jueves, 31 de octubre de 2013

ANTICIPO. Philippe Sollers. "Italia de Freud", tomado de "Discurso perfecto". Ensayos sobre literatura y arte. (El cuenco de plata, 2013)


Jacob, el padre de Freud en Viena, tuvo doce hijos con dos mujeres diferentes. Sigmund, por su parte, tuvo seis hijos con la misma mujer. El combate entre padre e hijo era desi-gual. El resultado fue una genialidad: la invención del psicoanálisis. Y luego, a partir de sus cuarenta años, Sigmund, en otoño, se escapa. Viaja, se dirige a Italia.

Su mujer, Martha, su “querido tesoro” se vuelve poco a poco “su vieja querida”, al principio lo acompaña un poco, pero pronto se cansa. Freud se hace acompañar por su hermano menor, Alexandre, y después, cada vez más, por su cuñada, Minna, que permaneció soltera y de la que no se sabe muy bien si no fue más íntima en la vida del genio de lo que se ha dicho. Poco importa: Freud quiere estar tranquilo, proseguir su pasión arqueológica, moverse hacia el sur, en pos del placer de ver, bañarse, comer, coleccionar. Manda postales cuidadosamente elegidas, escribe cartas, prosigue sus descubrimientos interiores sin decir una palabra. Fascinante contraste: el autor de La interpretación de los sueños (sin el cual todavía creeríamos que soñar depende de una visión mística) vive en Venecia, en agosto de 1895, un “cuento de hadas del que ninguna fotografía ni ningún relato podrían dar cuenta”. Está en un “torbellino”, dice, dos días se han vuelto seis meses, ve “cosas increíbles”, no está cansado ni serio, se divierte como un estudiante de vacaciones. Italia es mágica y de una “armonía grandiosa”. Está en Padua, en Boloña, en Ravenna, en Florencia y empieza incluso a ser superado y aplastado por una “voluptuosidad constante”. En una catedral, observa a varios cientos de las más lindas chicas del Friuli yendo a misa en día festivo: “El esplendor de la antigua basílica romana me hizo bien en medio de la indigencia de la era moderna”. En pleno descenso a los infiernos de su propio inconsciente (mediante el autoanálisis), se cruza con Dante cerca de un bosque de pinos o al visitar unas cuevas se deja impregnar por frescos, mientras Minna escribe sobre él: “Tiene un aspecto completamente espléndido y está alegre como un pinzón. Evidentemente, está exultante”. Luego llega a orillas del lago de Garda, “de una belleza paradisíaca”, y finalmente a Roma, en septiembre de 1901. “Es increíble que no hayamos venido aquí durante años.” Sigmund Freud entonces, alegre como un pinzón, mete su mano en la Bocca della Verità, jurando volver. El vino tinto le cae muy bien. “Hoy en el Vaticano, vimos de nuevo las cosas más hermosas, que abandonamos como transportados.” Decide firmemente terminar su vida en Roma, pero la historia, como se sabe, decidirá otra cosa, y será en el exilio, expulsado por los nazis, en Londres, en 1939.

En Nápoles, fuma, bebe, come, tiene demasiado calor, se baña. Pronto llega a Sorrento, toma un café “a la sombra de los árboles, rodeado de naranjas amarillas y verdes, de racimos de uvas, de palmeras, de pinos, de nogales, de higueras silvestres, de limoneros”. Están el Vesubio, los templos, la caverna de la Sibila, el recuerdo de Virgilio, cuyos versos se encontrarán en el exergo de La interpretación. El esplendor italiano ayuda a salir de la confusión de los sueños, de la neurosis y de la inhibición de la indigente era moderna. “Comprendo todo lo que se pudo oír acerca del efecto del Sur en el carácter y la energía.” No cabe duda: el Norte es un error, como ya lo había entendido Goethe. Vayamos más lejos, a Grecia. Me gusta esta frase de Freud de 1904: “Escribo al lado de un caballo de un friso de Fidias”. Les manda a Martha y a los suyos, con sus pensamientos afectuosos y firmando ya no Sigi, sino Papá, una reproducción de un trono del sacerdote de Dionisos. Piensa escribir un ensayo sobre el carácter sexual de la arquitectura antigua. Lamentablemente nunca lo hará. Y ya está de vuelta en Roma: “Las mujeres, en la multitud, son muy hermosas, en la medida en que no son extranjeras. Las romanas, curiosamente, son hermosas aun cuando son feas y de hecho hay pocas entre ellas que lo sean”. Esto dicho entre una visita a las catacumbas y el descubrimiento de la Gradiva en el Vaticano. Humor o pudor de Freud ante El Amor sagrado y el Amor profano de Tiziano (una mujer ricamente vestida, otra desnuda): “El nombre que se le ha dado a este cuadro no tiene sentido alguno, y por otro lado no sabemos qué sentido darle; basta con que sea muy bello”. En realidad, el verdadero encuentro es con el Moisés de Miguel Angel en la iglesia de San Pietro in Vincoli, lo que le permite a Elisabeth Roudinesco, en un prefacio, decir: “Roma es para Freud lo que Israel es para Moisés”. Sin dudas, pero Freud por su parte entró en Roma, que además lo verá cada vez más, y sólo pedía eso.

En Londres, en el British Museum, una sobredosis de antigüedades egipcias. Y luego está el famoso viaje a Norteamérica en 1909, y el éxito en Nueva York. Es muy importante para la causa del psicoanálisis, sin embargo ya surge el malestar: “Norteamérica ha sido una maquinaria enloquecida. Estoy feliz de haber salido, y más aún por no tener que quedarme allí”. Y también: “Aun así es muy grato encontrarse de nuevo en Europa; ahora aprecio este pequeño continente”. En 1925, Freud será aún más categórico: “Siempre dije que Norteamérica sólo sirve para procurar dinero”. Ahora lo vemos en Holanda, con sus dos hijos, Ernst y Oliver. Una tarde analiza a Gustav Mahler, que tiene problemas con su mujer, y tras la muerte del músico reclama, siempre riguroso, 300 coronas a su ejecutor testamentario por una consulta de varias horas. Pero al fin regresa al sur, Roma, Nápoles, Sicilia, maravillas sobre maravillas: “El esplendor y el perfume de las flores en los parques hacen olvidar que estamos en otoño”. Templos de Segesta y de Selinunte, evocación de una melodía de Mozart. “Me resulta muy natural encontrarme en Roma, ni la sombra de una impresión de ser un extranjero aquí”. Y también: “Nunca me sentí tan cuidado ni viví en semejante ociosidad a merced de mis deseos y mis caprichos”. Se regala su flor preferida, la gardenia. Retrato de Sigmund Freud como dandy con gardenia. “Se vive divinamente”, dice. Estará de nuevo en Roma en 1923, con su hija menor, Anna, pero entonces ya está enfermo de su cáncer de garganta. En total, habrá ido siete veces a esa ciudad, que es suya finalmente, ya que le confiesa a Ernest Jones que Roma cada año le gusta más. A decir verdad, hay que tomar totalmente en serio su carta de septiembre de 1910, desde Palermo, “lugar de delicias inauditas”. Se disculpa con Martha y con su familia por no hacerles compartir sus alegrías por falta de medios, y agrega: “No tendría que haberme convertido en psiquiatra y supuesto fundador de una nueva tendencia en psicología, sino en fabricante de algún objeto de tipo corriente como el papel higiénico, los lentes o los broches de botas. Es demasiado tarde ahora para cambiar de profesión, aun cuando continúo –egoístamente, pero en principio con remordimientos– disfrutando solo de todo”. Resumamos: Freud, en efecto, a través de una vida extraordinariamente laboriosa, disfrutó solo de todo.

