Aquellos que tenían entre 20 y 30 años alrededor de 1965 encontraron por entonces una cantidad excepcional de maestros en el campo de la filosofía. Los más viejos, como Sartre, Lacan o Canguilhem, todavía estaban en plena actividad; los que eran un poco más jóvenes, como Althusser, seguían desplegando su obra; y toda una generación, los Deleuze, Foucault, Derrida, entraban en la arena.
Todos estos maestros hoy están muertos. La escena filosófica, generosamente poblada de impostores, está compuesta de otro modo, y sólo extrae su consistencia de aquellos jóvenes -y no tan jóvenes- que, formulándolas de nuevo, en su propia lengua, saben ser fieles a las preguntas que nos animaron hace cuarenta años.
Creo que es justo reunir los análisis y homenajes que a lo largo de los años, a medida que iban desapareciendo, dediqué a aquellos a quienes debo la significación, todavía tan inhumana como noble y combativa, de la palabra "filosofía". No siempre tuve con estos contemporáneos fundamentales relaciones simples o serenas: la filosofía, como dice Kant, es un campo de batalla. Sin embargo, al considerar hoy a los innumerables "filósofos" mediáticos, puedo decir que quiero a todos aquellos de quienes hablo en este libro. Sí, los quiero a todos.
Alain Badiou