"Cómo incluir el saber que se extrae de la experiencia analítica en el campo social; cómo incluir ese saber en las instituciones, sean estas de salud, de educación, de justicia, o culturales. Y a su vez, la pregunta que palpita aquí es cómo pensar la inclusión del analista en este siglo XXI; cómo pensar una inclusión que le permita operar sin ceder en sus principios, tanto a nivel clínico como incidiendo en los entramados discursivos de la ciudad. Es decir, cómo (y dónde) conviene que el psicoanalista se posicione en el campo social teniendo en cuenta cada contexto cultural como aquello que se suele denominar “el espíritu de la época” (Zeitgeist).
[…] entiendo un recorrido que parte de las entrañas de un análisis, de su experiencia más profunda y solitaria, para luego llevar algo de esa peste freudiana al campo social. Para luego compartir y contagiar ese entusiasmo extraño -ligado a saber sobre lo imposible- que se aprehende en un análisis.”
(Del capítulo: “Sobre el lugar del analista en el siglo XXI: entre la lectura y la acción”)