martes, 30 de octubre de 2012

El psicoanálisis, tema eterno. (Nota en el Página 12 del domingo 28/10, a propósito de la obra de teatro "El Dr. Lacan. Ensayo escénico de living", por Hilda Cabrera)

En La Casona Iluminada, la pieza El doctor Lacan. Ensayo escénico de living sirve para una lectura del analista que no se pretende históricamente rigurosa, sino como pie para una comedia que incluye a una secretaria asturiana y un chofer congoleño.


La acción se desarrolla al año siguiente del Mayo Francés del ’68, en una ciudad todavía convulsionada, entre el psicoanalista francés Jacques Lacan y su secretaria asturiana Gloria González. La escena nació de una historia probablemente apócrifa, según cuenta Pablo Zunino, autor y director de El doctor Lacan. Ensayo escénico de living, quien ideó este trabajo a partir de una serie de investigaciones propias de su condición de psicoanalista y su labor en el periodismo. La obra se presenta mañana, a las 19, en La Casona Iluminada (un edificio señorial de Corrientes 1979) y toma como punto de partida una situación posible. Se trata de un seminario a dictar por Lacan en la Escuela Superior de París, en 1969, abortado por la ausencia de alumnos. El psicoanalista y su secretaria desconocían la existencia de un paro estatal. “Para un orador como Lacan, la falta de público era un golpe. Lo básico y central de toda su obra transcurre de modo oral y los seminarios y conferencias le permitían desarrollar su natural histrionismo”, señala Zunino a Página/12, junto a los intérpretes Silvia Armoza y Mario Mahler. En cambio, se sabe poco de la asturiana, de padre republicano, que huyó a Francia. Entre los datos que se conocen están los de haber sido mucama de Lacan y su secretaria durante treinta años: “En su etapa final, Lacan padeció ausencias y ella lo sostuvo. Le organizaba la vida. Era el personaje ideal para el contrapunto. Le inventé una raigambre teatral y, en los cincuenta minutos que dura la obra, uno y otro ponen a prueba sus concepciones respecto del público”, resume Zunino.
–¿Cuánto del mundo exterior influye en ese contrapunto?
Pablo Zunino: –La ausencia de público no es el único conflicto, aparecen otros ilustrados con imágenes. En la mezcla de personajes está el polaco Rudolph Loewenstein (un estudioso de la psicología del ego), que huyó del nazismo y fue su analista. Una relación difícil, porque Lacan embistió contra la burocratización del psicoanálisis. Loewenstein era el amante de una señora extravagante, la princesa Marie Bonaparte. Otra escena en imagen es la que muestra a Lacan en una pesadilla que refleja sus temores respecto del futuro de toda su obra. La ilustramos con un sueño que remeda a La inyección de Irma, episodio clásico del libro La interpretación de los sueños, de Sigmund Freud.
–¿Cómo fue componer a estos ficcionales Lacan y Gloria?
Mario Mahler: –Aclaremos que ésta no es una obra académica sino una comedia para todo público. Mi idea no fue hacer exactamente a Lacan, aunque haya tomado algunos gestos. Lo mío es un dibujo sin terminar.
Silvia Armoza: –Tengo facilidad para componer personajes de habla hispana según su nacionalidad o su región, y aquí soy una asturiana que acompaña a un hombre famoso. Pensé en esas grandes mujeres que a lo largo de la historia han estado al lado de grandes hombres y trabajé desde allí. Gloria es el andamio de este Lacan, excelente orador, dandy, excéntrico y revolucionario en su especialidad.
P. Z.: –Una Gloria casada con un congoleño, Abdoulaye Yerodia, chofer de Lacan, profesor de filosofía y maoísta que terminó siendo vicepresidente del Congo. El choque de culturas es uno de los pilares en que apoyé la obra. Ese choque es un lugar de futuro posible para el psicoanálisis. La diversidad de lenguas es la resistencia más firme a la estandarización.
–¿Esa resistencia deriva de la dificultad de entender lo que no es propio?
P. Z.: –Lacan era analizado por un polaco que hablaba mal el francés y, a su vez, Lacan corregía la pronunciación de Gloria. La diáspora que siguió a la Segunda Guerra Mundial produjo confusiones lingüísticas.
–Pero en la obra, Gloria es el “andamio” de Lacan...
P. Z.: –Porque el análisis de Lacan con Loewenstein fue malo y con alguien debía tramitar su neurosis.
S. A.: –Ella es la que toma notas y tiene sentido común. Aquí hay una señora que está sirviendo a un señor y cumple su rol, sin que esto sea un planteo de géneros.
P. Z.: –Ni un diálogo radiofónico.
–¿A eso se debe la intervención con imágenes del artista Pablo Bolaños?
P. Z.: –Y las acciones con trucos circenses, con Gloria sacando objetos de una valija, como en un varieté. Una escena ideal para Silvia.
S. A.: –Eso por mis trabajos en Gambas al Ajillo y en Loca como tu Madre, donde sigo generando obras y eventos, como los de prevención del sida. En teatro, estuve en espectáculos invitados a festivales internacionales. Me gustan los unipersonales y escribo los textos. Vengo de la escuela del viejo Parakultural, de la creación del personaje.
M. M.: –Yo soy un actor serio. Trabajé mucho con el director Miguel Guerberof (el fallecido actor y profesor mendocino), sigo en teatro, pero también me ocupo como director de casting en las películas de Carlos Sorín y, eventualmente, de otros realizadores. Participé en Verdades verdaderas y El cruce de los Andes (dirigida por Leandro Ipiña). El casting que hacemos con Sorín no consiste necesariamente en tomar pruebas. Para Días de pesca hubo que buscar a un pescador de tiburones. Sorín quería que se pareciera al escritor Ernest Hemingway. Encontré a dos pescadores en Bahía San Blas, un lugar donde hay tiburones. Grabé a los elegidos y les pedí que hablaran de sí mismos. Hay que tener cuidado en qué y cómo preguntar, porque algunas personas se emocionan profundamente y lloran. No están acostumbradas a contar sus cosas. Me pasó en el Chaco, con hacheros, y en Misiones, durante la filmación de El camino de San Diego, una película sobre la fe. Allí aprendí que hay santos para todo.
–¿Y qué aprendieron con El doctor Lacan?
P. Z.: –Aprendí a no tener inhibiciones en el momento de trabajar, aunque fui cuidadoso antes de lanzar la obra. Este espectáculo –que dedico especialmente al actor Jorge Luz, porque imagino que si viviera hubiese interpretado a Lacan y Gloria– se hizo con “la ayudita de los amigos” y la intervención de Mario para que mostráramos la obra en La Casona Iluminada. En este sentido, reconocí, una vez más, que Buenos Aires tiene una “cintura” de producción única.
S. A.: –Yo siempre hice todo con poco. Organizo una gira o me comprometo a presentar un espectáculo sin haberlo terminado. En general, trabajo a presión. Pido una luz a alguien, a otro una cámara... Ahora disfruto de la magia que se produce cuando se conjugan trabajo y azar.
M. M.: –Mi trabajo anterior fue en El guía, de Horacio Acosta (por el grupo Los Aráoz). Mi personaje era un psicólogo chanta, de esos que abrevan un poco en Freud, otro poco en Lacan y en los psicólogos de la Gestalt. De modo que mi actuación aquí es un posgrado.