Texto de contratapa
Este libro de Colette Soler se posiciona en la vereda opuesta a la intuición propia del sentido común: el afecto (y todos los nombres sucedáneos que recibe: emociones, sentimientos, etc.) no constituye un argumento del sujeto, ni es suficiente para alcanzar su verdad. La idea no es menor puesto que la clínica ubica con frecuencia al analista ante la delicada situación de un sujeto sufriente, dividido entre lo que piensa y lo que siente frente a determinada situación. ¿Existe tal diferencia? ¿Puede un psicoanalista operar con tales situaciones antes de haber alcanzado la claridad en el problema teórico que allí se hace presente?
La obra resulta sumamente rica para reconocer como existente y estudiar la teoría del afecto en la obra de Jacques Lacan, siempre bajo la consigna de su retorno a Freud –el que, como ocurre habitualmente en los textos de Colette Soler, está muy presente en las referencias bibliográficas, y en la lógica de construcción de sus argumentaciones–.
La obra comienza rechazando un lugar común entre ciertos críticos del psicoanálisis lacaniano: el que consiste en afirmar que Lacan desatendió los afectos del sujeto, a favor de una teoría del lenguaje y el significante. Las pruebas de la falsedad de una posición tal son aportadas con claridad, ya que según la autora la inquietud de Lacan por el tema del afecto está presente ya desde los años ’50, ocasión en que introduce la llamada “frustración de transferencia”.
Por otra parte, al recomponer la lista de los afectos lacanianos, es visible que Lacan se ha ocupado de los mismos a lo largo de su extensa obra: la angustia, el dolor, la impotencia, el duelo, la tristeza, la alegría, la felicidad, el tedio, el mal humor, la cólera, el pudor, la vergüenza, el entusiasmo... (y hay más), son algunos de los ejemplos en los que Colette Soler se detiene, ubicando sus coordenadas teóricas y sus incidencias clínicas.
El trabajo de Colette Soler con esta lista invita a la reflexión de orden clínico, puesto que toma valor crítico ante de lo que podría denominarse la evidencia (o el valor de verdad) de los afectos. El recorrido no se agota en una revisión de las posiciones de Freud y Lacan acerca de los afectos (ni de sus habituales referencias: Santo Tomás, Kierkegaard, Dante, Heidegger y tantos otros), sino que introduce ideas originales sobre los modos de aparición de los afectos en la época contemporánea. Desfilan así en sus páginas el ataque de pánico y la depresión, el duelo, los efectos del capitalismo en el humor, los afectos surgidos de la ruptura de los lazos sociales, el amor, etc. Y también encontramos ideas acerca del valor del afecto en el final del análisis, y su pertinencia en el testimonio del pase, bajo la forma de lo que Colette Soler denomina, siguiendo a Lacan, “afectos enigmáticos”.
En síntesis: la obra devuelve a la teoría de los afectos un lugar de importancia en el quehacer clínico del psicoanalista, tanto como en su posición ética. ¿Existe realmente esta teoría que ha podido ser ignorada durante tanto tiempo? El lector responderá a esta pregunta, luego de la lectura de este libro, fundamentalmente porque se trata de una obra ante la que resultará inevitable tomar posición y cuyos efectos se podrán verificar en el tratamiento psicoanalítico de los afectos.