerda que en ese año tanto Darwin como Wallace llegan por separado a una misma teoría biológica, pero el interés del historiador no se reduce a señalar una misma atmósfera de la época. Para indagar en la confluencia de resultados en diferentes trabajos científicos, Canguilhem escribe que “existe otra manera de escribir la historia de las ciencias, distinta de la que se empeña en restablecer una continuidad latente de los progresos del espíritu: la que procura hacer comprensible y sobrecogedora la novedad de una situación, el poder de ruptura de una invención”.
En Gaston Bachelard y los filósofos el autor hace referencia al atraso de los filósofos con respecto a la inteligencia científica: “Si la ciencia es un trabajo, la filosofía ya no puede ser un esparcimiento. La cultura epistemológica no admite las ensoñaciones del reposo”. Bachelard aparece como aquel epistemólogo que le exige a la filosofía salir de su “sueño dogmático”. En este sentido –respecto de la actualidad del desarrollo científico– “los filósofos deben tomar partido”, escribe Canguilhem.
Los artículos reunidos en estos Estudios... intentan pensar las ciencias con la filosofía; este gesto se pone de manifiesto en ¿Qué es la psicología? (conferencia de 1956), estudio histórico que recorre el desarrollo de la psicología desde Aristóteles hasta Freud y, más acá, hasta las llamadas psicologías del comportamiento. Allí, luego de trazar las líneas que llevan de Galeno a Charcot (y analizando también dos momentos fundamentales en la historia del yo: Descartes y Kant), Canguilhem cita a Nietzsche para asaltar a los psicólogos: “Consideramos casi como un signo de degeneración el instrumento que quiere conocerse a sí mismo”. El hombre –con la psicología de los comportamientos, sus diagnósticos y sus tests– se convierte en una mera herramienta: ¿sirve este hombre para este trabajo? La psicología de los comportamientos contesta sí o no. Canguilhem, enfurecido, pregunta: “¿Qué empuja o inclina a los psicólogos a erigirse, entre los hombres, en los instrumentos de una ambición de tratar al hombre como instrumento?”.
El autor nos advierte de los riesgos de hacer psicología en forma separada a toda filosofía o antropología, y recuerda que, a veces, esta pretendida independencia de la psicología pone a los psicólogos más lejos de los grandes intelectuales que hicieron posible su disciplina que de la jefatura de policía.
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( por Mariano Dorr, para el suplemento Radar/Libros, del Página 12)

sábado, 26 de diciembre de 2009

FEDERICO JEANMARIE. "Más liviano que el aire" (Clarín-Alfaguara, 2009)

Una anciana de 93 años mantiene encerrado en el baño de su casa a un adolescente que la abordó en la calle para robarle. Instalada del otro lado de la puerta, esta ex maestra solterona insiste en contarle la historia de su madre bajo la promesa de liberarlo en cuanto termine el relato, y pretende también enderezar y educar a un chico que considera la encarnación de los males que jaquean al país. En el monólogo de la anciana, la historia íntima se entrelaza con la historia nacional, y el presente y el pasado argentinos aparecen bajo el nuevo ropaje que viste la vieja dicotomía entre civilización y barbarie. Más liviano que el aire es una novela apasionante que indaga en la soledad y la incomunicación, y da cuenta de la violencia social y de la ceguera de las clases dominantes para encontrar una salida.

Lo leí en una tarde. No tiene una gran profundidad, pero es ameno, divertido, ácido, irónico y muy argentino...
Un lindo ejercicio de escritura, muy original: una sola voz -la de la Lita, la señora de 93 años- y un silencio que es el del Santi, el pibe "chorro" de 14, quien no habla, pero de quien tenemos que deducir su voz, mientras por debajo de la puerta lo alimentan con galletitas de agua, bizcochos, palmeritas y... ¡milanesas!


jueves, 24 de diciembre de 2009

Árbol genealógico de la familia Schreber


Para agrandar, hacé clic en la imagen
(Fuente: Elvira Guilañá i Palanques, Barcelona, 1997)

miércoles, 23 de diciembre de 2009

MICHEL FOUCAULT. "El no del padre" (1962)


El Holderlin Jahrbuch es de suma importancia; pacientemente, desde 1946, ha liberado la obra que comenta de la opacidad en la que había sido sumida, durante cerca de medio siglo, por las exégesis visiblemente inspiradas en el George Kreis (círculo de Stefan George). El comentario de Gundolf al Archipiélago (1923) tiene valor de testimonio: la presencia circular y sagrada de la naturaleza, la visible proximidad de los dioses que toman forma en la belleza de los cuerpos, su llegada a la luz en los ciclos de la historia, su regreso al fin y ya sellado por la fugitiva presencia del Hijo -del eterno y perecedero guardián del fuego-, todos estos temas ahogaban en un lirismo de la inminencia de los tiempos, lo que Holderlin ya había anunciado con el vigor de la ruptura. El joven del Río encadenado, el héroe arrancado a la orilla atónita por el rapto que le expone a la violencia sin frontera de los dioses, se convierte de repente, según la temática de George, en un niño tierno, aterciopelado y prometeder. El canto de los ciclos ha impuesto silencio a la palabra, la dura palabra que divide el tiempo. Había que volver a tomar el lenguaje de Holderlin en el punto en que había nacido.
Ciertas investigaciones, unas antiguas, otras más recientes, han impuesto a los puntos de referencia de la tradición una serie de desfases significativos. Desde hace ya mucho tiempo, la cronología simple de Lange, que atribuía todos los textos «oscuros» (como el Proyecto para el Empédocles) a un calendario patológico cuyo año cero habría sido fijado por el episodio de Burdeos, había quedado trastornada; ha sido necesario adelantar las fechas y dejar que los enigmas nacieran antes de lo deseado (todas las elaboraciones del Empédocles han sido redactadas antes de su partida a Francia). Pero, en sentido inverso, la erosión pertinaz del sentido no ha dejado de extenderse: Beissner ha examinado incansablemente los últimos himnos y los textos de la locura; Liegler y Andreas Müller han estudiado las figuras sucesivas de un mismo núcleo poético (El viajero y Ganímedes). El carácter abrupto del lirismo mítico, las luchas en la fronteras del lenguaje cuyo momento constituye, la única expresión y el espacio constante abierto, no son ya fulgor postrero en un crepúsculo que avanza; se sitúan tanto en el orden de las significaciones como en el de los tiempos, en ese punto central y profundamente oculto en que la poesía se abre a sí misma a partir de la palabra que le es propia.

(Para descargar el texto completo, hacé clic aquí)

martes, 22 de diciembre de 2009

JACQUES DERRIDA. "Cogito e historia de la locura"

Estas reflexiones tienen su punto de partida, como daba a entender claramente el título de esta conferencia, en el libro de Michel Foucault: Folie et Déraison, Histoire de la folie à l’âge classique.
Libro admirable desde tantos puntos de vista, libro potente en su aliento y en su estilo: tanto más intimidatorio para mí, que, gracias a haber tenido la ocasión de recibir la enseñanza de Michel Foucault no hace mucho, conservo una consciencia de discípulo admirativo y agradecido. Pero la consciencia del discípulo, cuando éste empieza no digo que a discutir, pero sí a dialogar con el maestro, o más bien a proferir el diálogo interminable y silencioso que lo constituía en discípulo, entonces, la consciencia del discípulo es una consciencia desgraciada. Cuando ésta empieza a dialogar en el mundo, es decir, a responder, se siente ya desde siempre cogida en falta, como el niño, el infante, que, por definición, y como su nombre indica, no sabe hablar y así sobre todo no debe responder. Y cuando, como ocurre aquí, ese diálogo corre el riesgo de ser entendido -equivocadamente- como una discusión, el discípulo sabe que se queda solo, al encontrarse a raíz de tal circunstancia discutido ya por la voz del maestro que, en él, precede a la suya. Se siente indefinidamente discutido, o recusado, o acusado: como discípulo, lo es por el maestro que habla en él antes que él para reprocharle que levante esta discusión y para recusarla por anticipado, al haberla desarrollado antes que él; como maestro de la interioridad, es discutido en consecuencia por el discípulo que también es. Esta desgracia interminable del discípulo consiste quizás en que no sabe, o en que todavía se oculta a sí, que, como la verdadera vida, el maestro está quizás siempre ausente.
Así pues, hay que romper el hielo, o más bien el espejo, la reflexión, la especulación infinita del discípulo sobre el maestro. Y empezar a hablar.

