En ocasión de la aparición de “Fundamentos de la clínica psicoanalítica lacaniana con niños –
De la Interpretación a la Transferencia” de Pablo Peusner (Letra Viva, septiembre de 2006).
¿Resulta posible, partiendo de la enseñanza de Jacques Lacan, deducir “rigurosa y sistemáticamente” los fundamentos de una clínica psicoanalítica lacaniana con niños?
¿Es estratégico abordar tópicos como la interpretación y la transferencia en la clínica con niños prescindiendo de Anna Freud, Melanie Klein o Donald Winnicott?
¿Es prudente desafiar a la doxa psicoanalítica que tiende a instalar a la presencia de padres como un real de la práctica clínica?
¿Es coherente proponer que la formación del analista encontraría su mejor punto de entrada en la clínica de niños debido a que esta pone al practicante ante la necesidad de resolver problemas explícitos (como el de establecer la demanda o el sujeto) que en la clínica con pacientes adultos permanecen implícitamente supuestos?
¿Es osado retomar la enseñanza de Lacan para afirmar que si el inconsciente está estructurado como “un” lenguaje, este debería ser un “lenguaje infantil”?
¿Resulta anacrónico desafiar la responsabilidad del analizante en favor de la responsabilidad del analista?
¿Es efectivo “el sufrimiento de los niños” como concepto para establecer con claridad el estallido de la neurosis de transferencia espontánea de los niños para con el Otro parental?
¿La transferencia puede explicarse como la desaparición de las personas en la situación analítica?
¿Existe alguna diferencia entre “interpretar” e “intervenir”a la hora del trabajo clínico?
Preguntas. Quizá demasiadas.
Sin embargo, he aquí un libro que arriesga respuestas. Y que nos permite participar del momento fecundo de la producción de las mismas. Quizá sea por eso que valga la pena publicar un curso completo: porque de esta forma asistimos al modo en que se construye una teoría y compartimos el trabajo del autor en su forma más plena. Pablo Peusner nos pide que lo acompañemos en una travesía que no deja de ser una travesura y un atravesamiento. Nos propone que reconsideremos nuestro estatuto: no somos analistas de niños. Somos analistas que no retrocedemos ante los niños. Y este libro se convierte así en un testimonio. En un testimonio de lectura, pero también en un testimonio de lo que el quehacer clínico puede operar en una persona que trabaja como analista. Porque el quehacer clínico es una fuente inagotable de preguntas que empujan y mueven al psicoanálisis todo.
He aquí un viaje por los fundamentos, pero también un recorrido por la actualidad de una clínica que, parece, ser novedosa: clínica psicoanalítica lacaniana con niños. Y es el autor mismo quien nos propone evaluar el peso de cada una de estas palabras que definen su quehacer.
No se trata de una práctica cualquiera: es una práctica clínica.
Y no es una clínica cualquiera: es psicoanalítica.
Y no es una clínica psicoanalítica que responde a la obra de varios autores: es lacaniana.
Y, finalmente, a partir de una profunda revisión de la noción de “sujeto”, no es “de” niños: es una clínica psicoanalítica lacaniana “con” niños. Porque los niños forman parte de ese sujeto, tanto como sus parientes (el autor lo deja en claro resignificando aquellos tempranos “complejos familiares” del año 38).
Pablo Peusner cree en la efectividad del psicoanálisis. Su entusiasmo resulta contagioso. El hallazgo del “regalo de Freud” al pequeño Herbert/Hans es tan valioso como la revisión de Ferenczi realizada por Lacan que el autor puso en su lugar. El psicoanálisis con niños como “la frontera movil de la conquista psicoanalítica”, idea lacaniana en los albores de su obra, muestra aquí todo su alcance.
Palabras aparte merece la cuidada edición del texto: las notas y referencias son precisas. Las citas están indicadas como y donde corresponde. Las traducciones son del autor y mejoran con creces a las versiones oficiales. La portada y el diseño general dejan entrever un gran trabajo por parte de la editorial Letra Viva, propietarios de un catálogo cada vez más vasto y valioso que hoy agrega un título que, sin duda, está a la altura de las circunstancias.
Finalmente, recuerdo que en ocasión de presentar un libro de un grupo de colegas, el mismo Pablo Peusner confesó públicamente que, a menudo, al dar con un libro valioso, era presa de la desesperación por no saber cómo hacer para que las personas queridas también lo leyeran.
Creo que he sido contagiada.
(Texto publicado en Imago-Agenda, septiembre de 2006)