Tal vez “Función y campo de la palabra y del lenguaje en psicoanálisis” sea uno de los escritos más leídos y comentados de Jacques Lacan, y es probable que –por motivos diversos que podrían incluir el criterio cronológico, temático y muchos otros– también sea uno de los primeros en ser leídos por quienes se inician en la lectura de la enseñanza lacaniana. Sin polemizar acerca de estas ideas y sólo por motivos metodológicos, aceptémoslas para poder afirmar que a pesar de todo eso, no se trata de un texto sencillo. Y de entre muchas complicaciones con las que nos enfrenta, una de las más ajenas, extrañas y oscuras, sea probablemente su final: el diálogo entre Prajapâti y quienes terminan su noviciado, tomado del primer Brâhmana de la quinta lección del Bhrad-âranyaka Upanishad.
Este diálogo, que el lector puede encontrar en la página 310 de la edición de 1984 de los Escritos 1, o en la 309 de la novísima edición revisada de 2008, no deja de ser enigmático ya desde los términos sánscritos que incluye, las categorías en juego (hombres, Devas y Asuras) y la única y escueta respuesta de Prajapâti: “Da”.
Y ante unos párrafos como estos, uno siempre puede hacer la maniobra de considerar la referencia como una excentricidad de Lacan y pasarla por alto. ¿Qué podría extraerse de algo tan lejano a nuestro modo de pensamiento occidental, de lo que incluso cuesta bastante creer que Lacan conociera perfectamente su lógica?
No obstante, algunos no retrocedemos tan fácil. Nos preguntamos, entonces: ¿qué se puede leer como para intentar un acercamiento a ese mundo hindú tan misterioso y cautivador, sin caer en facilismos o en libelos “para principiantes”?
El primer impulso es el de salir corriendo a buscar la conocida publicación titulada “Referencias en la obra de Lacan”, de las que la número 34, de agosto de 2006, está específicamente dedicada al mundo hindú. Es un buen intento, fragmentario, demasiado occidental tal vez –pero qué otra nos queda–, de comprender esa lógica que nos resulta tan Otra. Sin embargo, hay que destacar el rescate de algunos textos originales –aunque su lectura se torne difícil, debido a nuestra ignorancia de las categorías en juego–. Vale el trabajo serio de búsqueda y traducción que sus editores y colaboradores sostienen desde hace ya muchos años.
Ahora bien, ¿y si acaso existiera un libro donde la India no fuera interpretada, sino presentada con una inmediatez –como suele decirse– “homérica”? ¿Y si algún autor, renegando de su condición occidental y cristiana, narrara la lógica de la creación de ese mundo al modo de una Teogonía, de un Génesis, llevándonos lentamente por las historias y las aventuras de los protagonistas casi como participando de ellas, sin grandes explicaciones, pero dejando bien a la luz los hilos de esa historia y trayendo a la superficie la lógica que las organiza?
Ese autor y ese libro existen: me refiero a “Ka”, de Roberto Calasso, publicado por la editorial Anagrama en 1999.
Este diálogo, que el lector puede encontrar en la página 310 de la edición de 1984 de los Escritos 1, o en la 309 de la novísima edición revisada de 2008, no deja de ser enigmático ya desde los términos sánscritos que incluye, las categorías en juego (hombres, Devas y Asuras) y la única y escueta respuesta de Prajapâti: “Da”.
Y ante unos párrafos como estos, uno siempre puede hacer la maniobra de considerar la referencia como una excentricidad de Lacan y pasarla por alto. ¿Qué podría extraerse de algo tan lejano a nuestro modo de pensamiento occidental, de lo que incluso cuesta bastante creer que Lacan conociera perfectamente su lógica?
No obstante, algunos no retrocedemos tan fácil. Nos preguntamos, entonces: ¿qué se puede leer como para intentar un acercamiento a ese mundo hindú tan misterioso y cautivador, sin caer en facilismos o en libelos “para principiantes”?
El primer impulso es el de salir corriendo a buscar la conocida publicación titulada “Referencias en la obra de Lacan”, de las que la número 34, de agosto de 2006, está específicamente dedicada al mundo hindú. Es un buen intento, fragmentario, demasiado occidental tal vez –pero qué otra nos queda–, de comprender esa lógica que nos resulta tan Otra. Sin embargo, hay que destacar el rescate de algunos textos originales –aunque su lectura se torne difícil, debido a nuestra ignorancia de las categorías en juego–. Vale el trabajo serio de búsqueda y traducción que sus editores y colaboradores sostienen desde hace ya muchos años.