Verba Volant. Revista de Filosofía y psicoanálisis. Volumen 3, número 2 (2013)


Ya está on line, podés acceder haciendo clic aquí

lunes, 28 de octubre de 2013

Roger Bartra. "Cerebro y libertad". Ensayo sobre la moral, el juego y el deerminismo (FCE, 2013)


El libre albedrío existe, el ser humano es libre aun cuando sólo una pequeña parte de sus actos escape de los mecanismos deterministas. Ésa es la propuesta que se defiende en estas páginas, situadas entre el terreno de las neurociencias y la reflexión filosófica. Desde la perspectiva desarrollada en Antropología del cerebro (FCE / Pre-textos, 2007), Roger Bartra reflexiona aquí sobre el libre albedrío y la ética; lo que hay detrás de esta ambiciosa empresa no es solamente el reivindicar y afirmar la existencia de la libertad, sino la invitación para ampliar nuestra perspectiva en torno a ella.

sábado, 26 de octubre de 2013

Guy-Félix Duportail. "Cuerpo, amor, nominación". Lacan y Merleau-Ponty (Letra Viva-Col. Filosofía y psicoanálisis, 2013)


Guy-Félix Duportail quiso continuar la conversación entablada entre Jacques Lacan y Maurice Merleau-Ponty durante el último siglo, pues es justo pensar que ese intercambio amistoso y crítico –en que el psicoanálisis y la fenomenología se entrecruzan– no ha dicho su última palabra. La topología de los nudos de Lacan nos ayuda, en efecto, a captar la estructura espacial del campo de ser originario que Merleau-Ponty buscaba al final de su obra con el nombre de ontología de la carne. A la inversa, gracias a la fenomenología arqueológica de Merleau-Ponty, el psicoanálisis lacaniano se despoja de su dogmatismo matemático para honrar, en última instancia, su pretensión filosófica legítima: contribuir a la razón desde Freud, más allá del eclipse de las Luces.

Así, si la carne es el otro nombre de lo inconsciente, y su esquematización topológica resulta de un rigor que no precisa remedar la exactitud de las ciencias ni prorrogar el mito de la conciencia pura. El presente libro desarrolla estas premisas en tres tiempos. Con el cuerpo de carne, en primer lugar, donde se muestra que el quiasma que une el cuerpo con el mundo es instituido por el anudamiento de los tres movimientos fundamentales de la vida (Patočka), ante todo, el del narcisismo de la percepción. Con el amor, a continuación, donde el sentimiento se da como instituido por el encanto imaginario y cuya metáfora inaugura el cuerpo. El amor no es ni una patología del alma ni una idea confusa, sino una forma de reconocimiento y conocimiento de lo que el otro y nosotros mismos tenemos de desconocidos: nuestro propio ser. Con el Nombre-del-Padre, por último, donde la negación simbólica característica de la función del padre descubre sus raíces en los pliegues arcaicos del Ser sensible, allí donde lo invisible paterno aparece: en la voz o incluso en la música.

Guy-Félix Duportail. Profesor de Filosofía en la Universidad de París 1 Panthéon-Sorbonne y miembro del Equipo de Investigación “Filosofía contemporánea”. Es autor de numerosos libros en francés y ha publicado en castellano: Lacan y los fenomenólogos. Husserl, Levinas, Merleau-Ponty (ensayo, 2011), La balada del corazón de becerro (nouvelle, 2012) y ha contribuido en las obras colectivas: Arqueología de la mirada. Merleau-Ponty y el psicoanálisis (ensayo, 2011) e Inconsciente y verdad (ensayo, 2012), todos publicados por esta casa editorial.

viernes, 25 de octubre de 2013

Mircea Eliade. "El chamanismo y las técnicas arcaicas del éxtasis" (FCE, 2013


El estudio del complejo fenómeno chamánico es inagotable. En la actualidad existe una imponente bibliografía sobre el tema, pero casi toda ella lo analiza desde el punto de vista psicológico, sociológico o etnológico. El presente libro es el primer intento de análisis que aborda dicho fenómeno dentro del campo de la historia de las religiones. Su misión es sintetizar las diferentes investigaciones (reuniendo los resultados de la etnología, la psicología y la sociología, sin desdeñar las aportaciones del filósofo y del teólogo), pero usando métodos y perspectivas propios, ya que no sólo ofrece la historia (orígenes, formación, influencias exteriores, comparación en el espacio y en el tiempo) del fenómeno religioso, sino que presenta la visión de su morfología en el momento del análisis. Pero este estudio va más allá: además de organizar la documentación histórica: "única que garantiza su carácter concreto", trata de desentrañar las situaciones límite del hombre, es decir, que aunque no se logre necesariamente la perspectiva cronológica -el cuadro místico de un determinado momento puede repetirse por miles y miles de años-, lo importante es lograr lo concreto histórico y revelar lo que hay de transhistórico en el hecho religioso en cuestión.

