¿Qué tienen en común el tsunami del 26 de diciembre de 2004, que devastó las costas del sudeste de Asia; la difusión del virus del SRAS, en 2003; la promoción de la imagen de una ciudad; las acciones locales para oponerse a la instalación de un incinerador de residuos; un microconflicto entre dos individuos sentados frente a frente; la intención de un funcionario recién electo de cambiarle el nombre a la región que ha comenzado a presidir; la desafortunada candidatura de París a los Juegos Olímpicos de 2012? Tienen en común el hecho de que son fenómenos sociales y fenómenos espaciales, y que no devienen plenamente comprensibles si se oculta esta dimensión espacial. En tanto que la existencia de los seres humanos es espacial en cada momento, en tanto que la mundialización se manifiesta y se expresa día a día mediante fenómenos espaciales espectaculares, profusamente mediatizados, resulta curioso comprobar que el espacio continúa siendo un punto ciego en nuestras reflexiones sobre las sociedades. Este libro intenta paliar ese olvido, proponiéndole al lector un modo de empleo del espacio humano (sobre todo, el urbano) y empeñándose en dilucidar las implicaciones políticas y sociales de tal enfoque.