Lo que Meschonnic enseña en su lectura de Spinoza es el valor estratégico de lo que llama marcadores afectivos, operadores cuya potencia es la del trazado del continuo, la invención de relaciones entre afectos y conceptos, la concreción de la unidad ritmada –no de la “unión”– cuerpo-alma.
Toda la obra de Meschonnic puede ser leída como una advertencia sobre lo que se pierde en las traducciones que borran estas marcaciones. Así, la traducción se politiza. Ya no se trata del latín como lengua culta, ni de determinar las lenguas de Spinoza (¿y el español, el portugués, el holandés, el ladino, el hebreo?), sino de leer el latín del pensamiento y la escritura de Spinoza, y de "la cuestión de las relaciones entre la invención de un pensamiento en una lengua, y esta lengua. Lo que un pensamiento puede en lo que una lengua puede.