En esta obra se define ampliamente el chamanismo y, al analizarlo como una de la técnicas arcaicas del éxtasis, siendo a la vez "mística, magia y religión", se presenta tanto en sus distintos aspectos históricos como en los culturales. Su ideología, su simbolismo, sus mitologías y sus técnicas son, igualmente, estudiadas por Eliade, cuya obra como historiador de las religiones es bien conocida.

jueves, 24 de octubre de 2013

PABLO PEUSNER. Intervención en ocasión de la presentación del libro de Lucas Boxaca y Luciano Lutereau "Introducción a la clínica psicoanalítica" (Letra Viva, 2013)




Como ya he dicho en más de una ocasión, la presentación de un libro siempre es una celebración, un evento festivo, una ocasión para manifestar alegría. Esta noche tenemos un plus, y es que también presentamos a un autor, que es Lucas –Luciano ya es un veterano en estas lides de la publicación–. Entonces, considerando la obra que celebramos hoy, la existencia de Antonia y la reciente llegada de Joaquín, solo nos quedaría por saber si los muchachos han plantado algún árbol…
También es una buena ocasión para celebrar a la colección que aloja la obra, porque “Series clínicas” (de LV) está dirigida Lucas y por otro amigo de la casa, que es Marcelo Mazzuca. Y estas cosas también son importantes: miembros de nuestra comunidad de trabajo, del Foro y de la Escuela, comprometidos con la edición de materiales valiosos para la reinvención del psicoanálisis, y que de a poco comienzan a marcar una tendencia en el movimiento editorial de nuestro país –el que, probablemente en este momento, sea el más importante del mundo por el volumen y la calidad de lo que publica–.
Y quisiera destacar un fenómeno notable, un asunto que nos involucra a muchos de los presentes y que podríamos considerar un lindo marco para la celebración de esta noche, me refieroa  la enorme productividad a nivel de publicaciones que se viene dando en nuestro grupo de trabajo: porque solo en los últimos seis años y en progresión geométrica, hemos visto aparecer libros de Gabriel Lombardi, de Marcelo Mazzuca (3), de Edmundo Mordoh, de Tomás Otero, de Martín Alomo (4), de Lucas, del propio Luciano (un montón!). También el libro de cuentos de Matías Buttini y el que reúne los dibujos de Vanina Muraro. 7 números de la revista Aún y un número de Dixit (Bianuario del CC), y también nuestra revista virtual Nadie Duerma, publicaciones que recogen trabajos de muchos otros compañeros, gracias a la tarea de muchísima gente. Pero además, y con el auspicio del Foro, han aparecido 5 libros de Colette Soler –y hay más en carpeta–. Por otra parte, la editorial Letra Viva ya tiene una colección denominada “Voces del Foro”, donde a la fecha hay publicados tres libros... Evidentemente, en el Foro se escribe, y al recorrer esos libros uno nota que esos textos dialogan entre sí, que se citan mutuamente, lo que también quiere decir que en el Foro se lee, que nos leemos, que las producciones de nuestros compañeros y amigos no nos resultan indiferentes, y pasan a enriquecer nuestras elaboraciones e investigaciones.
Como verán, tenemos motivos de sobra para celebrar. Pero cuidado, memento mori, no es lo mismo celebrar que autocelebrarse...


Hablemos ahora del libro de Lucas y Luciano.
Es un buen momento para hablar de este libro, puesto que el mismo apareció en marzo y es probable que muchos de Ustedes hayan tenido ocasión de leerlo. Les cuento un secreto: y es que me prohibí leer el Prólogo de Gabriel Lombardi, porque conociendo el estilo de la pluma de Gabriel, de haberlo leído no hubiera encontrado sino lo que él allí me señalara. Así que prometo que apenas termine de decir lo que he preparado, voy a leer ese texto. Pero mi lectura del libro comienza con un pequeño acto de abstinencia…
Hay dos cosas que me llamaron la atención de entrada: la primera es que hubiera sido escrito en colaboración; y la segunda es que se tratara de una Introducción.

Comienzo por mi primera sorpresa: porque si bien en la Introducción al libro, los muchachos (me niego a tomar distancia y llamarlos “los autores”)  sitúan los antecedentes de algunos capítulos, nunca dicen a quién les corresponden. Entonces, uno descubre luego que el cuerpo de la obra fue producido en inmixión, es decir a partir de una mezcla que no puede descomponerse en sus componentes originales (algo así como el salsa golf o el poxipol), a partir de un intercambio de versiones, de un diálogo, de una interlocución que no dudan en situar incluso, en el marco de la amistad. Se trata de una colaboración continua, no discreta como la de Freud y Breuer en los Estudios sobre la histeria –salvo en la “Comunicación preliminar” que aparece firmada por ambos. Sin temor al exceso, confieso que ante párrafos francamente brillantes del libro de Lucas y Luciano, más de una vez me pregunté “¿qué importa quién habla?”. Y otra vez confirmé que en el marco de nuestra comunidad de trabajo el Otro existe aunque sea, en inmixión. Probablemente no sea sino otra muestra más de la tontería radical que nos permite hacer lazo y trabajar juntos, pero prefiero eso a la posición del desengañado que, tal como afirmaba Lacan, se engaña. Al fin y al cabo La Biblia, Las mil y una noches, La enciclopedia francesa, El conde de Montecristo (Dumas & Maquet), el Manifiesto del PC, Fantomas (Marcel Allain y Pierre Souvestre), Los Principia Mathematica (Russel y Withehead), Asterix y Cleopatra (Albert Uderzo y René Goscinny), El Antiedipo, Las crónicas de Bustos Domecq y tantos otros libros célebres, fueron escritos en colaboración.
Es grato ver que se puede trabajar y producir con este formato –formato que es incómodo para las editoriales–. Y que ha resultado en un trabajo que supera con creces lo que se podría esperar de una Introducción –que es todo un género en sí mismo y del que voy a hablar a continuación.

