Caín, nada menos, es el protagonista de la nueva novela de José Saramago (Azinhaga, 1922), que acaba de publicar Alfaguara. El pasado fin de semana, Saramago y su esposa, Pilar del Río, asistieron al festival Escritaria, en la localidad de Penafiel, cerca de Oporto, cuyas calles se transformaron en homenaje al escritor: grupos de teatro daban vida a sus personajes, artistas plásticos exhibían instalaciones inspiradas en su obra, los expertos debatían en mesas redondas... y el rostro de Saramago aparecía, entre severo y apacible, en los escaparates de las tiendas. La novela, Caín, no es solamente la historia de este personaje sino que usted le hace viajar por el Antiguo Testamento.
¿Cómo le vino la idea de reescribir episodios bíblicos, cosa que no hacía desde El Evangelio según Jesucristo (1991)?
No soy un escritor de temas religiosos, pero eso no significa que la religión no me interese, porque no podemos entender al ser humano sin ella. Aunque no seamos creyentes, la religión está en el aire. Caín me ha interesado desde hace muchos años, pero quizá antes no poseía la madurez necesaria para enfrentarme a él.
Le da la vuelta a los episodios conocidos por todos...
Mientras no conocemos el otro lado de las cosas, no las conocemos de verdad. Sucede si miramos de frente una moneda, vemos un rostro pero existe otra realidad en el envés. Incluso un libro como la Biblia, permite - y exige-que intentemos leerlo por el otro lado.
Caín mata a Abel, pero aquí entendemos sus razones...
Es muy fácil condenar a Caín por fratricidio y yo tampoco lo absuelvo. Lo que hago es poner una parte de la culpa en Dios. Cuando los dos hermanos le ofrecen los productos de su trabajo, Caín, al ser agricultor, le ofrenda verduras, y Abel, como es ganadero, le regala carne. Dios queda encantado con la grasa del cordero ardiendo en la hoguera... y desprecia los presentes de Caín. ¿Qué clase de dios es este que, para enaltecer a uno, desprecia a otro, de una manera provocadora? Caín es humillado por Dios, y mata a su hermano al no poder matar a Dios.
El libro se lee con una sonrisa permanente.
Cada libro dice al autor cómo quiere ser escrito. Con Caín me salió, de modo inesperado, la primera frase, que es la puerta abierta a la ironía. La experiencia y la vida me han enseñado a no despreciar esos modos espontáneos en que se me presentan las historias. Por eso hay más humor que nunca en un libro mío.
Bueno, la sexualidad está también mucho más presente, con pasajes casi pornográficos.
Eso me sorprendió también, es verdad, porque yo soy muy discreto en ese particular. La exhibición fisiológica del cuerpo humano en contacto con otro y sus secreciones no es algo que me haya llamado nunca la atención. Pero aquí la figura de Lilith era importante, y decidí cargarla de una sensualidad extrema. Cumplí con mi obligación de escritor.
También hay descripciones de gran violencia.
Sí, pero ahí no he necesitado añadir nada a la violencia que se encontraba en los textos bíblicos de origen. Quizá he ridiculizado algunas situaciones, como cuando Abraham va a matar a su hijo...
Sí, al final no es Dios quien salva a la criatura...
Dios envía en el último instante a un ángel a detener el ímpetu asesino de su fiel Abraham, pero el ángel llega tarde porque sufre una avería en el ala derecha.
Aparte de esa chapuza, su Dios no es demasiado omnipotente, hasta exclama: "Ser dios no es tan fácil como creéis".
Si nosotros fuéramos infalibles e inmaculados, habríamos creado un Dios así. Pero los hombres hemos creado a Dios a nuestra imagen y semejanza. Por eso es tan cruel, malo y vengativo.
Aunque hay quejas de obispos en Portugal, ¿cree que la novela levantará tanta polémica como su evangelio... de 1991?
La reacción de Aníbal Cavaco Silva, entonces primer ministro, a El Evangelio según Jesucristo, como sabe, me hizo abandonar mi país. Creía que ahora la Iglesia católica no iba a entrar en algo que, además, no es suyo, porque el Antiguo Testamento es el libro de los judíos. No me imaginaba que volvieran a desempolvar esos viejos odios. En cualquier caso, ya estoy acostumbrado a no gustar a mucha gente... y me da igual.
Literariamente, ¿le encuentra virtudes a la Biblia?
No. Es un libro que no me seduce. He releído ahora ciertas escenas para Caín. Además, seríamos todos mejores sin este libro.
Uno de los hallazgos de esta obra es su uso del tiempo, pues los episodios no se suceden cronológicamente.
Era el problema más complejo que tenía. Dios condena a Caín a la errancia y él va conociendo sucesos de la Biblia. ¿Cómo narrar los episodios, cómo concatenar los personajes? ¿Cómo relacionar unos y otros crímenes? Era muy difícil utilizando el tiempo como nosotros lo utilizamos. Así que, en lugar de pasado, presente y futuro, todo es presente, pero hay diferentes tipos de presentes: el que ha ocurrido, el que ocurre y el que ocurrirá. Eso me permite ir hacia atrás y hacia delante sin saltos.
¿El mensaje de la novela son las consecuencias destructivas de creer en Dios?
El mensaje es el que cada lector extraiga. Yo no tengo ninguna duda sobre las consecuencias nefastas de la existencia de religiones, que inevitablemente se oponen las unas a las otras. Matar, matar, matar... eso es lo que han hecho a lo largo de la historia.
Se ocupa también del episodio de Sodoma y Gomorra...
Me interesaba el debate entre Abraham y Dios. El Señor quiere arrasar esas ciudades y Abraham le pide que no lo haga si encuentra cincuenta hombres justos en ellas. Al final, Dios le promete que no quemará Sodoma y Gomorra si hay en ellas diez personas inocentes... pero Dios las destruye. Y Abraham se da cuenta de que había muchos más inocentes que diez: todos los niños. Dios es un sádico, es cruel, es mentiroso, no es alguien de fiar, no se puede confiar en su palabra. Abraham contempla el horror y se da cuenta de muchas cosas. Repugna creer en un Dios como ese.
(entrevista de La Vanguardia y Clarín)