Mientras me ocupaba de otra cosa, se me ocurrió el pensamiento absurdo de que el deseo “atrapado por la cola” no lleva muy lejos, mal le pese a Picasso, de quien tomo esta frase. No más lejos que la cama, espacio del abrazo. Así pues, para quien quiere viajar hay que atraparlo de otro modo. ¿Pero cómo? “Justamente así: mécomment [sin como[1]]” [2]. Este “mécomment” convoca a la palabra y a su topología, y se inscribe en falso contra toda tentativa de órgano-dinamismo, pasado o presente, el de Henry Ey o el del neuroconductismo. El órgano-dinamismo es precisamente el que toma al hombre en general por su organismo y entonces al deseo en general por la cola, creyendo que es “por el órgano que el Eterno femenino les levanta”, como dice Lacan de forma incommensurable. Este órgano se cantaba, e incluso se chillaba en las salas de guardia en tiempos de Lacan. Eran aun buenos tiempos para los psiquiatras, que, desde que perdieron su órgano, quiero decir sus voces y sus salas de guardia, por lo que yo sé ya no cantan mucho. Es porque el nuevo órgano-dinamismo, peor que el de ayer, no se canta, no se ocupa del deseo, sino más bien de lo que preside el buen orden de todos los órganos y de todos.
El psicoanálisis está solo preocupándose aun por el deseo, estamos orgullosos de ello. Pero desear es estar en “inminencia” de castración. De ahí estas alternancias de fases entre el placer de la búsqueda que da tanta sensación de vida y la angustia que conduce a lo real. Entonces quién merecerá el nombre de “deseante por excelencia”? En todo caso no el neurótico.
Traducido al castellano por Manel Rebollo
[2] L’étourdit, Scilicet 4, p. 17