Hoy no estoy en mi mejor forma por toda suerte de razones. Con la anuencia de Jacques Aubert, a cuya insistencia ustedes deben el verme, aquí -Jacques Aubert, que es un eminente joyciano, y cuya tesis sobre la estética de Joyce es una obra eminentemente recomendable- he tomado como título: "Joyce el síntoma".En ese punto me perdonarán el podremedar (1) un momento -eso ni va a durar- a Joyce, el Joyce de "Finnegans Wake", que es el sueño, el sueño que él lega puesto como un término -¿término de qué?. Esto es lo que yo quisiera tratar de decir. Ese sueño pone, a la obra, fin,"Finnegan", al no poder hacerlo mejor.
Retomo -¿por qué querer que la podredumbre (pourriture) con la cual el hombre pudrespera (pourspera) -que suena como "pudrir esperando"- por qué querer que la periodumbre (journiture) que nos cuece con novedades, transmita correctamente mi título?
Jacques Lacan -ellos ni siquiera saben lo que es, Jules Lacue también estaría bien- es por otra parte la pronunciación inglesa de eso que, en nuestra lengua, llamamos la cola (queue) (2). ¿Por qué imprimirían ellos "Joyce el síntoma"? Jacques Aubert se los comunicó, entonces ellos cogieron (foutent) "Jacques el símbolo". Todo eso, seguramente, para ellos es lo mismo.
Del "sín" (sym) que "cae" (ptome) (3) al "sín" (sym) que embola (bole) (4), ¿qué es lo que eso puede hacer con el "bosom" de Abraham, donde el todo-podrido (tout-pourri) se reencontrará en su naturaleza de sirvienta para la atumidad (étournité)?
Sin embargo rectifico; tom (ptom), títom (p'titom), pequeño buen hombre (p'tit-bonhomme) (5) vive aún, en la lengua, que se creyó obligada, entre otras lenguas de caer (ptomer) sobre la cosa coincidente. Pues eso es lo que quiere decir.
Refiéranse al "Bloch y von Wartburg", diccionario etimológico, que es un sólido asidero, allí leerán que el síntoma (symptome) en primer lugar se escribió (sínthome). Joyce el síntoma (Joyce le sinthome) es homófono con la santidad (sainteté) de lo cual algunas personas aquí, quizás, recuerden que lo di por televisión. Si se prosigue un poco la lectura de esta referencia en el "Bloch y von Wartburg" en cuestión, uno percibe que fue Rabelais quien del síntoma (sinthome) hace el síntoma (symptomate). Esto no es sorprendente, es un médico y síntoma (symptôme) ya debía tener su lugar en el lenguaje médico, pero ésto no es seguro. Si continúo en la misma vena, dirá que él sintomatraumatiza (symptraumatíse) algo.
Lo importante, para mí, no es el remedar (pasticher) a "Finnegans Wake" -siempre estaría por debajo de la tarea sino el decir en qué, yo doy a Joyce, al formular este título: "Joyce el síntoma", nada menos que su nombre propio, aquél donde yo creo, se hubiera reconocido en la dimensión de la nominación.
Que él se hubiera reconocido, si yo pudiera aún hoy hablarle, es una suposición. El sería centenario y eso no es lo usual; no es lo usual proseguir (poursuivre) la vida tanto tiempo. Sería una adición chistosa.
Retomo -¿por qué querer que la podredumbre (pourriture) con la cual el hombre pudrespera (pourspera) -que suena como "pudrir esperando"- por qué querer que la periodumbre (journiture) que nos cuece con novedades, transmita correctamente mi título?
Jacques Lacan -ellos ni siquiera saben lo que es, Jules Lacue también estaría bien- es por otra parte la pronunciación inglesa de eso que, en nuestra lengua, llamamos la cola (queue) (2). ¿Por qué imprimirían ellos "Joyce el síntoma"? Jacques Aubert se los comunicó, entonces ellos cogieron (foutent) "Jacques el símbolo". Todo eso, seguramente, para ellos es lo mismo.
