¿Qué tiene que ver el pase con la topología de Lacan? Y ¿por qué tiene que ver con esta topología hasta el final de su enseñanza y de su práctica? No me parece inútil volver abrir el abismo de este interrogante en lo que respecta a su experiencia clínica y por más difícil que me parezca elucidarla.
La teoría del pase que inaugura la «Proposición del 9 de Octubre de l967” está desarrollada en «La lógica del fantasma» y luego en «El Acto Psicoanalítico» donde Lacan llega a concebir al pase como un corte de la repetición, vale decir como corte de la demanda ( S barrado-rombo- D) que produce el objeto (a).
Esta teoría del pase por el objeto y la zozobra de la seguridad adquirida en el fantasma encuentra su punto de culminación topológico un poco más tarde en l97l, en «El Atolondradicho». Lacan describe allí –cito «El atolondradicho»- «el final del análisis del toro neurótico». El toro es la estructura que da cuenta tanto de las vueltas de la palabra como de lo no sabido del decir en la cura, y sobre la cual opera el análisis en tres tiempos.
El primero aplana (achata) el toro formando un pliegue que lo tuerce en una banda de Moebius fingida. Ese toro aplanado ¿qué es en la cura? Es la neurosis de transferencia, con el aplanamiento de la transferencia, la historia del sujeto adquiere el pliegue de la historia del análisis.
El segundo tiempo es el del pase por el corte de ese decir que se llama interpretación y que recorre el ocho interior de ese pliegue, y transforma así el toro en cinta bilateral torsionada, el objeto (a) consiste entonces en esa caída de estofa que reduce al sujeto estrictamente a lo insustancial del corte.
El tercero es el del final, el del «duelo del objeto (a)». Dura el tiempo que necesario para que se haga el cosido borde a borde de esa cinta creadora de la banda de Moebius verdadera por la cual se asegura, seguimos leyendo «El Atolondradicho», «la estabilidad del aplanamiento (mise à plat) del falo, o sea de la banda, donde el análisis encuentra su término».
Entonces, ¿por qué Lacan construye esta topología?. Para presentar en su consistencia topológica, lo irrepresentable del objeto (a) y, sobre todo, mostrar tomando un atajo sorprendente, la modificación de la estructura que puede esperarse de un análisis terminado: allí donde era el toro (bilateral y orientable) de mi neurosis, debe advenir lo moebiano (unilateral y no-orientable) del deseo del analista, el corte que efectúa el pase siendo entonces la condición de dicha modificación. Tal es la relectura del «Wo es war» freudiano subyacente, me parece, a la presentación lacaniana de la modificación producida por la operación analítica.
Esta culminación topológica de la proposición del 67 es anterior a la introducción del nudo borromeo. Nos planteamos entonces el interrogante de saber si sigue siendo válida después de las modificaciones borromeas de la doctrina y de qué manera habrán podido modificar o renovar lo que en el 67-7l Lacan considerada como adquirido.
Sucede que con el anudamiento R.S.I. el objeto ha cambiado de estatuto: ya no consiste como superficie, ex-siste como punto de arrinconamiento del nudo.
Sucede también que el síntoma adquiere una preeminencia sobre el fantasma para dar cuenta del final del análisis. La separación final se define entonces más por la identificación al síntoma. Sucede además que el inconsciente también cambia de estatuto: en primer lugar siendo igualado a lo simbólico, Lacan termina por presentarlo, el l0 de octubre del 78 en Sainte-Anne, como real, redondel de lo real al que el redondel de lo simbólico «impone su ley».
Sin embargo, el Lacan borromeano no ha dejado caer al Lacan moebiano.
Muy por el contrario. No sólo desde el comienzo del seminario sobre «l’Une-bévue…», reintroduce en sus nudos la problemática del toro, cada cuerda del nudo teniendo la consistencia de un toro, sino que además vuelve a mostrar, desde diciembre de l976, el corte del toro siguiendo la doble vuelta del «Atolondradicho», corte que modifica la estructura. Lo cual está aún más acentuado al final del seminario «El momento de concluir», verdadero momento de retorno de Lacan a lo moebiano. Si el inconsciente puede ser dicho real, es porque es moebiano: la banda de Moebius simboliza al inconsciente real en tanto que «en el inconsciente estamos desorientado». Estamos ahí tan desorientado como sobre la banda de Moebius.
Es pues legítimo decir que a partir de l976 – encontramos un testimonio de ello en el «Prefacio a la edición inglesa del Seminario XI»-, el pase es pensado como pase por el inconsciente real mas que por el objeto. Pero que sea por el objeto o por el inconsciente real, hay que comprender que en ambos casos, hay pase A LO MOEBIANO. Y que no hay entrada en lo real moebiano del final sin el corte del pase.