(para descargar el archivo completo, hacé clic aquí)

sábado, 19 de diciembre de 2009

JACQUES RANCIÈRE. "La palabra muda" (Eterna cadencia, 2009)

La trayectoria filosófica de Jacques Rancière (Argelia, 1940) se inicia con su participación, en los años sesenta, en el grupo que bajo la tutela de Louis Althusser elaboró uno de los libros más influyentes de su tiempo: Para leer el Capital . Desde entonces -y tras un pronto distanciamiento de las posiciones de su maestro-, Rancière ha realizado una vasta y original producción que lo señala como una de las principales figuras de la filosofía política francesa. También han resultado fundamentales sus intervenciones en relación con la educación. Menos conocidos son sus trabajos sobre estética. La aparición de La palabra muda , cuya edición francesa es de 1998, viene a atenuar dicha carencia.
Es un lugar común afirmar que los filósofos encuentran problemas donde el resto de los mortales sólo ve obviedades. Rancière lo asume cuando se atreve a plantear la pregunta: "¿Qué es la literatura?". Cualquier librero, cualquier docente, cualquier lector parece estar en condiciones de distinguir en una biblioteca un libro de literatura de otro que no lo es. Pero, no obstante, si se le pide que brinde una definición precisa que permita explicar en qué se basa esa distinción, el problema mostrará toda su complejidad. La cuestión de fondo es aquella que ha atormentado a tantos teóricos -entre los que cabe destacar a los formalistas rusos- que han intentado abordar la "literaturidad"; es decir, las características específicas de ciertos textos a los que se da el calificativo de "literarios".
El trabajo de Rancière se inicia con un análisis de "la naturaleza y las modalidades del cambio de paradigma que destruye el sistema normativo de las Bellas Letras". El punto clave allí será el abandono de la idea de representación. El paso siguiente consistirá en mostrar la tensión interna del paradigma moderno, que se manifiesta en la simultánea puesta en juego de principios contradictorios. Dichos principios postulan, por un lado, la "indiferencia de la forma con respecto a su contenido" y, por otro, la necesidad de que la literatura sea una cabal "expresión de la sociedad". Para abordar esta tensión de corte hegeliano, el filósofo realiza un minucioso análisis de textos de Flaubert, Mallarmé y Proust.
Como es de suponer, el libro no culmina con una respuesta definitiva a la pregunta que lo originó. No hay disolución de las contradicciones, ni definiciones esclarecedoras. Es el recorrido, el trayecto en sí mismo, el que puede aportar algún tipo de saber. Como sucede con La fenomenología del espíritu , de Hegel, el valor de arribar al final estriba en que entonces se está en mejores condiciones de retomar la pregunta desde el comienzo.
(por Gustavo Santiago, para ADN/Cultura)

jueves, 17 de diciembre de 2009

PÁNICO EL PÁNICO Editores


Pánico el pánico editores huye de una cultura
visitada y atormentada por el peligro
de convertirse en naturaleza.
La ingenuidad es imaginación
en estado de espera. Todo lo volcamos al papel
y el libro es una forma.

En diciembre nace la colección Proyecto ansiedad con dos libros de poemas: Bajar de un hondazo de Marina Gersberg y Viajemos en subte a China de Ignacio Molina.




Y dentro de la colección Ensayos trash: Repetición, variación y divergencia
de Santiago Pintabona y Luciano Lutereau.


En Marzo caerá del árbol la colección Narrativa salvaje.

miércoles, 16 de diciembre de 2009

FRANZ KAFKA. "Las preocupaciones de un padre de familia" (texto completo)

Algunos dicen que la palabra «odradek» precede del esloveno, y sobre esta base tratan de establecer su etimología. Otros, en cambio, creen que es de origen alemán, con alguna influencia del esloveno. Pero la incertidumbre de ambos supuestos despierta la sospecha de que ninguno de los dos sea correcto, sobre todo porque no ayudan a determinar el sentido de esa palabra.
Como es lógico, nadie se preocuparía por semejante investigación si no fuera porque existe realmente un ser llamado Odradek. A primera vista tiene el aspecto de un carrete de hilo en forma de estrella plana. Parece cubierto de hilo, pero más bien se trata de pedazos de hilo, de los tipos y colores más diversos, anudados o apelmazados entre sí. Pero no es únicamente un carrete de hilo, pues de su centro emerge un pequeño palito, al que está fijado otro, en ángulo recto. Con ayuda de este último, por un lado, y con una especie de prolongación que tiene uno de los radios, por el otro, el conjunto puede sostenerse como sobre dos patas.
Uno siente la tentación de creer que esta criatura tuvo, tiempo atrás, una figura más razonable y que ahora está rota. Pero éste no parece ser el caso; al menos, no encuentro ningún indicio de ello; en ninguna parte se ven huellas de añadidos o de puntas de rotura que pudieran darnos una pista en ese sentido; aunque el conjunto es absurdo, parece completo en sí. Y no es posible dar más detalles, porque Odradek es muy movedizo y no se deja atrapar.
Habita alternativamente bajo la techumbre, en escalera, en los pasillos y en el zaguán. A veces no se deja ver durante varios meses, como si se hubiese ido a otras casas, pero siempre vuelve a la nuestra. A veces, cuando uno sale por la puerta y lo descubre arrimado a la baranda, al pie de la escalera, entran ganas de hablar con él. No se le hacen preguntas difíciles, desde luego, porque, como es tan pequeño, uno lo trata como si fuera un niño.
-¿Cómo te llamas? -le pregunto.
-Odradek -me contesta.
-¿Y dónde vives?
-Domicilio indeterminado -dice y se ríe. Es una risa como la que se podría producir si no se tuvieran pulmones. Suena como el crujido de hojas secas, y con ella suele concluir la conversación. A veces ni siquiera contesta y permanece tan callado como la madera de la que parece hecho.
En vano me pregunto qué será de él. ¿Acaso puede morir? Todo lo que muere debe haber tenido alguna razón be ser, alguna clase de actividad que lo ha desgastado. Y éste no es el caso de Odradek. ¿Acaso rodará algún día por la escalera, arrastrando unos hilos ante los pies de mis hijos y de los hijos de mis hijos? No parece que haga mal a nadie; pero casi me resulta dolorosa la idea de que me pueda sobrevivir.

FIN

martes, 15 de diciembre de 2009

HOY. Aparición de la Nueva Gramática de la lengua española, RAE.

Se presentó el jueves pasado en España la Nueva gramática de la lengua española, una obra lingüística colosal realizada por las 22 academias de la lengua hispana a lo largo de los últimos once años. Esta publicación, la primera gramática académica desde la versión de 1931, promete además ser la primera en recoger el español total, con ejemplos y variantes de uso procedentes de todos los países de habla hispana. Según Pedro Luis Barcia, presidente de la Academia Argentina de Letras, la nueva gramática es una obra "polifónica, coral, no la de una voz solista". Hasta ahora, las gramáticas académicas tomaban los usos de España como ejemplo y norma.Los primeros dos volúmenes de la gramática se publicaron en España el 4 de diciembre y ya lideran la lista de ventas entre los libros de no ficción (en la Argentina, según confirmó Espasa Argentina, habrá 200 ejemplares disponibles a partir del 15 de este mes, o sea hoy, y otros 1800 a partir de enero, a un precio de 690 pesos). La presentación oficial de hoy reunirá a los directores de las distintas Academias y a los reyes de España. El libro, dividido en dos volúmenes, tiene cuatro mil páginas dedicadas a la descripción de la morfología y la sintaxis del idioma. En 2010 se publicará un volumen más, dedicado a la fonética, que incluirá un CD con ejemplos de pronunciación provenientes de las distintas zonas hispanohablantes. También para 2010 queda la publicación del manual, una versión reducida (unas 700 páginas) y más barata, que se publicará en la Argentina en marzo.Más de 120 especialistas (dirigidos por el español Ignacio Bosque) han trabajado en la nueva gramática, que incluye ejemplos extraídos de 3.767 obras literarias y más de 3 mil citas tomadas de diarios y revistas. Entre los autores citados figuran escritores argentinos como Jorge Luis Borges, Julio Cortázar, Tomás Eloy Martínez, Ernesto Sabato, Adolfo Bioy Casares o Marcelo Cohen. Curiosamente, bajo la descripción del término "banana" (tonto, bobo, muy voluble), la fuente citada es nada menos que Diego Armando Maradona refiriéndose a "los que vienen y se quieren hacer los bananas conmigo".Según los académicos, la nueva gramática no censura o rescata una norma sino que describe usos lingüísticos extendidos entre los 400 millones de hispanohablantes que hay en el mundo. Si en la versión de 1931 se dictaba como norma el uso ibérico "detrás de mí", en la nueva gramática también aparece "detrás mío", usado por los hablantes de la zona rioplatense. Uno de los temas centrales que ocuparon a los especialistas y académicos del proyecto tuvo que ver con cuestiones de género. La nueva gramática advierte, por ejemplo, que mientras que en España, México o Perú predomina el uso del femenino "la juez", en Chile, Centroamérica y parte de la zona rioplatense se ha extendido el uso del sustantivo femenino "jueza". Además, recuerda que el término "poetista" tiene una connotación despectiva y se insiste en que los sustantivos masculinos de persona "designan a todos los individuos de la clase, sean varones o mujeres," y por tanto no es necesario hablar de "alumnos y alumnas" o "argentinos y argentinas".Uno de los puntos más debatidos, según los académicos, fue el de la construcción de diminutivos. La nueva gramática señala, por ejemplo, que el sufijo -ico ("pueblico"), ha perdido fuerza y se advierten variantes como "pueblitico". De estos temas, mínimos en apariencia, también se ocupa esta nueva (y colosal, según los académicos) gramática del español.
Más detalles de la obra, en el sitio de la Real Academia, haciendo clic aquí

lunes, 14 de diciembre de 2009

Aldo Schiavone. "IUS. La invención del derecho en Occidente" (Adriana Hidalgo, 2009)

El derecho es una forma de disciplinamiento social que ha invadido la modernidad y fue inventada por los romanos. En "Ius" Schiavone indaga un aspecto crucial de la historia de Occidente: el nacimiento del Derecho como forma específica de disciplinamiento social, distinta de la religión, la ética y la política, y dotada de una racionalidad fuerte y autónoma. El autor reconstruye con pasión y lucidez la genealogía del Derecho y su trama compleja a través de los siglos, desde sus orígenes más remotos, en la antigua Roma. Un proceso fundacional al cual contribuyó de un modo determinante la consolidación del Imperio. Tal acumulación de un poder inaudito generó las condiciones para una arcaica predisposición a la ritualidad y el orden, y la posterior transformación en una ciencia y una tecnología del control de las relaciones humanas.Aquí el lector encontrará un vasto fresco histórico que ensaya una interpretación sobre los fundamentos de la maquinaria jurídica occidental y sobre el discurso que se ha construido en torno a ella: su formulación, la pretendida neutralidad, las relaciones con el poder político. Schiavoni realiza un continuo contrapunto entre el mundo antiguo y el moderno, entre el pensamiento romano y la tradición europea, y para ello investiga y presenta los contextos históricos, ambientes, personajes, cuadros conceptuales e ideologías que han marcado la historia occidental.

