martes, 10 de junio de 2008

Martin Heidegger. "Alma mía. Cartas a su mujer Elfride (1915-1970)" (Ed. Manantial)


"[…] Tengo por delante una vida de gran valor, puedo arrojarme por completo sobre mis problemas sabiendo que tú permaneces junto a mí – me proporcionas calma cuando regreso cansado de la tierra lejana de las grandes preguntas (1° de febrero de 1916).
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[…] Sé que puede haber una filosofía de la vida activa – que puedo declarar batalla a muerte al Racionalismo – sin incurrir en el anatema de la irracionalidad – puedo hacerlo – debo hacerlo – […]. La pregunta kantiana no sólo está mal hecha – no da en absoluto con el problema, que es mucho más rico y profundo […] (5 de marzo de 1916).
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La judaización de nuestra cultura y de nuestras universidades es sin dudas espantosa y creo que la raza alemana debería procurarse aún otro tanto de fuerza interior para llegar a la cima. ¡De lo contrario, el Capital! (18 de octubre de 1916).
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No necesitaba de tus líneas, justificadamente tristes, para estar más triste [...]. No quiero escribir palabras de las que desconfías. Pero me esfuerzo por deshacerme del demonio [...]. Si mi existencia carece de pasión la voz enmudece y la fuente no brota. Dices con razón: ¿qué significa esto si está acompañado de tanta mentira? [...] (23 de junio de 1956).
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[...] Una y otra vez dices o escribes que estás unido a mí – ¿cuál es el vínculo? Amor, no es; confianza, no es. En otras mujeres esperas encontrar tu “hogar”. Ah, Martin – cómo me he puesto – y esta soledad helada. [...]. ¿Has pensado alguna vez en lo que son las palabras vacías? – ¿las palabras huecas? ¿En qué es lo que falta a semejantes palabras? (fragmento de la única carta de Elfride incluida en el libro, 28 de junio de 1956).

Heidegger es ciertamente un gran filósofo, que al mismo tiempo fue un nazi de lo más común. Es así. ¡Que la filosofía se las arregle! No saldrá de este embrollo ni mediante la negación de los hechos ni mediante la excomunión. Estamos ante un límite dialéctico, que podemos llamar existencial, de la grandeza de pensamiento y la pequeñez de convicción, de la capacidad creadora de dimensiones universales y de la singularidad obtusa de un profesor de provincia. Lo que estas cartas tienen de apasionante es que ensanchan esta matriz (lo Pequeño como soporte existencial de lo Grande) a muchos otros aspectos de la existencia del pensador (fragmento del prólogo de Barbara Cassin-Alain Badiou).
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Para mí, es imperdible. Ustedes hagan lo que quieran.
PP