Silvia Tomás muestra la calidad teórica de su propia práctica al crear el concepto de "madre como maître" en donde estudia cómo la madre puede apropiarse del hijo o de la hija como objetos suyos, objetando a su devenir sujeto, sometiéndolos a una ley que responde no sólo a una obturación de su falta, sino a una apropiación fetichizada del niño como su falo personal. En esta obra queda también diferenciada la función paterna del goce del padre, que puede o no estar "père-vers-amante" orientado, esto es gozar de una mujer haciéndola madre, deteniendo allí su goce, sin avanzar sobre el cuerpo de uno o de los hijos, para convertirlo en un objeto propio, como ocurre en tantos casos, no teorizados realmente aún, en donde el padre busca arrogarse el lugar de Otro, desplazando a la madre de sus hijos. Silvia Tomás lo señala coherentemente, ya que allí el padre abandona y va en contra de su función. Siendo su modelo princeps el padre de Schreber. Otro de los aportes del libro es su hincapié en la necesidad de un vacío en la demanda que la madre formula al niño, que la demanda no exija estricto cumplimiento, sino que sea la formulación de un deseo en cuyo vacío el niño encuentra algo que se dirige a él como sujeto y no a su yo y su cuerpo como objeto. Es en ese lugar del deseo más allá de la demanda, como lugar no obturado, que no sólo el niño encuentra su lugar, indefinible sino por él mismo, ya que le permite apoderarse de significantes del Otro como propios, sino que, al mismo tiempo, encuentra que el deseo es deseo de deseo y la ley paterna como lo que lo articula y permite, ya que extrae al goce del lugar materno, y dejándolo a éste como lugar de amor, hace del primero objeto a conquistar en lo real sin dejarle lugar alguno en la constelación que le dio nacimiento. Asimismo el libro desarrolla la complejidad, ¿contradictoria?, de la trama entre mujer y madre en el cuadro de la sexuación que Lacan construye en "Encore", marcando la diferencia entre ambas posiciones, y la dificultad de mantener las dos vigentes al mismo tiempo, allí donde en una se privilegia el ser sobre el tener y en la otra el tener sobre el ser. ¿Sería acaso la mujer -por un ser que se dispensa de todo tener gracias a su goce suplementario- lo que permite el corte con el goce materno, quedando a la vez por siempre como madre y no mujer para los hijos? En todo caso, de ser así, el hijo queda desplazado como tapón de la falta y es la existencia de un deseo como mujer, separado por un intervalo instantáneo e infinito del amor materno lo que castra a la madre del hijo como ser y al hijo de la madre como objeto o bien como Otro no barrable.