Aldo Schiavone nació en Nápoles en 1944, ciudad donde se formó académicamente y en la cual fue profesor de Derecho Romano en la Facultad de Jurisprudencia de la Universidad de Nápoles. Actualmente dirige tanto el Departamento de Historia del Derecho en la Universidad de Florencia como el Instituto Italiano de Ciencias Sociales. Entre sus publicaciones se cuentan “La storia spezzata. Roma Antica e Occidente moderno” (La historia despedazada. Roma antigua y Occidente moderno), Roma-Bari, 1996, cuarta edición 2002. “Italiani senza Italia” (Italianos sin Italia), Torino, 1999; “I conti del comunismo” (Las cuentas del comunismo), Torino 1999. Dirigió la “Storia di Roma” (Historia de Roma) publicada por Einaudi en cuatro volúmenes y siete tomos, entre 1988 y 1993. La primera edición del monumental ensayo Ius fue publicada en 2005.

Sensacional, una verdadera joya.
PP.

sábado, 12 de diciembre de 2009

JACQUES LE GOFF. "Una Edad Media en imágenes" (Paidós)

Este libro, síntesis inédita en la obra de Jacques Le Goff y fruto de más de cuarenta años de trato diario con el arte medieval y sus imágenes, se propone restituir el mundo visual de la Edad Media.
Representaciones del feudalismo (señores y campesinos), de la violencia de la guerra y de la muerte: estos fenómenos son bien conocidos, pero no expresan tanto, según él, la Edad Media esencial, profunda, como lo hacen los gestos, la sociedad humana frente a la sociedad divina y las imágenes del más allá.
Esta Edad Media en imágenes se le antoja más verdadera sobre todo porque incluye en la representación el aspecto imaginario y simbólico de la realidad, tan “verdadero” como el aspecto material y realista (especialmente en una sociedad que, como la medieval, vive a caballo de lo natural y lo sobrenatural). Estas dos lecturas se imponen entre las que el lector de este libro puede legítimamente adoptar.
Para Le Goff, la Edad Media fue un universo de combatientes, de trabajadores y de soñadores.

viernes, 11 de diciembre de 2009

RAÚL ZAFFARONI. "Clases peligrosas" (Página 12 /Psicología)

No se trata de que la psiquiatría y la medicina aportaran algo concreto al nazismo: todo lo contrario, el nazismo es expresión de una ciencia dogmatizada, de un positivismo pobre en argumentos pero eficaz a la hora de revolver las tripas de las multitudes. Los crímenes del nazismo no fueron más que culminación de la senda indicada por el positivismo, seguida hasta sus últimas consecuencias. La Revolución Industrial había llevado al poder a una clase de industriales, comerciantes y banqueros que se concentraron en las ciudades, junto a muchos más que llegaban a ellas en límites de subsistencia, generando situaciones de extrema tensión y violencia como resultado de la simultánea acumulación de riqueza y miseria en el reducido territorio geográfico. Se concentraban los que tenían mucho y los que tenían algo junto a quienes no tenían nada. Los últimos se volvían peligrosos. La policía aparece como institución indispensable para la defensa de los primeros.
Se comienza a hablar de “clases”: el término aparece vinculado a los carenciados de las ciudades, pero no por el lado de los revolucionarios, sino de los poseedores, que llamaron a esos carenciados “clases peligrosas”. En 1838, diez años antes del Manifiesto Comunista, el Instituto de Francia convocó a un concurso sobre las clases peligrosas. Lo ganó el comisario Frégier, que publicó su libro en Bruselas dos años más tarde (Des classes dangereuses de la population dans les grandes villes). Es un libro teóricamente pobre, porque la policía, aunque no tenía poder, no tenía discurso. Como el poder sin discurso no se mantiene mucho, los policías deben pedirlo, y quienes gustosos se prestan a aportarlo son los médicos, que desde el siglo XVI, con Wier reclamando a las brujas, miraban con codicia la cuestión penal. De este encuentro entre médicos y policías surge el mayor impulso del positivismo disciplinante en las ciudades.
Los médicos de locos –marginados por ocuparse de semejantes seres recluidos en infectos recintos– adquirieron prestigio social al pasar al papel de astros centrales en los grandes procesos. Los juristas, que primero les habían opuesto cierta resistencia (se disputaban las cabezas de los guillotinados en París), terminaron plegándose a su discurso. Pero la síntesis justificante de la hegemonía de los industriales, comerciantes y banqueros, y también del neocolonialismo, la llevó a cabo un ingeniero de ferrocarriles: Herbert Spencer. Todo evoluciona por catástrofes, planteó: triunfan los más fuertes y así se reproducen éstos y mejoran las razas, mientras sucumben los más débiles, cuya supervivencia haría que la raza involucionara y desapareciera. En esta línea trabajaron los antropólogos que legitimaron los genocidios neocolonialistas; entre éstos, uno de los más terribles fue, en la entrada del siglo XX, el de Leopoldo II de Bélgica en el Congo, que acabó con más de dos millones de seres humanos. Hoy tiene un museo y monumentos ecuestres en Bruselas.
Las clases peligrosas se asimilaron a los neocolonizados: eran salvajes regresivos que surgían por accidentes de la naturaleza entre las razas superiores: el loco moral de la psiquiatría inglesa; el delincuente nato de Cubi y Soler y, después, de Lombroso; el mestizo degenerado de Morel; los mestizajes que neutralizaban la raza superior de Gobineau.
La lógica era: hay que neutralizar a los inferiores para que no se reproduzcan y hagan desaparecer a los superiores; hay que impulsar el avance de los superiores y esterilizar a los inferiores. Galton le dio forma de ciencia con su “eugenesia”, pero se asombró –y asustó– cuando los norteamericanos la tomaron en serio y las sociedades de criadores de vacunos y caballos con veterinarios a la cabeza, y apoyados financieramente por fundaciones prestigiosas, comenzaron a aplicarla a los humanos; a partir de 1907, la convirtieron en ley. Se reprodujeron las leyes de esterilización y las prohibiciones de los matrimonios mixtos en los Estados Unidos, pese a que el pobre Galton declaraba que lo suyo eran hipótesis necesitadas de demostración. Miles de personas fueron esterilizadas: delincuentes, malformados, sordomudos, psicóticos, ciegos, toxicodependientes, débiles mentales, epilépticos. En Europa, países nórdicos y algún cantón suizo copiaron las leyes.
La eugenesia alemana estaba en pañales; los norteamericanos le transfirieron sus conocimientos científicos y financiaron sus primeros institutos. Los alemanes volvían muy contentos de sus viajes a los Estados Unidos y afirmaban que los negros estaban sobrerrepresentados en las prisiones norteamericanas porque el Estado les exigía un esfuerzo que no estaban en condiciones biológicas de realizar. En Mein Kampf se afirma que el único país que tiene una política poblacional racional son los Estados Unidos.
La consecuencia no podía hacerse esperar dentro de la propia Europa. Manipularon la ciencia médica para legitimar la explotación neocolonial y la sagrada ciencia –convertida en verdad dogmática– los llevó a que no pudieran discutir ni poner en duda su propio invento. Europa se enroscó dramáticamente en sus propias mentiras antropológicas. Las atrocidades cometidas en otras latitudes acabaron cometiéndose en su propio interior. Después de perder el respeto a la persona en sus colonizados, no podían tardar en perderlo entre ellos mismos. Los monstruos de esta razón son la creación de una gran mentira científica elaborada para explotar al resto del planeta en un festival de soberbia genocida.
Los cerebros de los niños asesinados, guardados durante sesenta años como material para la investigación, son el producto de la indiferencia y la irreflexión de sus ascendientes ante el extremo sufrimiento de otros pueblos del mundo y de la introyección de las mentiras de la ciencia que los legitimaba.
Alemania no fue potencia colonialista y tampoco lo fue el Imperio Austrohúngaro. A ambos se les negó la oportunidad de explotar en provecho propio a otros pueblos, pero asimilaron las mentiras de la ciencia colonialista y siguieron su lógica a la hora de conquistar poder: pero lo hicieron a expensas de los otros pueblos europeos y no contra los africanos, asiáticos o americanos. El nazismo no fue otra cosa que el neocolonialismo practicado dentro de Europa, conforme los principios de la misma ciencia colonialista. Debían someter a los pueblos inferiores, utilizar como mano de obra a quienes estaban en condiciones de servirles, eliminar a los que eran inservibles, y en el interior de su país también debían liberarse del riesgo de que los inferiores pudiesen reproducirse; ellos destinarían los esfuerzos a la reproducción de los más fuertes, se descargarían del lastre y del costo de mantener a los inútiles. Y, cuando la guerra exigió el máximo de esfuerzo, las razones económicas llevaron estos crímenes al paroxismo.
El psiquiatra alemán Ernst Kretschmer fue maestro del español Juan Antonio Vallejo Nágera, médico jefe de investigaciones psiquiátricas de los campos de concentración después de la masacre civil y dueño de la psiquiatría franquista hasta su muerte en 1960. Vallejo Nágera asumió las tesis lamarckianas: el ambiente hace y modifica al ser humano (curiosamente la misma tesis de la biología stalinista). En función de ella, no mataron a los niños en los campos de concentración franquistas, sino que los entregaron a familias sanas, es decir, católicas y, por supuesto, falangistas. Un puente que alguna vez será menester investigar permitió la llegada de este pensamiento hasta nuestras tierras.

