Texto de contratapa
En lo que sigue partiré de la enseñanza de Jacques Lacan para iniciar el análisis riguroso y sistemático de las nociones de “interpretación” y “transferencia” en la clínica psicoanalítica lacaniana con niños; no obstante, es mi intención recurrir a la clínica toda vez que los argumentos en juego lo permitan o lo reclamen.
Estoy convencido de que la relación de Sigmund Freud con la clínica de niños no fue más que su propio mensaje recibido en forma invertida desde el lugar del Otro, y no una apuesta ética tendiente a construir un nuevo campo para el desarrollo del psicoanálisis. A causa de ello considero que sin la “reinvención” del psicoanálisis operada por Jacques Lacan, los sujetos humanos hablantes que llamamos “niños” hubieran quedado por fuera del campo de aplicación del psicoanálisis freudiano.
(...)
En ocasión de presentar sus “Estatutos propuestos para el Instituto de Psicoanálisis de la SPP”, en enero de 1953, Jacques Lacan declaró:
“... el psicoanálisis de niños se reveló, en los registros de la conducta de la experiencia y de su valor clínico, como sujeto a incertidumbres, cada vez más ricas en problemas a medida que se les concede un interés más ordenado”.
Esta es mi bandera: concederle al psicoanálisis de niños un interés cada vez más ordenado y, de este modo, abordar problemas cada vez más ricos. Lacan era consciente que el área de psicoanálisis con niños estaba sujeta a incertidumbres. Y este diagnóstico es muy verificable. De todos nuestros colegas psicoanalistas ninguno duda en aceptar en carácter de paciente a una persona adulta, aunque no ocurre lo mismo cuando el candidato al tratamiento es un niño. Allí comienzan las incertidumbres… En fin, la posición de ciertos analistas con respecto a la clínica de niños retoma la vieja historia del “caldero agujereado”. Aquél que afirma: “No estoy formado como para recibir niños en consulta”, algo más tarde puede confesar que “el problema lo tengo yo: es que no soporto mucho a los niños…”. Y si su interlocutor tuviera la suficiente paciencia como para seguir escuchándolo, tarde o temprano afirmará que “en realidad, el psicoanálisis con niños es imposible”.
Lacan sabía que este asunto tocaba los fundamentos del psicoanálisis. Y lo dejó escrito muy tempranamente.
“Sin duda, ésta
Los que no retrocedemos ante los niños somos responsables de esa conquista, tanto como de extender las fronteras del psicoanálisis, fronteras que, según Lacan las entendía, resultan ser móviles.
Quizá me haya acostumbrado a vivir en la frontera (…) Pero lo cierto es que estas palabras de Lacan que ya cumplieron cincuenta años, aún funcionan para mí como un estímulo. Y hoy, en el afán por transmitirlas, tal vez pueda entusiasmarlo ¾estimado lector¾ para que me acompañe en el recorrido. Puesto que la frontera sigue siendo móvil, en cualquier momento podríamos producir una extensión y verificar que el psicoanálisis es cada vez más apto para aliviar aquello que, alguna vez, he nombrado como “El sufrimiento de los niños”.
(párrafos extraídos de la “Introducción”)