Del "sín" (sym) que "cae" (ptome) (3) al "sín" (sym) que embola (bole) (4), ¿qué es lo que eso puede hacer con el "bosom" de Abraham, donde el todo-podrido (tout-pourri) se reencontrará en su naturaleza de sirvienta para la atumidad (étournité)?
Sin embargo rectifico; tom (ptom), títom (p'titom), pequeño buen hombre (p'tit-bonhomme) (5) vive aún, en la lengua, que se creyó obligada, entre otras lenguas de caer (ptomer) sobre la cosa coincidente. Pues eso es lo que quiere decir.
Refiéranse al "Bloch y von Wartburg", diccionario etimológico, que es un sólido asidero, allí leerán que el síntoma (symptome) en primer lugar se escribió (sínthome). Joyce el síntoma (Joyce le sinthome) es homófono con la santidad (sainteté) de lo cual algunas personas aquí, quizás, recuerden que lo di por televisión. Si se prosigue un poco la lectura de esta referencia en el "Bloch y von Wartburg" en cuestión, uno percibe que fue Rabelais quien del síntoma (sinthome) hace el síntoma (symptomate). Esto no es sorprendente, es un médico y síntoma (symptôme) ya debía tener su lugar en el lenguaje médico, pero ésto no es seguro. Si continúo en la misma vena, dirá que él sintomatraumatiza (symptraumatíse) algo.
Lo importante, para mí, no es el remedar (pasticher) a "Finnegans Wake" -siempre estaría por debajo de la tarea sino el decir en qué, yo doy a Joyce, al formular este título: "Joyce el síntoma", nada menos que su nombre propio, aquél donde yo creo, se hubiera reconocido en la dimensión de la nominación.
Que él se hubiera reconocido, si yo pudiera aún hoy hablarle, es una suposición. El sería centenario y eso no es lo usual; no es lo usual proseguir (poursuivre) la vida tanto tiempo. Sería una adición chistosa.
Encuentro
Surgiendo de un medio bastante sórdido, Stanislas -para nombrarlo- niño educado como Joyce, pero de curas menos serios que los suyos -que eran Jesuitas, y Dios sabe lo que él supo hacer -brevemente emergiendo de ese medio sórdido. Ocurrió que a los diecisiete años, gracias al hecho que yo frecuentaba la casa de Adrienne Monnier encontré a Joyce. Asimismo yo asistí, cuando tenía veinte años a la primera lectura de la traducción francesa que había salido de "Ulises".
Estos son los azares que nos impulsan a derecha y a izquierda y con los cuales -pues somos nosotros quienes los trenzamos como tal hacemos nuestro destino. Hacemos nuestro destino porque hablamos. Creemos que decimos lo que queremos, pero es lo que han querido los otros, particularmente nuestra familia, lo que nos habla. Entiendan allí ese "nosotros" como un complemento directo. Nosotros somos hablados, y a causa de ello hacemos azares que nos impulsan a algo tramado. Y, en efecto, existe una trama y nosotros llamamos a eso nuestro destino. De modo que no fue seguramente por azar, aunque sea difícil reencontrar su hilo, el que yo encontrara a James Joyce en París, en tanto que él estaba aquí por poco tiempo.
Me excuso por relatar mi historia. Pero pienso que sólo lo hago en homenaje a James Joyce.
Universidad y análisis
Siempre he llevado conmigo en mi existencia, errante como la de todo el mundo, una cantidad enorme -hay de ellos una cantidad así- una cantidad enorme de libros entre los cuales los de Joyce, no llegaban más arriba que esto; los otros son aquellos que tratan sobre Joyce. A los primeros los leía de tiempo en tiempo pero todo ese tiempo me apliqué a un pugilato con ellos -Jacques Aubert será testigo de eso. Pude ver allí más que diferencias, un singular balance en el modo en el que Joyce es recibido y que parte del sesgo por el cual es tomado.
Conforme a lo que el mismo Joyce sabía que le ocurriría en la posteridad, es el universitario quien domina. Es casi exclusivamente el universitario quien se ocupa de Joyce.
