martes, 23 de abril de 2013

Lucas Boxaca-Luciano Lutereau. "Introducción a la clínica psicoanalítica" (Letra Viva-Series Clínicas, 2013)



Prólogo, por Gabriel Lombardi


Una de las virtudes de esta introducción a la clínica psicoanalítica es su fuerza performativa. No describe la clínica psicoanalítica desde el exilio universitario, sino que la despliega en el ejercicio mismo de su explicación. Tensa lo que se dice hasta hacerlo decir. Habla de una práctica al mismo tiempo que la practica. No objetiva al ser hablante, le hace lugar, y con él, el clínico se hace lugar.
Sus autores,todavía jóvenes pero ya experimentados, no se tientan con el cognitivismo involuntario de los que ya saben, ese saber que retira al sujeto para volverlo objeto de conocimiento. Ensayan la enseñanza de Freud en sus textos, la de Lacan en su seminario,y lo hacen desde una posición de analizante que les permite saber no saber, preguntar, volver a los maestros para revisar lo que han dicho, y actualizarlo.La clínica psicoanalítica era para Lacan interrogar todo lo que Freud ha dicho, e interrogar al analista, ponerlo en el banquillo, incitarlo a que dé sus razones, que confiese sus interpretaciones, sus maniobras, el juicio íntimo que se reserva en el ejercicio de su acto, y que registre de algún modo la respuesta del analizante a su intervención, que extraiga algunas consecuencias dichas o lógicas que den razón u orientación a su práctica.
Es el espíritu que encontramos en esta introducción que proponen Lucas Boxaca y Luciano Lutereau. Su lectura es útil, es placentera, y justo cuando por ser placentera podría resultar aburrida, sorprende. Encontré en ella l asorpresa trivial del recuerdo, que permite revivir parcialmente algo ya sabido,pero también la sorpresa de esa verdadera novedad que es la repetición, el rencuentro de algo ya experimentado, pero no todavía articulado ni analíticamente disuelto.
La aprehensión propiamente clínica de los autores se apoya en el arte de las distinciones, que aplican a los conceptos, a los procedimientos, a la lectura, a la elaboración del caso clínico. Lo que se dice en un análisis es interrogado discerniendolo dicho del acto de decirlo.La pregunta quién dice les permite distinguir las diferentes posiciones y responsabilidades que toman analizante y analista en cada momento de la cura.El texto hace presente la regla fundamental destacando lo que ella implica de actividad del analista, pero sin dejar al analizante como mero paciente, en la mera obediencia irresponsable de una regla impuesta por otro.
Es incitante la posición de enunciación de los autores en el sostén de algunas tesis controversiales que permiten dar vida,en cada uno de los capítulos, a las paradojas que impone la clínica.
En uno de ellos explican que la regla fundamental del psicoanálisis promueve la asociación libre para detectar las determinaciones ya jugadas, que limitan su cumplimiento. Esa determinación, esa estructura, son sin embargo la condición del ejercicio de la escasa y enorme libertad que resta, porque allí reside la responsabilidad con que el ser hablante se hace digno de su posición de ser electivo. La clínica psicoanalítica no sólo es lo imposible de soportar – predeterminación estructural -, es también lo imposible a soportar, imperativo ético, para habilitar el pase del dicho que mortifica al decir que vitaliza, ocasión de una dicha nueva, a situar en ese margen de libertad y realización posible que resta entre el placer y la muerte– el margen del deseo -.
En otro capítulo señalan que la interpretación analítica dice a medias, en la cita, en el enigma, incluso entre ellos, lo que le permite escapar de las sujeciones y de las subordinaciones de la oración. El profesor es alguien que termina sus frases, escribió Barthes lapidariamente. El analista en cambio deja un significante abierto sin cerrar gramaticalmente sus significaciones enigmáticas, cita una secuencia incompleta que extrae del contexto que cerraba su potencial de evocación o invocación, y tal vez más de lo que él mismo nota, actúa como poâte, poeta del destino de otro sujeto, flautista de un Rubicón que al mismo tiempo es íntimo y es ajeno.