Entonces de l960 a l976, ¿estaríamos siempre en lo mismo?. Seguramente no. Por cierto al término de su enseñanza, en «El Momento de concluir», cuando rehace sus cortes sobre el toro, Lacan sigue pensando el pase como corte. Pero ya no se trata del toro de la neurosis de «El Atolondradicho» ni del toro del sujeto enlazado al toro del Otro de «La Identificación». Lacan encara ahora el corte de la interpretación y, en consecuencia, el pase. –al menos arriesgo la hipótesis- sobre el toro del inconsciente, asimilado al redondel S de lo simbólico, borromeanamente encadenado a 2 o 3 otros redondeles tóricos, El corte interpretativo de ese toro –es muy importante señalarlo- no deshace el nudo borromeo, que sea de 3 o 4 (redondeles). En cambio, forma un nudo, un nudo corte, siendo el más simple el nudo de trébol. Llamo nudo de pase a ese nudo que es realización del corte del pase.
Al permitir transformar ese toro S del inconsciente simbólico, en banda de Moebius, el nudo corte del pase abre así al inconsciente real, sin deshacer por ello al nudo borromeo. Y lo que describe mejor su real, es la banda de Moebius, ya no la simple (con una única semi torsión) como en «El Atolondradicho», sino la triple (con tres semi torsiones) que proviene de la realización de ese corte del que hablaba y al cual Lacan se interesa mucho al final del «Momento de concluir» y al comienzo de «La Topología y el Tiempo». Observen bien que el borde de esa banda, forma por sí mismo un nudo –mientras que para que el ocho interior forme un nudo, se necesita el redondel del objeto (a) –y que ese nudo somete su real no orientable a la ley de los arriba/abajo. Porque lo que pretendía entonces Lacan, a través de sus tentativas, más de una vez fallidas, de las presentaciones topológicas del inconsciente real, era nada menos que orientarse gracias a la presentación en la estructura, para encontrar allí el camino de su práctica como analista.
Así, en l978, el final ya no es pensado como aplanamiento (mise à plat) del falo que desaliena de la identificación primaria, sino como aplanamiento del nudo que, por bordear al inconsciente real, permite una orientación en la estructura.
Desde entonces, el análisis encuentra su final en el nudo mínimo del hablanteser. Porque ese trébol es lo menos que puede escribirse para presentar -«tan mal como peor», diría Beckett- aquello de lo que en torno del topos del objeto, el hablanteser goza: del sentido, del falo y del Otro. A partir del momento en que, desde l975, cifra de este modo a la estructura, Lacan sustituye – prefiere- el inconsciente de Freud por el hablanteser. Visto así, la satisfacción del final sería la satisfacción en hacer ese nudo corte del hablanteser, satisfacción de cerrar la triple vuelta que escribe lo real.
Al introducir lo tórico en lo borromeo Lacan hys-toriza la estructura. No se limita a introducir al tiempo y sus contratiempos -la historia con una i- en su topología de los nudos, introduce además la histeria y su verdad mentirosa que, como Lélie del «Atolondradicho» o los contratiempos de la pieza de Molière, introduce sus palos en las ruedas del deseo.
El toro, digámoslo, es mentiroso. Es jesuístico, como decía Freud de la verdad, porque tiene dos caras y es reversible.
Esa mentira es la de la identificación tal como Lacan la revisa en l976. Dado vuelta, uno de los toros del nudo contiene en su interior a los otros. El giro sobre si de lo simbólico es el proton pseudos de la histérica por el cual ella se hace Otro(a) al mismo tiempo que se sostiene en su interior por la verdad mentirosa de su amor por el padre.
Sea; Pero, ¿cómo contrabalancear deshacerse de estembrollo ( «balancer stembrouille ») del toro en el nudo y del nudo en el toro que articula la verdad con lo real? Y bien, por el corte del decir que, al cerrar la banda de Moebius, crea a la «histérica perfecta», o sea a «un histérico sin síntoma, salvo de tanto en tanto». Lacan, en «L’Une bévue…» del l4 de diciembre del 76, tiene la increíble audacia de decir que él lo es, porque a fuerza de tener un inconsciente ¡lo ha unificado con su consciente! Siendo así la satisfacción del final sería el haber reducido a lo moebiano la mentira del toro bifásico, como lugar de la doble inscripción y del sentido doble.
Analistas, ¡un esfuerzo más para ser moebianos!
El pase y su modificación de estructura no pueden conceptualizarse sin la topología (la lógica del grupo de Klein, utilizada por primera vez en l967, no daban sino una primera aproximación de lo que el pase separa). Una Escuela que toma en serio al pase es pues una Escuela que toma en serio a la topología en tanto que concierne, para Lacan, ni más ni menos que a su «práctica del decir». Al mismo tiempo – ¡y no es la menor de las paradojas!- uno puede pasarse de la topología en la escuela, a condición de servirse de lo que Lacan ha inventado: ¡el pase como dispositivo y procedimiento! Porque la topología es, para Lacan, su tiempo, su tiempo para comprender lo real de la experiencia. Es el tiempo para comprender el pase.
Pero servirse de ella implica que, por nosotros y para nosotros, permanezcan abiertos los siguientes tres interrogantes: l. ¿En qué punto estamos ahora en nuestras prácticas del decir? 2. Como no se trata de imitar a Lacan en nuestro uso o mal uso de la topología, cuando analizamos, ¿cómo nos orientamos en la estructura, con o sin topología? 3. ¿Cómo logramos que el nudo del inconsciente satis-faga, se haga suficientemente real?
Traducción de Rithée Cevasco (Cataluña).