En 1953 la SPP sufrió su Escisión. Uno de los motivos fue la interna entre Lacan y Nacht debido a las mociones presentadas para crear el Instituto de Psicoanálisis. Ganó(?) Nacht, Lacan y otros partieron y su nuevo inicio fue el "Discours du Rome".
Obviamente, casi todos nosotros, una vez llegados allí seguimos el camino de Lacan. Pero... ¿qué pasó en la SPP?
La generosidad de Alberto Santiere quiso que llegara a mis manos un ejemplar de la célebre Revue Française de Psychanalyse, órgano oficial de difusión de la SPP. De a poco iré traduciendo sus pequeñas joyas que es probable que valgan más por su valor histórico que por su peso doctrinal.
Mientras, aquí va la presentación del Instituo, netamente médico, biologicista y separatista.
Saludos
PP
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INAUGURACIÓN DEL “INSTITUTO DE PSICOANÁLISIS”
DE LA SOCIEDAD PSICOANALÍTICA DE PARÍS[1]
1º DE JUNIO DE 1954
Alocución del Dr. Sacha Nacht
Director del Instituto de Psicoanálisis
Traducción de Pablo Peusner
Monseñor,
Señor Presidente del Consejo Económico,
Señor Ministro,
Damas y Caballeros
Mi amigo Pierre Male les ha trazado brevemente, aunque de modo fiel, la historia de la Sociedad psicoanalítica de Paris, cuyo Instituto, que hoy inauguramos, es su necesaria prolongación.
Ustedes han podido señalar cuánto de la historia de nuestra Sociedad se confundía con la del movimiento psicoanalítico en Francia.
Los pocos médicos o psiquiatras interesados en el psicoanálisis por la Sra. Sokolnicka (ella misma formada en Viena), se agruparán poco antes de la segunda guerra mundial, luego, con la participación de la Sra. Marie Bonaparte, fundarán en 1926 la Sociedad Psicoanalítica de París (SPP). Desde entonces, hacia esta Sociedad se dirigirán todos aquellos que se interesan por el psicoanálisis. De entre ellos, algunos devendrán psicoanalistas.
Así fue como, de entrada, esta Sociedad científica tuvo que asumir dos cargas aparentemente distintas: la de acumular, profundizar, desarrollar y prodigar los datos científicos del psicoanálisis y, al mismo tiempo, formar a los psicoanalistas.
Durante casi veintisiete años, los miembros de la Sociedad Psicoanalítica de París se dedicarán más que honorablemente a esta tarea.
A medida que se producían progresos en la técnica psicoanalítica, se deducían reglan prácticas concernientes a la formación de los psicoanalistas y se afirmó la necesidad de crear un organismo especializado.
El período “heroico” del psicoanálisis en Francia había llegado a su fin.
Este período debía mucho al entusiasmo generoso de Marie Bonaparte quien, desde 1935, había fundado un Instituto destinado a hacer conocer la teoría psicoanalítica. Desafortunadamente, esta fundación, no sobrevivió a los acontecimientos de 1939-1940.
Nuestro joven Instituto es afortunado por poder rendir homenaje a quien tanto deseó su creación y que hoy está a nuestro lado.
La era de las realizaciones más concretas iba a comenzar a continuación.
Sucediendo a una curiosidad impregnada de escepticismo, el auténtico interés por el psicoanálisis se convirtió en general, quiero decir que no fue sólo del gran público, sino también de los medios científicos, ya fueran médicos, filosóficos, sociológicos, psicológicos o pedagógicos.
Luego de la Liberación, la psiquiatría francesa conoció una renovación y jóvenes colegas vinieron de manera cada vez más numerosa. La extensión de los servicios psiquiátricos abiertos y de cura libre, aumentó considerablemente las necesidades de psicoterapeutas formados en la técnica probada del psicoanálisis clásico.
La Sociedad Psicoanalítica de París debió hacerle frente a una demanda siempre creciente de información y de enseñanza, a medida que el psicoanálisis se extendía cada vez más. Esta tarea volvía más necesaria que nunca la creación de un organismo especialmente destinado a asumirla.
Es entonces que luego de haber superado los obstáculos inherentes a toda creación, la Sociedad Psicoanalítica de París fundó, hace un poco más de un año, este Instituto de Psicoanálisis. Que nos sea permitido en este momento precisar qué es esta casa y que es lo que aquí hacemos.
