“Notas en alemán preparatorias a la conferencia sobre
La Cosa Freudiana”
traducidas del alemán por Geneviève Morel y
Franz Kaltenbeck.
Publicadas en “Ornicar?” nº 42, páginas 7-11.-
Traducción española de la versión francesa de Paola Gutkowski y Pablo
Peusner
El sentido de un retorno a Freud en el psicoanálisis.
Clínica Universitaria de neuropsiquiatría de Viena (Profesor Dr. Hoff).
Lunes 7 de noviembre de 1955.
Hilo conductor de la tesis que está en la base de
esta conferencia.
El retorno a Freud debe ser entendido en un doble
sentido:
Se trata por una parte de retomar la lectura de
Freud y de reelaborar todo eso que una interpretación (“Auslegung” significa aquí “interpretación” en el sentido de una
exégesis, comentario, exposición) de esa lectura hasta aquí muy míope, no
tomó, dejó de lado u olvidó.
Por otra parte hay necesidad de un retorno a la
práctica original del psicoanálisis, pero en un sentido tal que el retorno
significa al mismo tiempo una renovación a partir del fundamento. En efecto, lo
que sucedió a un primer estadio del psicoanálisis aplicado (“Psicoanálisis aplicado” designa aquí a la práctica del psicoanálisis),
que asocia a su propia profundidad una cierta ingenuidad, es un estadio
decadente, podríamos decir, en el que la técnica directamente es transformada[1] en su
contrario; es entonces a la primer técnica que nosotros hoy debemos hacer el
retorno como a una técnica tomada y experimentada particularmente en su esencia
y su fundamento.
I. La teoría.
Si, desde el punto de vista de una interpretación
del hombre en su ser-sujeto, nosotros hablamos de una revolución freudiana, ¿en
qué consiste su esencia?
a) El gran descubrimiento de Freud, ése que
nosotros debemos tomar, no como el primero cronológicamente, sino como primero
por su significación, es el inconsciente censurado. ¿Qué es lo censurado?
Aunque esto pueda resonar tan paradojal, lo censurado es alguna cosa que hace
retorno, es anamnesis. No cualquiera, ciertamente. Evidentemente no una
reminiscencia, es decir la ectopía del pasado en el presente. La reminiscencia,
por ejemplo el sentimiento sobrevenido de una atmósfera vivida, permanece
esencialmente en la ambigüedad: en un caso preciso podrá plantearse la
siguiente pregunta -¿se trata, cuando se recuerda, de una excitación colérica,
de un verdadero recuerdo, o simplemente de la repetición de lo que fue
formulado (del afecto)? Pero, de la reminiscencia, nosotros diferenciamos el
llamado a la memoria de un acontecimiento que es siempre histórico, que está
referido hacia atrás, es decir que es para el porvenir, ya sea un compromiso o
ya sea constitutivo. Esta suerte de anamnesis, nosotros la llamamos anamnesis
épica ( o bien ésa que pasa por la palabra) y distinguimos en ella estos tres momentos: de la dramatización, del
“significar” y del pasaje a la palabra.
De eso resulta lo simbólico, el distrito del
lenguaje, como el dominio principal del psicoanálisis. Este hecho, de
importancia decisiva, estuvo oculto hasta ahora en una teoría del psicoanálisis
que no recurre más que a un simbolismo natural (relación inmediata del símbolo
y de la imagen).
El campo asignado por Freud al psicoanálisis
también puede ser nombrado como ése de los síntomas, pero de los síntomas
tomado ahora en un sentido más amplio, no solamente como clínicos, sino como el
que contiene todos los fenómenos paradojales, incluso límites de lo normal:
ilusión, equivocación, lapsus, lo que desarme en el chiste. El síntoma en ese
sentido funciona como la palabra: está tomado en el campo del lenguaje.
b) ¿Qué significa “tomado en el campo del
lenguaje”? En este dominio, la interpretación que se hizo de Freud, sembró la
más grande confusión. Yo oí al Sr. Binswanger decir que la taquicardia
provocada por la irrupción de un avión sería el lenguaje de la angustia. ¿No
debemos, entonces, suponer que la iluminación de las nubes por la luz de los
reflectores de caza sea la respuesta del cielo? Nosotros nos debemos guardar de
designar todo como lenguaje bajo el pretexto que el lenguaje contiene en sí
todas las significaciones posibles.
El lenguaje es, como lo imaginario y lo real, un
rasgo fundamental del ser que aparece. Está hecho de tal modo que deja aparecer
todo lo que engendra de constitutivo, como desde siempre constituído. El
lenguaje no es en sí mismo real y reclama por consiguiente material, él se
graba en lo real como negativo; él es por su naturaleza huella. Pero esto no es
suficiente para constituirlo. El lenguaje como huella necesita el par opositivo[2], de la
misma forma que la línea continua necesita la línea cortada, lo
mismo que la sílaba “bu” necesita la sílaba “pu”. La oposición entre presencia
y ausencia, que designa la estructura del ser en su sustracción, debe ser
enteramente elevada en tanto que tal a la duplicidad del símbolo de esa esencia
hecha de nada...
Las significaciones introducidas por el lenguaje no
son de naturaleza real, ellas están en
la realidad (Realität), más
precisamente, ellas yacen en los intersticios de la realidad (Auf Wirkliches). La significación no
remite jamás hacia la realidad, sino siempre a la significación. Ninguna frase
puede, rigurosamente hablando, ser sacada de su contexto de discurso. Así, la
extensión de las relaciones contenidas en una unidad lingüística y la extensión
de las relaciones contenidas en la unidad de la palabra y del discurso, están
del mismo modo en la más estrecha dependencia mutua. En relación a la
estructura de significación de los síntomas, esto quiere decir: en la medida en
la que el síntoma debe ser, cada vez, tomado como particular, eso no lo hace
perder, sino sobre todo conservar su carácter universal, gracias a su
estructura de significación.
c) La función de la palabra.
La función de la palabra es la de fundar. La
palabra funda al sujeto. Pero ¿qué sujeto? El sujeto marcado por la alienación
de sí mismo. No sería nada menos que arbitrario no acordarnos aquí que este
concepto es hegeliano. Nosotros designamos en una fórmula al inconsciente como el discurso del Otro. ¿De qué Otro?, nos
preguntamos entonces. Por el discurso del Otro, nosotros no entendemos la
alienación imaginaria en el alter ego,
el reflejo narcisista que da sin embargo la Urbild
del yo (moi), dado que el yo (moi) se forma en primer lugar en esta alienación.
El yo (moi) nace en el alter ego,
pero de forma tal que sufre al mismo tiempo no poder ser totalmente él mismo,
es decir estar fragmentado (Cf. mi teoría del estadio del espejo). Este alter ego es al mismo tiempo el objeto
de la elección privilegiada por la agresividad del yo (moi) –frecuentemente
mencionada y frecuentemente combatida y este objeto es, lo repetimos,
imaginario. La misma cosa vale para el alter
ego como objeto del enamoramiento.
[1] reenversé. [El verbo da aquí la idea de
la transformación de alguna cosa en su envés].
[2] couplage [En las ediciones españolas de
“El Seminario”, esta palabra casi siempre fue traducida por “apareamiento
significante”. Traducimos por “par opositivo” considerando que dejamos bien
claro que Lacan hace referencia a la estructura mínima opositiva y diferencial
del significante]