Esto es totalmente sorprendente. Joyce lo había dicho: "Lo que yo escribo no cesará de dar trabajo a los universitarios". Y él no esperaba nada menos que darles ocupación hasta la extinción de la Universidad. Esto toma su camino. Y es evidente que eso puede hacerse porque el texto de Joyce abunda en problemas enteramente cautivantes, fascinantes, propios para fatigar al universitario.
Yo no soy un universitario, contrariamente a lo que se me atribuye de profesor, de maestro, y otras bromas. Yo soy un analista (analyste) Esto es inmediatamente homófono -¿no es así?- con los cuatro maestros analistas (maîtres annalistes) en los cuales Joyce se basa en "Finnegans", y que han fundado las bases de los anales (annales) de Irlanda. Yo soy otra especie de analista (analyste).
Por el análisis que después surgió no puede decirse que Joyce haya estado apasionado. Autores dignos de fe que conocían bien a Joyce -yo lo he visto-, que eran sus amigos, anticipan, gustosamente, que si él ha "freudened", si él ha freudeaneado (freudenedé) ese canturreo (fredonnement), lo hizo con aversión. Creo que esto es verdad.
Encuentro su testimonio en el hecho que, en la constelación del sueño del cual no hay despertar, pese a la última palabra "Wake", en la trama de los personajes de "Finnegans", existen esos dos gemelos -Shem a quien me permitirán llamar Shemtoma (Shemptome) y Shaun. Espero que sea así como se pronuncia, porque no consulté sobre ese punto a Jacques Aubert quien, con respecto a la pronunciación, me ha sostenido con fuerza durante este braceo. Están, entonces, el Shemtoma (Shemptome) y el Shaun. Ellos están anudados -nada más anudado que los gemelos. Es al otro -no a Shem- a quien él llama, adicionándole una puntada, the penman, el escribano. A Shaun, Joyce le agrega el doctor Jones. Se trata de ese analista al cual Freud, que sabía lo que hacía, encargó el hacer su biografía. El lo conocía bien, es decir que estaba seguro que Jones no pondría allí la menor fantasía, que no se permitiría, entre otras, poner el toque, la mordedura, el agenbite of inwit. En alguna parte del "Ulises", Stephen Dedalus habla de Agenbite of inwit, de la mordedura. En francés eso se traduce, no sé por qué, como el en sí, en tanto que más bien quiere decir el wit, el wit interior, la mordedura del chiste, la mordedura del inconsciente. Con Jones, Freud estaba tranquilo -él sabía que su biografía sería una hagiografía.
Evidentemente, que Joyce Shaunise (Shaunise) -si puedo decirlo- al Jones en cuestión es lo que nos da la idea de la importancia, como dice el otro, de ser Ernesto. Mucho más que Joyce, Jones -se los digo porque lo he encontrado se hacía el melindroso sobre el hecho de llamarse Ernesto. Pero esto era, sin duda, a causa de la pieza de ese título tan sorprendente- de Wilde, en la cual Joyce se apoyaba. Más de una vez en "Finnegans" surge esta referencia a la importancia de llamarse Ernesto.
Desabonado del inconsciente...
Todo eso no me ha llevado más que. a aproximarme a esto: que no es lo mismo decir Joyce el síntoma que Joyce el símbolo. Yo digo Joyce el síntoma porque al síntoma- el símbolo, lo ha abolido, si puedo continuar en esta vía. No es sólo Joyce el síntoma, es Joyce en tanto que, si puedo decirlo, desabonado del inconsciente.
Lean " Finnegans Wake". Se darán cuenta que es algo que juega no en cada línea sino en cada palabra sobre el "pun", un "pun" muy, muy particular. Léanlo. No hay una sola palabra que no esté hecha como las primeras, a las cuales he tratado de dar su tono con "pudrespera", hecha de tres o cuatro palabras que, por su uso se encuentran haciendo chispa, lentejuela. Es sin duda fascinante, aunque en verdad el sentido -en el sentido que le damos habitualmente- allí pierde.
