lunes, 17 de septiembre de 2012

JACQUES LACAN. "El sueño de Aristóteles" (1978). Traducción de Carlos Faig


EL SUEÑO DE ARISTÓTELES
                                                           
                                                                       traducción: Carlos Faig 

   Se plantea una diferencia entre el objeto y la representación1. Esto se sabe por representárselo mentalmente. Bastan palabras que, como se dice, “evocan”, o sea “llaman”, a la representación.
   ¿Cómo concebía Aristóteles la representación? No lo sabemos más que por lo se conservó en un cierto número de discípulos de su época. Los discípulos repiten lo que dice el maestro. Pero a condición de que el maestro sepa lo que dice. ¿Quién juzga esto sino los discípulos? Pues son ellos quienes saben. Desdichadamente –es aquí que debo testimoniar en tanto psicoanalista–, sueñan también.
   Aristóteles soñaba, como todo el mundo. ¿No es acaso él quien se creyó obligado a interpretar el sueño de Alejandro sitiando a Tiro? Sátiros –Tiro es tuya–. Interpretación-juego (jeu)2 que es típica.
    El silogismo –Aristóteles se ha aplicado a él–, ¿el silogismo procede del sueño? Es necesario decir que el silogismo es siempre cojo –en principio, triple, pero en realidad aplicación a lo particular de lo universal–. “Todos los hombres son mortales”, luego uno entre ellos también lo es. Aquí, Freud interviene y dice que el hombre lo desea.
   El sueño es lo que lo prueba. Nada más espantoso que soñar que se está condenado a vivir a repetición. De donde la idea de la pulsión de muerte. Los freudoaristotélicos, ubicando la pulsión de muerte a la cabeza, suponen a Aristóteles articulando lo universal y lo particular, es decir, lo hacen algo así como psicoanalista.
   El psicoanalizante silogiza si se da el caso, es decir,  aristoteliza. Así, Aristóteles perpetúa su dominio. Esto no quiere decir que viva –sobrevive en sus sueños–. En todo psicoanalizante hay un alumno de Aristóteles. Pero hace falta decir que lo universal se realiza en la ocasión en el  farfullar.
   Ciertamente,  el hombre farfulla. Se complace en ello. Como se ve en el hecho de que el psicoanalizante vuelve a la hora fijada a lo del psicoanalista. Cree en lo universal, no se sabe por qué, puesto que es como individuo particular que se entrega a los cuidados de lo que se llama un psicoanalista.
   Es en tanto que el psicoanalizante sueña que el psicoanalista tiene que intervenir. ¿Se tratará de despertar al psicoanalizante? Pero este no lo quiere en ningún caso –sueña, es decir, se atiene a la particularidad de su síntoma–.
   El Peri psyqués no tiene la menor sospecha de verdad que constituye la resistencia al psicoanálisis. Debido a esto, Freud contradice a Aristóteles, quien, en este asunto del alma, no dice nada bueno –suponiendo que lo que ha quedado escrito de él resulte un decir fiel–.
   La discriminación del “to ti esti” y del “to ti en einai”, que se traduce por “esencia” y por “sustancia” en tanto que  vestida (ornée)   – “to horismon”–  refleja una distinción en lo real, aquella de lo verbal y de lo real que resulta afectado por ello. Yo mismo lo he distinguido como simbólico y como real.
   Si es verdad, como lo enuncié, que no hay relación sexual, a saber, que en la especie humana no hay universal femenino, que no hay “todas las mujeres”, resulta que hay siempre, entre el psicoanalista y el psicoanalizante, alguien más. Se halla lo que enunciaré no como representación sino como presentación del objeto. Esta presentación es lo que llamé en su momento el objeto (a). Es extremadamente complejo.
   Aristóteles descuida esto porque cree que hay representación, y es lo que arrastra a Freud a escribirlo. Aristóteles piensa –no concluye que sea sin embargo–, piensa el mundo, en lo que sueña como todo el mundo –como se le dice–, es decir, la gente. El mundo que piensa, lo sueña, como todos los que hablan. El resultado es, lo he dicho, que es el mundo quien piensa. La primera “esfera” es lo que él llama el “nous”.
   No  llegamos a saber hasta que punto el filósofo delira siempre. Freud, desde luego, delira también. Delira, pero observa que habla de números y superficies. Aristóteles hubiera podido recurrir a la topología, ¡pero no hay huella en él!
   Hablé del despertar. Ocurre que soñé hace poco que el despertador sonaba. Freud dice que se sueña con despertar cuando no se quiere en ningún caso despertar.
   Ocasionalmente, el psicoanalizante cita a Aristóteles. Esto forma parte de su material. Hay, pues, siempre cuatro personas entre el psicoanalista y el psicoanalizante. De vez en cuando, el psicoanalizante trae a Aristóteles. Pero el psicoanalista tiene detrás de sí a su inconsciente del que se sirve oportunamente para dar una interpretación.
   Es todo lo que puedo decir. Considero un buen signo que haya alucinado en mi sueño al despertador sonando,  puesto que, contrariamente a lo que dice Freud, ocurre que  yo me despierto. ¡Al menos en este caso me desperté!


Notas

1. Conferencia pronunciada en el cuadro del Coloquio organizado por la Unesco, en ocasión del 23º. Centenario de Aristóteles. Fechada en París, el 1º de junio de 1978. Texto publicado en Bulletin de l’Association freudienne internationale, n° 86, París, enero del 2000, p. 1.
2. Lacan juega con las expresiones jeu y je, aludiendo así al compromiso de Aristóteles en la interpretación que provee (N. del T.)