Entre esos dos grandes términos rivales, ser y vivir, existir es el verbo moderno que pone de relieve una nueva posibilidad.
Pero ¿cómo describir la existencia sin construir de más –como lo hiciera la filosofía con el Ser– y manteniéndose al ras de lo vivido?
Indago aquí conceptos que se despegarían lo menos posible de la experiencia: permanecemos pues en la adherencia a lo vital o bien nos desadherimos de ello. Porque existir es en primer lugar resistir. De otro modo mi vida se empantana; o bien puede dar un giro. Así como se inicia y se reabsorbe –antes de que haya tenido un “comienzo” y un “fin”. Permanece presa en el “duro deseo de durar” o bien puedo emerger de él.
Y si sólo existe lo fenoménico, habrá que reconocer la falla que se abre allí (como lo “sexual”) o aquello que lo excede: el encuentro con el Otro.
Porque si vivir es ya des-coincidir con uno mismo (de lo contrario, es la muerte), existir es el verbo nuevo, separado del Ser, que promueve esa no-adecuación como recurso.
“Ex-istir” es en efecto, literalmente, “mantenerse afuera” –será preciso decir de qué.
¿O cómo emerger del mundo, pero dentro del mundo, sin caer en el más allá de la metafísica?
De donde se desprende una nueva Ética que no predica: vivir existiendo.