martes, 20 de agosto de 2013

Jean-Claude Milner. "Por una política de los seres hablantes". Breve tratado político 2 (Grama, 2013)




Para que haya política es necesario que hablen política los seres hablantes. A partir de ahí, se pueden señalar varias cuestiones: ¿desde cuándo, cómo y por qué se habla política? Primer elemento de respuesta: la política comienza con el descubrimiento de que un ser hablante puede controlar a otros sin necesidad de matarlos. Puede que baste con el lenguaje. Segundo elemento de respuesta: la política permite a los seres hablantes vivir en el mismo espacio sin tener que matarse unos a otros. Pero vivir, morir, matar, son cosas que tienen que ver con el cuerpo. Hablar pues de política es, también, una técnica del cuerpo.

Esta técnica no existe en todos lados, y allí donde existe, no utiliza siempre los mismos procedimientos. En Europa, en nuestros días, hablar política es discutir de política.

La discusión política es un hábito local del que sería conveniente reconstruir el sistema. Se trata de un sistema que reposa, de entrada, en una creencia: el que no decide debe hacer como si pareciera estar ubicado en la posición del que decide. De ahí viene la relación esencial con el teatro y la mimética. Sería insoportable sin embargo para los que discuten admitir que son únicamente mimos. Por suerte, determinados acontecimientos históricos parecen atestiguar que los que no deciden pueden materialmente ocupar el lugar de los que deciden.

Se habla entonces de revolución.

Trabada entre mimética y revolución, la discusión política se adentra en el laberinto. Unas históricas palabras pueden servir de hilo de Ariadna. Se las atribuyen a Napoleón, cuando se entrevistó con Goethe: "¿Qué nos importa hoy el destino? El destino, es la política". Analizar estas palabras, vocablo por vocablo, puede permitirnos construir un armazón de desciframiento. Podremos entonces salir del salón de los espejos y comenzar a afrontar, como seres hablantes, lo real de la política.