Personalmente, no creo que esta Introducción se dirija a los no iniciados o a los neófitos en la clínica psicoanalítica. No constituye una presentación sencilla, digerida, ni bastardeada del problema que aborda. No es en modo alguno un texto de divulgación. Más bien considero que propone un modo de entrar en la cuestión de la clínica que practicamos. Con un estilo de escritura elegante, aporta una argumentación rigurosa y sistemática, organizada a partir de cinco conceptos fundamentales del psicoanálisis –que ya están presentes en tapa a modo de subtítulo.
No hay proporción sexual, lo sabemos. Pero este libro es proporcionado en el uso y la selección de las citas, las que solo aparecen para concluir alguna línea argumental y no como recurso a la autoridad. También está dosificado –y justificado– el uso de las viñetas clínicas, algunas propias y otras de la bibliografía psicoanalítica canónica, las que en modo alguno funcionan como definiciones ostensivas de la cosa, sino que solo aparecen cuando el concepto ya está esclarecido y para brindar una apoyatura más –por lo que funcionan como suplemento y nunca como complemento de la argumentación–.
“La clínica no es la experiencia”, dicen los muchachos y esto habría que recordarlo. Hay que redoblar esa experiencia a través del concepto. Y esa idea, presente desde el inicio del libro, cruza de punta a punta una obra que tiene estructura de bucle, puesto que concluye con el mismo asunto que comienza, luego de dar una vuelta grande en torno de ese real imposible de soportar. A lo largo de todo ese camino –porque la lectura es un camino– nunca pierden de vista la posición del analista, la que en todo momento es connotada como un lugar de mucha actividad. Tal como dije, el modo de entrada que Lucas y Luciano eligieron, por fortuna los llevó a ignorar la incomprendida figura del analista muerto para hacerle fuerza al analista que se pregunta acerca de su acto. Ese analista que soporta la idea de que (cito) “en un análisis no importa tanto qué le pasa a alguien como lo que dice respecto de lo que le pasa –siendo que lo que le pasa es, en parte, aunque sin llegar a recubrirlo, el decir de lo que le pasa” (p.14). Frase que muchos analistas deberían escribir en el frontispicio de su consultorio…

Muchas veces he contado aquí un problema que tengo con los libros: y es que cuando encuentro algo que me parece valioso me desespero para que la gente que quiero y que trabaja conmigo, también lo lea. Eso me ha llevado a fastidiar a más de uno con envíos por mail, a crear un blog y tantas otras locuras. Este es un libro de esos, de los que me desespera. Pero no voy a contarles qué dice, porque para eso tendrán que leerlo. Sin embargo, abusando de vuestra paciencia, voy a testimoniar de lo que el libro me dejó a mí –que, por supuesto, no es todo el libro. Y así como a veces escuchamos mucho tiempo a un paciente o jugamos muchas semanas con un niño, solo para lograr la aparición de un significante que nos marque el camino, este libro me dejó tres ideas que me tocaron profundamente y que, estoy seguro, ya han producido efectos en el analista que cada tanto aparece en mi tarea cotidiana. Se las cuento.

El primer capítulo del libro, titulado “La regla fundamental y el decir analizante” es una pequeña obra de arte, en todo sentido. Está escrito con una exquisitez poco frecuente entre los autores del psicoanálisis –habría que remitirse a Freud para encontrar algo similar–. Hay allí, escondida en el argumento que sitúa a la asociación libre como la única regla del psicoanálisis, una pregunta exquisita que dice: “¿de qué modo un decir liberado de objetivos podría abordar un real específico que hace sufrir?” (p. 31). Y la respuesta afirma que esa articulación entre “decir liberado” y “real específico” exige como correlato “una posición activa del analista para que se sostenga como tal”. Esa actividad que en términos de Freud se llama “trabajo solicitante de la cura” hace que el analista no sea un mero observador objetivo de lo que allí ocurra. Nunca me había detenido a reflexionar acerca de la responsabilidad que como analista tenía en mantener dicha articulación (decir liberado-real específico), única manera de que ese decir conduzca hacia lo que displace: el síntoma.

En un libro que publiqué en el 2008 analizaba la posición del niño en el discurso universitario, y afirmaba que en dicho marco discursivo no había que combatir al síntoma muy rápidamente antes de establecer para qué servía. No pude teorizarlo mucho, era más bien una advertencia. Pero al leer en este libro el capítulo acerca de “Los usos del síntoma”, me encontré con las herramientas necesarias para fundamentar aquella intuición, sintetizadas en una tabla que, seguramente, nos dará que hablar en el futuro. Lo que a esta altura del libro ya no resulta curioso, es que aquí otra vez los muchachos introducen la necesidad del acto del analista para que la ego-sintonía del síntoma resulte franqueada.

El último capítulo es la prueba viva de que no se trata de un libro inocente, ni de un manual para iniciarse en nuestra praxis. Se titula “El acto del duelo, el duelo como acto”. Algo se rompe allí, es el único capítulo que comienza con un epígrafe (¡y encima de Rayuela, de Julio Cortázar!) y con un comentario acerca de la posición de Aquiles ante la muerte de su amado Patroclo, a través de referencias a Marguerite Yourcenar y Giorgio Agamben. Nada de esto había ocurrido antes.
Ya dije que el libro está escrito con una prosa elegante, pero recién en este capítulo, el último, aparece una fórmula: “desde la perspectiva lacaniana, sin duelo no hay acto” (p. 86). Por suerte, dos renglones después aparece un “dicho de otro modo, el duelo es estructural (y estructurante)”. Y apenas uno se recupera del efecto de esa idea, los muchachos leen la división de Freud respecto del asunto del duelo: dicen que mientras que por un lado Freud afirma que el objeto es susceptible de ser sustituido, por otro sostiene que es conservado en la identificación…
Y allí viene en auxilio otro modo de entrada, otra introducción: más que un trabajo psíquico, el duelo remite a una elección del ser hablante. Es un golpe de timón brillante: de ahí hay un paso al “afecto-acto” (como plantea CS en “Afectos lacanianos”) y al rechazo del duelo como una “insatisfacción deprimente” a favor de la lógica de la pérdida inherente a toda realización del deseo.


***

Quiero concluir con una de las citas incluida en el libro y que rompe la inmixión de los autores, porque es de Gabriel Lombardi. Se trata de la última cita del libro y es la que, además, introduce el único doble lapsus que detecté durante su lectura. Proviene de un trabajo publicado en el número 1 de Aún, nuestra revista que los muchachos ubican en la página 33, pero que en realidad está en la página 31 (al menos de la primera edición). Dice así:

El primer movimiento del análisis no consiste exactamente en implicar al sujeto, sino más bien en quebrantar su implicación en la conducta sintomática, en romper la egosintonía de la neurosis; no “que se haga cargo” entonces, sino que experimente más bien lo contrario, la amenidad (debería decir “ajenidad”), la extrañeza del síntoma. (p.98)


Acerca del lapsus, debo decir que el libro todo se presenta al lector con una amenidad constante durante la lectura… Con respecto a los números, 33 por 31, el Cristo por la luz... no sé, habría que jugarlos...
Lo que me interesa resaltar de la cita es que hay allí otro valor para el acto del analista, el que permite que la famosa rectificación subjetiva se torne lógica y racional (y no se la asimile demasiado rápidamente a un “hacete cargo”), que no presione a la instancia superyoica ni participe del individualismo moderno. No se trata de hacerse cargo, sino de (cito) “actualizar un decir que tenga estatuto de acto, es decir, que importe en lo real” (p. 99).