Clive Hart en "Structure and Motif of Finnegans Wake" había de no sé que de falaz en el uso que Joyce hace de este tipo de "pun". Atherton, en su libro "The Books at the wake" refiere eso a "The unforseen", lo imprevisto. Este "pun" es más bien el sobretodo en el sentido de Lewis Carroll, en lo cual es un precursor -y Atherton resume que, por haberlo sin duda encontrado bastante tarde, Joyce debió sentirse algo importunado.
Lean las páginas de "Finnegans Wake" sin tratar de comprender -eso se lee. Eso se lee, pero como me lo hacía notar alguien cercano a mí, esto ocurre porque uno siente presente el goce de aquél que lo ha escrito. Lo que uno se pregunta -al menos lo que preguntaba la persona en cuestión- es por qué Joyce publicó. ¿Por qué ese "Work" que estuvo diecisiete años In progress", finalmente salió negro sobre blanco?
Es una posibilidad el que haya habido una sola edición, lo cual permite, cuando se la cita, designar la línea en la página correcta, es decir, en la página que siempre llevará el mismo número. Si ocurriera como ocurre con los otros libros que se han editado con paginaciones diversas, ¿dónde iría uno para volverse a encontrar allí? Pero que lo haya publicado, es eso de lo cual yo esperaría, si estuviera allí, convencerlo: que él quisiera ser Joyce el síntoma, en tanto que él da el aparato, la esencia, la abstracción del síntoma. Pues si algo da cuenta del hecho destacado por Clive Hart -al seguir sus pasos uno, al fin, se encuentra fatigado- es que prueba que son vuestros propios síntomas lo único que interesa a cada uno. El síntoma en Joyce es un síntoma que no les concierne en nada. Este es el síntoma en tanto no hay ninguna posibilidad de que se enganche en el inconsciente de ustedes. Creo que allí está el sentido de eso que me decía la persona que me interrogaba sobre por qué él lo había publicado.
... Aunque no jugando más que sobre el lenguaje
Sería necesario continuar ese cuestionamiento de la obra mayor y terminal, de la obra a la cual, en suma, Joyce reservó la función de ser su escabel. Pues desde el inicio, él quiso ser alguien cuyo nombre -precisamente el nombre- sobreviviera para siempre. Para siempre quiere decir que marca una fecha. Nunca se había hecho literatura así. Y para esa palabra -"litterature"- subrayando su peso, diré el equívoco sobre el que, a menudo Joyce juega: letter, litter. La letra (lettre) es deyecto. Pues, si no existiera ese tipo de ortografía tan especial que es la de la lengua inglesa, las tres cuartas partes de los efectos de "Finnegans" se habrían perdido.
Lo más extremo -puedo decírselos debiéndolo, por otra parte, a Jacques Aubert- "Who ails, después "tongue", escrito como lengua en inglés, tongue, enseguida una palabra enigmática, "coddeau". "Who ails tongue coddeau a space of dumbilisilly". Si yo hubiera encontrado este escrito, ¿habría o no percibido: "Dónde está tu regalo, especie de imbécil?". Lo inaudito es que esta homofonía; en esta ocasión translingüística, sólo se soporta por una letra, conforme a la ortografía de la lengua inglesa. Ustedes no sabrían que "Who" puede transformarse en donde (oú), si tampoco saben que "Who", en sentido interrogativo se pronuncia así. Hay no sé qué de ambiguo en este uso fonético que también escribiría f.a.u.n.o. (f.a.u.n.e.) Lo faunesco de la cosa reposa enteramente sobre la letra, a saber sobre algo que no es esencial a la lengua, que es algo trenzado por los accidentes de la historia. Que alguien haga de ello un uso prodigioso, interroga en sí lo que se refiere al lenguaje.
