ÍNDICE
Prólogo: ¿Qué (es un) dispositivo?
Agustín Kripper y Luciano Lutereau
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Foucault y sus herramientas
El orden del discurso. Una lectura de sus procedimientos de exclusión,
control y sumisión en el campo del psicoanálisis
Diego García
Familiarización neurológica versus familiarización psicoanalítica. Una aproximación al problema de lo familiar en Sigmund Freud, neurólogo infantil del Erstes öffentliches Kinder-Kranken-Institut in Wien (1886-1896)
Mauro Vallejo
Yo no tengo sexo. Relato y sexualidad en el mundo posmoderno
Esteban Dipaola
Una anécdota de filósofos alrededor de la autoridad.
Gérard Mendel, Michel Foucault y la interdisciplina en cuestión
José Luis Fliguer
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Foucault y sus otros
Los psicoanálisis de Michel Foucault en la década del cincuenta.
La dimensión del sentido
Matías Abeijón
Mirada y representación. Las Meninas según Lacan y Foucault
Luciano Lutereau
Foucault y la expresión. La temprana crítica del símbolo freudiano
Agustín Kripper
La herencia freudiana. Un diálogo entre Marcuse y Foucault
Federico Luis Abiuso
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Apéndice
¿Qué importa quién habla?
El encuentro de Lacan y Foucault que dio origen a la teoría de los cuatro discursos
Pablo Peusner
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Texto contratapa
No fueron muchas, pero tampoco faltaron, las ocasiones en que los caminos de Michel Foucault y Jacques Lacan ensayaron una convergencia. Hablaron de lo “mismo”, pero con otro lenguaje. Quisieron otra cosa –ser otros, que la otredad sea distinta–, pero de modos distintos. Fueron seducidos por los mismos autores –Sade, Velázquez, Barthes, Genet, Freud y un largo etcétera–, pero por razones a veces contrastantes. Este libro busca alentar la creación de miradas que intenten detenerse en esos encuentros fallidos, en esas simultaneidades extemporáneas.
En un momento en que las críticas arremetían contra Foucault, Canguilhem pidió serenidad: hubo que dormir poco, leer hasta tarde y levantarse temprano –agregó el epistemólogo– para escribir cosas así. Se refería, obviamente, a las obras de su inquieto discípulo. Los biógrafos de Lacan hacen cuentas imposibles para explicar cómo ese hombre, ocupado de tal forma con su trabajo clínico y la organización de su imperio, podía llegar a leer tanto.
Ambos pensadores dedicaron su vida a calibrar nuevas formas de leer. Pero rehuyeron con igual tenacidad de la tramposa pericia del comentario. Lacan hacía creer que comentaba a Freud, cuando en realidad se dedicada a otra cosa. Foucault, salvo en algunos de sus cursos, dejó a un costado la labor fatigosa de comentar a los clásicos. Ambos anhelaban la invención de dispositivos de lectura, máquinas de producción del margen de posibilidad para que otra realidad fuera posible.
Mauro Vallejo