***


Ojalá muchos lectores acepten la invitación de Lucas y Luciano para entrar a la clínica por donde ellos nos sugieren con este libro.
Y no es una invitación para quienes intenten dicha entrada por primera vez.
Quizá algunos de ustedes crean que ya ensayaron todas las entradas posibles, pero les aseguro que siempre hay alguna más...
 Lacan decía que la tarea de reinventar el psicoanálisis era una tarea fastidiosa, pero libros como éste alivian ese fastidio y renuevan el entusiasmo –incluso– por los temas de siempre, aquellos que habitan el fundamento donde –como dice Heidegger– “ocurren todas las decisiones, pero de donde también toda indecisión toma prestado su escondite” .

Muchas gracias


Buenos Aires, viernes 18 de octubre de 2013

Los lunes del FARP. Julieta De Battista presenta "El deseo en las psicosis". Lunes 28/10, 21 hs. entrada libre y gratuita


lunes, 21 de octubre de 2013

Luigi Zoja. "Paranoia. La locura que hace la historia" (FCE, 2013)


En "Paranoia. La locura que hace la historia" Luigi Zoja presenta un cautivante e innovador estudio de la paranoia colectiva, hasta ahora tierra de nadie entre la psiquiatría y la historia, con un enfoque multidisciplinario. Transforma nuestra forma de ver acontecimientos que creíamos conocer y nos permite comprender de qué modo algunos paranoicos, como Hitler o Stalin, alcanzaron el éxito por su capacidad de despertar la paranoia dormida en los hombres comunes y corrientes, aquellos que piden a viva voz en medio de la multitud la muerte de una minoría luego de haber ayudado a su hijo a hacer las tareas escolares.
Podés leer un anticipo aquí

sábado, 19 de octubre de 2013

ANTICIPO. Michel Foucault. "La société punitive" (Cours 1972-1973). Ed. Seuil, Francia


"L’organisation d’une pénalité d’enfermement n’est pas simplement récente, elle est énigmatique. Qu’est-ce qui pénètre dans la prison ? En tout cas, pas la loi. Que fabrique-t-elle ? Une communauté d’ennemis intérieurs". C’est en ces termes que Michel Foucault dénonce, dans ce cours prononcé en 1973, et que viendra compléter, en 1975, son ouvrage Surveiller et punir, le "cercle carcéral". La Société punitive étudie ainsi comment les sociétés traitent les individus ou les groupes dont elles souhaitent se débarrasser, c’est-à-dire les tactiques punitives, mais aussi la prise de pouvoir sur le corps et sur le temps et l’instauration du couple pénalité-délinquance. Michel Foucault retrace l'histoire des "tactiques fines de la sanction" dont il distingue quatre modalités : exiler ; imposer un rachat ; marquer ; enfermer. C'est dans la seconde moitié du XVIIIe siècle que se développe une "science des prisons" à fonction corrective et que se construit un discours sur le criminel et son traitement possible, donnant naissance à un schéma de société qui vise à l’absolu du contrôle et de la surveillance. L’ajustement entre le système judiciaire et le mécanisme de surveillance (l’organisation d’une police), entre l’émergence de la richesse et la pratique des illégalismes, entre la force corporelle de l’ouvrier et l’appareil de production s’accomplit ensuite au tournant du XIXe siècle. Foucault démontre donc que ce sont les instances de contrôle para-pénal du XVIIe et du XVIIIe siècle qui ont abouti, in fine, au fonctionnement de la prison, visant à l’élimination du désordre, au contrôle de la distribution spatiale des individus, de leur emplacement par rapport à l’appareil productif. La Société punitive finit par poser la question, cruciale aux yeux du philosophe, de la validité intrinsèque de la loi pénale. A-t-elle vocation universelle ou se limite-t-elle à la douteuse applicabilité d’une somme de décrets ?

viernes, 18 de octubre de 2013

AGUSTIN KRIPPER-LUCIANO LUTEREAU (comp). "Deseo, poder y diferencia". Foucault y el psicoanálisis (Letra Viva, Col. Filosofía y psicoanálisis, 2013)



ÍNDICE

Prólogo: ¿Qué (es un) dispositivo?
Agustín Kripper y Luciano Lutereau

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Foucault y sus herramientas

El orden del discurso. Una lectura de sus procedimientos de exclusión,
control y sumisión en el campo del psicoanálisis
Diego García

Familiarización neurológica versus familiarización psicoanalítica. Una aproximación al problema de lo familiar en Sigmund Freud, neurólogo infantil del Erstes öffentliches Kinder-Kranken-Institut in Wien (1886-1896)
Mauro Vallejo

Yo no tengo sexo. Relato y sexualidad en el mundo posmoderno
Esteban Dipaola

Una anécdota de filósofos alrededor de la autoridad.
Gérard Mendel, Michel Foucault y la interdisciplina en cuestión
José Luis Fliguer

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Foucault y sus otros

Los psicoanálisis de Michel Foucault en la década del cincuenta.
 La dimensión del sentido
Matías Abeijón

Mirada y representación. Las Meninas según Lacan y Foucault
Luciano Lutereau

Foucault y la expresión. La temprana crítica del símbolo freudiano
Agustín Kripper

La herencia freudiana. Un diálogo entre Marcuse y Foucault
Federico Luis Abiuso

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Apéndice

¿Qué importa quién habla?
El encuentro de Lacan y Foucault que dio origen a la teoría de los cuatro discursos
Pablo Peusner

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Texto contratapa

No fueron muchas, pero tampoco faltaron, las ocasiones en que los caminos de Michel Foucault y Jacques Lacan ensayaron una convergencia. Hablaron de lo “mismo”, pero con otro lenguaje. Quisieron otra cosa –ser otros, que la otredad sea distinta–, pero de modos distintos. Fueron seducidos por los mismos autores –Sade, Velázquez, Barthes, Genet, Freud y un largo etcétera–, pero por razones a veces contrastantes. Este libro busca alentar la creación de miradas que intenten detenerse en esos encuentros fallidos, en esas simultaneidades extemporáneas.
En un momento en que las críticas arremetían contra Foucault, Canguilhem pidió serenidad: hubo que dormir poco, leer hasta tarde y levantarse temprano –agregó el epistemólogo– para escribir cosas así. Se refería, obviamente, a las obras de su inquieto discípulo. Los biógrafos de Lacan hacen cuentas imposibles para explicar cómo ese hombre, ocupado de tal forma con su trabajo clínico y la organización de su imperio, podía llegar a leer tanto. 
Ambos pensadores dedicaron su vida a calibrar nuevas formas de leer. Pero rehuyeron con igual tenacidad de la tramposa pericia del comentario. Lacan hacía creer que comentaba a Freud, cuando en realidad se dedicada a otra cosa. Foucault, salvo en algunos de sus cursos, dejó a un costado la labor fatigosa de comentar a los clásicos. Ambos anhelaban la invención de dispositivos de lectura, máquinas de producción del margen de posibilidad para que otra realidad fuera posible. 


