Reseña del Libro: De Fantasmas, Ancestros, Espectros y otras inexistencias más o menos amenazantes. Autor: Eduardo Said. Editorial Escuela Freudiana de Buenos Aires. 292 páginas.
De Fantasmas, Ancestros, Espectros y otras inexistencias más o menos amenazantes se presenta, simultáneamente, como un libro que busca rescatar lo extraordinario que se manifiesta en la actualidad de su tiempo, si es que tenemos en cuenta que varios de los textos que componen el volumen se han presentado en jornadas, coloquios, etc., o bien publicado como artículos en revistas especializadas o de difusión amplia; aunque también la de nuestro tiempo, dado que muchos de sus trabajos interrogan, elaboran y recorren –Recorridos en psicoanálisis es el subtítulo del libro–, como en una bitácora que toma nota de los vértigos de la práctica cotidiana, presencias más o menos amenazantes: el consumo vertiginoso de viagra entre adolescentes, las letras en las chapas de las patentes de los autos, algunas expresiones coloquiales como “la vas a ligar”, el clásico “ajó-ajó” de la experiencia materna, etc. Pero cabe una precisión: no se trata de una interpretación psicoanalítica de hechos objetivos de la cultura, sino de la particular inserción de ciertas formaciones culturales en la práctica de un psicoanalista, y del modo en que éste debe ser un lector del mundo de lenguaje que lo rodea. En una de sus afirmaciones más célebres, Lacan sostenía: “que renuncie quien no pueda incluir en su horizonte la subjetividad de la época”. Podría decirse que el libro de Said no sólo no renuncia a este precepto fundamental, sino que toma a la letra el máximo rigor freudiano –hacer del psicoanálisis un método de investigación– formulando su apuesta ética como interlocutor del aire de este –su y nuestro– tiempo.
En más de una treintena de artículos –algunos de ellos atrevidamente breves, muchos abiertamente intempestivos, varios escritos para ser hablados, otros oralmente escritos– no sólo encontramos el cumplimiento de la intención antedicha, sino también la pauta de un psicoanalista que interviene en el foro público para debatir las preocupaciones propias de la clínica que le concierne; entre otras, las siguientes: el valor del diagnóstico –trazando su especificidad en el campo analítico respecto de la herencia psiquiátrica y la prisa habitual en la práctica hospitalaria–; la función de la angustia –junto a la inhibición y el síntoma, tríada freudiana a la que el autor retorna con la lógica lacaniana–; el acto analítico –estudiado en sus relaciones con la elección, la libertad y el horror propio de la cobardía neurótica–; la cuestión del padre –tema elaborado en más de tres artículos que revisan el Edipo, la función simbólica de la paternidad, su inserción en la estructura del nudo borromeo–, etc. Remitido a sus colegas, este libro testimonia de una sostenida interlocución con otros psicoanalistas, y de esa autorización singular que requiere, a un tiempo, dar razones y exponerlas ante los otros. Avanza asimismo en esta dirección el anteúltimo artículo –titulado “Clínica de la posición sacrificial”– que refleja las investigaciones recientes del autor, en las que ha alcanzado una notable originalidad como resultado de un sostenido work in progress –para decirlo nuevamente con un giro joyceano–.
No obstante, no sólo se trata de una conversación con otros psicoanalistas. Algunas indicaciones en las referencias de los textos permiten advertir que este libro también recoge discusiones con otras disciplinas, como en el caso del texto dedicado a la acusación del físico A. Sokal al supuesto pseudo-cientificismo del psicoanálisis, o bien en el artículo que cierra la compilación –“La agresividad, el narcisismo y sus efectos en la conflictividad humana”– en base a una comunicación presentada en las I Jornadas Nacionales de Ética, realizadas en el 2009. Una vez más, podría atenderse al posicionamiento ético que lleva a un psicoanalista a desprenderse de sus aires de familia para aceptar el riesgo de tomar palabra en otros espacios discursivos.
De Fantasmas, Ancestros, Espectros… demuestra que las inexistencias no son, como acostumbramos pensar, presencias que no existen; muy por el contrario, esos objetos extraordinarios de los que se ocupa un psicoanalista (las formaciones de la cultura, los conceptos y operadores clínicos, etc.) son existencias cuya manifestación se cumple de un modo distinto al esperado –como ese fantasma que un protagonista de Joyce definía como apenas perceptible– y que, por lo tanto, es preciso interrogar cuidadosamente, menos por temor que por prudencia. Es cierto, puede tratarse de inexistencias más o menos amenazantes, pero –para decirlo con palabras del autor– “en morigerar eso se juega gran parte de la clínica del Psicoanálisis”.