sábado, 13 de septiembre de 2014

Élisabeth Roudinesco. "Sigmund Freud, en son temps et dans le nôtre" (Seuil 2014)




Cientos de obras se escribieron en el mundo acerca del médico vienés, fundador del psicoanálisis (1856-1939), y algunas decenas de biografías le han sido consagradas. ¿Por qué proponer hoy en día una nueva lectura de su vida y de su obra?
En principio porque desde la última de esas biografías, la de Peter Gay (1991), se abrieron nuevos archivos a los investigadores (especialmente, acerca de sus pacientes) y lo esencial de su correspondencia resulta ahora accesible. Pero también, y sobre todo, porque queda mucho por decir sobre el hombre y su obra. Y de entrada, lo siguiente: la invención del psicoanálisis está profundamente ligada a la crítica de la familia tradicional, que Freud experimentó en su propia infancia, él, el mayor de los ocho hijos de Amalia y de Jacob Freud, nacido en Freiberg, Moravia.
Y también porque el fundador del psicoanálisis fue un vienés de la Belle-Epoque, sujeto del Imperio austro-húngaro, heredero de las Luces alemanas y judías. Y el psicoanálisis mismo es el fruto de una empresa colectiva, de un cenáculo romántico en el seno del cual Freud habrá dado libre curso a su fascinación por lo irracional, las ciencias ocultas y la parte oscura de nosotros mismos, transformando fácilmente a sus amigos en enemigos -a la vez Fausto y Mefisto de alguna manera, y siempre en nombre de la razón y de las Luces-.
Y también porque Freud, pensador de la modernidad pero conservador esclarecido en política, nunca dejó de actuar en contradicción con su obra.
Freud está ahí, en su tiempo, en su familia, en su cenáculo, rodeado de sus colecciones, de sus mujeres, de sus hijos, de sus perros... he ahí finalmente presa del pesimismo ante la escalada de los extremismos, capturado por las dudas a la hora del exilio londinense donde terminará su vida.
Pero también está aquí, en nuestro tiempo, nutriendo nuestros interrogantes sobre sus propias dudas, sus fracasos y sus pasiones...