Raúl Zaffaroni es Profesor en el Departamento de Derecho Penal y Criminología, Universidad de Buenos Aires. Miembro de la Corte Suprema de la Nación. El texto forma parte del prólogo a Psiquiatría y nazismo: historia de un encuentro.

jueves, 10 de diciembre de 2009

MARTIN HEIDEGGER. "La época de la imagen del mundo" (1938)

En la metafísica se lleva a cabo la meditación sobre la esencia de lo ente así como una decisión sobre la esencia de la verdad. La metafísica fundamenta una era, desde el momento en que, por medio de una determinada interpretación de lo ente y una determinada concepción de la verdad, le procura a ésta el fundamento de la forma de su esencia. Este fundamento domina por completo todos los fenómenos que caracterizan a dicha era y viceversa, quien sepa meditar puede reconocer en estos fenómenos el fundamento metafísico. La meditación consiste en el valor de convertir la verdad de nuestros propios principios y el espacio de nuestras propias metas en aquello que más precisa ser cuestionado (1).
Uno de los fenómenos esenciales de la Edad Moderna es su ciencia. La técnica mecanizada es otro fenómeno de idéntica importancia y rango. Pero no se debe caer en el error de considerar que esta última es una mera aplicación, en la práctica, de la moderna ciencia matemática de la naturaleza. La técnica mecanizada es, por sí misma, una transformación autónoma de la práctica, hasta el punto de que es ésta la que exige el uso de la ciencia matemática de la naturaleza. La técnica mecanizada sigue siendo hasta ahora el resultado más visible de la esencia de la técnica moderna, la cual es idéntica a la esencia de la metafísica moderna.
Un tercer fenómeno de igual rango en la época moderna es el proceso que introduce al arte en el horizonte de la estética. Esto significa que la obra de arte se convierte en objeto de la vivencia y, en consecuencia, el arte pasa por ser expresión de la vida del hombre.
Un cuarto fenómeno se manifiesta en el hecho de que el obrar humano se interpreta y realiza como cultura. Así pues, la cultura es la realización efectiva de los supremos valores por medio del cuidado de los bienes más elevados del hombre. La esencia de la cultura implica que, en su calidad de cuidado, ésta cuide a su vez de sí misma, convirtiéndose en una política cultural.
Un quinto fenómeno de la era moderna es la desdivinización o pérdida de dioses. Esta expresión no se refiere sólo a un mero dejar de lado a los dioses, es decir, al ateísmo más burdo. Por pérdida de dioses se entiende el doble proceso en virtud del que, por un lado, y desde el momento en que se pone el fundamento del mundo en lo infinito, lo incondicionado, lo absoluto, la imagen del mundo se cristianiza, y, por otro lado, el cristianismo transforma su cristianidad en una visión del mundo (la concepción cristiana del mundo), adaptándose de esta suerte a los tiempos modernos. La pérdida de dioses es el estado de indecisión respecto a dios y a los dioses. Es precisamente el cristianismo el que más parte ha tenido en este acontecimiento. Pero, lejos de excluir la religiosidad la pérdida de dioses es la responsable de que la relación con los dioses se transforme en una vivencia religiosa. Cuando esto ocurre es que los dioses han huido. El vacío resultante se colma por medio del análisis histórico y psicológico del mito.
¿Qué concepción de lo ente y qué interpretación de la verdad subyace a estos fenómenos?
Restringiremos la pregunta al primer fenómeno citado, esto es, a la ciencia.
¿En qué consiste la esencia de la ciencia moderna?

(Para descargar el texto completo, hacé clic aquí)

miércoles, 9 de diciembre de 2009

PATRICIA NUÑEZ- "Estructura cultural de la familia humana"

He recibido desde la ciudad de San Miguel de Tucumán una colaboración de Patricia Nuñez, analista que comparte con los lectores del blog su trabajo titulado "Estructura cultural de la familia humana", una sinopsis o guía de lectura del escrito de Jacques Lacan conocido como "La familia".
Agradezco la colaboración a Patricia y espero que la misma resulte de utilidad para los visitantes del blog.
Podés descargar el texto, haciendo clic aquí.

lunes, 7 de diciembre de 2009

Entrevista a Judith Miller. "El psicoanálisis ha aprendido" (ADN-cultura, diario la Nación, sábado 5 de diciembre de 2009)

Judith Miller, hija de Jacques Lacan, se doctoró en Filosofía en la Sorbona en los años 70. No es psicoanalista pero su vida gira en torno al psicoanálisis. Está casada con Jacques-Alain Miller, presidente de la Asociación Mundial de Psicoanálisis, y desde 1981 preside la Fundación del Campo Freudiano, institución creada por su padre en 1979 para la difusión del psicoanálisis en el mundo.
Judith Miller estuvo la semana pasada en Buenos Aires con motivo del IV Encuentro Americano del Campo Freudiano; además, en la Facultad de Psicología de la UBA, dio la conferencia "Freud, Lacan y la Universidad", a la que asistieron 600 personas. En diálogo con adncultura contó que pasa mucho tiempo en su casa, trabajando en la computadora o contestando e-mails de colegas. Tiene cuatro nietos y disfruta mucho estar con ellos, hacer lo que ellos quieren, "pero con reservas -aclara- porque a veces tengo sorpresas". Los nietos le permiten salir de sus costumbres, la ponen en contacto directo con cuestiones de la época actual, como los nuevos modelos familiares, la instruyen en los usos de la tecnología. A su vez, ella intenta transmitirles algo de su experiencia, de su "sabiduría de abuela". Se define como una mujer "trabajadora" y se alegra de haber encontrado en cada etapa de su vida algo que hacer, en lo que se sintiera comprometida. "Tengo la suerte de no conocer el aburrimiento", dice. Durante Mayo del 68 era una de las profesoras más comprometidas en la universidad y no se avergüenza de eso. "Por supuesto tuve ilusiones, pero sin ilusiones es difícil vivir algunas veces", confiesa.

-¿Qué cambió en el psicoanálisis actual respecto del que había planteado Freud?

-El psicoanálisis ha aprendido de la historia del movimiento analítico que el inconsciente tiene recursos y que la gente cambia con el movimiento de la cultura. En los países donde el psicoanálisis existe desde hace un siglo no vemos las mismas histerias que vio Freud. La histérica es histórica [se ríe], es Lacan quien dice eso. El psicoanálisis hoy tiene que prever enfrentarse a una nueva clínica, y los analistas tratan de actualizar esta clínica todos los días. Si bien la experiencia y la reflexión sobre la clínica son valiosas, no existe la posibilidad para los analistas de considerar que ellos tienen todo el saber clínico: aprenden cada día, de cada caso. Eso es así desde la época de Freud. Él decía que cada caso, tiene que ser escuchado como el primero. Eso es parte de la formación propia de los analistas y lo decimos de una manera un poco socrática: "Hay que saber no saber". Pero para eso, cada analista tiene que tener mucho saber: principalmente a partir de su propio análisis y de su experiencia como practicante.

-Los detractores del psicoanálisis sostienen que lo que pudo haber sido una teoría innovadora en los albores del siglo XX ya está perimido. ¿En qué se ha renovado el psicoanálisis?

-Hay una clínica nueva con conceptos surgidos a partir de la experiencia de Lacan y la obra de Freud. En el marco del Campo Freudiano hay un estudio muy cuidadoso de lo que se llama "la última enseñanza de Lacan". Algunos de los nuevos síntomas encuentran su explicación en esa enseñanza, por ejemplo, lo que se llama "la nueva anorexia". Los analistas no son los únicos que están en contacto con estos nuevos síntomas. Hay leyes muy recientes en Francia dirigidas a impedir la publicidad que conduce a la anorexia, porque hay un empuje comercial que invita a no comer para tener la imagen de moda. No es que todas las mujeres sean sensibles a eso, pero la anorexia promovida por la publicidad es un ejemplo de algunos de los problemas que se presentan hoy en la clínica.

-¿Los analistas están de acuerdo con esas leyes?

-Los analistas no tienen que opinar sobre las leyes, lo que digo es que estos nuevos síntomas no conciernen sólo a los analistas. En primer lugar conciernen a los que tienen estos nuevos síntomas y que sufren hasta la muerte. Pero conciernen también al campo jurídico, al campo médico.

-En el imaginario social se presupone que un tratamiento con un psicoanalista dura muchísimos años y que necesariamente hay que hablar de la infancia...

-Hay que distinguir entre el análisis que forma a un profesional y el efecto terapéutico que puede tener un tratamiento psicoanalítico para alguien que consulta pidiendo alivio para su sufrimiento. La experiencia que forma a un analista demanda mucho tiempo. Eso no se puede, creo, reducir. Entiendo que la formación de una profesión imposible como la de psicoanalista [Freud hablaba de tres profesiones imposibles: gobernar, educar, psicoanalizar, N. de R.] toma el tiempo que sea necesario. En cambio, muchas veces una pequeña intervención analítica es suficiente para modificar muchas cosas en la vida de alguien.

-¿De qué modo se aplica el psicoanálisis a la terapéutica en la cultura contemporánea?

-Hay nuevas iniciativas por parte de los analistas lacanianos. En lo que llamamos Centros Psicoanalíticos de Consulta y Tratamiento (CPCT) se lleva a cabo un trabajo analítico, ya que el psicoanálisis es lo que hace un analista, más allá de la duración del tratamiento. Trabajan allí analistas muy bien formados, con un saber clínico para mí extraordinario y eso les permite ubicar en la consulta el punto a partir del cual alguien puede ponerse a trabajar para cambiar su sufrimiento. Hay CPCT en varios lugares del mundo: en Europa, en Brasil. Aquí en la Argentina, PAUSA (Psicoanálisis Aplicado a las Urgencias Subjetivas de la Actualidad) es un centro orientado a la comunidad con un modo de aplicar el psicoanálisis similar al de los CPCT. En París son más de tres mil las personas que han experimentado un cambio en su vida a partir de la consulta en el CPCT.

