Hace algunos meses el eje central de Imago-Agenda estuvo dedicado a la topología lacaniana. Diferentes analistas testimoniaron de su posición respecto del asunto y si bien fui invitado a participar, preferí mantener mi columna mensual en la que propuse una serie de libros que, según mi criterio, resultaban ser fundamentales para estudiar los problemas emergentes de la articulación entre la topología y el psicoanálisis. Estaba incluido en esa lista el libro “Ensayos acerca de la topología lacaniana” de Marc Darmon, originalmente publicado en París en 1990, y con una segunda edición corregida y aumentada en el 2004. En pocos días más tendremos la edición española de dicha obra que será publicada por Letra Viva, cuya traducción y revisión emprendí más como un intento de lectura personal, que como el trabajo de un traductor profesional[i].
A raíz de los ricos intercambios transoceánicos mantenidos a lo largo de todo el proceso y como modo de valorizar la edición española del texto, Marc Darmon decidió escribir un “Prólogo a la edición española” que presenta algunas particularidades que quisiera señalar. El mismo está basado en los problemas de traducción de dos términos que resultan centrales en la articulación que aborda el libro todo. Se trata de los significantes étoffe y rapport sexuel. Cierto es que podríamos haber traducido étoffe por ‘estofa’ y volcar sin más como ‘relación’ al famoso rapport que utiliza Lacan. También podríamos haber recurrido a la infame “nota del traductor” para aclarar las cuestiones. Pero en este caso fue el mismo autor quien pudo escuchar y entender la dificultad de su traductor, y quien zanjó la cuestión en un texto exquisito que los lectores de habla hispana pronto tendrán a la mano. Chapeau!
Adentrémonos lentamente en las páginas del libro para señalar una particularidad que redobla su valor: cualquiera sea el problema teórico que Darmon aborda, su apuesta es ponerlo en el espacio. Así es como su capítulo acerca del significante se titula “Topología del significante” y el que dedica a la serie de las alfa-beta-gamma y delta, sigue rigurosamente la espacialidad que Lacan le adjudicara en su escrito acerca del “Seminario sobre «La Carta Robada»” (incluyendo gráficos que son del propio Darmon). La topología explícita del “Esquema L” y la implícita del “Esquema óptico”, son desarrolladas tan cuidadosamente como la del grafo del deseo. El acmé de la elaboración del texto pareciera estar en el capítulo titulado “L(a) topología del sujeto”: Darmon analiza las superficies topológicas desarrolladas por Lacan entre los seminarios IX y XII, y sigue sus implicancias mucho más allá (hay referencias a los seminarios XIV y XX). Debemos decir que los gráficos que ilustran este capítulo –gráficos en los que, por ejemplo, se ilustran las transformaciones propiamente topológicas y los cortes sobre las superficies– son, por mucho, los mejores de la historia de la edición de textos que abordan la articulación topología-psicoanálisis. Algo similar ocurre con el capítulo dedicado a los nudos, en el que el autor va mucho más allá de los habituales comentarios sobre el tema que realizan los psicoanalistas lacanianos.
Párrafo aparte merecen los capítulos que abordan temas que aparentemente son algo más refractarios a su articulación topológica, ya que Darmon encuentra el modo de volverla posible. Así la pulsión es presentada con el teorema de Stokes (teorema que estudia los flujos rotacionales); lo que llama “lalógica” mediante la inserción de los diagramas de Venn o círculos de Euler en el toro; la sexuación con la carrera de Aquiles y la tortuga (y el número de oro); y los discursos a partir de su relectura durante las lecciones de “El saber del psicoanalista”, la que permite transformarlos en grafos[ii]. El pase –problema borde entre la teoría y la clínica psicoanalítica lacaniana– cierra el libro, incorporando entre otros aportes, la idea topológica de la “segunda vuelta” en el análisis.
Darmon finalizaba su prólogo a la primera edición de 1990 manifestando un deseo. Decía: “Que estos ensayos puedan ser ante todo un instrumento de trabajo”. Efectivamente, lo son. Y a través de su lectura uno recibe la sensación de un libro escrito con mucho trabajo, tanto como el que se necesitará para leerlo, pero no porque sea difícil (aunque haya puntos difíciles), sino porque para recorrerlo hará falta papel y lápiz para dibujar los gráficos, tomar notas, subrayar ideas…
Y como bonus del trabajo de lectura aparecen otros textos: aquellos a los que el autor hace referencia o comenta, y que sirven para iluminar los desarrollos, tanto como para aportar matices clínicos (la “pared medianera” de Melman o “la esfera del Cotard” de Czermak son sorprendentes). Así es como este libro también está destinado a convertirse en un clásico en español y sus generosos aportes a verse reflejados en otros libros por venir… Porque siempre, liber enim, librum aperit.
NOTAS.
[i] Cabe aquí agradecer a Virginia Hasenbalg, quien acompañó desde París todo el proceso de edición, agilizando los contactos con el autor y realizando valiosísimos aportes en los puntos más oscuros de la traducción.
[ii] El efecto de lo que Darmon propone en dicho capítulo ha sido la fuente de una idea teórico-clínica que desarrollé profusamente a lo largo de todo mi último libro titulado “El niño y el Otro” (Letra Viva, 2008).