En un pasaje de El Reino y la Gloria, Giorgio Agamben señala la mirada de Alejandro de Afrodisia, comentador de Aristóteles, quien en el siglo II a.C demarca lo siguiente: “El dios que reina, pero no gobierna, hace posible de esta manera el gobierno. El gobierno es, entonces, un epifenómeno de la providencia (o del reino). Al definir de esta forma la naturaleza del acto providencial, Alejandro le ha transmitido a la teología cristiana el posible canon de una gubernatio divina del mundo”. Esta diferenciación canónica y conceptual entre Reino y Gobierno que Agamben pone en evidencia, en clave genealógica, es, en cierta forma, la condición o la contraseña para acceder a su último texto. El estatuto de la filosofía de Giorgio Agamben tiene una implicancia fuerte: transformar las dicotomías –propias de la metafísica– en bipolaridades. Siguiendo la lógica ya iniciada en sus libros anteriores desde Homo Sacer a Profanaciones, Agamben encara un rastrillaje de las bipolaridades. En este sentido, el método agambeniano es deudor, claramente, de la arqueología de Michel Foucault. Subsiguientemente, el devenir del poder en Occidente, en tanto oikonomia –un gobierno para los hombres– sigue la huella de la genealogía de la gubernamentalidad de Foucault, pero a diferencia de esta, tensa y redobla el axioma foucaulteano hasta los albores de la teología cristiana.
La tesis que el libro pondrá en escena es que de la teología cristiana se derivan dos paradigmas políticos antinómicos pero que, en el fondo, están relacionalmente imbricados. Por un lado, la teología política funda en Dios la trascendencia del poder soberano, del que se desprenden la filosofía política y la teoría moderna de la soberanía y, por el otro, la teología económica, de la cual se desprende la idea de oikonomía, en tanto orden inmanente tanto de la vida divina como de la humana. La economía, entonces, será la disciplina rectora de la administración de lo doméstico, de la praxis.
Lo que Agamben muestra con lucidez y efectividad es el funcionamiento de la máquina gubernamental, para lo cual es condición necesaria seguir y discriminar la lógica del Reino y la del Gobierno: “Si Reino y Gobierno están separados en Dios por una oposición tajante, entonces ningún gobierno del mundo es, realidad, posible: se tendrá, por una parte, una soberanía impotente y por la otra, la serie infinita y caótica de los actos (violentos) de la providencia particular. El gobierno sólo es posible si Reino y Gobierno correlacionados en una máquina bipolar”. La lógica de esta máquina bipolar es lo que el texto desgranará con complejidad y rigor.
De manera que, según Agamben, debemos ver en la estructura trinitaria el dispositivo necesario para el despliegue de la máquina gubernamental. Lo teologal será para Agamben, el punto de partida para la versión de la economía. A la manera de las investigaciones de Foucault, El Reino y la Gloria habla del presente, de lo contemporáneo, con alusiones y remisiones a textos extemporáneos, en este caso, de los Padres y Doctores de la Iglesia. Desmarcándolo de sus direcciones epocales, El Reino y la Gloria es una de las obras más densas y eruditas de Giorgio Agamben. Un libro que se sitúa mirando hacia el horizonte de una incipiente episteme de comienzos del siglo XXI, en el marco de un corpus del cual también se embebe la filosofía política de Roberto Esposito, el deconstructivismo de Jean Luc Nancy y, algo más distante, el deleuzismo “comunista” de Toni Negri y Michael Hardt.
En algún sentido, la preocupación o el foco sobre la “cuestión de la gubernamentalidad”, dentro de un paraguas biopolítico resulta absolutamente razonable. Así como Esposito busca destrabar la posibilidad o potencia de una biopolítica afirmativa –deconstruyendo los signos de la tanatopolítica nazi, especialmente, en Bios–, Agamben parece compartir el mismo camino pero “retrocediendo” a la Pastoral Cristiana. Seguramente, podríamos decir, a propósito de la Historia de la Sexualidad de Foucault, que “a la antigüedad no se regresa”. En este aspecto El Reino y la Gloria comparte principios similares a los foucaulteanos: no había texto más “actual” sobre el placer (y sus usos) que la Historia de la Sexualidad. Así como Foucault se vale de textos estoicos, epicúreos y cínicos para plantear la cuestión de una estética de la existencia, simultáneamente, la Historia de la Sexualidad se posiciona como una obra fundante de estrategias para “nuevos modos o estilos de vida” en tanto opciones de resistencia en los intersticios del poder normalizador. En el caso de Agamben la operación parecería similar, en este caso en el marco de cierto auge (y/o decadencia) de la economía como disciplina de administración de las “cosas de los hombres”.
El Reino y la Gloria está destinado a ser un libro importante en la historia de la filosofía. Posiblemente, junto con la trilogía –Communitas/Immunitas/Bios– de Roberto Esposito sea uno de los libros centrales en lo que va del corto derrotero de la filosofía del siglo XXI. Una filosofía que, absolutamente lejos de la mirada endogámica y autorreferencial en la que estuvo sumida durante gran parte de fines del siglo XX, vuelve a abrir los ojos y pensar el mundo.