Mauro Vallejo

Jane McGonigal. "¿Por qué los videojuegos pueden mejorar tu vida y cambiar el mundo? (Siglo Veintiuno, 2013)


Hoy en el mundo se juegan alrededor de 3000 millones de horas de videojuegos por semana. El interés y los afectos de jóvenes y también de adultos migraron hacia el mundo virtual. ¿Qué hacer con un hijo que se pasa horas frente a la pantalla construyendo aldeas y personajes o embarcándose en aventuras fantásticas junto con desconocidos? ¿Hay que resignarse a la idea de que los videojuegos son sólo formas de escapismo que condenan a la alienación y la pasividad, y que el tiempo de jugar no sirve para nada? Jane McGonigal, una de las más reconocidas especialistas en diseño y desarrollo de juegos, prueba que los gritos de alarma no tienen ningún sentido.

Este libro ofrece una perspectiva revolucionaria: los jugadores son expertos en buscar soluciones, esforzarse por una meta y alimentar un sentido de comunidad, y todas estas habilidades contribuyen a “remendar” una realidad repleta de dificultades, en la que faltan las motivaciones y sobran los problemas. Juegos de realidad alternativa, sistemas de creación colectiva, juegos de pronóstico, para computadoras, consolas, teléfonos: todo lo que se aprende entre pantallas y teclas sirve para hacernos más flexibles, más creativos, más capaces de trazarnos objetivos y mejor dispuestos a colaborar para alcanzarlos. Contra todos los prejuicios, McGonigal nos convence de que es posible aprovechar el poder de los juegos para reinventarlo todo, desde el gobierno, el cuidado de la salud, la educación, hasta los medios de comunicación tradicionales, el marketing e incluso la paz mundial.

martes, 15 de octubre de 2013

Presentación de "Introducción a la clínica psicoanalítica" (Letra Viva, 2013) de Luciano Lutereau y Lucas Boxaca. Viernes 18 de octubre, 21 hs. en el FARP


Para agrandar, hacé clic en la imagen
Actividad con entrada libre y gratuita

Actividades en Buenos Aires con la presencia de Guy-Félix Duportail


Conferencia internacional Abierta
"La tierra y el nudo"





III Coloquio de fenomenología y psicoanálisis
Conciencia y objeto / Causa y sujeto

Podés leer la entrevista a G-F. Duportail que Pablo Chacón
 le realizó para la agencia Télam, haciendo clic aquí

1as. Jornadas conjuntas de los Colegio Clínicos, Foros y Escuela de la IF-EPFCL, América Latina Sur.


Preludio 

por Vanina Muraro (Coordinadora del FARP) 

             La temática de estas Jornadas nos permitirá asomarnos a aquello que descansa en el corazón de la experiencia del psicoanálisis: las posiciones del ser-hablante en el deseo nunca resultan unívocas. Esas posiciones encontradas, ilustran, desde el origen, la inadecuación a la que nos condena el lenguaje. Nos lo han enseñado la legendaria Dora que habita entre ser “víctima o cómplice de los amoríos paternos” y el Hombre de las Ratas que se debate entre ser “un gran hombre o un gran criminal”.
            A excepción de la majestuosa Antígona que, como destaca Lacan en El Seminario 7. La Ética: “…nos fascina, con su brillo insoportable, que nos retiene y que a la vez nos veda en el sentido de que nos intimida; en lo que tiene de desconcertante está víctima tan terriblemente voluntaria”[1]. Mártir de su deseo: posición sacrificial de quien lleva hasta el paroxismo la pasión de desposeerse, más allá del primum vivere, en pos de la realización de su designio. Ni siquiera los héroes y las heroínas de la antigüedad quedan exentos de padecer alguna vacilación tal como señalara Aristóteles en su Poética al desarrollar la noción de “peripecia”[2]. Ese instante en el que la trama toma el cariz propiamente trágico debido a que el héroe se encuentra a punto de escapar a su destino y vislumbra un atajo que lo dispensaría del final desdichado que se halla escrito en el “rollo del cielo” -como expresara Jacques, el personaje de Diderot[3]. Luego de tambalear brevemente, tentado con destinos más humanos, el héroe se encaminará imperturbable hacia su acto-.
            Propongo para estas Jornadas, debatir acerca de las peripecias y los actos que, aunque menos trágicos, nos indican igualmente que algo en la posición del deseo ha mutado, posibilitando a quien fuera analizante un destino más digno.
  

Bibliografía
Lacan, J. (1959-1960). El Seminario 7. La Ética, Buenos Aires, Paidós, P. 289.
Aristóteles, Poética, Buenos Aires: Ediciones Libertador, 2009.
Diderot, D. (1778-1780). Jacques el fatalista, Buenos Aires: Planeta, 1992.


NOTAS.
[1] El Seminario 7. La Ética, Buenos Aires, Paidós, P. 289.
[2] Aristóteles, Poética.
[3] Diderot, Jacques el fatalista.

sábado, 12 de octubre de 2013

Rodolfo Marcos-Turnbull. "Oscar Wilde el amor de lo imposible" (Me cayó el veinte, 2013)


Una vida que se desarrolla como la de Wilde permitiría escribir una gran tragedia griega: ¿cómo es que alguien con sus recursos: brillante inteligencia, sensibilidad excepcional, inmediata capacidad de análisis, graciosa antisolemnidad, extraña valentía y quizá sobre todo, lealtad a toda prueba, pudo haber tenido el final, o mejor aún, los finales que tuvo? ¿Es que la única posición posible para él era enfrentar, como Antígona, las leyes de la ciudad con la propia inmolación? ¿Cómo comprender los últimos meses de la vida de Wilde viviendo en París como cualquier clochard? ¿Él, el único autor que hasta sus días había tenido dos obras de teatro de éxito total en el West End londinense apenas dos años antes de encontrarlo mendigando por los cafés parisinos?

jueves, 10 de octubre de 2013

Giorgio Agamben. "El misterio del mal". Benedicto XVI y el fin de los tiempos (Adriana Hidalgo, 2013)


Reseña de Edgardo Castro, para Ñ

El misterio del mal se titula el texto más reciente de Giorgio Agamben. Este breve escrito reúne una conferencia, pronunciada en ocasión del doctorado honoris causa en teología en la Universidad de Friburgo (Suiza), y una reflexión acerca del gesto histórico de Benedicto XVI. La primera se titula “Mysterium iniquitatis (misterio del mal). La historia como misterio” y la segunda, “El misterio de la Iglesia”.

