Inés Fernández-Ordóñez es una de las poquísimas integrantes femeninas de la Real Academia Española. En esta entrevista describe las distintas capacidades de los hispanohablantes y del potencial real del idioma castellano frente a otras lenguas.
A sus 47 años recién cumplidos, Inés Fernández-Ordoñez se convirtió en una de las pocas integrantes femeninas de la Real Academia Española (RAE), un coto casi exclusivo de señores mayores, con la excepción, hasta ahora, de Carmen Iglesias, Margarita Salas y Ana María Matute.
Usted reúne la doble condición de filóloga y lingüista. ¿Esperaba este ingreso?
La máxima aspiración de un filólogo es ingresar en la Academia. Es un reconocimiento enorme que, normalmente, llega al final de tu actividad profesional. No lo esperaba y menos a mi edad.
¿Qué piensa de la Academia?
Es una institución que ha cambiado mucho en los últimos años. Con Fernando Lázaro Carreter comenzó una etapa de apertura a la sociedad, se informatizó, se crearon recursos lingüísticos de uso público... Se abrió a la sociedad y eso es muy positivo. Hay que seguir trabajando en esta línea.
¿Qué piensa del potencial que se le atribuye al español?
Tiene un potencial real. Cuando hablo con mis colegas de Francia, Alemania, el Reino Unido o Estados Unidos me comentan que cada vez se estudia más en las universidades y en la enseñanza secundaria. No sé las razones, pero existe una demanda clara de enseñanza del español en esos países.
¿Ser mujer le ha beneficiado o perjudicado para llegar a la Academia?
La Academia ha hecho un esfuerzo por abrirse a la sociedad y compensar la notoria desigualdad de representación que existe entre hombres y mujeres. Con independencia de que yo pueda tener méritos, han hecho un esfuerzo por incorporar mujeres y en este sentido me ha podido beneficiar, pero espero que no haya sido sólo por eso. También me podía haber perjudicado, porque la Academia es imprevisible.
¿Cree en las cuotas?
No creo en su aplicación en un sentido estricto, algo que puede ser contraproducente. Sí creo en políticas de igualdad que promuevan una contratación paritaria o compensen desigualdades.
¿Cuál será su trabajo?
No sé todavía en qué consistirá mi trabajo en el día a día. Lo que pueda aportar tendrá que ver necesariamente con lo que son mis líneas de investigación y conocimiento. Me he dedicado al estudio de la historia de la lengua, de las variedades del español, especialmente del que se habla en las zonas rurales, y a la edición crítica de textos medievales.
¿Qué futuro le espera al español rural?
El futuro de la lengua, de cualquier lengua, lo deciden los hablantes colectivamente y no la RAE. Hoy, en la sociedad de la globalización, la inmensa mayoría de los hablantes son urbanos no rurales y su peso proporcional en las decisiones lingüísticas colectivas tiene que ser necesariamente menor, lo que no impide que el diccionario global del español reconozca todo tipo de palabras, aunque estén documentadas sólo en áreas muy concretas.
¿Se puede hablar de palabras en peligro de extinción?
Para los lingüistas no existe el concepto de progreso o decadencia de la lengua. Las lenguas ni progresan ni decaen, simplemente cambian, se modifican. Quizá lo que ha cambiado es que antes el modelo lingüístico lo fijaba la literatura y ahora lo fijan los medios de comunicación. Estos utilizan un léxico más restringido porque tiene que ser de uso general. Esa lengua común, que es la de la cultura escrita y la estándar de la oralidad, tiene quizá una pobreza léxica mayor que la que tenía hace cincuenta o cien años. Es un proceso que se da en otras lenguas y no me parece dramático. Se utilizan menos palabras. Nadie conoce hoy los refranes. La tendencia es utilizar un modelo común de lengua y el léxico disponible se ha restringido, lo que no quiere decir que cualquier tiempo pasado fuera mejor.
¿La mujer hace un uso de la lengua distinto al del hombre?
Desde un punto de vista biológico, las mujeres tienen una mayor capacidad lingüística, desarrollan mayores competencias lingüísticas que los hombres, de la misma manera que estos tienen más puntería cuando tiran una piedra. Las mujeres hablamos antes, hablamos más y más deprisa y eso es algo común a todas las culturas. Se ha comprobado que desde el punto de vista sociolingüístico las mujeres identifican mejor lo que tiene prestigio o no lo tiene en el uso lingüístico, lo que se ha tratado de explicar desde distintas teorías. Para unos, la razón está en que son las encargadas de educar a los hijos.