¿Por qué los cuerpos freudianos? Porque si Freud no hubiera descubierto el cuerpo, tampoco habría descubierto el inconsciente. El encuentro con uno lo llevó al encuentro con lo otro. No como caras de una misma moneda, sino porque el cuerpo del síntoma fue el obstáculo a partir del cual Freud encontró que lo que resistía allí era un organismo dotado de características sorprendentes. Un cuerpo en otra escena. A esa escena otra, a esa otra lógica, lo llamó Inconsciente. A ese otro cuerpo, cuerpo erógeno.
Freud, como Colón, descubrió algo que ya estaba ahí… y sin embargo no estaba porque no había sido nombrado como tal. Un cuerpo que se caracteriza por buscar y encontrar sus modos de satisfacción por vías que no son, ni podrían ser, las del instinto. Un cuerpo que actúa como si la anatomía no existiese. El cuerpo de la histeria, pero también el de las neurosis de angustia, la neurosis obsesiva, la paranoia.
Este cuerpo que escapa, aunque sea por poco pero escapa, a su destino anatómico. Y que impone por su propia presencia la pregunta por aquello que lo construye y lo destruye. “El cuerpo –dirá Lacan varios años más tarde– nace malentendido”. Esa es nuestra práctica.