ÍNDICE | ||||||||
Prólogo Origen de los textos | ||||||||
I. Significados | ||||||||
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II. Hechos | ||||||||
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III. Cosas | ||||||||
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PROLOGO
Interpretar algo como texto o discurso, creer que pertenece a un lenguaje, actuar ante él, con él, como si formara parte de cierta práctica con respecto a la cual se torna significativo, es un hacer característicamente humano. También se piensa que atribuir significación implica, muchas veces, establecer cierto tipo de conexiones entre el discurso considerado y algo diferente (otro discurso o algo, al parecer, de índole no discursiva). En estos casos, además, el intérprete normal distingue entre las conexiones eventualmente establecidas por las oraciones y las que correspondan a las expresiones no oracionales; distingue también entre afirmar y nombrar, entre pretensiones de verdad e intentos de referencia y, tal vez, entre hechos, objetos y propiedades.
Los artículos reunidos en este volumen tratan unos pocos aspectos de estas cuestiones. Peor aún, lo hacen bajo importantes limitaciones personales e institucionales. El título del volumen, entonces, alienta más interés del que los textos tienen. Que tengan sólo el que tienen, además de evitar sobresaltos, sugiere que el asunto es difícil y que los textos, en general, son movimientos de aproximación y, acaso, de espera. Las maneras académicas no suelen satisfacer la oscura aspiración a la filosofía. Pero, ¿quién pensaba que algún género de actividad iba a hacerlo? Los ejercicios académicos, en su justa medida (que es lábil, contextual y siempre debe indagarse) tienen algún atractivo intelectual ligeramente mayor que el de su inexistencia. Al menos el de la memoria y lo marginal. Y no tienen por qué ser menos propicios para la comprensión y el propio estar en el mundo que la literatura, la política activa, el oficio de tornero o el de acumular capital, contribuir a la neurociencia, publicar páginas que invoquen el advenimiento de un pensar genuino, la conversación en el ágora o el silencio misterioso.
Agradezco a las muchas personas que de maneras diversas me orientaron en estos ejercicios. Intentaría nombrarlas. Pero esta compilación no merece tantos auspicios. Además, ya se sabe, a los agradecimientos los completa el olvido, y sería grave en mi caso omitir, por ejemplo, los nombres de Raúl Orayen o Tomás Simpson. Diré sí, que una fuente común de estos ensayos está en lo que aprendí en los grupos de estudio y los seminarios de la Sociedad Argentina de Análisis Filosófico, en épocas en que "la" filosofía analítica no tenía lugar en la universidad pública por sospechosa de pervertir a la juventud decente (fuese a ser liberal, nacional o progresista). Confundir un río con una inundación, o a Nietzsche con su hermana. A veces pasa. La voluntad de reunirlos se originó en Glenda Satne, a quien le agradezco su trabajo y, sobre todo, que piense, o haya pensado, que el resultado es un poco más útil que nocivo.