¿Qué es el tiempo? ¿Cómo se mide y se percibe? ¿Es el mismo para los habitantes de distintas ciudades? Como ocurre con otras creencias culturales, el tiempo que vivimos nos resulta tan natural como el aire que respiramos. Pocas veces nos detenemos a reflexionar sobre cuánto demoran en darnos el vuelto en el banco, si los relojes de las oficinas públicas tienden a estar en hora o a qué ritmo caminamos por la calle. Acaso esto se deba a que todos adquirimos desde niños los conceptos básicos de nuestra propia sociedad sobre las nociones de temprano y tarde; la espera y el apuro; la rapidez y la lentitud; el pasado, el presente y el porvenir.
En este libro, Robert Levine nos zambulle en esa dimensión de la experiencia diaria que habitualmente damos por sentada: nuestra percepción del tiempo. El autor, que ha dedicado su carrera a estudiar el tema, nos invita a un encantador paseo por el tiempo a través de las épocas y alrededor del mundo. Con él viajamos a Brasil, donde llegar tres horas tarde es algo perfectamente aceptable, y al Japón, donde encuentra un sentido del largo plazo inaudito en Occidente. Conocemos algunas ciudades de los Estados Unidos en las que el ritmo de vida es tan veloz que casi no hay margen para gestos de solidaridad con desconocidos en la vía pública. Recorremos la antigua Grecia para examinar los primeros instrumentos de medición y los relojes de sol, para luego desplazarnos a través de los siglos hasta el inicio del “tiempo reloj”, creado durante la revolución industrial.
Una geografía del tiempo muestra que el modo en que la gente interpreta el tiempo de su vida abarca un mundo de diversidad: de cultura a cultura, de ciudad a ciudad y de vecino a vecino. Dado que el tiempo es una construcción humana que define y demarca culturas, y que incide en lo que entendemos por bienestar y calidad de vida, deberíamos aprender a funcionar en medio de una sociedad multitemporal, donde cada individuo sea el portador de su propia geografía del tiempo.