He dicho que el inconsciente está estructurado como un lenguaje. Es extraño que también pueda decirse desabonado del inconsciente a alguien que, estrictamente, no juega más que sobre el lenguaje, aunque se sirva de una lengua entre otras que es, no la suya, pues la suya es justamente una lengua borrada del mapa, a saber: el gaélico del cual él conocía algunos pequeños restos, suficientes para orientarse, pero no mucho más. No la suya, entonces, sino la de los invasores, los opresores. Joyce dijo que en Irlanda uno tenía un amo y un ama, siendo el amo el Imperio Británico y el ama, la Santa Iglesia Católica, apostólica y romana, siendo los dos el mismo género de plaga. Es lo que precisamente se constata en lo que hace de Joyce el síntoma, el síntoma puro de eso que se refiere a la relación al lenguaje, en tanto que se lo reduce al síntoma, a saber: a eso que tiene por efecto, cuando ese efecto no se lo analiza- yo diría, más, que se prohíbe jugar con alguno de los equívocos que conmocionarían al inconsciente en alguno.
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El goce, no el inconsciente
Si el lector está fascinado es porque, conforme a ese nombre que hace eco al de Freud -después de todo Joyce tiene relación con "joy", el goce, si está escrito en la lengua que es la inglesa- este goce es la única cosa que podemos atrapar en su texto. Allí está el síntoma. El síntoma en tanto que nada lo liga a eso que hace la lengua misma, de la cual él soporta esta trama, estas estrías, este trenzado de tierra y aire con el cual él abre "Chamber music", su primer libro publicado, libro de poemas. El síntoma es, puramente, lo que condiciona la lengua, pero de un cierto modo, Joyce lo lleva a la potencia del lenguaje, sin que, sin embargo, nada de ello sea analizable; esto es lo que sorprende y, literalmente interdicta -en el sentido en que se dice-: yo permanezco interdicto.
Que uno emplee la palabra interdictar (interdire) para decir (dire) entorpehacer (stupéfaire) tiene todo su alcance. Allí le halla eso que constituye la sustancia de lo que Joyce aporta y por lo cual, de un cierto modo, la literatura no puede ser después de él lo que era antes.
No es por nada que "Ulises" inhala, inhala, algo homérico, aunque no exista la menor relación -aunque Joyce haya lanzado a los comentadores sobre ese terreno- entre lo que ocurre en "Ulises" y lo que se refiere a "La Odisea". Asimilar Stephen Dedalus a Telémaco... Uno se rompe la cabeza por poder llevar el haz del comentario sobre la "Odisea". ¿Y cómo decir que Bloom sea, en lo que fuera para Stephen -que no tiene nada que ver con él, salvo el cruzarlo de tiempo en tiempo en Dublin- su padre si esto no se debiera a que ya Joyce puntúa, y denota, que toda la realidad psíquica -es decir el síntoma- depende, en último término, de una estructura en la cual el Nombre-del-Padre es un elemento incondicionado?
El padre Borromeo
El padre como nombre y como aquél que nombra; esto no es parecido. El padre es el cuarto elemento. Evoco aquí algo acerca de lo cual, sólo una parte de mis auditores pueden haber deliberado -este elemento cuarto sin el cual nada es posible en el nudo de lo simbólico, lo imaginario y lo real.
Pero hay otro modo de llamarlo -y es lo que yo toco hoy-, a eso que se refiere al Nombre-del Padre, en el grado en que Joyce testimonia de ello; eso que conviene en Ilamar el síntoma. Es en tanto que el inconsciente se anuda al síntoma, que es lo que hay de singular en cada individuo, que puede decirse que Joyce, como está escrito en alguna parte, se identifica a lo individual. Es aquél que se privilegia de haber estado en el punto extremo para encarnar, en él, al síntoma, eso por lo cual él escapa a toda muerte posible, por estar reducido a una estructura que es la misma del hombre (lom), sí me permiten escribirla, simplemente: de un el hombre (d'un L.o.m.).
Es así como él se vehiculiza como algo que pone un punto final a un cierto número de ejercicios. El pone un término. Pero, ¿cómo entender el sentido de ese "término"?