-¿Más de tres mil?

-No somos especialistas en cifras, pero creo que hay más de 1000 pedidos de tratamiento cada año. El estilo de trabajo que plantea el CPCT es corto en el tiempo, sin pago de dinero, gratuito... Aunque pienso que, en realidad, no es gratuito: hay un pago personal que se hace. No es fácil hablar de uno mismo a alguien que te escucha de una manera que te responsabiliza. Los que consultan tienen que pagar eso. A los adolescentes les parece muy importante saber que el tratamiento no dura mucho tiempo. El CPCT les propone una apuesta: vamos a trabajar 6 meses, no más, quizás menos, y vamos a ver qué logramos encontrar juntos. En la práctica con niños algunas veces la intervención del analista es mínima y produce efectos muy importantes. Eso hace que algunos padres digan "¡Es un milagro!", ya que han buscado un método para salvar al hijo de la emergencia de la tristeza o de la hiperactividad, han buscado muchas cosas para ayudarlo. Cuando por fin un niño encuentra un analista, no es un milagro pero es impactante. El analista puede explicar en cada caso de qué se trata ese milagro entre comillas. No hay milagro. El trabajo de los CPCT no es más que un ejemplo de iniciativa institucional. A mis ojos no hay que restringir el psicoanálisis aplicado a la última novedad de los lacanianos. Hay muchas instituciones creadas por colegas que son interesantes.

-En relación con esto, es importante recordar que en la Argentina hay tratamiento gratuito por psicoanalistas en los hospitales. Ahora bien, ¿y en los casos en que se hace necesaria la internación?

-Por supuesto, el psicoanálisis, con su preocupación por el caso por caso, debe también ser aplicado en instituciones donde el tratamiento toma mucho tiempo. La institución es un abrigo para los que no pueden sostener su vida afuera. Ahora hay pocas de lo que llamamos buenas instituciones, instituciones que alojen a la gente de tal manera que no sea destruida por los métodos institucionales. Esas instituciones sin duda piden la paz: no ser demasiado molestadas por los pacientes, evitar crisis, evitar... todo. Los remedios se pueden distribuir de una manera ciega, sin cuidar el caso singular de éste, ése y aquél otro. En ese caso, es el anonimato total. Me parece que pretender curar de una manera anónima es elegir un método que no se puede aceptar. Es verdad que los medicamentos permiten reducir el número de personas que viven en instituciones, pero también hay necesidad de acoger a una persona que sufre, que está muy mal, y así evitar pasajes al acto, suicidios y cosas así. A veces esto toma un tiempo muy corto, otras veces más largo.

-Tengo entendido que el psicoanálisis se está intentando poner a la altura de problemáticas sociales, como la violencia, la discriminación, la segregación.

-Los analistas, más que de violencia, hablan de agresividad. Estoy un poco implicada en esto. En Bulgaria por ejemplo, donde como en todos los países hay violencia, una violencia fuerte, hemos explicado por qué no vamos a hablar de violencia sino de agresividad por parte de los jóvenes. Hay que tomar en cuenta la edad, el momento de cada uno, y ubicar esta manera de expresarse sin palabras, pero con actos. Esto justifica más hablar de agresividad que de violencia.

-¿Qué tiene la violencia que no tenga la agresividad?

-La violencia masifica el abordaje del problema de la juventud. Pienso que es más difícil decir que la agresividad es algo colectivo. La agresividad es un concepto analítico; la violencia, no. Digo eso porque los trabajadores sociales de las instituciones donde hemos tenido que hablar de la violencia rechazando el término han entendido muy bien por qué. Es importante para la práctica de ellos, porque el concepto de agresividad implica el reconocimiento de una vida subjetiva, y no únicamente un movimiento anónimo que molesta a la sociedad. Eso permite tomar en cuenta la singularidad de los actos de cada uno.

-¿Y qué piensan los psicoanalistas de la agresividad que se da hoy en los adolescentes?

-No soy analista, pero creo que hoy, por diversas razones, falta a los adolescentes lo que llamamos la "deuda simbólica". La respuesta de los adolescentes es ponerse en una situación donde se marca esa falta. ¿Por qué la ausencia de deuda simbólica? Porque hay una declinación del Nombre del Padre y eso produce efectos. No vamos a cultivar la nostalgia del padre anterior, el padre es el padre de hoy.

-Quizás, lo que se manifiesta en la sociedad como la caída de los ideales y de las instituciones es lo que los analistas llaman la declinación del Nombre del Padre. [El Nombre del Padre es lo que permite incorporar el valor de la figura paterna y de la ley, y a la vez, posibilita y regula el lazo con los otros N. de R.]. ¿Cómo puede orientarse el psicoanálisis en un momento de crisis de referentes?

-No vamos a restituir los ideales de una sociedad que justamente los rechaza. El trabajo de los analistas no es retornar a un pasado que está pasado.

-¿De qué modo el psicoanálisis alivia el sufrimiento de la gente en la época actual?

-Las iniciativas que las escuelas de psicoanálisis han tomado son maneras de responder a la búsqueda de hoy. Son respuestas diversas: institucionales, en la práctica privada y también hacia el público, para decir que los remedios pasan por una prudencia en relación con las propuestas de la sociedad de consumo. El psicoanálisis es un espacio que no lucha contra la sociedad de consumo, pero que tiene los medios para curar a los que sufren demasiado a causa de esta sociedad, donde la segregación es evidente: la riqueza mundial pertenece a menos de un uno por ciento de la población. En Brasil, hay analistas que han empezado a trabajar en las favelas. No hay remedio que esté en una receta. En cada lugar es diferente. Porque un grupito de jóvenes se dirige a un grupo de analistas por tal o cual razón, en tal o cual momento, podemos ayudar un poco a que puedan responder a lo que les pasa de una manera que no sea agresiva. Hay recursos, cada uno tiene recursos, quizás hay que poner de relieve precisamente recursos distintos a los que son mortíferos para ellos mismos y los otros.

-En lo social muchas veces hay un efecto sobre lo subjetivo, sobre cada sujeto, la sensación de ser un residuo, una parte prescindible, un desecho. Por ejemplo, en la precariedad laboral: hoy tengo este trabajo, mañana me descartan, no sé qué va a ser de mí...

-La experiencia de las favelas, en la que participé dos días el año pasado, me dio la posibilidad de conocer a un joven que hablaba de su vida allí. Él dijo: "Estoy como una rata en un laberinto, en mi propia ciudad". Y a mí me llegó mucho, me tocó mucho. Porque cada uno de nosotros está como una rata en el laberinto. ¿Quién puede decir: "Tendré trabajo mañana"? Casi nadie. La precariedad es una amenaza general, es la ley del mercado. Estamos tomados todos, cada uno a su manera, por esta ley que no es el Nombre del Padre sino la ley del objeto de consumo, una ley caprichosa, que ignora completamente al ser humano, que privilegia la economía y, necesariamente, produce esa sensación de ser un residuo humano. Pero la ley, ¿qué es en ese caso? No hay ciencia económica, hay que decirlo, nada está previsto por los economistas, ellos encuentran situaciones sin poder preverlas. La ciencia prevé las cosas, la económica no es una ciencia exacta y el modelo económico funciona sin ley. Pienso que verdaderamente la desubicación que implica la precariedad toca a todos.

-Hoy en día, hay propuestas de organizaciones no gubernamentales y del Estado que, para crear redes con poblaciones en riesgo, con chicos y adolescentes de sectores marginados, apuestan a incentivar la creatividad, el desarrollo de un proyecto artístico: musical, de danza, de fotografía. ¿Sería ésa una orientación posible para la sociedad en general?

-No es la tarea del psicoanálisis el dar recetas... El psicoanálisis permite, a aquellos que tienen la suerte de encontrar un psicoanalista, una manera de encontrar lo que un colega de España ha llamado "un plus de vida", otra manera de vivir, con sus dificultades, por supuesto. No vamos a proponer tampoco sublimaciones diversas, la creatividad de cada uno, como salida. Pienso que la posibilidad de encontrar algunos puntos de referencia permite a cada uno ubicarse de una manera tal que el goce mortífero esté un poco más acotado.
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Por Verónica Rubens y Rojo Para LA NACION - Buenos Aires, 2009

sábado, 5 de diciembre de 2009

JORGE LUIS BORGES. "La rosa de Paracelso"



