En palabras del autor, «vuelvo a pensar en la extraña conexión, vivida por mí en lo más profundo, entre política y filosofía (...) entendiendo a esta última como una interpelación libre de alguien a algún otro (...) que consista en la transformación directa de un sujeto, una especie de conversión radical, un vuelco completo de la existencia».«Hay algo así como una relación paradójica entre democracia, política y filosofía, términos que están finalmente ligados por la cuestión de la verdad».«Educado en un mundo cuyo pensamiento está corrompido y donde la injusticia es algo parecido a un principio tan secreto como sagrado (...) el filósofo no debería asombrarse de tener que vivir en una situación paradójica. La democracia es una condición de la filosofía, pero no tiene relación directa con la justicia, a la cual le toca presentarse, a la mayor distancia posible de las delicias democráticas y corruptas de la libertad individual, como la alianza circunstancial entre la virtud y el terror».«Venida de todos así como destinada a todos, de tal modo se definirá la existencia de la filosofía, una vez que, bajo condición de la política, sea democrática, en el sentido comunista del término, tanto con anterioridad a su existencia misma como con posterioridad a ella».