En principio, nuestro Instituto ha tomado como responsabilidad –con la ambición de enriquecerla sin por eso debilitar su solidez– la enseñanza que dictaba la Sociedad Psicoanalítica hasta ese momento. Además, nuestro Centro de Enseñanza se completó con un Centro de Tratamiento Psicoanalítico.
Así nuestras actividades han tenido por objetivo sistematizar las técnicas y teorizarlas, pero esas técnicas no tuvieron valor concreto sino para aquellos que se dedicaron a la práctica del psicoanálisis, y pensamos permanecer en la tradición de Claude Bernard al no separar jamás la experiencia clínica de la hipótesis y la doctrina.
La función de nuestro Instituto es, entonces, teórica y práctica a la vez.
Aquí, me veo obligado a aportarles ciertas precisiones de detalle que se imponen a causa de las razones que expondré en lo que sigue.
Debo en principio especificar que el doble e incluso triple programa de nuestro Instituto no tiene nada de original, al menos en su estructura: corresponde al voto formulado por Freud mismo, en una época en la que ese voto aparecía más bien como un lejano sueño. Y sin embargo, una primera realización tuvo lugar cuando el Dr. Eitingon fundó en 1920 un Instituto de Psicoanálisis en Berlín. Desde esa época, análogos Institutos fueron fundados y funcionan en todos los países del mundo.
La formación teórica se adquiere mediante lecciones, conferencias, coloquios y “seminarios” en el curso de los cuales la teoría, la doctrina y el método psicoanalítico, así como sus aplicaciones, son expuestas.
La tradición de la clínica francesa se reencuentra por completo en las exigencias de la formación psicoanalítica. Antes de acceder a los trabajos de nuestro Instituto, los médicos deben adquirir un conocimiento teórico y concreto de la medicina y de la psiquiatría dispensado por nuestros maestros de la Facultad y de los Hospitales.
La enseñanza práctica se propone enseñar la técnica psicoanalítica, y es por mucho la parte más importante de nuestra actividad, a la vez que la más particular.
Digo “particular” porque ella necesita previamente un psicoanálisis personal, llamado didáctico, al que el futuro psicoanalista debe someterse.
A continuación de ese análisis personal, o al menos cuando este análisis es juzgado como suficientemente avanzado por la Comisión de la Enseñanza del Instituto, el candidato psicoanalista está desde ese momento autorizado a emprender tratamientos, a los que llamamos análisis bajo control que constituyen la segunda parte de nuestra enseñanza práctica.
Todo candidato es así obligado, llegado el momento, a emprender y conducir en buena forma al menos dos tratamientos bajo control semanal de dos diferentes analistas aprobados, a fin de que su experiencia sea más segura, más rica y más matizada.
Lo que la formación de los psicoanalistas tiene entonces de “particular”, como lo decía hace un momento, es justamente esta preparación que opera sobre la persona misma de aquellos que van a tener que emprender a su turno sobre sus semejantes una operación similar. En efecto, hace falta que aquél que se destine a un conocimiento objetivo y profundizado de los mecanismos psíquicos de los otros, comience por tener un conocimiento objetivo y profundizado de él mismo y de sus propios mecanismos psíquicos.
¿Cómo comprender o analizar, en el prójimo, los conflictos psíquicos inconscientes sobre los que se apoya la enfermedad, si primero no ha tomado consciencia de los conflictos propios? Aquellos que han intentado practicar el psicoanálisis sin haber sido psicoanalizados, más o menos rápidamente, se han dado cuenta de las dificultades –en ocasiones insuperables– con las cuales se tropezaban por eso.
La historia de la paja en el ojo ajeno y la viga en el propio, que a menudo perturba las relaciones humanas, puede acarrear consecuencias graves si resulta vivida en esta relación interhumana particular que es el tratamiento psicoanalítico.
¿Qué sería un terapeuta que prestara inconscientemente a los otros sus propias imperfecciones, o que, por lo contrario, rechazara ver en el prójimo aquello que se le dificultara ver en sí mismo?
No olvidemos que un tratamiento psicoanalítico es en cierto modo un diálogo en el que el enfermo proyecta constantemente sobre su terapeuta sus propias dificultades pasadas y presentes, sus sentimientos y sus resentimientos.
Esta situación afectiva particular no podría ser dominada ni incluso terapéuticamente utilizada como se debe en virtud de los fenómenos de transferencia y de contra-transferencia, si previamente un psicoanalista no hubiera preparado la medicina para esta pesada carga.
