Casi a diario, los principales diarios de nuestro país publican notas pretendidamente científicas que retoman "importantísimos avances" en áreas relacionadas con la psicología. Estas notas, muy documentadas por cierto, explican -por ejemplo- que dormir es una de las fuentes de la felicidad, o que la sexualidad no ocupa el mismo espacio entre los pensamientos de hombres y mujeres, o que tener pareja es una de las curas posibles para la depresión... En fin, los temas producen gracia o enojo, básicamente porque es posible que quienes hayan publicado los papers de los que los diarios se hacen eco, representen sesudas investigaciones financiadas por alguna universidad (nunca falta en estas notas la cláusula de "investigadores de la Universidad de XXX"), o sean becarios de importántisimos institutos de investigación.
En síntesis, para mí son Bolunotas, y ocupan mucho lugar en los diarios que "forman opinión" entre los argentinos. Desde hoy, van al blog sin ningún comentario: sólo se trata de que nadie se pierda este nuevo estilo literario: "la nota pretendidamente científica", de la que más de un "comunicador" se va a agarrar para emitir opiniones estúpidas.
Hoy empezamos con una publicada en el diario La Nación: "La ciencia también explica cómo ser feliz" y otra de Clarín que reza "Científicos británicos desarrollan un chip para estimular el deseo sexual".
Que la disfruten.
PP.
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La ciencia también explica cómo ser feliz (Diario La Nación, edición impresa, sábado 3 de enero de 2009).
por Monica Salomone (Diario El País ).
MADRID.- Si es usted un escéptico que no cree en fórmulas mágicas para la felicidad, si la crisis lo deja sin dinero para regalos, pero con tiempo para dedicar a otros, si entre sus objetivos para 2009 está el conseguir un ansiado bien material... lo que sigue podría interesarle.
Resulta que la búsqueda de la felicidad, del sentimiento de satisfacción personal, ya no es cosa de gurús que dan consejos, sino que ha entrado de lleno en el ámbito de las ciencias. Y algunos de sus hallazgos son sorprendentes.
Muestran, por ejemplo, que hay más felicidad en el altruismo que en el hedonismo, y en dormir más cada día que en comprarse un coche nuevo.
También se sabe que cada uno de nosotros tiene una felicidad basal, dependiente de los propios genes pero no por ello marcada a fuego: es posible manipularla... siempre que se descubran los comandos correctos.
Lo bonito del asunto es que entre quienes diseccionan la felicidad para buscar sus ingredientes hay economistas, sociólogos o psicólogos que publican sus trabajos en las revistas científicas de mayor impacto internacional. Sí, hay una búsqueda científica de la felicidad.
Desde 2006 hasta ahora, la felicidad ha protagonizado más de 27.300 artículos científicos. Ahora hay un Journal of Happiness Studies (Revista de estudios sobre la felicidad) incluido en el sistema de citas científicas, y una World Database of Happiness, o base de datos mundial, que recopila información al respecto.
La ola ha contagiado, además de a las editoriales -véase la proliferación de obras alusivas, como Emociones positivas , del psicólogo Enrique G. Fernández Abascal-, a áreas colindantes, como la economía.
Proyecto Happiness
La Unión Europea acaba de financiar el proyecto Happiness, una investigación que durará tres años y analizará cómo influyen las condiciones ambientales -desde el clima y la polución hasta la disponibilidad de servicios educativos o de salud- en el bienestar subjetivo, uno de los sinónimos técnicos de felicidad de los europeos.
La directora del proyecto, Susana Ferreira, del University College en Dublín, espera que los resultados sean útiles para la toma de decisiones "de la clase política y para el público en general". Ferreira y el resto de los investigadores son economistas. Pero no son los únicos en este campo. En economía es importante saber por qué la gente toma las decisiones que toma, y esa pregunta ha guiado a Daniel Kahneman, premio Nobel de Economía de 2002, hasta la felicidad.
Lo ha guiado, en concreto, a la siguiente cuestión crucial: si la felicidad es el motor del comportamiento humano, habrá que saber cómo medirla. "Las declaraciones directas de bienestar subjetivo podrían ser útiles a la hora de medir las preferencias del consumidor... si esto pudiera hacerse de modo creíble", escribía Kahneman en 2006. Y en el mismo párrafo señalaba cómo en economía se da el mismo boom pro felicidad que en psicología: entre 2001 y 2005 se publicaron más de 100 trabajos sobre economía y felicidad, comparados con sólo cuatro entre 1991 y 1995.
Así pues, ¿cómo se mide la felicidad? Una primera respuesta parece obvia: preguntando a los principales interesados. Las prestigiosas encuestas del European Social Survey (ESS), que se hacen desde 2001, incluyen la pregunta: "¿Cómo es usted de feliz?". Hay otras encuestas similares: el Eurobarómetro y sus equivalentes en otros continentes, o el World Values Survey (WVS), con datos de más de 50 países desde principios de los ochenta.