Como es habitual en sus últimos trabajos y más precisamente a partir de El Reino y la gloria , también en El misterio del mal las remisiones a la historia de la teología se multiplican y constituyen, de hecho, el eje de la exposición. Pero sería un error pensar que, por ello, se trata de libros de teología. Estos trabajos son sobre todo escritos de política. La tesis general de Agamben, que puede ciertamente remontarse entre otros a Carl Schmitt, es que en la historia de la teología se encuentra la clave del funcionamiento de los conceptos políticos modernos. No sorprende, entonces, que, más allá del título, estos textos sean finalmente, en el propósito del autor y en el alcance de sus afirmaciones, una reflexión sobre las sociedades contemporáneas.

En efecto, la renuncia de Benedicto XVI al pontificado es vista como una decisión ejemplar que llama la atención acerca de dos principios esenciales sobre los que se funda nuestra tradición ético-política: la legalidad y la legitimidad. Por un lado, las instituciones, las leyes y las modalidades de ejercicio del poder, y, por otro, el principio que funda el poder.

Desde esta perspectiva, Agamben sostiene: “Los poderes y las instituciones no están hoy deslegitimados porque hayan caído en la ilegalidad. Es verdad más bien lo contrario, la ilegalidad está tan difundida y generalizada porque los poderes han perdido toda conciencia de su legitimidad. Por ello, es vano creer que se puede afrontar la crisis de nuestra sociedad mediante las acciones –ciertamente necesarias– del poder judicial. Una crisis que embiste la legitimidad no puede resolverse sólo en el plano del derecho.

La hipertrofia del derecho, que pretende legislar acerca de todo, traiciona más bien, a través de un exceso de legalidad formal, la pérdida de toda legitimidad substancial. El intento de la Modernidad de hacer coincidir la legalidad y la legitimidad, buscando asegurar a través del derecho positivo la legitimidad de un poder es, como resulta del continuo proceso de decadencia en que han entrado nuestras instituciones democráticas, del todo insuficiente. Las instituciones de una sociedad permanecen vivas sólo si ambos principios (que en nuestra tradición han recibido el nombre de derecho natural y derecho positivo, de poder espiritual y poder temporal o, en Roma, de auctoritas y potestas) permanecen presentes y funcionan en ellas sin nunca pretender coincidir.” E inmediatamente agrega, a fin de evitar posibles malinterpretaciones de esta tesis: “No se trata de que la legitimidad sea un principio substancial jerárquicamente superior, del que la legalidad juirídico-política sólo sería un epifenómeno o un efecto. [...] si, como ha sucedido en los Estados totalitarios del siglo XX, la legitimidad pretende prescindir de la legalidad, entonces, la máquina política gira en el vacío con resultados frecuentemente letales; o, por otra parte, como ha sucedido en las democracias modernas, si el principio legitimante de la soberanía popular se reduce al momento electoral y se resuelve en reglas procedimentales jurídicamente prefijadas, la legitimidad corre el riesgo de desaparecer en la legalidad y la máquina política igualmente se paraliza”.



La máquina y el lenguaje

En el pensamiento de Agamben, la noción de máquina es, sin duda, un concepto técnico con el que pretende afrontar las dicotomías en las que frecuentemente se encuentra encerrada la realidad y la argumentación política. Por esta razón, las máquinas agambenianas no son dicotómicas, sino bipolares: funcionan, mientras entre los polos que las constituyen se mantiene una tensión, y dejan de hacerlo, cuando se busca su coincidencia o la eliminación de uno de ellos.

Pero las máquinas agambenianas no se definen sólo por la tensión entre sus polos, sino también por el centro del dispositivo, que hace posible esta tensión. Así, por ejemplo, en El Reino y la gloria , es precisamente la gloria, el aspecto autocelebrativo del poder, el eje que articula la tensión entre soberanía y gobierno.

En El misterio del mal , nada se nos dice acerca de cuál sería ese elemento que, en este caso, permite articular la dimensión de la legitimidad y la de la legalidad. Pero, a pesar de este silencio, por varias y buenas razones, teniendo también en cuenta otras obras del autor, podemos situar este eje en lo que define la politicidad propia del hombre, es decir, el lenguaje.

Que el hombre sea un animal político es, sin duda, una de las afirmaciones más célebres y repetidas de la Política aristotélica. Menos sabido es, sin embargo, que, para el propio Aristóteles, también las hormigas o las abejas lo son. Estos insectos no sólo son gregarios, sino políticos; pues, según Aristóteles, persiguen una obra común mediante la división de tareas. De este modo, ellos nos ofrecen un modelo de organización política en el que no se plantean las cuestiones ni de la legitimidad ni de la legalidad. Careciendo de lenguaje discursivo, en efecto, no les es posible argumentar acerca de lo justo o lo injusto, de lo bueno y lo malo.

Esta referencia a una dimensión propiamente biológica o zoológica de la política no es para nada una mera curiosidad. Todo lo contrario. Si la categoría de biopolítica, como ha sucedido en los últimos años, ha alcanzado una innegable centralidad; es precisamente porque ha puesto en primer plano la estrecha relación que existe entre la política y la vida biológica.

Cuando se pierde ese nexo entre política y lenguaje, propio de la politicidad humana, la máquina deja de funcionar. Es el triunfo de la dimensión zoológica de la política. A veces, porque la legitimidad ha absorbido la legalidad, como sucede en las formas totalitarias a través de la subordinación del Estado a la voluntad de su conductor o Führer. Otras, al contrario, porque la legitimidad se ha disuelto en la legalidad meramente procedimental. Pero siempre, porque las palabras, vaciadas de su semántica y de su función argumentativa, se han convertido finalmente en imágenes-fetiche.