Ahora bien, ¿y si acaso existiera un libro donde la India no fuera interpretada, sino presentada con una inmediatez –como suele decirse– “homérica”? ¿Y si algún autor, renegando de su condición occidental y cristiana, narrara la lógica de la creación de ese mundo al modo de una Teogonía, de un Génesis, llevándonos lentamente por las historias y las aventuras de los protagonistas casi como participando de ellas, sin grandes explicaciones, pero dejando bien a la luz los hilos de esa historia y trayendo a la superficie la lógica que las organiza?
Ese autor y ese libro existen: me refiero a “Ka”, de Roberto Calasso, publicado por la editorial Anagrama en 1999.
Roberto Calasso es un hombre de letras, florentino, director de Adelphi, una de las editoriales de mayor prestigio en el mundo. Y el tipo es una especie de sabio, de esos que pueden escribir una obra como “Ka” para exponer (y no explicar) el origen y la lógica del mundo hindú, novelar a Schreber –hay que leer “El loco impuro” (Ed. Sexto Piso) para ver que su lectura de las “Memorias...” es asombrosa–, hacer la historia de los grabados secretos de un pintor “por encargo” como Giambattista Tiepolo (en “El rosa Tiepolo”, también de Anagrama), o escribir una serie de ensayos como los incluidos en “La locura que viene de las ninfas”, un libro delicioso que no tiene desperdicio, y muchas obras más que son accesibles y están traducidas a nuestra lengua.
Ahora bien, vuelvo a “Ka”. Es una especie de viaje, a lo largo del cual uno baja sus defensas como lector y se deja llevar por esos pájaros, esas serpientes, esos árboles que hablan, esos ríos y toda la galería de “bichos” (no sé cómo llamarlos) que pueblan la mitología hindú, y a los que Calasso describe bien libremente, como quien cuenta algo sin misterios. En su estilo está la clave, creo. Seguramente, el contenido coincide con el de otros libros que narran los mismos acontecimientos. La cración del mundo por Prajapâti tal vez sea uno de los episodios más bellos y enigmáticos del libro: el desprendimiento a partir de su propio cuerpo, sus ideas, la atribución del nombre a las cosas, su deseo de reproducción con su propia hija, Usas...
¿Acaso después de leer “Ka” se comprende el diálogo citado por Lacan en el escrito? Tal vez sí, tal vez no, o al menos, no completamente. Algo se aprende en ese recorrido, y es que hay un modo de pensamiento (ahora sí me resisto a llamarlo “lógica”) muy vivo y muy ajeno, al que, leyendo el libro de Calasso, uno puede acercarse –al menos– un poquito. Por eso me cuesta decir que “Ka” sea una referencia de Lacan o que lo esclarezca; pero de lo que no tengo dudas es de que nos enriquece.
Menos mal que existen estos libros y estos autores, porque permiten seguir creyendo que liber enim, librum aperit...
Ahora bien, vuelvo a “Ka”. Es una especie de viaje, a lo largo del cual uno baja sus defensas como lector y se deja llevar por esos pájaros, esas serpientes, esos árboles que hablan, esos ríos y toda la galería de “bichos” (no sé cómo llamarlos) que pueblan la mitología hindú, y a los que Calasso describe bien libremente, como quien cuenta algo sin misterios. En su estilo está la clave, creo. Seguramente, el contenido coincide con el de otros libros que narran los mismos acontecimientos. La cración del mundo por Prajapâti tal vez sea uno de los episodios más bellos y enigmáticos del libro: el desprendimiento a partir de su propio cuerpo, sus ideas, la atribución del nombre a las cosas, su deseo de reproducción con su propia hija, Usas...
¿Acaso después de leer “Ka” se comprende el diálogo citado por Lacan en el escrito? Tal vez sí, tal vez no, o al menos, no completamente. Algo se aprende en ese recorrido, y es que hay un modo de pensamiento (ahora sí me resisto a llamarlo “lógica”) muy vivo y muy ajeno, al que, leyendo el libro de Calasso, uno puede acercarse –al menos– un poquito. Por eso me cuesta decir que “Ka” sea una referencia de Lacan o que lo esclarezca; pero de lo que no tengo dudas es de que nos enriquece.
Menos mal que existen estos libros y estos autores, porque permiten seguir creyendo que liber enim, librum aperit...