Es sorprendente ver como Clive Hart pone el acento sobre lo cíclico y la cruz, como siendo sustancialmente, eso a lo cual Joyce se refiere. Algunos de ustedes saben que con ese círculo y esa cruz yo dibujo el nudo borromeo. Interrogar a Joyce sobre lo que ese nudo produce -a saber, la ambigüedad del 3 y el 4, a saber, eso a lo cual él permanecía pegado, ligado, a la interrogación de Vico, a cosas peores, a la conversación, con los espíritus que Atherton ubica, por otra parte, bajo el título general de espiritualismo -es lo que me sorprende hasta el presente; yo llamé a eso espiritismo. Es seguramente sorprendente el ver que, en la ocasión, eso contribuye en "Finnegans" al título de síntoma.
Esto no es todo, pues es difícil no tener en cuenta esta ficción que se puede poner bajo la rúbrica de iniciación. ¿En qué consiste lo que se vehiculiza bajo ese registro y bajo ese término? ¿De cuántas asociaciones de las cuales se hace insignia y de las cuales no se comprende el sentido? Que Joyce se haya deleitado con "Isis Unveiled" de la señora Blavatsky es algo que tomo de Atherton y que me sidera.
La forma de debilidad mental que comporta toda iniciación es lo que a mí me captura en primer lugar y quizá me la hace subestimar. Es necesario decir que, poco tiempo después que yo me había -gracias al cielo- encontrado con Joyce, fui a buscar a un tal René Guénon que no valía más que lo que hay de peor en el hecho de iniciación. "Hi ban a pas", a escribir como aquello del asno a lo cual Joyce hace alusión como al punto central de esos cuatro términos que son el Norte, el Sud, el Este y el Oeste, como en el punto de entrecruzamiento de la cruz -es un asno quien lo soporta. Dios sabe que Joyce se apoya en ello en "Finnegans". Pero al menos, ¿cómo a "Finnegans" -ese sueño-, cómo decirlo terminado, en tanto ya su última palabra no puede reunirse más que a la primera, el "the" sobre el cual termina volviéndose a abrazar en el "riverrun" con el cual se debuta, eso que indica lo circular? Para decirlo todo, ¿cómo Joyce pudo faltar en ese punto a lo que, actualmente, yo introduzco del nudo?
Haciendo eso yo introduzco algo nuevo, que da cuenta no sólo de la limitación del síntoma, sino de lo que hace: que por anudarse al cuerpo, es decir a lo imaginario, por anudarse también a lo real, y como tercero a lo inconsciente, el síntoma tiene sus límites. Es porque él encuentra sus límites que uno puede hablar de nudo, que es algo que seguramente se arruga, puede tomar la forma de un ovillo, pero que, una vez desplegado, conserva su forma, su forma de nudo y, al mismo tiempo, su existencia.
Esto es lo que yo me permitiría introducir en mi camino del año próximo, apoyándome, entre otros, sobre Joyce.
Notas:
(1) Poursticher, podremedar; condensación entre pourriture, podredumbre y pasticher, remedar. Volver al texto
(2) queue: también implica cuernos y poner los cuernos. Volver al texto
(3) La primera grafía de síntoma, en francés, corresponde a sinthome acuñada por G. de Chauliac en 1503. Rabelais escribirá symptomate y Canappe, symptôme en 1538. Proveniente del latín médico symptoma y éste del griego symptorna, "coincidencia o accidente"; de sym, con, y piptein, caer. Coincidencia proviene del latín coincidere: caer al mismo tiempo.Volver al texto
(4) De bol, bolo alimenticio, surgiría el neologismo boler, embolar o también atragantar. Volver al texto
(5) Juego homofónico entre ptom y tombe, cae; ptitom y petit tombe, o sea "pequeño cae" y p´tit bonhomme, "pequeño buen hombre". Volver al texto
(6) Shemptome: condensación del nombre Shem y el prefijo ptome, cae, que entra en la composición de la palabra symptome.
Traducción y notas: Ana María Gómez