En un momento de su exposición Agamben retoma, en relación con la situación política contemporánea, la expresión latina: corruptio optimi pessima (la corrupción de los mejores es la peor de las corrupciones). Más allá de la clasicidad de esta expresión, en la época de las democracias espectaculares (de los medios masivos de comunicación) y de los micro-relatos políticos, quizá sea necesario decir que corruptio linguae pessima: la peor de las corrupciones es la corrupción del lenguaje.

miércoles, 9 de octubre de 2013

Guy Le Gaufey. "Hiatus sexualis. Du non-rapport sexuel selon Lacan" (EPEL, Francia, 2013)

En quoi consiste ce « rapport sexuel » que Lacan déclare inexistant ? Quelle cible une telle affirmation vise-t-elle ?
Freud, pour sa part, s’était déjà démarqué d’une psychiatrie acharnée à soutenir l’existence d’un « instinct génésique » qui poussait l’homme vers la femme et réciproquement.

Un tel instinct reconduisait en plein xixe siècle la fiction normative du rapport sexuel édictée par la théologie morale médiévale — à qui l’on doit l’invention du mot même de « sodomie » pour désigner tous les comportements sexuels dans lesquels « la semence n’atteint point le bon vase ».

Lacan pousse le bouchon un peu plus loin, et l’étude de l’arrière-plan philosophico-médico-théologico-politique de son dictum incongru permet de mieux comprendre de quoi il retourne. Et jusqu’où il porte le fer à la jonction entre sexe et pouvoir.

martes, 8 de octubre de 2013

Jacques-Alain Miller. "El ultimísimo Lacan" (Paidós, 2013)


En la última década de su Curso, que lleva más de treinta años, J.-A. Miller se orienta hacia la que fue llamada “la última enseñanza de Lacan”.
Trata en sus diecisiete lecciones de indagar y sostener la rigurosidad de una trama organizada en una geometría con cuerpo, la topología que le sirvió a Lacan para sostener una práctica, la psicoanalítica, fuera de la lingüística, las matemáticas, la lógica y la poesía.
Es así como son trabajados a partir del inconciente real.
Tomando un poema de García Lorca que dice: “Es preciso romperlo todo para que los dogmas se purifiquen y las normas tengan nuevo temblor”, Miller recorre no sin dificultad los impasses de una enseñanza, la de Lacan, que en su último tramo deviene oscura y es solo atravesada por destellos cuando en sus lecciones dispersas encuentra ideas mediadoras para recomenzar un psicoanálisis que ya no será el mismo que era.
En este Curso se sostiene –después de haber examinado el tiempo lógico que permitía una salida grupal– que su momento de concluir es el intento de Lacan de salir de la prisión del lacanismo, en lo que aquel supuso de continuidad, que lo llevó a decir a Lacan: “Yo no soy lacaniano” tiempo después de haber disuelto su escuela.
Se muestra que en el psicoanálisis se avanza a partir de los impasses, de la discontinuidad, por lo tanto el éxito es nuestro fracaso.
Así, el síntoma como acontecimiento de cuerpo se constituye en una fuerza impulsora real, oponiéndose a las consideraciones que lo plantean como trastorno.
Sobre las bases de una nueva noción “el inconsciente es la cara real de aquello en lo que se está enredado” se abre paso una nueva ética ya no ligada al deseo, sino al saber hacer ahí, con el goce opaco, no atrapado por los discursos.
Este texto constituye sin duda una referencia relevante para orientarnos en el psicoanálisis, de este nuestro siglo XXI.

lunes, 7 de octubre de 2013

NOVEDAD. Luciano Lutereau-Pablo Peusner. "¿Quién teme a lo infantil? La formación del psicoanalista en la clínica con niños" (Letra Viva, 2013)



Cuando Freud descubrió la sexualidad infantil advirtió mucho más que la posibilidad del erotismo en los niños. En todo caso, puso de manifiesto una determinada posición, que no por escapar a los dichos comunes se vuelve reticente. Lejos quedó la idea de una infancia endeble y temerosa, a partir del día en que el psicoanálisis concedió a los niños el reconocimiento de la palabra.
Sin embargo, ¿quién escucha hablar a los niños? ¿Quién presta atención a las teorías que ellos formulan acerca de la muerte? Su particular interés por el humor y los juegos de lenguaje, así como otras formaciones discursivas que se despliegan en el encuentro analítico –de la transferencia al juego, que apoyan el sufrimiento en la experiencia lúdica– demuestran que la única formación del psicoanalista es la que se realiza cuando éste se presta a responder a esa condición psíquica –que no es una consecuencia ni un efecto– que llamamos “lo infantil”.


ÍNDICE

Prólogo

I. ¿Qué saben los niños de la muerte?, por Pablo Peusner
II. ¿Qué dicen los niños en un análisis?, por Luciano Lutereau

Apéndices
A. ¿Existen los niños perversos?, por Pablo Peusner
B. ¿Por qué juegan los niños aún?, por Luciano Lutereau



jueves, 3 de octubre de 2013

Tren de Moebius (por Daniel Paz)


Amo viajar en el tren de Moebius...

Daniel Kordon - Gerardo Pasqualini. "Psicoanálisis" (Letra Viva, 2013)


El presente volumen reúne una serie de textos bajo el título amplio de Psicoanálisis. Textos que son el resultado de una interlocución mantenida a partir de la experiencia compartida por los autores en Testimonios, institución psicoanalítica que los alberga. Interlocución que se desarrolló en las diferencias, acuerdos, consultas y opiniones, enriqueciéndose con el aporte de otros analistas.
 Como señala Lacan en sus Écrits el psicoanálisis plantea un acceso que resulta difícil. A poco andar, surgen las dificultades y complicaciones, allí donde parecía que el terreno era llano. Tales dificultades -no sólo teóricas, ya que pensar al psicoanálisis como praxis  incluye la transferencia- resultan un desafío para el lector, pero también para los autores, cuyos estilos, diferentes, van tocando diversos ítems que no agotan de ninguna manera las preguntas que los atraviesan.

martes, 1 de octubre de 2013

Montserrat Rodríguez. "Estados de dolor" (CENDEAC, 2012). Libro completo cedido gentilmente por la autora


Montserrat Rodríguez define Estados de dolor como una investigación psicoanalítica sobre el dolor y el hecho artístico, en la que se estudia el subjetivismo ante la pérdida y se observan procesos que evidencian distintas repuestas al trauma. En 2009 hubo una primera edición provisional en soporte informático que se expuso junto a las obras de Javier Codesal y Álex Francés, en el Centro Puertas de Castilla. Durante la exposición, la lectura y la copia estuvieron sujetas a la actualización del ensayo. La edición actual de Estados de dolor es fruto de ese procedimiento de investigación en el que se muestra un proceso de escritura en el que los conceptos en juego emergen del encuentro entre lo informe de la pregunta y la forma epistémica. 

Para descargar el libro completo, hacé clic aquí