Cualquiera que sea el adjetivo que califica, a veces, a una clínica — por ejemplo : «analítica» – se ha de esclarecer primero el lazo que toda clínica mantiene con la dimensión de «realidad» con la que parece estar íntimamente ligada. Intenté desplegar anteriormente la semiótica que trama el funcionamiento del signo en la situación clínica, lo que me contentaré con resumir así por ahora : el signo clínico corresponde perfectamente a la definición clásica del signo, según la cual el signo representa algo para alguien. Lo cierto es que a partir de tal definición, el «algo» puede ser entendido de diversas maneras – sin mencionar al «alguien» que, también, puede ser objeto de lecturas varias.
El signo clínico se especifica, entre los demás signos, por tener algo que siempre pertenece a la dimensión de una u otra «realidad» diferente de la suya propia. Veremos un poquito más tarde, en unos cuantos detalles, qué pensar de este término de «realidad», pero antes de indagar en esta dirección, tenemos que tomar en cuenta el hecho de que la noción misma de «realidad» se opone a la del signo. Por supuesto, se puede considerar una cierta realidad del signo mismo; pero en el caso del signo clínico, diferenciamos, sin pensar en ello, la realidad del signo y la de su referente. ¿Por qué?
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