El capítulo sobre la transferencia hace lugar precisamente a ese momento y esa dimensión de la experiencia analítica en que el sujeto se rebela contra la dominación sugestiva,y revela su estructura afirmando su singularidad en la resistencia, en la negativa, y más precisamente, en la negativa de la intersubjetividad. En la experiencia de la transferencia, él no es ya paciente ni objeto de conocimiento o de tratamiento por parte de otro sujeto, sino que él es el único sujeto en actividad en tanto tal. La ubicación de ese momento es la clave de la renovación freudiana de la clínica, que abre de otro modo la praxis terapéutica a la dimensión ética. En lugar de hacer lo que el Otro le dice o espera de él, repite, no asocia, no hace nada de lo esperado, y si hace algo, lo hace anulando lo que hace, como quien jura cruzando por detrás los dedos.  Los autores explican de qué modo este obstáculo, concebido desde una perspectiva que es freudiana, deviene el motor de la cura.
Eso los conduce alsíntoma, la paradoja central de la clínica psicoanalítica,la del sujeto tomado en su desgarramiento somático y moral, que es pasión y acción al mismo tiempo, sin transición. El síntoma esla división subjetiva sin la mediación de un pasaje de la pasión a la acción como en el juego, o de la acción a la pasión en el estilo femenino de algunos goces. Este curioso estado del ser, la división, admite usos diversos, y en esta Introducción encontramos un discreto inventario:el uso narcisista, el metodológico, el de saber, el de goce, y el uso actual del síntoma. Suficiente para advertir que el sujeto que proponen no es efecto de la res cogitansarrojada en la extensión por Descartes, sino más bien el ser que reacciona a esa operación, el ser hablante devuelto a su suerte de res eligens. En el caso del síntoma, es la dignidad electiva del sujeto lo que está en juego en su padecer y accionar contradictorio.
Desde esta perspectiva puedo entender que Hamlet sea no degradado sino“elevado al caso clínico”, según una propuesta de nuestros autores sobre la que NorthropFrye o Harold Bloom dispararían severas diatribas.
En su estilo, Boxaca y Lutereau se hacen cargo de ese real del que se ocupa el psicoanálisis, el reus, el culpable del que el término “real” deriva etimológicamente – ¿es preciso repetirlo para recordar con qué real confronta el psicoanálisis?-, por lo cual hablar del sujeto del síntoma resulta una suerte de pleonasmo, ya que el sujeto que interesa en la clínica psicoanalítica, el sujeto moralmente dividido, es él mismo el síntoma a tratar, es el analizante que se encuentra con el analista, si lo hay, hasta devenir intratable.
Los autores de este texto dan un paso más en el sentido de lo que una introducción tiene de conclusiva: entienden que la apertura del inconsciente exigida por un análisis es la explicitación de un desconocimiento –que si se observa bien, incluye el conocimiento -. Nos permiten así vislumbrarcon buena luz y adecuado reojo el alcance del sueño como vía real de acceso a lo inconsciente.El comienzo del análisis implica entonces la curiosa coincidencia entre una Verleugnung del acto para el analista, y el conocimiento del síntoma que busca un imposible reconocimiento del lado del analizante.
Y para finalizar, último capítulo, el duelo es sostenido como tesis que organiza el universo entre un antes y un después. Habitualmente pensamos que para actuar hay que elegir, o sea, jugarnos por alguna opción perdiendo otras. Pensamos que actuar es perder porque implica seleccionar una entre dos o más opciones. Los autores en cambio sostienen que actuar es asumir una pérdida ya efectuada, que el acto no produce la pérdida sino que la aprovecha. Nos permite entrever, como a Lacan, que arrancarse lo ojos acaso no sea para Edipo un autocastigo, sino una oportunidad de acceder al deseo, en su caso el de saber. El acto se paga por adelantado. No hay cómodas cuotas, no hay financiación posible por parte de un Otro. El acto nos extrae del ser deudor.Sin duelo no hay acto, está escrito.