En su taller, que abarcaba las dos habitaciones del sótano, Paracelso pidió a su Dios, a su indeterminado Dios, a cualquier Dios, que le enviara un discípulo.
Atardecía. El escaso fuego de la chimenea arrojaba sombras irregulares. Levantarse para encender la lámpara de hierro era demasiado trabajo. Paracelso, distraído por la fatiga, olvidó su plegaria. La noche había borrado los polvorientos alambiques y el atanor cuando golpearon la puerta. El hombre, soñoliento, se levantó, ascendió la breve escalera de caracol y abrió una de sus hojas. Entró un desconocido. También estaba muy cansado. Paracelso le indicó un banco; el otro se sentó y esperó. Durante un tiempo no cambiaron una palabra.
El maestro fue el primero que habló.
-Recuerdo caras del Occidente y caras del Oriente -dijo no sin cierta pompa-. No recuerdo la tuya. ¿Quién eres y qué deseas de mí?
-Mi nombre es lo de menos -replicó el otro-. Tres días y tres noches he caminado para entrar en tu casa. Quiero ser tu discípulo. Te traigo todos mis haberes.
Sacó un talego y lo volcó sobre la mesa. Las monedas eran muchas y de oro. Lo hizo con la mano derecha. Paracelso le había dado la espalda para encender la lámpara. Cuando se dio vuelta advirtió que la mano izquierda sostenía una rosa. La rosa lo inquietó.
Se recostó, juntó la punta de los dedos y dijo:
-Me crees capaz de elaborar la piedra que trueca todos los elementos en oro y me ofreces oro. No es oro lo que busco, y si el oro te importa, no serás nunca mi discípulo.
-El oro no me importa -respondió el otro-. Estas monedas no son más que una prueba de mi voluntad de trabajo. Quiero que me enseñes el Arte. Quiero recorrer a tu lado el camino que conduce a la Piedra.
Paracelso dijo con lentitud:
-El camino es la Piedra. El punto de partida es la Piedra. Si no entiendes estas palabras, no has empezado aún a entender. Cada paso que darás es la meta.
El otro lo miró con recelo. Dijo con voz distinta:
-Pero, ¿hay una meta?
Paracelso se rió.
-Mis detractores, que no son menos numerosos que estúpidos, dicen que no y me llaman un impostor. No les doy la razón, pero no es imposible que sea un iluso. Sé que «hay» un Camino.
Hubo un silencio, y dijo el otro:
-Estoy listo a recorrerlo contigo, aunque debamos caminar muchos años. Déjame cruzar el desierto. Déjame divisar siquiera de lejos la tierra prometida, aunque los astros no me dejen pisarla. Quiero una prueba antes de emprender el camino.
-¿Cuándo? -dijo con inquietud Paracelso.
-Ahora mismo- dijo con brusca decisión el discípulo.
Habían empezado hablando en latín; ahora en alemán.
El muchacho elevó en el aire la rosa.
-Es fama -dijo- que puedes quemar una rosa y hacerla resurgir de la ceniza, por obra de tu arte. Déjame ser testigo de ese prodigio. Eso te pido, y te daré después mi vida entera.
-Eres muy crédulo -dijo el maestro-. No he menester de la credulidad; exijo la fe.
El otro insistió.
-Precisamente porque no soy crédulo quiero ver con mis ojos la aniquilación y la resurrección de la rosa.
Paracelso la había tomado, y al hablar jugaba con ella.
-Eres crédulo -dijo-. ¿Dices que soy capaz de destruirla?
-Nadie es incapaz de destruirla- dijo el discípulo.
-Estás equivocado. ¿Crees, por ventura, que algo puede ser devuelto a la nada? ¿Crees que el primer Adán en el Paraíso pudo haber destruido una sola flor o una brizna de hierba?
-No estamos en el Paraíso -dijo tercamente el muchacho-; aquí, bajo la luna, todo es mortal.
Paracelso se había puesto en pie.
-¿En qué otro sitio estamos? ¿Crees que la divinidad puede crear un sitio que no sea el Paraíso? ¿Crees que la Caída es otra cosa que ignorar que estamos en el Paraíso?
-Una rosa puede quemarse -dijo con desafío el discípulo.
-Aún queda fuego en la chimenea -dijo Paracelso-. Si arrojaras esta rosa a las brasas, creerías que ha sido consumida y que la ceniza es verdadera. Te digo que la rosa es eterna y que sólo su apariencia puede cambiar. Me bastaría una palabra para que la vieras de nuevo.
-¿Una palabra? -dijo con extrañeza el discípulo-. El atanor está apagado y están llenos de polvo los alambiques. ¿Qué harías para que resurgiera?
Paracelso le miró con tristeza.
-El atanor está apagado -repitió- y están llenos de polvo los alambiques. En este tramo de mi larga jornada uso de otros instrumentos.
-No me atrevo a preguntar cuáles son -dijo el otro con astucia o con humildad.
-Hablo del que usó la divinidad para crear los cielos y la tierra y el invisible Paraíso en que estamos y que el pecado original nos oculta. Hablo de la Palabra que nos enseña la ciencia de la Cábala.
El discípulo dijo con frialdad:
-Te pido la merced de mostrarme la desaparición y aparición de la rosa. No me importa que operes con alquitaras o con el Verbo.
Paracelso reflexionó. Al cabo dijo:
-Si yo lo hiciera, dirías que se trata de una apariencia impuesta por la magia de tus ojos. El prodigio no te daría la fe que buscas. Deja, pues, la rosa.
El joven lo miró, siempre receloso. El maestro alzó la voz y le dijo:
-Además, ¿quién eres tú para entrar en la casa de un maestro y exigirle un prodigio? ¿Qué has hecho para merecer semejante don?
El otro replicó tembloroso:
-Ya sé que no he hecho nada. Te pido en nombre de los muchos años que estudiaré a tu sombra que me dejes ver la ceniza y después la rosa. No te pediré nada más. Creeré en el testimonio de mis ojos.
Tomó con brusquedad la rosa encarnada que Paracelso había dejado sobre el pupitre y la arrojó a las llamas. El color se perdió y sólo quedó un poco de ceniza.
Durante un instante infinito esperó las palabras y el milagro.
Paracelso no se había inmutado. Dijo con curiosa llaneza:
-Todos los médicos y todos los boticarios de Basilea afirman que soy un embaucador. Quizá están en lo cierto. Ahí está la ceniza que fue la rosa y que no lo será.
El muchacho sintió vergüenza. Paracelso era un charlatán o un mero visionario y él, un intruso, había franqueado su puerta y lo obligaba ahora a confesar que sus famosas artes mágicas eran vanas.
Se arrodilló, y le dijo:
-He obrado imperdonablemente. Me ha faltado la fe, que el Señor exigía de los creyentes. Deja que siga viendo la ceniza. Volveré cuando sea más fuerte y seré tu discípulo y al cabo del Camino veré la rosa.
Hablaba con genuina pasión, pero esa pasión era la piedad que le inspiraba el viejo maestro, tan venerado, tan agredido, tan insigne y por ende tan hueco. ¿Quién era él, Johannes Grisebach, para descubrir con mano sacrílega que detrás de la máscara no había nadie?
Dejarle las monedas de oro sería una limosna. Las retomó al salir. Paracelso lo acompañó hasta el pie de la escalera y le dijo que en esa casa siempre sería bienvenido. Ambos sabían que no volverían a verse.
Paracelso se quedó solo. Antes de apagar la lámpara y de sentarse en el fatigado sillón, volcó el tenue puñado de ceniza en la mano cóncava y dijo una palabra en voz baja. La rosa resurgió.

(del libro "La memoria de Shakespeare")

viernes, 4 de diciembre de 2009

JACQUES LACAN. "Breve discurso a los psiquiatras" (1967)


Petit discours de Jacques Lacan aux psychiatres. En el Cercle Psychiatrique H. Ey, Sainte Anne, el 10 de Noviembre de 1967, en la excelente traducción de Ricardo Rodríguez Ponte.
Para descargar el texto, hacé clic aquí.

miércoles, 2 de diciembre de 2009

martes, 1 de diciembre de 2009

ANTICIPO. Marcel Mauss "Ensayo sobre el don" (Katz, 2009)

La primera edición del 'Ensayo sobre el don' de Marcel Mauss, publicada en 1925, no provocó grandes comentarios ni atrajo sobre sí rápidamente la mirada de sus contemporáneos. Por el contrario, debieron transcurrir largos años hasta que en 1933 Georges Bataille prestara particular interés a la obra, cuya recepción no fue favorecida por la sociología sino por la helenística (Louis Gernet), la lingüística (Émile Benveniste) y, finalmente, la antropología, de la mano de Claude Lévi-Strauss. En efecto, fue la introducción que éste preparó en 1950 para un volumen de Marcel Mauss que incluía el 'Ensayo...' lo que propició que la obra comenzara a ser reconocida como una de las más importantes contribuciones a las ciencias del hombre, y que influyera en figuras como Sahlins, Evans-Pritchard, Polanyi, Godelier, Bourdieu y Merleau-Ponty, entre tantos otros. Obra que es un inagotable tesoro para el diálogo entre disciplinas -de la sociología a la antropología, de la historia a la etnología, de la psicología a la arqueología-, el 'Ensayo' es hoy, quizá más que nunca, un libro fundamental: no otro podía ser el destino de esta pequeña obra maestra que, por primera vez, propuso una concepción del rito que deja de lado las consideraciones religiosas, que hace del "don a dios" un caso particular del don en general, y del don entre los humanos una condensación de rito social.La versión que aquí se presenta es una nueva traducción, cuya edición ha estado al cuidado de Fernando Giobellina Brumana, de la Universidad de Cádiz, autor también del detallado estudio preliminar.

Marcel Mauss nació en Épinal, Francia, 1872 y falleció en París, Francia, en 1950.
Sobrino de Émile Durkheim, de quien fue también discípulo, Mauss obtuvo un primer título en filosofía en 1895, antes de orientarse rápidamente a la sociología de las religiones, prosiguiendo sus estudios en la École Pratique des Hautes Études, de la que será más tarde responsable de la enseñanza de la "Historia de las relaciones de los pueblos no civilizados". En 1901 se une al equipo de 'L’Année Sociologique', revista bienal creada por Durkheim. Tras la muerte de este último en 1917, se ocupará del trabajo de edición póstuma de sus obras. En 1925, junto con Lucien Lévy-Bruhl y Paul Rivet, fundó el Instituto de Etnología de París. Militante socialista durante toda su vida, Marcel Mauss es sumamente conocido por haber formulado algunas grandes teorías, entre las cuales merece destacar la del 'don y el contra-don', de la que se ocupa esta obra, y la noción de 'hecho social total', que sólo puede ser considerado así en la medida en que implique dimensiones económicas, religiosas y jurídicas. Son célebres también sus estudios sobre las técnicas del cuerpo, la religión y la magia.

