Las palabras malditas
Reseña del libro Estructura del Insulto de Martín Alomo
LUCIANO LUTEREAU
¿Qué es el psicoanálisis sino una ciencia de trivialidades? “Acariciar los detalles” -repetimos usualmente-, rodeados de libros cada vez más teóricos, dedicados a la exégesis de intrincados nudos conceptuales, cuando no destinados a la evocación nostálgica de datos históricos. Sin embargo, ¿cuál es el valor de la experiencia en la construcción de un tópico, especialmente cuando se trata de hacer valer el modo de su exposición? La respuesta del libro de Martín Alomo es concluyente: la experiencia es puesta en acto del pensar. Por eso Estructura del insulto no es un tratado sobre teorías del insulto, ni un libro acerca de referencias históricas de palabras injuriantes; muy por el contrario, se trata de la exploración del uso cotidiano de dos apelativos utilizados para predicar sobre el ser del prójimo: boludo e hijo de puta. Podríamos escandir un ordenamiento relativo del libro en una secuencia de tres momentos. Esta breve abstracción permitirá dar cuenta, a su vez, de la rigurosidad argumentativa del texto.
1. Partiendo de una situación anodina -la ficción de una situación en que A espera la llegada de B en una esquina, y éste no llega- se nos propone una escena paradigmática: A formula que B es, antes que nada, un b…; luego, que es un h...de p… ¿Cuáles son las condiciones empíricas para este suceso? En principio, cabría destacar que el vínculo de A y B entrama una relación de poder (en tanto B tiene la facultad de frustrar a A), siendo que la dependencia de A respecto de B tiene como condición previa una cierta vulnerabilidad. Esta forma de interrogar los motivos de la experiencia se encuentra subtendida por el propósito de apresar la “condición de posibilidad para la emergencia de lo boludo o lo hijo de puta” (28), esto es, “la condición necesaria de producción de las categorías de boludo e hijo de puta” (33). En la situación de espera, extensible a todo esperar algo de un otro, se encubre la forma de la célula elemental del amor: la demanda y sus aplazamientos.
2. Pero, ¿qué se nombra cuándo se profiere que B es un b… o un h… de p…? En un segundo momento, el ensayo deja lugar a un estudio de referencias cruzadas: la filología y la lingüística, la filosofía heideggeriana, la psicopatología de la perversión, la antropología estructural, etc., con el propósito de ampliar el campo de batalla para el verdadero salto especulativo: en tanto figuras de la deyección, el carácter diferencial entre b… y h… de p… se encuentra no sólo en que “ser hijo de puta deviene una forma privilegiada de no tener padre” (41), en tanto rostro de lo “inhumano” (46), sino en el problema ético de la intencionalidad operante: un boludez (como sinónimo de torpeza) no hace un boludo - “porque la injuria necesita para su advenimiento de la forma del vocativo” (92) - ya que es preciso, para formular esta predicación esencial sobre el ser del semejante, introducir la pregunta acerca del acto, sus consecuencias y la responsabilidad. En este punto, la conclusión de Alomo es fascinante: la transición del b… al h… de p… se produce a través de una escalada consecuente de desconocimientos de la propia participación subjetiva en una boludez. Pareciera que en el corazón de todo h… de p… se alberga la obstinación (o la perseverancia en el ser) de un b… y, por lo tanto, quizás la hijoputez podría ser sancionada como cobardía moral.
3. Sin embargo, el estudio no se detiene en esta conclusión provisoria, dado que en su trayecto final - además de extender las consideraciones sobre los términos b… y h… de p… a la de todo insulto en general - reconstruye una defensa del acto de pensar: “en el insulto, en el asalto que implica tomar por arrebato el ser del otro […] se trata de un acto (estructura del acto, fundada en el desconocimiento, en su vertiente bien de acting out, o bien de pasaje al acto) en el que como tal, no se piensa” (163). De este modo, de la lectura del libro se desprende una posición ética decidida, fundada en el lúcido ejercicio del argumento, que antes que el comentario prefiere la demostración. Martín Alomo nos enseña que se puede hablar con sentido aún de la cuestión más nimia, sin recaer en el facilismo, invitando al lector a una experiencia de pensamiento, sin dejarlo esperando en una esquina.
Balance crítico
Habitar una lengua implica ser hablado por ella. Por eso, intentar explicitar los fundamentos de una forma de vida latente en la experiencia cotidiana es siempre un acto valioso. El encanto del libro de Alomo se encuentra en que no se aferra a ninguna metodología en particular, cruzando los enfoques, practicando por momentos aquello que P. Ricoeur llamara método de lectura por irradiación de destellos (rayonnement étoilé), de modo tal que la explicitación de cada borde contribuya a la elucidación de los demás, uno detrás del otro. Se trata de un libro maravilloso para ese exquisito diletante que es el lector de ensayos.