En este sentido no voy a tomar un caso particular, sino una situación general que me atañe especialmente como “principiante del psicoanálisis” –según la calificación de Freud. Creo que puede llegar a tener valor dar testimonio de los primeros pasos en la práctica, más bien de las primeras ideas que intento articular a raíz de los obstáculos que percibo.
En una oportunidad, una paciente, a los de pocos meses de tratamiento, dijo que hacía varias sesiones estaba esperando que pase algo que la sorprenda y no pasaba. Fue una interpretación muy justa para su analista, exactamente ese era mi deseo, sorprender a mis pacientes. En ese momento pensé que le había contagiado mis ganas, pero, como dice Lacan, los analizantes ponen un freno cuando el analista quiere apurar las cosas. Supongo que mi entusiasmo, la exigencia por que pase algo, hizo que forzara un poco el tiempo en los tratamientos que intente iniciar, de hecho, algunos no lo iniciaron. Mi interrogación comienza por la cuestión del tempo en el análisis, con el objetivo de hacerlo más palpable en la clínica.
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