(el libro aparecerá en diciembre de 2009)

lunes, 30 de noviembre de 2009

ROLAND BARTHES. "Diario de duelo" (Siglo XXI, 2009)

Desde el 26 de octubre de 1977 -al día siguiente de la muerte de su madre- hasta el 15 de septiembre de 1979, Roland Barthes llevó un diario de duelo, 330 fichas, marcadas por el dolor y el estilo único de Barthes. Uno de los libros más esperados de los últimos tiempos, inédito hasta ahora en castellano.

18 de agosto de 1978
En el lugar de la recámara donde estuvo enferma, donde murió y donde ahora vivo, en el muro contra el cual la cabecera de su cama se apoyaba, he puesto un icono –no por fe- y ahí pongo siempre flores sobre una mesa. Llego a no querer viajar más para poder estar ahí, para que las flores que están ahí nunca se marchiten.

sábado, 28 de noviembre de 2009

Jean Louis Sous. LOS PEQUEÑOS MATEMAS DE LACAN. SIETE ESTUDIOS SERIALES DE PSICOANALISIS (Ediciones LECOL-Letra Viva, 2009)

¿Qué estatuto dar a los dibujos, a las fórmulas, a los grafos, a las superficies y a los nudos que se encuentran en toda la obra de Lacan? Ciertas "escrituras" lacanianas parecen haber envejecido o más precisamente, pasado de moda, como si se hubieran vuelto anticuadas por estar demasiado adheridas a la época de su producción. Son formalizaciones que, por otra parte, suelen aparecérsenos como algo precarias.Sin embargo, antes de salir a defenderlas remitiéndolas urgentemente a lo Universal, antes de gritar ¡herejía! desde el dogma conceptual, hay que poder decir qué son estas escrituras cuyo valor viene siendo cuestionado. Por eso se impone, como tarea primera, llevar adelante un estudio localizado de sus ocurrencias y de las circunstancias en que aparecieron, situando los registros de problematización a los que responden los periodos de formalización de Lacan. Sólo después se podrá decir si debemos mantenerlas o no.Es por tanto que el autor nos propone, a título -como suele decirse- de requisito epistemológico, que lo sigamos por esos senderos de lectura, recuperando para la memoria cada texto, trazando el devenir "biográfico" de las "escrituras" lacanianas. Atenerse a tales requisitos le supuso practicar la declinación de sus paradigmas, detenerse en las versiones de composición y descomposición, en los límites y bordes de los empleos, llevar adelante un método serio -en el sentido de que toca lo serial-, una práctica que hace oír las variaciones de estos matemas, si es que así podemos llamarlos.

miércoles, 25 de noviembre de 2009

FRANÇOIS DOSSE. "Gilles Deleuze y Félix Guattari. Biografía cruzada" (FCE, 2009)

illes Deleuze y Félix Guattari fueron figuras centrales de la vida intelectual francesa en la segunda mitad del siglo XX; sus vidas y su obra común constituyen un emblema de ese momento de efervescencia política e intelectual, anterior y posterior a Mayo de 1968. Ambos se encuentran en 1969 e inician un trabajo conjunto, una amistad cómplice, una aventura intelectual sin precedentes. Desde El anti-Edipo a ¿Qué es la filosofía?, pasando por Mil mesetas, produjeron una obra excepcional, escrita a cuatro manos, en un estilo vivo y vehemente, con una enorme diversidad de referencias e invención conceptual, puesta al servicio de un combate común contra el psicoanálisis y el capitalismo.En esta biografía cruzada, François Dosse busca despejar el enigma que todavía suscita la obra de ambos pensadores: "¿Quién escribió? ¿El uno o el otro? ¿El uno y el otro? ¿Cómo pudo desplegarse una construcción intelectual común de 1969 a 1991, más allá de dos sensibilidades tan diferentes y de dos estilos tan contrapuestos? ¿Cómo pudieron estar tan juntos sin renunciar nunca a una distancia manifestada en el recíproco tratamiento de 'usted'? ¿Cómo trazar esta aventura única por su fuerza propulsora y por su capacidad de hacer surgir una suerte de 'tercer hombre', fruto de la unión de ambos autores?"A través de una extensa investigación, de entrevistas y de la indagación en archivos inéditos, François Dosse muestra la lógica de un trabajo que reunió teoría y experimentación, creación de conceptos, pensamiento crítico y práctica social. Explora los misterios de una colaboración única, una aventura común en la cual Gilles Deleuze y Félix Guattari supieron preservar su identidad y hacer un recorrido singular que condujo a la creación de una obra original y provocadora.

martes, 24 de noviembre de 2009

PIERRE BRUNO. "Al margen. Sobre la debilidad mental" (1986)

A continuación, el clásico texto de Pierre Bruno acerca de la Debilidad Mental, cuyo título original es "À côté de la plaque. Sur la débilité mental", publicado en Ornicar?, revue du Champ freudien, nº 37, avril-juin 1986, pp. 38-65. La versión española es de Mariam Martín Ramos y está tomada de la revista PLIEGOS 1, de enero de 1996.
Para descargar el texto, hacé clic aquí.

lunes, 23 de noviembre de 2009

sábado, 21 de noviembre de 2009

JEAN-CLAUDE MALEVAL. L'autiste et sa voix" (Seuil, Paris, 2009)


Loin d’être muets, les autistes porteraient au contraire un intérêt très particulier à la voix, au point de craindre de faire servir la leur à l’échange. S’opposant aux explications génétiques et à leurs méthodes (ré-)éducatives, cette lecture originale défend une thérapie respectueuse des sujets.Bien que l’on se soit longtemps représenté l’enfant autiste comme un être muet se bouchant les oreilles, les cliniciens ont constaté que la voix constitue un objet pulsionnel auquel il porte une attention particulière : beaucoup d’autistes s’interrogent sur le mystère de la parole en plaçant la main sur la gorge de leur interlocuteur, certains cherchent à faire parler des objets à leur place, la plupart témoignent d’un intérêt marqué pour la musique et les chansons. S’ils tiennent leur voix en réserve, soit par le mutisme, soit par l’effacement de l’énonciation, c’est en raison de la crainte d’avoir le sentiment d’être vides s’ils la faisaient servir à l’appel. Cette non-cession de la jouissance vocale a pour conséquence des manières spécifiques de composer avec le langage, allant d’une langue de signes désaffectivée, mais propre à l’échange, à des langues privées servant peu à la communication. Quelques remarquables témoignages d’autistes de haut niveau permettent maintenant de mieux s’orienter dans la clinique classique de l’autisme telle qu’elle fut dégagée par Kanner. Leurs expériences attestent que les méthodes qui les aident le mieux sont celles qui ne sacrifient pas l’individualité et la liberté du sujet, mais savent prendre appui sur ses inventions et ses îlots de compétence.

viernes, 20 de noviembre de 2009

JUAN CARLOS VOLNOVICH. "Niño exiliado" (Página 12/Psicología/19 de noviembre)

