martes, 3 de abril de 2012

Jacques Adam. “El pase, presencia del inconsciente”



¿Qué es lo que permite a un cartel que escucha los testimonios de pase captar lo que ha sido “la presencia del inconsciente” –como es prácticamente siempre el caso– para un sujeto devenido analista? Sin que se trate de una evaluación de la experiencia analítica, ¿cómo se acerca el efecto del inconsciente en la experiencia misma, relatada a una tercera persona?

Se puede intentar aclarar la cuestión a partir de términos que Lacan declinó a menudo en sus escritos y seminarios, “presencia del inconsciente”, “presencia del analista”, “posición del inconsciente”, “posición del analista”. Para ahorrarnos el relevamiento fastidioso, citemos de entre ellos tan solo los dos extremos que indican por sí solos el espacio de la pregunta. 1951, Intervención sobre la transferencia: “En un psicoanálisis, en efecto, el sujeto, hablando propiamente, se constituye por un discurso donde la sola presencia del psicoanalista aporta, antes de toda intervención, la dimensión del diálogo”. 1971, Cierre de las Jornadas de noviembre de la EFP: “... quien se propone para el pase... no es sujeto del todo. Él se ofrece a ese estado de objeto que es al que lo destina la posición del psicoanalista”. Evidente, también es necesario saber que en 1963 había aparecido una obra que se recomendaba vivamente en esa época a los estudiantes de psicología, de Sacha Nach (IPA), titulada La presencia del psicoanalista. Por su parte, Lacan iba a proceder a la “reescritura” de su texto de Bonneval de 1960, aparecido recién en 1966, Posición del inconsciente, mientras que abría una nueva parte de su enseñanza con el concepto del inconsciente, en enero de 1964.

Hay que reconocer que el lugar de un cartel del pase, donde se escucha lo más crucial de los efectos de la experiencia analítica, es un lugar altamente privilegiado pero al mismo tiempo complicado, puesto que se trata de enunciados de enunciados, debiendo permitir a ese segundo grado situar lo que ha sido la relación de un sujeto con su enunciación pasada, en la experiencia misma de su propio análisis. Ese dispositivo, que debe consentir un esbozo de los efectos del inconsciente para transmitir a los pasadores, quienes lo transferirán a los miembros de los cárteles del pase, ¿permite fácilmente alcanzar lo que hay que escuchar en los testimonios? Por ejemplo, si hay que llegar a escuchar/entender lo que ha podido ser la presencia del inconsciente en la experiencia del pasante, ¿es relacionándola con lo que pudo ser la presencia del analista en su experiencia, o bien deduciéndola, en la medida que eso resulte posible por el testimonio de los pasadores, de la posición del analista en la cura del pasante? A lo largo de la escucha de los diferentes pases, fui impactado por lo que me pareció ser lo más frecuentemente puesto en primer lugar en lo informado por los pasadores, a saber: la gran riqueza clínica de los testimonios, a veces una verdadera abundancia de acontecimientos de la historia personal del pasante, prácticamente siempre semejantes de un pasador al otro, pero al mismo tiempo que parecían como calcados de lo que el pasante había podido decir de su experiencia del análisis y respecto del cual daba la impresión de haber dejado a los pasadores la carga de hacer de eso una elaboración clínico-teórica para satisfacer lo que se cree que puede ser la expectativa de los miembros del cartel del pase. No es raro que esa especie de escucha del caso por la comprensión clínica se desdoble en una verdadera intención de performance interpretativa por parte del pasador, allí donde es el pasador mismo quien cree satisfacer la expectativa del cartel, creyendo tal vez “defender” mejor al pasante y ayudar al cartel a descifrar la presencia del inconsciente en su relación con lo que ha sido la presencia del analista para el sujeto respecto del cual testimonia.

La presencia del analista no es sin embargo eso por lo cual puede atraparte el efecto de análisis. Es una función que, “salvo impudicia notoria, es a excluir de la operación analítica”, dice Lacan en su Alocución sobre las psicosis... de 1967. Puesto que es una presencia “que no vale sino al finalmente borrarse”. Mejor aún, esa presencia es del orden de lo ininterpretable, salvo al correrse al acting-out (Seminario De un Otro al otro, 4/6/69). Es entonces curioso ver a los pasadores intentar valorizar en sus testimonios los efectos de interpretación que han tenido lugar en la cura de un pasante, como si se tratara allí de la verdadera presencia del inconsciente, y como si la presencia del analista resonara al unísono con el deseo del analista. Para decirlo todo, los testimonios de ininterpretable valdrían más que los alineamientos performativos de precisión interpretativa, dados o recibidos.

Si la presencia del inconsciente... debe buscarse en todo discurso en su enunciación (Posición del inconsciente), y si los testimonios llegan a convencer de que el psicoanalista llegó “a igualarse a la estructura que lo determina” (La equivocación del sujeto supuesto saber), no obstante es sin duda más prudente, a través de los testimonios, intentar orientarse de lo que pudo ser la posición del analista en la cura de un sujeto. Prestando atención a la presencia del analista para hacer escuchar la presencia del inconsciente, los pasadores se arriesgan a dejar escapar el efecto de análisis que, para el sujeto, ha tenido lugar en su enganche con lo real, es decir en la consideración del “nudo de lo ininterpretable”, puesto que la posición del analista no es su “forma mental” (aquí puede ser donde los pasadores se arriesgan a “deshonrarse” al querer buscarla como tal), sino “su posición de sujeto en tanto que inscripta en lo real”. Esta inscripción define propiamente “el acto” (La equivocación del sujeto supuesto saber).

El acto analítico, lo que ha sido el acto analítico para un sujeto en el curso de la experiencia de su análisis, la inscripción del sujeto en lo real, es en efecto lo que los pasadores tendrán que intentar transmitir mejor a los miembros de los cárteles del pase, a partir de lo han escuchado en los pasantes. El “deseo del analista” es también el pivote de donde un testimonio puede tomar cuerpo, ciertamente. Pero puede también dejar sin valor a todas las subjetivaciones posibles. No se trata, obviamente, en la escucha de los testimonios de una evaluación del deseo del analista en devenir, sino de la evaluación del acto del analista del pasante por el que se testimonia. Y si como dice Lacan en 1968 en el Congreso de Estrasburgo de la EFP “es en la presencia topológica de la verdad que tenemos que definir la posición psicoanalista” sabiendo que la primera presencia de la verdad está inicialmente en el síntoma, los pasadores estarían advertidos de prestar a los pasantes un oído clínico en el sentido en que la clínica es, en efecto (o “en afecto”, como diría Colette Soler) “lo real como imposible de soportar”. Y mejor aún aplicarse en hacer resonar un efecto de verdad que en principio, en el decurso de un análisis, no engaña.

Traducción de Pablo Peusner