Freud hizo la experiencia, y fue para evitar a sus continuadores las dificultades que dedicó muchos años a superarla –a pesar de su genio–, que aconsejó a todo candidato psicoanalista esta formación preliminar.
He aquí por qué exigimos a nuestros candidatos al menos un año de análisis didáctico incluso antes de que tengan acceso a nuestra enseñanza teórica.
Y ahora, quisiera presentarles a nuestros enseñantes.
Ellos son todos, con una excepción, médicos psiquiatras, antiguos internos, antiguos jefes de clínica psiquiátrica, asistentes o antiguos asistentes de clínica psiquiátrica, o incluso médicos de los hospitales psiquiátricos.
La mayoría de nuestros alumnos tienen o están adquiriendo la misma formación; son casi todos internos o antiguos internos, jefes de clínica o antiguos jefes de clínica de la Facultad, o médicos de los hospitales psiquiátricos.
No obstante, habiendo desbordado el psicoanálisis el marco de la psiquiatría, los estudiantes o los médicos nos reclaman desde otras disciplinas, médicos de medicina general, o especialistas, sienten la necesidad de poseer, incluso sin objetivo terapéutico inmediato, este instrumento de investigación que es el método psicoanalítico.
Por otra parte, habiendo el psicoanálisis marcado tan profundamente –tanto desde el punto de vista teórico como metodológico– a todas las ciencias del hombre, al biólogo y al antropólogo, al etnólogo y al sociólogo, al criminólogo y al psicólogo, al filósofo y finalmente al pedagogo, todos podrán beneficiarse de nuestra enseñanza si así lo desean, o hacernos beneficiar con su saber. Esos intercambios se producen hoy en el seno de nuestro Instituto.
Así nos esforzamos por aproximarnos tanto como sea posible a la realización de ese viejo sueño de Freud del que hablaba hace un momento, porque cuando él imaginaba un Centro de Estudios de Psicoanálisis veía para el estudiante no solamente un lugar donde sería instruido en la teoría del psicoanálisis y su técnica, sino también en la mitología, en la historia de las civilizaciones e incluso en la crítica literaria.
Hago referencia aquí a las palabras y a los sueños de Freud.
Nosotros nos preocuparemos, en cuanto a nosotros, de apuntar más lejos.
Como lo decía recién, la mayoría de entre nosotros, alumnos o enseñantes, han sido formados por las clínicas psiquiátricas de la Facultad, los servicios de los hospitales de París y de los hospitales psiquiátricos. Entre nuestros colegas, la mayoría exponen sus cursos de teoría psicoanalítica en las clínicas psiquiátricas de la Facultad, y también en otros centros hospitalarios o de enseñanza, donde practican allí, al mismo tiempo, sus tratamientos.
Pero la función complementaria del Instituto es la de profundizar la formación técnica.
El Profesor Henri Claude ya nos había indicado nuestro rol. Luego de haber hecho alusión a la enseñanza psicoanalítica que había organizado en la Clínica de la Enfermedades mentales de la Facultad (enseñanza de la que él quería subrayar el valor creando en 1931 el puesto de jefe de laboratorio que quiso confiarme), escribía en un prefacio a un libro de Dalbiez: “Nuestros alumnos son desde ahora iniciados, no a la práctica, sino a un conocimiento exacto de la doctrina freudiana”.
Esta frase delimita bien nuestra función cuya utilidad, esperamos, no le escape a nadie.
Psicoanalistas de adultos, psicoanalistas de niños, practicantes de psicosomáticas, todos alumnos de nuestros diferentes maestros, colaboran con esta función que tiene por objetivo fundar en una unidad fecunda todo lo que es necesario para la formación práctica del psicoanalista, y muy especialmente, darle la posibilidad de adquirir lo que le resulta por sobre todo lo demás indispensable, quiero decir una técnica probada cuya pieza maestra es el análisis didáctico. Es una carga pesada, pero sabemos que estamos a la altura de asumirla.
Quiero expresar aquí nuestro vivo reconocimiento al Sr. Ministro de la Educación Nacional, así como al Sr. Ministro de Salud y Población, por haber querido honrar con su presencia esta ceremonia tan importante para nosotros.
Tengo que asegurarle al Sr. Presidente André Marie, Ministro de la Educación Nacional, que tiene todo el derecho de fiscalizar nuestra obra, así como ya se lo he dicho. El ejercicio de ese derecho sería para nosotros una nueva emulación.
[1] Revue Française de Psychanalyse, Tomo XVIII, Avril-Junio 1954, número 2, PUF, París. Pp. 166-170.