El espacio del síntoma, en el análisis de niños, es también escenario de una historia social que impone su presencia y torna estéril cualquier intento por silenciarla. Nuestros niños son nuestra historia. Cada generación se apropia de la historia al advenir a ella y encarna los mitos de las que la preceden. Nuestros niños, como historia nuestra, son testigos-testimonio de un proyecto genocida, de una empresa de exterminio y, en cada síntoma, en el más banal de los síntomas del menos neurótico de nuestros niños, habla el espanto y la tragedia que amenaza repetirse a cada paso. Nuestros niños y nosotros, en el más aséptico análisis individual, estamos marcados por los mismos horrores.
Me referiré a Andrés, un pibe que analicé cuando regresé del exilio, allí por 1985. Tengo presente su mirada celeste, tierna, escrutando mi lugar y mi persona. Frente a mí está ese pibe rubio de nueve años, obediente, educadito. Está turbado. Cuando nuestras miradas se entrecruzan, se ruboriza; con su inhibición y su vacilación me va dejando entrever que no está cómodo, que no sabe qué hacer. Pasa así un largo rato y la impaciencia –la suya, la mía– aumenta. Entonces, ¿qué vamos a hacer si ni él sabe decir ni yo preguntar?
Andrés tenía poco menos de dos años cuando lo encontraron acurrucado en la bañera, vestido. La puerta del departamento estallada, los estragos de la violencia militar por doquier y, desde entonces, la ausencia definitiva de los padres. Una vecina lo recogió y luego lo cuidaron compañeros de militancia de los padres y familiares; pocos meses después, su abuela lo recibió, cuando aún no había aprendido a hablar, en lo que llegó a ser un confortable exilio parisino. De allí regresó a los nueve años, en marzo de 1985, y aquí nos encontramos. Vivía entonces solo con su mamá (su abuela) y su único síntoma: una otitis crónica con perforación del tímpano, por lo que “hay que cuidarlo mucho y no dejarlo salir” en invierno “por el frío, ¿sabe?”. En verano no puede ir a la pileta por aquello de meter la cabeza en el agua.
Extraña París, claro; se conmueve –y me conmueve– cuando habla de su perrito francés que no pudo traer.
–Si perdí a mi perrito, entonces, es que siempre voy a perder las cosas que quiero.
En nuestro segundo encuentro vacila, pero finalmente se decide:
–Te voy a hacer un dibujo –dice.
Es un hombre con la camiseta del seleccionado argentino, en medio de un camino absolutamente desolado.
–En París tengo un amigo. Federico se llama. Federico también es exiliado, pero él se quedó allí. El perrito está con Federico.
El “exiliado” resonó con la intensidad de un escalofrío. Funcionó como clave y contraseña. Entonces, me dispara un:
–Vos también estuviste exiliado, ¿no?
Entonces, el turbado soy yo, que no sé cómo hablar ni cómo callar. Pienso que llevo más de veinte años de oficio. Podría haber aprendido a ser más eficaz, me digo. Siento la misma precariedad de un novato; o peor. Y para colmo, allí está él, que me asedia con su mirada cándida y su palabra. Sé que ahora lo escribo como antes respondí en silencio. No obstante, para mi asombro, “exiliado” funcionaba.
Funcionó como clave articulante entre el perrito y Federico, ausentes, y yo, un desconocido presente a encontrar. Sólo que ese encuentro no estaba fundado en la competencia de mi práctica psicoanalítica –testimonio de un saber–, sino que partía de un equívoco de creencias: Andrés pensaba que podía confiar en mí, que yo podía entenderlo, más que como psicoanalista, como exiliado. Y yo pensaba que no era mi saber competente sino la incomodidad de mi silencio la que había habilitado el lugar para que sus dibujos y sus palabras comenzaran a fluir. Y fluyeron. Llegaron las sesiones, los juegos, los dibujos, las asociaciones y los sueños.
Si contenido hubo en las sesiones, eso que solemos llamar “material”, porque lo produce el paciente; si intervenciones hubo, eso que solemos llamar “interpretaciones”, porque las dice un analista, versaron sobre cómo la pérdida y el dolor llevan a sentimientos de vergüenza. Y la vergüenza es una dificultad muy grande. La vergüenza es difícil de decir y es difícil de callar. Pues bien, con esa vergüenza, con esa dificultad, estábamos.
A partir de aquí, Andrés se volvió animoso, como la democracia del ’85, y empezó a coleccionar calcomanías. Le parecieron lógicas –ya que su papá desaparecido se llamaba Ricardo– aquellas con la banderita argentina como fondo de “R.A.”.
Con ellas intenta ocupar (opacar) el vidrio de su ventana hasta que la habitación queda prácticamente a oscuras.
Junta, colecciona, acumula calcomanías y se lamenta por no conseguir “de las de antes”, aquellas que se había perdido.
Puedo reconstruir, ahora, algo de lo que entonces le dije sobre su infancia perdida, como un tiempo lejano, inapropiable, opaco. Algo sobre el dolor resultante de esa opacidad y sus esfuerzos por recuperar, guardar, atesorar, coleccionar al fin, aquello donde él se reconoce. Aquello que lo representa y refleja.
–Sí, pero se me pierden –rezonga–. Nunca las encuentro. Si no las pego en el vidrio, se me pierden. Yo nunca encuentro lo que guardo. No sé dónde las pongo. Mi mamá dice que, si sigo así, algún día voy a perder la cabeza.
Entonces, a través de estas pistas –transparentes en su opacidad–, a partir de estos indicios, tan sabios como ingenuos, se inauguró el análisis; se hizo un espacio para que la palabra alusiva, en la que asoma y se esboza la trampa del texto inconsciente, ocupara el lugar del decir indeterminado de los síntomas.
Si la presencia del síntoma es la pérdida y el olvido: ¿qué silencio le hace estallar el oído? ¿Qué no-recordado se repite como supuración por ese agujero en el tímpano? Pues, al escurrirse, intenta encontrar una salida, que es fallida, al no estar ligada a la verdad que la causa. Si la cura esperada es que el agujero se cierre para posibilitar la salida (impedida en invierno “por el frío ¿sabe?”, y en el verano por el peligro de meter la cabeza en el agua) damos con la paradoja de que el agujero no lo deja salir. Y se hace coherente, entonces, la culminación del proceso: cuando toda la ventana queda cubierta de calcomanías “R.A.” cesa la supuración y cicatriza la herida.

Calcomanías

Por primera vez en muchos años, Andrés está cerrado; su oído, sano. Y, mientras dibuja aviones de despegue vertical y globos aerostáticos, comenta, como telón de fondo, el juicio a los militares que hicieron desaparecer a sus padres y que se escurren por el agujero, rajadura, de una ley fallida. Cuando, en Semana Santa, Raúl Alfonsín lo convoca para ser testigo de su desmoronamiento, Andrés, al regreso de la manifestación en la Plaza, defraudado, dolido, despega las calcomanías; el vidrio de su ventana se hace transparencia y vacío.
Con el presidente que se le cae, caen las calcomanías y aparecen los miedos.
Tiene miedo a la ventana abierta y al balcón. Cierra todo: postigos y cortinas. Es invierno y no importa, pero, cuando llega diciembre y hace calor, Andrés prefiere soportarlo antes que abrir la ventana. Está doblemente aterrado: por la ventana abierta y por la irracionalidad de “eso” que le pasa. Y algo más: el viento, el rugido del viento. Ese silbido que lo asusta y lo angustia, y que en un piso alto es inevitable.
Llega marzo, abril: primer aniversario de la Semana Santa Trágica y el presidente –“lamentable”, me dice– habla por televisión. Cuando le digo que, seguramente, le duele haber visto a Alfonsín haciendo el ridículo, “cayéndose”, y que él quisiera poder valorarlo más y también hacerse valer, volar y tener valor para salir al balcón sin temores, me cuenta un chiste:
–¿A que no sabés en qué se parecen Olmedo, Monzón y Alfonsín? En que cada vez que salen al balcón, hacen cagadas.
Por entonces, Andrés abre sin miedo la ventana y sale triunfante al balcón.
Hasta aquí, tres años han pasado desde nuestro primer encuentro. Años en que tal vez, más que pensar los contenidos, importa rescatar que hubo encuentro, que hubo un lugar en donde Andrés pudo decirse y yo, escucharlo. Un lugar en donde pudo decirse la historia.
Que sus padres desaparecidos, sin enterrar, retornarán mil veces y como rugido silbante, intentarán entrar por la ventana abierta, me parece una evidencia tan obvia que no vale la pena anticiparla.
Que el miedo de Andrés a la ventana abierta es el anhelo de saltar por la ventana, me parece una evidencia que, aun así, llamará a la polémica.
Pero afirmar que la angustia por el desmoronamiento de Raúl Alfonsín es un síntoma de excelente salud, miedo al fracaso del padre, temor a la caída que impida el propio fracaso y la propia caída es, tal vez, menos evidente y más audaz.
Es entonces cuando intentar fortalecer y valorar la posición del padre, aunque sea a costa de tenerle miedo al espacio vacío, ventana afuera, se nos impone como camino posible de la cura.
Porque la ventana cerrada protege de la violencia exterior que derribó la puerta años atrás y, también, del viento rumoroso. Pero el miedo al viento como objeto es mucho más, es miedo a ser objeto del viento. Es el temor a estar eternamente condenado a elegir entre un dilema de hierro: traicionar la causa de sus padres para poder salvarse o tener que inmolarse como ellos –y por ellos– para saldar su falla. Destino de sobreviviente después de la masacre, ir para donde lo lleve el viento engañado en su ilusión de volar o caer ante la ausencia de una referencia paterna que le impida zafar del vendaval.
Entonces, se ilumina. Tiene que hacer un dibujo conmemorativo del Primero de Mayo y sabe, claro está, de los mártires de Chicago. Pero no. Elige una escena porteña. Un gran cartel en medio de la calle: “HOMBRES TRABAJANDO” y, detrás, un policía blandiendo el bastón sobre la cabeza de un trabajador.
Se divierte en la sesión mientras lo dibuja y le sale “copante”. No obstante, en la sesión siguiente, me cuenta que cambió de opinión y que no lo presentó. En su reemplazo hizo otro “menos político”.
–Vos sabés. No me conviene que el profesor de dibujo, que es medio facho, se ensañe conmigo. Ni es bueno que yo me regale así nomás.
Si propongo este fragmento clínico es porque en la presencia elemental del síntoma de Andrés, en la supuración de su oído, en la fobia a la ventana, en el miedo al viento, todo se anuda, la trama confluye y torna inútil la pretensión abarcativa de comprender psicoanalíticamente –o sólo psicoanalíticamente– el síntoma y su destino.
El tímpano y la ventana soportan la angustia que a su vez condensa una historia individual y social que en el proceso terapéutico me incluye y torna interminable su análisis.
Sería esquemático y simplista establecer una continuidad entre el fantasma y lo social. Todo se superpone. En la historia de Andrés, las dos vertientes hacen coalescencia o telescopan las escenas. Y esta escena me incluye y me interpela.
Si propongo este fragmento es para buscar en su lectura, como quien lee un diccionario compacto y minúsculo –cuerpo infantil–, el trazo elocuente de nuestra historia de hoy: historia de un país, de una familia, de un niño. Ese trazo histórico, ese latigazo encarnado, ese sujeto hecho síntoma es, claro, núcleo de verdad histórica. Testimonio mortífero. Marca de violencia. Violencia que ocupa, prepotente, el lugar protector, habilitante, de la ley. Violencia que lo dejó huérfano, que lo arrojó al exilio y que hace retorno en el cuerpo agujereado y supurante; en el miedo a la ventana abierta por la que, acaso, pueda caer o se cuele el viento.
Pero ¿qué violencia? ¿La del régimen que hizo desaparecer a sus padres o la de sus padres que, al desafiar al régimen, lo abandonaron? ¿Actualización contingente, a los doce años, de sus fantasías parricidas o sufrimiento por tenerlas vedadas? ¿Desajuste, esfuerzo de adaptación de un casi francesito en migración, desexilio, que vuelve a una patria a la que, se sabe, uno nunca vuelve, siempre va, porque ya es otra?
Han pasado casi veinticinco años desde nuestro primer encuentro, aquel de las miradas anhelantes y turbadas. Veinticinco años en los que, tal vez, más que pensar los contenidos pertrechados de mi doctrina (episteme con el que pudiera articular cierto discurso explicativo), importa rescatar que hubo encuentro, que hubo un lugar en donde Andrés pudo jugarse y decirse y en donde yo pude escucharlo. Andrés terminó su análisis en 1989 y desde entonces nos hemos vuelto a ver, ocasionalmente. Una de ellas, cuando el decreto que indultó a los militares volvió a reactualizar el horror del desamparo.