Nota a la presente edición
Silvia Geller
Los derechos de los niños se desvirtúan cuando el estado protector confunde su lugar. Cuando la educación viene al lugar de un Universal incontestable. Cuando el acuerdo entre los organismos del estado y la justicia no hacen lugar a la menor singularidad.
Estoy relatando una experiencia en Suiza. Donde las instituciones protectoras del niño dejan de lado la función de la familia y en especial la de los padres. Cualquier estado completo termina por ser mejor, más competente, más eficiente que todos los padres fallados. ¿Cómo sobreviene semejante malentendido? ¿Cómo acontece que no haya derecho a contestar ese matrimonio perverso entre las sociedades que se dicen protectoras y la justicia para todos?
Parece que la ley olvidó que existen los casos, sin los cuales en realidad no hay ninguna ley. Una omisión severa. Es posible que la verdad eterna del universal haya nublado por completo el horizonte despejado por la llegada de los nuevos aires del siglo XX. Estos prometían un poco más de libertad para el desarrollo de ciertas habilidades particulares.
En definitiva, cuando no se hace lugar a lo singular, cuando la lógica en la que se esgrime en el campo del sujeto, es una lógica del para todos, se hace muy difícil rescatar la vida de algún niño, no importa cuantos salvavidas tengamos a disposición. Porque cuando la interpretación del para todos es compacta, no hay brecha por la que se pueda intervenir para ubicar lo único que ofrece una salida posible al niño, que es la construcción de su síntoma, más allá de cualquier generalidad, es decir, olvidando el universal que opaca el rasgo que nos orienta para encaminar al niño y sus padres hacia un nuevo horizonte.
Este libro recorre muchas de estas temáticas y entreteje muchas de estas encrucijadas. Hacer hablar al niño es hacer lugar a la construcción de una subjetividad posible que no se representa en ninguna clasificación diagnóstica. Hacer hablar al niño es situar la diferencia que permite el camino hacia la interpretación que el niño debe realizar de su entorno sin la cual es imposible encontrar alguna orientación.
Para esto hemos realizado una extracción sobre tres libros publicados de la formidable tarea desarrollada en el seno del Instituto psicoanalítico del Niño, de París, Francia, a lo largo de tres Jornadas que tuvieron lugar entre los años 2013 y 2017.
La trilogía de los textos aquí publicados de Jacques-Alain Miller, “Interpretar al niño”, “En dirección a la adolescencia”, y “Niños violentos” trazan un vector hacia la clínica con niños y adolescentes, considerando los matices de la época. Los textos de J.-A. Miller ofrecen nuevas respuestas a las nuevas formas del malestar contemporáneo con sus modalidades de goce. Miller orienta la reflexión hacia donde situamos la defensa en relación a la pulsión de muerte. En psicoanálisis, señala J.-A. Miller, nos ocupamos esencialmente de tres cosas: la salida de la infancia, la diferencia de los sexos y la intromisión del adulto en el niño. Este trípode orienta la práctica con niños. Tengamos en cuenta, por sobre todo, que lo que al psicoanálisis le preocupa es cómo en estos diversos momentos el sujeto se relaciona con su goce, un partenaire privilegiado, sea cual fuere el goce del cual se trate.
Una conversación con Éric Laurent desarrolla la actualidad del síntoma a través de diversos rostros de la ferocidad del Otro. Como ejemplo, los adolescentes que optan por la radicalización. A la vez Laurent pone el acento en los ritmos escolares como lugar donde se observa la relación del cuerpo del niño con su goce. No es lo mismo un niño cansado que cuando se encuentra receptivo y despierto. ¿Cuánto tiempo se lo debe dejar en su banco? ¿Pasa mucho tiempo en el baño? Los saberes se asocian al modo en que se sitúa el cuerpo del niño. Por esto, reducir la educación al aprendizaje es un modo de borrar la relación del sujeto con la pulsión. Como señala E. Laurent, para tomar en serio al niño se debe producir una elaboración de la pulsión. Con Jacques Lacan sabemos que en el trauma lo que tenemos es la relación del niño con la lengua.
Todas estas aproximaciones, desarrolladas en extensión a lo largo de este volumen, revisten un carácter definitivo. Especialmente cuando los nuevos protocolos propuestos por el entorno pseudo-científico actual, empujan a declarar obsoleto el rasgo creacionista del uso de la palabra, parafraseando a Judith Miller, provocando por esta misma razón un totalitarismo de la alternativa educativa.
¡Atención, entonces! Esta época nos obliga a colocar una alarma, un semáforo rojo sobre las novedades que trae la ciencia en nuestro ámbito. Debemos ser selectivos. Pero de lo que no se debe retroceder es de la maravilla de la palabra. Jacques Lacan lo decía de modo transparente, toda lengua es neológica y el neologismo es una fuente de saber privilegiada.
La palabra sigue siendo nuestro recurso princeps. Permanezcamos fieles a esta fuente fundamental de conocimiento.