Los resultados de estas encuestas pintan grosso modo el siguiente panorama. En los países ricos se es más feliz que en los pobres. Bien. Pero superado un nivel mínimo de riqueza, dinero y felicidad se desacoplan: aunque la capacidad adquisitiva se multiplique, el sentimiento de bienestar apenas varía.
La paradoja ya la señaló en los años setenta el economista Richard Easterlin, y se corrobora a lo largo de los años. Fernández Abascal lo ha expresado así: "Mis hijos tienen todas las videoconsolas y no son más felices de lo que era mi padre, que jugaba con una cuerda y una caja de cartón en la calle: tenían menos medios, pero los niveles de felicidad eran parecidos".
Las encuestas del WVS también muestran que el nivel de felicidad se mantiene más o menos estable a lo largo de los años, así como las diferencias entre países. En los países nórdicos y en América latina se declaran más felices que en Asia. Sin embargo, tras los últimos datos, del pasado julio, Ron Inglehart, el responsable del WVS, llamó la atención sobre el hecho de que desde 1981 la felicidad parece haber aumentado en 45 de los 52 países estudiados.
Inglehart y otros autores lo atribuyen a la mejor calidad de vida en países que empiezan a salir de la pobreza y a la extensión de la democracia, supuestamente asociada a más libertad personal. Pero, en cualquier caso, la foto que proporcionan las grandes encuestas es para muchos demasiado borrosa, así que tratan de afinar con investigaciones más precisas, a menor escala. Algunas dan resultados sobre edad y sexo.
En general, hay coincidencia en que son más felices los jóvenes y los jubilados. Un reciente estudio del Instituto Nacional de Estadística francés (Insee), con encuestas realizadas después de 1975, revela que, tras un bache en torno a los cuarenta años, la felicidad "remonta y alcanza su apogeo durante los sesenta", independientemente del estado civil o el nivel de renta.
Y el pasado julio investigadores estadounidenses -Easterlin, entre ellos- analizaron décadas de datos antes de concluir que de jóvenes las mujeres se declaran más felices, pero hacia los 48 años las cosas cambian y son ellos quienes se sienten más satisfechos con sus vidas.
La Argentina en el ranking de bienestar
En su último informe, la World Values Survey (WVS) coloca a la Argentina dentro del grupo de países en los que claramente se ha observado un aumento del nivel de felicidad. Así, nuestro país comparte una misma tendencia positiva con otras naciones, como la India, Irlanda, México, Puerto Rico, Corea del Sur o Dinamarca. En el ranking de bienestar subjetivo (que la WVS elabora a partir de una ecuación que pone en juego la felicidad y el nivel de satisfacción con la vida), la Argentina se ubica en el puesto número 32, muy por sobre el promedio de las 97 naciones evaluadas.
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Científicos británicos desarrollan un chip para estimular el deseo sexual
(Diario Clarín, 24 de diciembre de 2008)
¿La solución a la falta de deseo sexual? Quizás. Un chip que envía pequeños shocks al cerebro a través de electrodos implantados en la corteza orbitofrontal y estimula las ganas de tener relaciones. La idea es de un grupo de científicos de la Universidad de Oxford que se encuentra trabajando en el desarrollo de este, el primer "chip sexual".
El equipo, liderado por el científico Morten Kringelbach, autor del libro "El centro del placer. Confíe en sus instintos animales", se inspiró en una técnica que se utiliza en Estados Unidos para el tratamiento del Mal de Parkinson.
Según publicó el Daily Telegraph, la corteza orbitofrontal se encuentra en un área del cerebro justo detrás de los ojos y sus funciones están asociadas a sensaciones de placer derivadas del sexo y la alimentación. Los científicos pretenden implantar allí el chip y enviar señales al cerebro para que "despierte" cuando el deseo prefiere irse a dormir. Kringelbach, miembro del Departamento de Psiquiatría de la Universidad de Oxford, descubrió que la corteza orbitofrontal podría ser un "nuevo punto de estimulación" para ayudar a las personas que padecen anhedonia, la incapacidad de experimentar placer, interés o satisfacción en casi todas las actividades.Su colega Tipu Aziz, profesor de Neurocirugía, explicó que existe evidencia de que el chip y sus pequeños shocks funcionarán. "Hace unos años se implantó un dispositivo similar n el cerebro de una mujer con bajo deseo sexual y se la convirtió en una persona sexualmente muy activa. Pero como no estaba conforme con un cambio tan grande y repentino el sistema tuvo que ser removido". La diferencia es que las técnicas han cambiado y "en 10 años la cantidad de terapias disponibles va a ser sorprendente. Ni siquiera conocemos la mitad de las posibilidades aún". "Cuando la tecnología mejore, podremos usar estos chips para estimular cada vez más y nuevas áreas. Será más delicado y tendremos un mayor control sobre los shocks de los chips y se podrá prender y apagar cuando se necesite", explicó. Más información: La falta de deseo sexual ya afecta a las generaciones más jóvenes