¿Con qué sistema político pudo hallar un compromiso el paradójico monoteísmo cristiano y su fe en el Deus-Trinitas? ¿Con la forma del imperio, o con la de un poder que frena, contiene, administra y distribuye? ¿O se trataría, más bien, de una contaminación de las dos? No pocas de las decisiones políticas que han signado a nuestra civilización giran en torno a estas cuestiones, que en algunos de sus más grandes intérpretes, de Agustín a Dante y Dostoievski, han alcanzado una dramática representación.
Las reflexiones formuladas en este ensayo se completan con una antología de los pasos más significativos de la tradición teológica, desde la primera patrística hasta Calvino, dedicados a la exégesis de la Segunda Epístola a los Tesalonicenses, 2, 6-7.