jueves, 5 de mayo de 2011

Luciano Lutereau. "Los santos varones" (Factotum ediciones, 2011)


Texto de Contratapa

El día en que su madre le enseñó que "después de diez padrenuestros, viene un avemaría", el protagonista ve los términos de la ecuación con una transparencia perfecta, insospechada: "Diez padres apenas equivalen a una madre". "Mucho tiempo después advertí, ya en la escuela, que mi madre no sabía rezar". Un padre que enseña a disparar un rifle. Una madre que está enamorada de Charles Aznavour. Un niño que sospecha la impostura de la masculinidad en las destrezas postizas de su hermano mayor. Su infancia. Su crecimiento. Su madurez. El protagonista -un enfermero-, que se vacía y completa con decisiones que crecieron a la sombra, en otros tiempos, y que sacuden su presente.Los Santos Varones es, definitivamente, la recuperación del tiempo, ese día a día que narra con voz inocente para preparar el golpe a los culpables.

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Luciano Lutereau ya me había sorprendido con su "Lacan y el Barroco. Hacia una estética de la mirada" (Grama ediciones, 2009), aunque dicha obra ya dejaba ver que no se trataba de un libro clásico de psicoanálisis, ni de un psicoanalista clásico: había allí un autor que, conociendo bien ciertas herramientas teóricas producidas por Jacques Lacan, hacía una operación precisa que las articulaba con la mirada y la estética.Eso permitía leer una relación cercana con el arte -pictórico, en principio-.
Luego tuve ocasión de trabajar con él cuando junto a Agustín Kripper tradujeron un libro de Gerard Pommier titulado "Cómo las neurociencias demuestran al psicoanálisis". Descubrí entonces que la misma precisión se hacía notar en las discusiones terminológicas que siempre nos involucran cuando queremos oficiar de traductores entre lenguas diversas. El resultado está a la vista: un libro bueno, sensacionalmente traducido.
Sin embargo, la novela "Los santos varones" es otra cosa... aunque uno puede encontrar allí la misma calidad que en los trabajos anteriores. Se trata de una obra de ficción que nos ubica en un universo cercano y que nos trae reminiscencias de situaciones por las que hemos pasado y quizás, soñamos pasar alguna vez. Un libro tensado en dos temporalidades diferentes que, como en el análisis, se entrelazan: la niñez y sus pequeños y cotidianos sucesos, las desventuras con el sexo y el amor, la idea de proyecto, los encuentros fallidos... He disfrutado mucho de esta novela y no he dejado de recomendarla desde su lectura -una lectura muy amena, diría incluso que hasta divertida, que más de una vez me hizo detener a recordar eventos personales y a reflexionar sobre sus afirmaciones, en ocasiones hilarantes.
Si Luciano hizo énfasis en la mirada en su obra teórica, en la novela la vida de un niño se tiñe del color de la gelatina diaria. Que baste este pequeño botón como muestra de una obra llena de vida que, además, recién comienza. Saludo entonces la aparición de este libro y el ejercicio de la escritura. Seguro que habrá más y que no dejará de sorprendernos.
PP.