Una forma tenue de bordear lo inaparente es el núcleo de estos relatos: el pasado reciente –todavía inasimilable a nuestra actualidad– de la historia de nuestro país, la condición femenina –que se descubre en los márgenes de la vida entre los hombres– y, por sobre todo, el mundo infantil, verdadero lente esmerilado de la mirada de la narradora.
De las páginas de Jugar del otro lado se desprende que la infancia no es un momento de la vida, sino el punto ciego de la visión, ese grano de arena que permanece cuando el mar ya se ha ido.
Luciano Lutereau